Arco y polémica suelen ser sinónimos. La feria de arte contemporáneo de Madrid atrae cada año a unos medios de comunicación deseosos de encontrar la obra más extravagante, la más rentabilizable a nivel noticioso. En esta 41 edición —celebrada entre el 23 y el 27 de febrero en el recinto de Ifema— la discusión tiene que ver con los NFT y la venta de criptoarte. ¿El expositor más concurrido de estos días? Probablemente el de la Galería Baró, que presenta OLEA, obra del artista español Solimán López compuesta por una especie de rueda giratoria en la que se almacena aceite de oliva, un aceite cuyo interior contiene moléculas de ADN que, a su vez, guardan información de una criptomoneda. A partir de aquí, el debate está servido. ¿Hasta qué punto es seguro comprar obras de arte que solo existen en formato digital? ¿Cómo responde la virtualidad a las cuestiones, ya manidas, sobre la autenticidad de la obra de arte? ¿Es el mundo de los NFT una burbuja o el futuro del mercado?
Las controversias cambian cada año en Arco. Y en cierto modo está bien que así sea. Sin embargo, hay cosas que permanecen estables. Una de ellas es el compromiso de la feria con el arte latinoamericano. Responde a un lugar común decir que Arco es la puerta a Europa para muchos artistas y galeristas de América Latina. Pero es que tal afirmación continúa siendo cierta en muchos casos.
Para esta edición de 2022, Arco ha preparado Nunca lo mismo, una exposición de arte latinoamericano en la que participan ocho galerías, siete de ellas radicadas en esa región y una con sede en Alemania. La exhibición la comisarían el argentino Mariano Mayer y la ecuatoriana Manuela Moscoso. Cuenta Mayer en conversación con COOLT que el título de la muestra procede de un texto del escritor porteño Osvaldo Lamborghini. “Nos parecía muy importante traer un escritor a escena”, dice el comisario. “En el arte latinoamericano hay un vínculo esencial entre lo que un escritor produce y cómo los artistas se relacionan después con esas creaciones literarias. Además, la frase ‘nunca lo mismo’ nos resultó perfecta para pensar un contexto —el latinoamericano— que nunca es igual, que no responde a un territorio geográfico unitario, sino que es una suma de situaciones diferentes y concretas”.
Reivindicar la heterogeneidad de América Latina es el objetivo principal de Nunca lo mismo. En demasiadas ocasiones, desde Europa, desde España, se observa esa región como un territorio indivisible y uniforme. ¿Pero qué tiene que ver un indígena mbyá guaraní que habita en Paraguay con una persona de clase media que reside en una gran metrópoli como es, por ejemplo, Santiago de Chile? Evidentemente, poco. “Con Nunca lo mismo aspirábamos a reclamar la existencia de formas de producción diferentes, preocupaciones distintas. Desde Europa se piensa Latinoamérica como un territorio que comparte historia, geografía y también modos de hacer. Y esto es erróneo. Nosotros no lo vivimos así ni nunca lo hemos vivido así”, dice Mayer.
En la anterior edición de Arco, celebrada en julio de 2021, Mayer comisarió Remitente, otra exposición que también ponía los ojos en Latinoamérica. Sin embargo, aquella muestra se construyó en torno a un gigantesco obstáculo que terminó marcando por completo la exhibición: la dificultad de traer obras y galerías hasta Madrid por los problemas derivados de la crisis de la covid-19. “En Remitente ni los artistas ni las galerías estuvieron presentes, pero en esta ocasión sí. Después, claro que hay una continuación entre ambas exposiciones, sobre todo en esa búsqueda de la diversidad, en ese interés por mostrar diferentes modos de construir un lenguaje propio”, dice el curador.
