Amalia Ulman, del gran timo de Instagram a la gran película de Gijón

La artista de origen argentino debuta como directora con ‘El Planeta’, historia de un desahucio en clave de comedia negra ambientada en la ciudad española.

La actriz Amalia Ulman, en un fotograma de la película 'El Planeta'. FICX
La actriz Amalia Ulman, en un fotograma de la película 'El Planeta'. FICX

Amalia Ulman nació en Buenos Aires, en 1989, pero vivió en Gijón hasta los 18 años, estudió Bellas Artes en Londres y ahora reside en Los Ángeles. Es una mujer de mundo. Y también una artista polifacética, procedente del movimiento Net Art, que, después de revolucionar Instagram y de muchas piezas cortas —incluida The Future Ahead, en la que narra la transformación de Justin Bieber—, ha acabado dando el salto al cine con El Planeta, un elegante largo filmado en blanco y negro, en el que ha puesto mucho de sí misma, y que ha sido una de las sorpresas del último Festival de Cine de Gijón. 

Curiosamente, siempre se ha hablado del Festival de Gijón como de “el Sundance español”, es decir la mayor cita del cine independiente del país, y El Planeta justo pasó por el certamen fundado por Robert Redford —y por otros muchos festivales internacionales— antes de aterrizar en el que, a todas luces, es su hábitat natural, tanto por tratarse de una película absolutamente independiente, rodada con un equipo de apenas cinco personas, como por su espíritu iconoclasta, provocador, y genuinamente asturiano. El mejor retrato posible de una ciudad que toda la cinefilia española ama desesperadamente, y más desde que Alejandro Díaz Castaño dirige el festival con mano de santo.

En El Planeta, Ulman y su propia madre, Ale Ulman, que nunca había actuado ante las cámaras, encarnan a una mujer y su hija que, un poco a la manera de las Bouvier Beale de la mítica Grey Gardens (Albert y David Maysles, 1975), viven en la más absoluta precariedad, a punto de desahucio, pero con estilo y el fantasma de un gato merodeando por el piso. La película arranca con un hilarante cameo del director, actor y presentador español Nacho Vigalondo, que da vida a un hombre casado que quiere contratar, a muy bajo precio, los servicios sexuales de Leonor (Amelia Ulman), confiándole que le gusta, sobre todo, que le hagan pipí encima. “Ningún problema”, le contesta ella, “lo que te guste a ti, a mí también me gusta”. Las cartas sobre la mesa.

La historia está muy vagamente basada en un caso real que se conoció como el de “las estafadoras de Gijón”, dos mujeres, también madre e hija, aunque de ochenta y pico y cuarenta y pico años respectivamente, que dejaron un reguero de deudas por la ciudad asturiana. Uno de los últimos en picar fue un confitero de Lugones que, según recogía La Nueva España, declaró: “caí como un pinín”. 

La actriz Ale Ulman, en un fotograma de 'El Planeta', la película de Amalia Ulman. FICX
La actriz Ale Ulman, madre de Amalia, pasea por Gijón en una escena de la película 'El Planeta'. FICX

- Del caso real, apenas sí quedan unas trazas en la película. ¿No te interesaba recrearlo?

- No. De ahí saqué un primer impulso para hacer una película en Gijón, porque me parecía que lo que hicieron, en plan “soy rica, dadme de comer gratis”, solo podía haber sucedido aquí. Lo que más me interesaba era cómo ellas representaban este lugar, y a partir de ahí añadí muchas cosas de mi propia cosecha, como el desahucio, que es algo por lo que mi madre y yo pasamos.

- Un desahucio narrado en clave de comedia negra. ¿Era importante introducir el humor?

