Antes fueron Atlántida (2014), Julia y el zorro (2018) y Las motitos (2020). Todas ellas dejaron estela. Ahora, en la que supone su cuarta película, la cineasta argentina Inés Barrionuevo (Córdoba, 1980) se acerca a la realidad contemporánea de su país para construir un relato fiel a una juventud comprometida, combativa y sin prejuicios que lucha por sus derechos, que tiene libertades y que se plantea interrogantes. Un retrato generacional muy influido por la situación actual de Argentina, desde una perspectiva feminista y reivindicativa. Y también una historia coming-of-age sobre una joven, Camila (Nina Dziembrowski), que, al cambiar de ciudad y entorno, toma una conciencia fiera de sus ideales.
Camila saldrá esta noche, que reza el título de la cinta, tuvo su estreno internacional en la pasada edición del Festival de San Sebastián. Tras pasar por otros festivales como el de Mar del Plata y el de Göteborg y exhibirse en las salas argentinas, acaba de llegar a España. Su directora atiende a COOLT para hablar sobre ella.
- Dice el título de tu película: “Camila saldrá esta noche”. Más que una información, parece una declaración de intenciones. ¿Qué significado encierra?
- El título se refiere, primero, al acto de salir, y a salir de noche, que no es menor para una mujer, ¿no? Y lo que implica, no sólo salir sola caminando de noche y el miedo que eso genera para cualquier mujer, sino también el significado de salir, salir de fiesta, salir del closet, salir hacia la vida… La noche siempre tiene ese condimento de sugestión. “Camila saldrá esta noche” es Camila sí o sí va a salir esta noche, se va a enfrentar a todo.
- Cuando te proponen dirigir la película, ya existe un guion en el que decides trabajar hasta dar con la versión definitiva de lo que realmente te interesa contar. ¿Qué te lleva a poner el foco en el feminismo? Inicialmente, la historia daba más peso al acoso escolar…
- En realidad, yo no quería poner el foco en el feminismo, sino en un personaje que es Camila. Una chica de 17 años que tiene una actitud política en la vida, necesariamente feminista por este momento, por este contexto, y por ser una mujer a esa edad que viene de un colegio público, donde hay un diálogo político mucho más fuerte. Brevemente, en el principio de la película, se hace ese contraste con lo que viene después, que es el lugar más patricio de la Argentina, un barrio recoleto en Buenos Aires, un colegio privado y religioso. Para mí era importante hablar de esta chica adolescente contemporánea, que no tiene miedo a sus vínculos sexoafectivos, a pararse y a decir lo que piensa, que es hija de su época, también, con muchos derechos adquiridos. Y eso para mí es el contexto, es la historia de Camila que atraviesa todas estas cosas en un contexto que tiene que ver con las luchas feministas.
- El 80% del equipo de tu película es femenino. Aparte de la justicia laboral que esto supone, ¿en qué se transforma, en el propio proceso o en el resultado final?
- Tenía en claro que quería cumplir el cupo de género y la película lo cumplió de más por una cuestión de decisión de que las cabezas de ciertas áreas fueran mujeres con las que tenía afinidad. Esto generó un rodaje superincreíble y armónico, con muchos niveles de suavidad, por decirlo de alguna manera. De hecho, nos tocó el paro del 8-M, del Día de la Mujer, y algunos hombres escucharon nuestro debate acerca de si teníamos que parar o no. Estuvimos dialogando sobre eso, una cosa impensada en cualquier otro tipo de rodaje unos años atrás. Las conversaciones que teníamos, inclusive los hombres y cómo se comportaban dentro de este rodaje con mayoría de mujeres, generaban una sensibilidad distinta.
Históricamente, el cine, como tantos otros rubros de los trabajos y de las cuestiones sociales, ha sido patriarcal y machista. Los equipos de fotografía llenos de hombres, las mujeres siempre relegadas a trabajos de arte, de producción, a los trabajos ejecutivos de resolver el tema del dinero, pero siempre las cabezas más arriba son los hombres. En la película se ha generado una dinámica diferente y muy bonita.