Diferentes modos de entender el arte
Las galerías reunidas en Nunca lo mismo son AFA (Santiago de Chile), ChertLüdde (Alemania), Continua (Brasil), Crisis (Perú), Proyectos Ultravioleta (Guatemala) y Hache, Pasto y Piedras (estas últimas todas de Argentina). El ánimo de la exposición ha sido no solo el de mostrar artistas heterogéneos en sus prácticas y preocupaciones, sino también el de traer galerías que representen diferentes modos de trabajar y entender el arte contemporáneo. “En cierto modo, todas las galerías que exhibimos representan una forma concreta de hacer, porque no hay algo así como una fórmula específica”, dice la otra comisaria de la muestra, Manuela Moscoso. “Por otro lado, queríamos alejarnos un poco de esa relación de país, porque las galerías trabajan más allá de las fronteras en las que están establecidas. Este es el caso de, por ejemplo, Proyectos Ultravioleta, una galería guatemalteca que ha traído la obra de Eduardo Navarro, un artista argentino”.
Cada galería exhibida en Nunca lo mismo ha preparado un estand donde presenta la obra de un artista. La única que rompe este patrón es la peruana Crisis, que expone el trabajo de dos creadores: Alberto Casari y Santiago Yahuarcani, dos figuras muy distintas entre sí. Casari estudió en Italia y reside en Lima, y a lo largo de su carrera se ha interesado por asuntos relacionados con el budismo, en un intento por dejar de lado el temido “ego del artista”. En esa búsqueda por abandonar todo narcicismo, Casari ha ido creando heterónimos. Alfredo Covarrubias o Arturo Kobayashi son algunas de esas identidades imaginadas, cada una de ellas poseedora de una personalidad y unos intereses artísticos particulares. Por su parte, Yahuarcani es un artista indígena que pertenece a los uitoto, pueblo amazónico que habita entre Colombia y Perú. En sus creaciones, Yahuarcani habla de los distintos abusos y explotaciones que ha sufrido su etnia, y para ello utiliza elementos extraídos de la propia selva.
La artista venezolana Sol Calero es la apuesta de la galería alemana ChertLüdde. Por fortuna, ha podido viajar hasta la feria, así que resulta posible conversar con ella al mismo tiempo que se observan sus obras. Dice Calero que el estand está exclusivamente centrado en la pintura, pero que su obra es mucho más amplia: “Normalmente hago instalaciones, y las pinturas suelen estar dentro de esas instalaciones, de esos espacios. Las pinturas poseen ahí un carácter decorativo, aunque cuando los sacamos de allí éstas se convierten en obras más formales”.
Calero ha vivido y estudiado en España, Inglaterra y Alemania. Sin embargo, y a pesar de su travesía europea, su producción artística cambió de manera radical hace unos 10 años, cuando centró su atención en Latinoamérica. “Yo vengo de allí, y a pesar de ser un tema del que no se habla demasiado en la educación artística europea, quise explorar cómo funcionaba la mirada europea hacia América Latina”. Calero sobre todo se centra en la cuestión caribeña. “Particularmente me enfoco cómo se produce la exotización del Caribe”, explica. Con el objetivo de revertir esa exotización, Calero lleva al máximo ciertos clichés y estereotipos. Parece como si su objetivo fuera forzar todo lo posible los preconceptos y nociones que el europeo posee acerca de los países y territorios del Caribe, conduciendo dichos prejuicios hasta lugares que rozan con lo absurdo.
Otras propuestas que aparecen en Nunca lo mismo tienen más que ver con la naturaleza y su relación con el cuerpo, o con la sociedad si se piensa en un plano más global. Es el caso de Eduardo Navarro (Proyectos Ultravioleta), Jimena Croceri (Galería Piedras) y Rodrigo Arteaga (Galería AFA). Croceri, por ejemplo, trabaja con la acción de elementos como el agua y el viento para crear sus obras. De este modo, provocando que fenómenos naturales ajenos a su voluntad intervengan en la creación, la artista pretende cuestionar la figura del autor.
El chileno Rodrigo Arteaga presenta por su parte obras que tienen que ver con la idea de pensar la naturaleza como una construcción cultural. Explica a COOLT que sus trabajos quieren “pensar sobre asuntos relacionados con la crisis climática y, más particularmente, con ciertos problemas socioambientales que afectan al territorio chileno”. La Galería AFA ha traído hasta Madrid un díptico de papel dos metros de alto en el que Arteaga ha dibujado, a partir de ir quemando manualmente la superficie, siluetas de hojas, ramas y semillas. Aparecen pinos y eucaliptos, árboles importantísimos para la industria forestal chilena y que son, además, fácilmente inflamables, un hecho que provoca que cada año miles de hectáreas de bosque ardan en el país. “La serie la comencé en 2017, cuando ocurrieron los incendios más grandes que nunca han tenido lugar en Chile. De algún modo, trabajar en esta serie era como replicar esos incendios que se produjeron”, dice Arteaga.