- Sí, es que nada es tan blanco, ni tan negro. Es un proceso largo, en el que hay una ansiedad generalizada y períodos de nerviosismo, pero no puedes vivir siempre así, y afloran momentos de gracia. Quería mostrar que, al ser tan largo el proceso, ellas no tienen por qué estar harapientas: todavía tienes tu ropa, por mucho que hayas ido vendiendo tus cosas. Hay gente que vive en su coche, a la espera de encontrar un trabajo, y se asea como puede en los baños de las gasolineras. Estos asuntos pueden tener caras muy distintas, y me parecía importante mostrar una que fuese distinta a la habitual. También era importante que mis personajes no fuesen perfectos, porque eso también es válido. Me interesa la figura del antihéroe.

- En ese sentido, El Planeta sería como un antídoto contra ese cine social paternalista que caricaturiza al que se queda sin hogar, como si tuviera que ser el más bueno del mundo, ¿no?

- He intentado no caer en eso, porque me parece muy clasista que, por ser de clase obrera, o pobre, o lo que sea, uno ya no pueda ser carismático, tener inclinaciones artísticas, o estilo, porque yo vengo de abajo y siempre he querido ser artista; y como yo, mucha gente. Ese es un cine hecho por gente de clase alta, que arrastra sentimiento de culpa, y que luego ve gente que se dice a sí misma: “Qué buena persona que soy que me he tragado este truño porque sí, y ya no tengo que hacer nada más”. Todo eso me ha sacado siempre de quicio, y por eso me gustan las películas de la era pre-Código [Hays], donde las pasan canutas, pero son carismáticos, divertidos…

Tráiler de la película 'El Planeta', de Amalia Ulman. YOUTUBE

- A mí también me encanta la era pre-Código, ese momento de libertad salvaje que hubo en Hollywood, entre el cine silente y la censura del Código Hays. ¿Hay homenajes en El Planeta?

- Hay algunas cosas del Hollywood clásico que están en un contexto tan distinto que ni se notan. No es la misma época, ni las mismas cámaras… Aunque intentemos copiar sale algo nuevo. Hay por ejemplo, extractos de diálogos de Un ladrón en la alcoba (Ernst Lubitsch, 1932), que es cuando Leo se despide del personaje de Amadeus, o luego hay un momento en el que está en la ventana fumando, y canta una canción que sale de una película de la era pre-Código. Los primeros planos repentinos también salen un poco de ahí.

- Yo me acordé mucho de Grey Gardens... 

- Esa referencia la trajo mi madre para construir su papel. Es muy cinéfila, las dos hemos sido siempre muy asiduas del Festival de Gijón. Ella nunca había actuado, pero siempre ha sabido muy bien delante de la cámara. Es muy personaje, se le da bien. Yo no tengo esa personalidad, me cuesta mucho estar delante. Me gusta más escribir y dirigir, cuando hay una cámara lo que menos me sale es ponerme delante y hacer monerías.

- Y, sin embargo, la liaste mucho en Instagram hace unos años, en 2014. Fue un poco como hacerle “un J.T. Leroy” al mundo del arte, ¿no? Porque, durante un tiempo, hiciste creer a la gente que eras una influencer que se autodestruía después de alcanzar la fama... 

- Yo venía del videoarte, aquello fue muy al principio de Instagram y todavía no se hablaba de fake news. Ahora está muy asumido que todo lo que se publica ahí está muy planeado y photoshopeado, pero entonces todavía había mucha gente que creía que eran instantáneas de vida que se subían espontáneamente. A mí siempre me ha interesado trabajar con ficción, y como venía de Internet quise crear una narrativa a cuenta gotas, a base de clichés, durante unos cuatro meses, con una foto por día, más o menos, y la gente se imaginaba lo que quería.

La artista Amalia Ulman, en la presentación de la película 'El Planeta' en el Festival de Cine de Gijón. CAROLINA SANTOS
La artista Amalia Ulman, en la presentación de la película 'El Planeta' en el Festival de Cine de Gijón. CAROLINA SANTOS

- En El Planeta hay un guiño a cuando simulaste que te habías operado los pechos.

