Era 1963. Y la ‘Garota de Ipanema’ llegaba a medio mundo a través de la voz de una joven y (por entonces) inexperta cantante de Salvador de Bahía llamada Astrud Gilberto.
Así nacía la fiebre por la bossa nova, movimiento de vanguardia musical que mezclaba el jazz con la samba y que conseguía así conectar la música más popular de Brasil con los paladares más exquisitos de la cultura universal.
Tras la explosión de la bossa nova, la escena musical brasileña se renovaría con la Tropicália. Un movimiento impregnado de rebeldía y experimentación que tuvo su manifiesto fundacional en 1968 en el disco coral Tropicália ou Panis et Circensis, en el que participaban los principales exponentes de esa corriente: Gilberto Gil, Caetano Veloso, Tom Zé, Gal Costa y Os Mutantes.
El tropicalismo planteó un pulso a la dictadura militar mediante sus letras y otro al tradicionalismo cultural en los formatos: su música sería, a la vez, brasileña y universal, independiente y comercial, y por la batidora igual pasarían el cavaquinho o los ritmos de la samba y del axé baiano como los ecos psicodélicos de los Beatles y Pink Floyd o del rock de vanguardia de The Who. La fórmula dio la vuelta al mundo y puso a la música popular brasileña como la preferida de la escena alternativa y melómana planetaria, con permiso de los músicos y bandas anglosajones.
Y ahora que Latinoamérica habla al mundo con acento de reguetón puertorriqueño o colombiano, ¿qué pasa con los artistas brasileños y el espíritu tropicalista?
Por alguna ecuación del mercado y los gustos, la escena musical brasileña ya no traspasa fronteras como antes, pero la ebullición de talento es innegable. La mayoría de voces de la producción autóctona más puntera no dudan en apuntar contra Bolsonaro, quien es percibido como un continuador del golpe militar que sublevó a los tropicalistas. La creación musical es hoy más negra y más periférica que nunca en Brasil, mucho menos burguesa que durante el tropicalismo. Se podrían elegir 100, pero ahí van 10 muestras (y en verdad, alguna más) que reflejan esta vitalidad sonora que experimenta el país.
1. Emicida
Si existe un fenómeno musical agitador de las periferias y cuestionador de las élites que el tropicalismo se perdió es el rap, que llegó a los barrios de Sao Paulo de la mano sobre todo de Mc Racionais y Planet Hemp (que de paso le dio el toque guitarrero a lo Beastie Boys o Rage Against The Machine). Pero en la actualidad hay dos figuras que destacan por encima del resto: Emicida y Criolo. Ambos comprometidos políticamente con el movimiento negro y anti-bolsonarista, han evolucionado hacia la música popular brasileña (MPB) en un camino parecido al de C.Tangana en España. Criolo, que en 2011 cantó en una balada rap que “no existe amor en Sao Paulo”, grabó un disco de samba en 2017. Emicida, que empezó con un rap más agresivo y tradicional, ha firmado un álbum, AmarElo (Stern, 2020), que bien podría considerarse el Madrileño de la música brasileña: allí participan desde el sambista Zeca Pagodinho hasta las franco-cubanas Ibeyi, pasando por el icono pop Pablo Vittar, del que hablaremos más tarde. Firmó un documental con el mismo título que el disco que sirve de historia de la cultura negra en Brasil para no iniciados (está en Netflix) y también ha lanzado recientemente un single con Gilberto Gil.
2. BaianaSystem
“Saca las construcciones de mi playa / no consigo respirar, las chicas en mini-falda / no consiguen respirar / especulación inmobiliaria / y el petróleo en alta mar”. La canción ‘Lucro’ (máquina de locos), la más conocida de este grupo de Bahía, región nordeste y de las más pobres de Brasil, es todo un retrato del sistema capitalista y su relación con las personas y la naturaleza desde ejemplos simples y concretos. Con una percusión y unos instrumentos de viento que evocan a los blocos de calle del carnaval (de hecho sus canciones ya han llegado a las calles), BaianaSystem incorpora una guitarra eléctrica de lo más roquera y fresca para obtener un sonido único que no renuncia a los arreglos electrónicos. Una apuesta que atrajo a Manu Chao en el penúltimo disco y que se ha apuntado a la moda de las múltiples colaborciones en el último: Chico César, Céu y el ex Planet Hemp Bnegão son los más destacados.
3. Linn da Quebrada
En la intersección de los colectivos más oprimidos de Brasil —y más odiados por Bolsonaro y sus fieles—, se encuentran la población trans y negra. Y desde allí mismo, transgresora y vanguardista, Linn da Quebrada se expresa con la mayor claridad: “Loca extraña / Loca negra de la favela / cuando ella está pasando / todos se ríen de ella / pero atento, macho / presta mucha atención / siéntate y observa tu destrucción”. La canción ‘Bixa preta’, con una oscura e incómoda base electrónica que flirtea con el funk carioca sin llegar a ser del todo bailable, se ha convertido en todo un icono de la cultura más subversiva, que en Brasil siempre va de la mano de los colectivos LGTBIQ. Otro ejemplo de ello es el grupo Liniker e os Caramelows, una joya del soul brasileño. En su único disco publicado hasta ahora, Pajubá (Sentidos Produções, 2017), Linn profundiza un sonido funk y elegante que pocos han explorado, aunque se asoma a la samba en la canción ‘A lenda’.
4. Academia da Berlinda
Desde Recife y Olinda, ciudades vecinas con intensísima actividad cultural, Academia da Berlinda parece vivir al margen del caos y el conflicto urbanos del Brasil de Bolsonaro. Desde siempre, sus canciones son pulcras y alegres, capaces de llevar al terreno del pop una cumbia de acento y percusión brasileños, con arreglos electrónicos, güiro y maracas, entre otras muchas cosas. Su último disco, Descompondo o silêncio (Coala.Lab, 2020), es el más tranquilo, pero lo que es incomprensible es que canciones como ‘Cumbia da Praia’ o ‘Dorival’ no hayan traspasado fronteras.
