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La fluorescencia de Marta Minujín deslumbra en Brasil

La artista argentina inaugura en la Pinacoteca de São Paulo su mayor retrospectiva en el extranjero.

Jon Martín Cullell (EFE)

La artista argentina Marta Minujín, con su obra 'Implosión', en la Pinacoteca de São Paulo (Brasil), el 28 de julio. EFE/SEBASTIAO MOREIRA

El torbellino de colores que es Marta Minujín llega al museo entre "vivas" y aplausos, como corresponde a quien muchos consideran la reina del arte pop latinoamericano.

A sus 80 años, la artista plástica argentina sigue vistiendo su característico overol, costumbre que adquirió en su juventud para “defenderse” de los piropos que le lanzaban por la calle y que ahora imprime con imágenes de su obra. Eso, sus grandes gafas de sol y una melena rubio platino la han convertido en un ícono pop en su país natal.

“No puedo caminar por la calle y siempre que voy al médico, en vez de curarme, se quiere sacar fotos conmigo”, dice riendo Minujín, durante un encuentro con periodistas este viernes en São Paulo.

La artista, pionera de los “happenings” y de las instalaciones monumentales en América Latina, inaugura este sábado en la Pinacoteca de la ciudad brasileña la mayor exposición de su obra jamás celebrada fuera de Argentina.

Un inflable de 17 metros de altura se levanta cual centinela en la entrada del museo para avisar al visitante de que está dejando atrás el gris y el concreto de Sao Paulo y adentrándose en un mundo de colores y de materiales blandos.

Colchones fluorescentes y 'happenings'

Para entender la carrera de Minujín hay que empezar por los colchones fluorescentes, a los que la exposición dedica una sala entera.

En los años 60, durante una estancia en París, le dio por recoger colchones descartados por hospitales para pintarlos en su casa. Más tarde, empezó a coserlos ella misma y a darles formas rebuscadas.

“Todo pasa en los colchones… la gente nace, muere y hasta puede matar en los colchones”, explica la artista sobre esta obsesión tan particular.

De los colchones Minujín pasó, durante la dictadura militar argentina, a montar instalaciones y happenings, una manifestación artística basada en la improvisación, de contenido más político. En El Batacazo, por ejemplo, el visitante puede subir descalzo por unas escaleras flanqueadas por figuras inflables de futbolistas, tirarse por un tobogán y terminar encima de una enorme muñeca desnuda, como denuncia del machismo.

Minujín dice también: “No es solo mirar: hay que vivirlo”, sobre la importancia que da a la participación “masiva” de los espectadores. “Por eso siempre digo ‘Arte, arte, arte’ porque es un grito de guerra, de una guerra espiritual”, añade.

En otro ejemplo de arte político, el Obelisco Acostado, una instalación hecha de madera y metal inspirada en el icónico obelisco de Buenos Aires, atestigua los esfuerzos de Minujín por "derribar" los mitos universales.

La exposición también recoge fotografías de uno de sus happenings más conocidos, en el que Minujín ofrece a su amigo, el pintor Andy Warhol, mazorcas de maíz para "pagar" la deuda externa de Argentina.

“Él era el rey de Nueva York y yo me sentía la reina de Argentina pagándole la deuda con choclos”, recuerda sobre sus años en EE UU, donde vivió en los 80.

Han pasado décadas de aquello, pero la crisis argentina y su problema de deuda no terminan.

“Ya veré lo que invento con esta nueva crisis”, apunta Minujín, antes de decir que los argentinos son “personas fragmentadas” por las sucesivas sacudidas económicas. Y de esa forma señala: “Todavía hoy tenemos un gobierno que ha cambiado cuatro veces de ministro de Economía y la economía no se arregla”.

Pese a llevar ya seis décadas en el circuito artístico, la argentina todavía no canta retirada y afirma que está "muy encerrada" en su obra ahora que le quedan "pocos años".

"Implosión", una de sus últimas creaciones, es una videoinstalación en la que se proyectan formas y colores en las cuatro paredes de la sala y en el suelo, un caleidoscopio que puede provocarle mareo a cualquiera que no sea Minujín. Ella, dice, "siempre" vive en colores "porque alegran la vida".

Jon Martín Cullell (EFE)