- Sí, entonces quise jugar con la misoginia interiorizada de la gente. Si el personaje que interpretaba en Instagram rompía a llorar después de ponerse tetas falsas, a la gente le salía ser mala con ella. En realidad, quise jugar con las expectativas de gente que me conocía, porque lo hice desde mi propia cuenta, cuando ya tenía más o menos un nombre en el ambiente artístico, y quise ver qué pasaba si empezaba a transformarme en algo opuesto a lo que se esperaba de mí, esa chica morena que lee… Así que fui transformando ese personaje poco a poco hasta convertirlo en una choni, y era fascinante ver cómo surgía esa misoginia, y cómo después, cuando se destapó todo, mucha gente se acabó sintiendo estúpida por haber atacado a una chica que, supuestamente, lo estaba pasando mal. Vieron a una chica que estaba pasando por un episodio mental chungo, y lo que les salió fue hacer bullying.

- Tuvo que darse una extraña combinación de personajes en los comentarios: los que estaban decepcionados por tu transformación y los que llegaban a tu cuenta atraídos por el nuevo personaje, ¿fue así?

- Sí, claro, se dio esa combinación extraña entre a los que les gustaba el personaje nuevo, y los que estaban como decepcionados, confusos… Tuve que desaparecer de la vida social de Los Ángeles, porque cualquiera que me hubiese visto por la calla se hubiera dado cuenta de que, en realidad, no me había transformado. Pasé un mes en un bosque, desde donde lanzaba posts que ya tenía previamente creados. A la gente le encanta creer en cosas, y tampoco se fijaban en los detalles. Por ejemplo, puse tres fotos de la supuesta operación quirúrgica, que me había apropiado de otra gente, y hubiera bastado fijarse un poco para ver que no cuadraban, que obviamente eran falsas. Pero nadie se dio cuenta, porque la gente quería creer que aquello era lo que había sucedido.

- El deseo de creer se adelanta al juicio crítico. Es un poco el drama de nuestro tiempo, ¿no?

- La idea era crear una ficción basada en eso. Entonces, veía que la gente retenía demasiadas cosas de internet, aun sabiendo lo fácil que era subir cualquier cosa.

Amalia y Ale Ulman, madre e hija en la vida real y en la película 'El Planeta'. FICX
Amalia y Ale Ulman, madre e hija en la vida real y en la película 'El Planeta'. FICX

- ¿Crees que, de hacerlo ahora, hubiese caído tanta gente? ¿Sigues utilizando Instagram?

- No, yo creo que fue más cosa del momento, porque entonces era todo nuevo, y la gente hacía cosas sin saber qué estaba haciendo. Ahora solo lo utilizo para poner cosas de la película. Yo empecé muy joven con Internet, y a los 18 años ya lo borré todo. Estuve como cinco años fuera de las redes sociales. Hacía mis páginas web, con pseudónimos, porque formé parte del movimiento de Post Internet, que consistía en obras de arte relacionadas con la red que funcionaban mejor como fotos en internet.

- En El Planeta también hay un chiste a costa del movimiento “Free the Nipple”. ¿Cómo llevas la censura de Instagram?

- Es una estupidez. Como censura me parece poca cosa, y muy fácil de evitar. Hay otras redes como Twitter donde puedes enseñar pezón si quieres. Y como queja me parece bastante facilona, teniendo en cuenta que hay países donde hay censura de verdad. Para mí eso nunca fue un drama, porque tampoco necesito mostrar mi cuerpo para expresarme. Creo que siempre hay una forma de saltarse las normas de manera inteligente.

- En El Planeta, también hablas del accidente de tráfico que sufriste, y que te afectó mucho a las piernas. ¿Es una manera de visibilizar una discapacidad que, a primera vista, no se ve?