5. Pabllo Vittar
En un mundo en el que ya casi deja de tener sentido separar las escenas alternativa y mainstream, Pabllo Vittar emerge como uno de los iconos brasileños más internacionales. Con 5 millones de oyentes mensuales en Spotify, tocó techo en su canción ‘Sua cara’, que grabó con Major Lazer y Anitta y después versionó en castellano Karol G. “Yo te voy a dar y no en el corazón / qué tal si te preparas / baby que voy a ponértelo en la cara”, reza una de esas canciones aparentemente inocuas y sexualizadoras que, en verdad, dan la vuelta a la habitual cosificación femenina en hits rompepistas. Una de las drag queen más conocidas del mundo y escogida por la revista Time entre los líderes de las próximas generaciones, Vittar nunca ha dudado en acusar a Bolsonaro de “racista y homófobo” y ha defendido que sus canciones, aunque no son activistas, son una declaración política por el mero hecho de ser cantadas por una drag. ‘Rajadão’, de su último disco, es un torpedo de pop vocal y electrónico del que seguramente Madonna o Beyoncé estarían orgullosas.
6. Letrux
En su concierto más sonado en el Loolapallooza, en 2019, Letrux salió al escenario colgando una camiseta roja con la cara de Lula y pidiendo su libertad (aún estaba encarcelado). Aunque cuando tocaba con su expareja Lucas Vasconcellos en Letuce parecía estar cómoda con un público reducido, en solitario se ha desatado con una propuesta musical mucho más descarada y agresiva. Lo mismo suena a Gal Costa que a la Janis Joplin más rabiosa que al Caetano Veloso de Transa o a los Novos Baianos más festivos, aunque el teclado ochentero, que brilla especialmente en ‘Ninguém perguntou por vocé’, le acaba de dar una personalidad única.
7. Ludmilla
Tan famosa como Pabllo Vittar en Brasil, Ludmilla es seguramente la mejor exportadora del funk de favela al pop de masas. Este género, nacido en los bailes montados por el narcotráfico, con una base rítmica inconfundible (que por cierto se asoma en el tramo final de ‘Nunca estoy’ de C.Tangana), es una de las últimas aportaciones musicales de las favelas, donde ya se creó en su día la samba, a la cultura popular. El mainstream brasileño lo ha aprovechado, pero Ludmilla, que en su canción más famosa se reivindica como “Reina de la favela”, no olvida los orígenes y también ha grabado un disco de pagode, la versión más popular y festiva de la samba.
8. Baco Exu do Blues
Si Baco Exu do Blues fueran estadounidenses, seguramente estaríamos hablando de una de las bandas del momento. Como una especie de Fuggees brasileños, a caballo entre el soul, el R&B y el rap y sin renunciar en ocasiones a las percusiones de la samba, alternan crudeza y dulzura en bases, letras y melodías, Baco Exu do Blues no tienen problemas en reconocer el odio a Bolsonaro en la propia letra de una canción y son muy claros en su defensa de la cultura negra, que reivindican también con alusiones a las religiones sincréticas de los afrodescendientes brasileños. “A partir de ahora lo considero todo blues: la samba es blues, el rock es blues, el jazz es blues…Todo lo que cuando era negro era del demonio y solo fue aceptado cuando se lo apropió el blanco yo lo voy a llamar blues. Es eso, entienda. Jesús es blues”, dice su canción ‘Bluesman’. “Quieren que la nuestra sea la piel del crimen / que Pantera Negra sólo sea un filme / yo soy el Mississipi en llamas / ellos tienen miedo de un próximo Obama”.
9. Duda Beat
Dulce y suave como un batido de mango, Duda Beat es una de las voces más refrescantes del panorama brasileño. Te ha colado trap, reggae, funk y brega (género popular de la región de Pará) y no te has dado ni cuenta. ‘Bixinho’ y ‘Chega’ (producida por un Jaloo que está detrás de muchos de los artistas más innovadores) son dos joyas que bien podrían ser himnos. Para ser justos, seguramente Duda Beat no sería posible sin la Beyoncé de Pará, como se conoce a Gaby Amarantos, impulsora del tecnobrega más rompedor y bailable. La lista de voces femeninas sobresalientes en esta especie de nuevo tropicalismo brasileño no tiene fin: Mc Tha, Céu, Mahmundi, Luedji Luna…
10. SD9
El más desconocido y joven de los escogidos surge de las barriadas cariocas y está influenciado por los sonidos del drill y el grime, las caras más crudas, violentas y electrónicas de las últimas oleadas del rap. Usa estos canales para explicar la dualidad del Río de Janeiro más violento y más paradisíaco, así como para homenajear a un amigo asesinado recientemente. La brasilidad tropical asoma en la pista inicial, ‘Jukebox’, con una guitarra de Jorge Ben Jor de fondo. No es el único en jugar con estos guiños al pasado: Thxuzz, otra de las nuevas voces del drill brasileño, utiliza en ‘Escombros’ como base la guitarra de ‘Preciso me encontrar’ de Cartola, uno de los precursores del samba. Y Marcelo D2, ex Planet Hemp y experimentador del rap, hizo lo propio al rescatar el ‘Deixa eu dizer’ de Claudia de 1973 en su tema ‘Desabafo’, de 2008. D2, que el año pasado retransmitió la grabación de su disco en 150 horas de Twitch, bien merecería un puesto en esta lista: en su último disco coral, se ha juntado con Baco Exu do Blues, Criolo y otros tantos innovadores de esta nueva tropa tropical.