El Instituto Cervantes ha inaugurado este miércoles en su sede de Madrid Las palabras de un secreto. Pilar de Valderrama, una exposición que reúne en torno a 180 piezas relacionadas con esta escritora española (1889-1879), también conocida con el pseudónimo de Guiomar.
La muestra, que permanecerá en Madrid próximo 18 de febrero, para viajar después al centro del Instituto Cervantes de Burdeos (Francia), ha sido comisariada por Alicia Viladomat, nieta de Pilar de Valderrama, quien lleva años reivindicando la memoria de su abuela; y Juan Marqués, doctor en Literatura Española por la Universidad de Zaragoza.
Organizada en cinco secciones, la exposición reúne los poemarios de la autora, desde Las piedras de Horeb (1923), que cumple ahora un siglo, a Huerto cerrado (1925), Esencias (1930), Holocausto (1943), Obra poética (1958) y el ya póstumo De mar a mar (1984). Asimismo, se exhibe material relacionado con sus proyectos teatrales, entre la que destaca la fundación, junto con su marido, del Teatro Íntimo Fantasio, que funcionó en el domicilio de ambos en la calle Pintor Rosales de Madrid entre 1929 y 1930.
Un punto destacado de la muestra es el apartado El mar que amo: La sombra de Guiomar (1928-1939), que analiza la estrecha relación que la autora mantuvo con Antonio Machado durante esos once años, hasta la muerte del poeta en el exilio. Como ha destacado la nieta de la escritora en la presentación de la exposición, ella fue “la diosa, la musa” de Machado. Ambos estuvieron unidos por un “amor puro” y una amistad “en profundidad” de los que dan fe diversos escritos. “No se puede borrar a Machado porque es muy importante en su vida y en su obra”, ha afirmado Juan Marqués.
Entre las piezas de la exposición se encuentran casi medio centenar de libros, además de otras tantas fotografías, cartas, manuscritos (como el soneto que dedicó a Gerardo Diego) o mecanoscritos, documentos diversos, pinturas, dibujos y otros objetos personales. Cabe citar su máquina de escribir Remington, abanicos, el documento de sus capitulaciones matrimoniales, una pulsera de oro o unos cubiertos de su ajuar de boda.
Todo ese material brinda la oportunidad de acercarse a la figura y la obra de una autora insuficientemente conocida, cuya poesía, escrita a lo largo de seis décadas, trasciende los calendarios, pues comenzó hundiendo sus raíces en el modernismo y después se adaptó a la sobriedad de la literatura de posguerra.