- Mi discapacidad no es invisible porque tengo cicatrices, y a veces necesito un bastón. Necesito silla de ruedas en los aeropuertos. No puedo caminar más de 40 minutos al día, para rodar la película tenía ese tipo de bastón que se transforma en silla, y eso hace las cosas más difíciles. No puedo correr, no puedo saltar, no puedo bailar. También hay discapacidades más invisibles que la mía. Tengo amigos que tienen todo el sistema gastrointestinal jodido, y eso es algo que no se ve, por lo que creo que siempre es importante hacer un ejercicio de empatía, porque nunca sabes por lo que está pasando la otra persona. 

- Una vez más, hay que mirar de otra manera, y no quedarse en lo superficial, porque lo superficial, por definición, siempre es engañoso. Sería un poco eso, ¿no?

–Sí, claro. Siempre he tratado de abordar este tema: no todo es lo que parece, nunca sabes por lo que está pasando la gente. Lo mismo en la película, ves a la protagonista y no te puedes imaginar toda la mierda que lleva encima. Que Leo sufriese dolor al caminar le añadía otra capa de significado al personaje, ya que complica sus relaciones con los demás. La discapacidad es algo de lo que he hablado muchísimo, porque me gusta mostrar todo el abanico, desde lo puramente mental a esa cosa más física de las piernas.

La actriz Amalia Ulman, en un fotograma de la película 'El Planeta'. FICX
Amalia Ulman, en un fotograma de la película 'El Planeta'. FICX

El Planeta ha dado la vuelta al mundo, y ahora ha vuelto a Gijón. ¿Cómo ha recibido el público esta película que da una visión fascinante de la ciudad, en blanco y negro, pero también muestra muchos locales cerrados y ancianos en sillas de ruedas?

- Si los ancianos y los locales cerrados son motivos recurrentes en la película es porque es lo que te encuentras cuando sales a la calle aquí. La película ha estado en muchos festivales internacionales antes de llegar a Gijón, no solo en Sundance, también ha estado en el Moma, y siete semanas en los cines de Estados Unidos, donde tuvo muy buenas críticas. En el Teatro Jovellanos, la gente se rió mucho, cosa que demuestra que el público no es tan tonto como los organismos oficiales creen. No hace falta cubrirlo todo de azúcar para que la gente lo disfrute. 

- No recibiste ayudas de Asturias para hacer la película. Es sorprendente al tratarse de la gran película de Gijón que la cinefilia estaba esperando. ¿Por qué no obtuviste apoyo?

- Hay muchos factores. Aunque llegué siendo un bebé, y estuve hasta los 18 años, toda mi familia es argentina, y siempre me han visto así, porque es un sitio pequeño, no hay mucha emigración y no hay mucha cultura de eso. Aunque yo siempre vuelvo, al menos un par de veces al año. Otro problema es que no encajaba en ninguna de las categorías de las ayudas. La película no es hablada en asturiano, porque sencillamente no sé lo suficiente, y quería que se pudiera ver en todo el mundo, no solo en Asturias. Luego, las ayudas para películas de bajo presupuesto son para el cine documental y no para la ficción, que es más burguesa. Así que no caía ni en la categoría de cine documental de mineros, ni tampoco en la de pintar Gijón como si fuera otro sitio.

- Al fin y al cabo, El Planeta también es una película política, ¿no?

- Para mí, el arte tiene que estar por encima de todo lo demás, y no tiene por qué responder a ninguna agenda política. El buen arte no es una herramienta, aunque luego puede acabar siendo político, porque cambia tu perspectiva de las cosas. Con El Planeta, la intención solo era hacer una buena película. Hay un cine que se limita a hacer reír a la gente, y eso ya me parece político, porque cumple un servicio a la Humanidad. Cuando estuve hospitalizada durante meses, me curó poder ver buenas comedias. Si haces buen arte, eso va a llegar a alguien. Lo que importa es centrarse en hacer lo que sea que quieras hacer lo mejor que puedas.

- ¿Y qué será lo siguiente? ¿Piensas seguir con el cine?

- El año que viene haré otra peli, que también será una comedia negra, aunque la rodaré en Argentina, y también estoy preparando una serie sobre la que no puedo decir mucho, aunque va de toros.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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