Uno de los artistas más emocionantes que se muestran en Nunca lo mismo es Santiago García Saénz, creador bonaerense que llega a Madrid de la mano de Hache Galería, con sede también en Buenos Aires. “Las características de su obra son muy peculiares”, dice Mariano Mayer. “En primer lugar, porque a través del medio pictórico entran en juego muchísimas narrativas, muchísimos puntos de vista totalmente personales y, a la vez, muy emotivos. Y luego, porque la galería que lo trae es una galería joven que asume el papel de trabajar con el legado de un artista ya fallecido”.
García Saénz murió en 2006 a causa de un infarto, y su historia es interesantísima se mire por donde se mire. Hasta su fallecimiento, el público general desconoció su vida privada: no se sabía que era homosexual y que contrajo el VIH en los años ochenta. Y sus cuadros están plagados de iconografía religiosa, por lo que durante años fue considerado un artista tradicional y costumbrista al uso. Sin embargo, las metáforas y los símbolos plagan su obra, que trasciende lo meramente religioso. En sus creaciones aparece de manera reiterada la figura de Cristo, siempre en situaciones variadas y extrañas: unas veces aparece hospitalizado, casi moribundo, postrado en una camilla y siendo conducido entre los pasillos de un centro médico por un celador; otras veces, es un Cristo trabajador, obrero, una especie de paseante nocturno medio alcoholizado que después de ganarse el pan frecuenta lugares de ambiente homosexual.
Siguiendo con asuntos relacionados con la sexualidad, aunque con un tono y unos intereses considerablemente distintos a los de García Saénz, aparecen los trabajos de Mauricio Poblete, alias “La Chola”. De origen argentino, ha llegado a Madrid de la mano de la galería Pasto. “No soy de Buenos Aires”, aclara con vehemencia nada más comenzar la conversación con COOLT. Después explica que nació en Mendoza, una provincia en el extremo oeste de Argentina, pegando con los Andes, el Aconcagua y Santiago de Chile.
En sus trabajos, Poblete aborda asuntos relacionados con la andinidad, el género y la sexualidad. Todos estos elementos juntos generan una mezcla retadora y explosiva. También experimenta con materiales como el pan. “Me interesa trabajar con el pan por el tema de la forma”, cuenta el artista, quien busca formas que puedan modificarse, estructuras que carezcan de una configuración estable. En ese sentido, el pan es un elemento que puede moldearse, construirse y destruirse con facilidad. Con él, Poblete crea máscaras detrás de las cuales “puede habitar cualquier identidad”.
Y, hablando de identidades, ¿qué Latinoamérica presenta Nunca lo mismo? ¿Existen preocupaciones o intereses estéticos comunes en los artistas elegidos para esta exposición? ¿Hay aspectos que entrelacen al arte latinoamericano en su conjunto?
Mayer responde que es difícil decantarse por algún aspecto particular, pero que es posible arrojar ciertas ideas. “Veo que hay un interés poético importante, un interés por inventar formas que el mundo conocido nos ofrece para poder relacionarnos de otro modo con la realidad. También diría que hay una atención al contexto, a lo que rodea nuestros modos de vida: sea la ciudad, el campo o la selva. Por último, creo que hay mucho interés en poder crear una obra que pueda generar un público, que pueda generar un lugar real, una escena real”.
Por su parte, Moscoso responde: “Todos los países latinoamericanos poseen un pasado colonial. Si hay un hilo conductor es que en Latinoamérica somos todos cuerpos colonizados. Somos todos cuerpos que formamos parte de una historia bastante específica que responde a un desembarco español, portugués, holandés o inglés en el territorio latinoamericano. Y es justamente esa violencia la que ha generado cierto tipo de cuerpos que son los que estamos aquí ahora. Diría que eso es un común denominador. Ahora bien, las condiciones de trabajo que cada uno tenga y los intereses de cada creador son diferentes”.