El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, con el 48,4% de los votos válidos en las elecciones de este domingo en Brasil, tendrá que definir la presidencia en una segunda vuelta con el actual mandatario, Jair Bolsonaro, que obtuvo el 43,2%, según los datos oficiales.
De acuerdo con el Tribunal Superior Electoral (TSE), tras haber sido escrutado el 99,8%, ningún candidato conseguirá matemáticamente alcanzar más de la mitad de los votos, listón que se necesita para garantizar la elección sin necesidad de segunda vuelta.
El dirigente progresista y el líder ultraderechista, como los dos más votados en la primera vuelta, se enfrentarán así de nuevo en el balotaje previsto para el 30 de octubre.
Decepción entre los simpatizantes de Lula
Los resultados de las elecciones de este domingo en Brasil han caído como un jarro de agua de fría entre los simpatizantes de Lula, que, sin embargo, se resisten a pensar en una derrota final frente al presidente Bolsonaro.
Las banderas apenas ondeaban en la Avenida Paulista de São Paulo, cuando entrada la noche se certificó que el líder progresista no contaba con la mayoría suficiente para evitar la segunda vuelta.
Los días previos a los comicios la moral estaba por las nubes en las filas lulistas. Había razones para ello. Varias encuestas pronosticaban un triunfo de Lula con más del 50% de los votos válidos y, por tanto, sin necesidad del balotaje.
Las expectativas eran tan altas que este domingo, en la icónica avenida del centro de São Paulo, la ciudad más poblada de Brasil, había hasta cierto desánimo.
Ese clima pesimista se esfumó en el momento en que Lula, de 76 años, se subió al camión aparcado a los pies del Museo de Arte de Sao Paulo para arengar a las masas con toda una tropa de aliados, entre ellos, su inseparable esposa, Rosângela da Silva, conocida como Janja.
"Tengo certeza absoluta de que la justicia divina hará que ganemos las elecciones para recuperar la dignidad del pueblo brasileño", exclamó el expresidente, que gobernó el país entre 2003 y 2010, ante unos pocos centenares de seguidores y en medio de un amplio dispositivo policial.
También estuvo presente Dilma Rousseff (2011-2016), de las más coreadas. La expresidenta brasileña fue taxativa: "Juntos derrotaremos a este bárbaro que está en la Presidencia de la República".
Lula recordó además que él nunca ganó en primera vuelta y, en tono de broma, dijo que el destino "quiere hacerle trabajar un poco más".
"Pensaba que podría pillarme unos días de luna de miel con Janja (con la que se casó en mayo), pero a partir de mañana estaremos de nuevo en la calle. No hay descanso. Mañana, la primera reunión", continuó el aspirante de un amplio frente progresista liderado por el Partido de los Trabajadores (PT).
Bolsonaro confía en sus posibilidades
Por su parte, el actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro, reconoció en rueda de prensa en el Palacio do Alvorada (Brasilia) que la primera vuelta de las elecciones probó que hay una "voluntad de cambio", pero aseguró que en la segunda vuelta le mostrará al país que "no puede ser para peor".
Aunque no terminó de reconocer la victoria de Lula, Bolsonaro tampoco puso en duda el resultado y aseguró que "mucho voto fue por la condición del pueblo", que "sintió el aumento de los precios de los productos", que atribuyó a la inflación que dejó la pandemia de covid-19, que se agravó con la invasión rusa a Ucrania.
"Tenemos una segunda vuelta por delante" y "podremos mostrarle a la población que la inflación está bajando" y que el Gobierno "no ha dejado de atender a los más pobres" mediante diversos subsidios que fueron aprobados en los últimos meses, afirmó.
Sereno, sin levantar la voz, el líder de la ultraderecha se mostró convencido de que en la campaña para la segunda vuelta tendrá más tiempo para explicarles a los brasileños que "un cambio por la izquierda siempre es peor".
Citó como ejemplos los casos de Argentina, Chile y Colombia, países en los que la derecha fue desplazada por líderes progresistas en los últimos tiempos, e insistió en que los brasileños "no pueden correr el riesgo de perder su libertad".
Según Bolsonaro, con un posible regreso de Lula al poder que ejerció entre 2003 y 2010, "los brasileños no ganarán nada y, por el contrario, tendrán mucho que perder".
En cuatro semanas se resolverá esta campaña presidencial, la más polarizada de las últimas décadas en Brasil y que promete un final apoteósico.