- ¿Dónde has buceado, de qué manera te has acercado a la realidad adolescente y feminista argentina para construir el personaje de Camila, con su temperamento y sus conflictos?
- Me encontré con las manifestaciones del aborto, con las marchas del Día de la Mujer, observando una realidad que se me presentaba como nueva. De chicas muy jóvenes, tan jóvenes que a veces iban con sus madres, con 12 ó 13 años, chicas chiquitas, inclusive de la Primaria, y también con todos los movimientos estudiantiles de las chicas ya un poco más grandes, adolescentes, como en la película, con sus banderas, sus pintadas, sus expresiones en los carteles, con una fuerza expansiva total, sentadas en las vigilias del aborto… Y la verdad es que esas chicas me conmovían, me siguen conmoviendo, y me inspiraron para contar la historia de Camila, que se circunscribe a este contexto.
- La visión libertaria de Camila choca con la tradicional de muchos de sus compañeros de colegio. ¿Qué personaje de la película representa el verdadero contrapunto de Camila?
- En realidad, el gran aprendizaje que tiene Camila, más allá de lo variopinto del colegio y de sus intereses amorosos: viene en relación a su familia y su madre, esa es la curva en donde Camila hace el aprendizaje. Camila está muy plantada desde un comienzo, tiene sus amores en el colegio y va a atravesar una situación conflictiva de abuso, pero me parece que ella siempre está plantada, es muy contundente a la hora de expresarse y de decir a viva voz lo que piensa. Sin embargo, respecto a su madre, es una situación más rígida. A pesar de que es muy comprensiva, Camila finalmente tiene un conflicto con ella, que se resuelve. Me parece que viene por ahí el contrapunto.
- A raíz de un cambio obligado de ciudad, de La Plata a Buenos Aires, Camila empieza a cuestionarse el mundo que le rodea. ¿Es esta mudanza física una metáfora del paso de la adolescencia a la madurez?
- Creo que Camila siempre habita un lugar prematuro de la revolución, de cierta trifulca, de ciertas libertades. No deja de tener la edad que tiene, que son 17 años. No deja de estar en el último año de su colegio, de tener sus rebeldías con su madre, con su casa. Sí es una película, como casi todas las de adolescentes, de iniciación. Es el pasaje de un mundo a otro, por eso el término de coming-of-age, el momento donde todo está como por suceder: de repente, el último año en el colegio, decidir sobre la vida, sobre lo que vas a estudiar, sobre ir a una universidad, sobre formar familia o no formar familia, sobre armar vínculos… Es como que el mundo está resplandeciendo frente a sus ojos. Y eso me parece que está en la película, esta mudanza que ella hace. Es un crecimiento, sí, sin lugar a dudas, y un pasaje hacia otra cosa.
- La poderosa frase “Mi cuerpo, mi quiosco” aglutina la esencia del feminismo y toma fuerza en un momento concreto de la película. Camila es una víctima que reacciona…
- El concepto “Mi cuerpo, mi quiosco” es algo tomado de un encuentro nacional de mujeres al que fui hace unos años en La Plata, justamente. Ese lugar me inspiró para la primera escena de la película. En ese encuentro multitudinario estaban las trabajadoras sexuales con su eslogan, que significa no solo “My body, my business” en inglés, no solo el negocio como capitalismo sino mi cuerpo, mi deseo; mi cuerpo, mi decisión. Mi cuerpo, en definitiva, si quiero y si tengo ganas, es un negocio. La trabajadora sexual puede cobrar por usar su cuerpo si ella lo desea. Es en contra del abolicionismo del trabajo sexual, también. Así que me parecía que englobaba algo mucho más grande que pocos saben.
- De la adolescente que tú fuiste a la que es Camila, hay un abismo de derechos y libertades. ¿Envidias todas esas posibilidades que tú no tuviste?
- Sí, obviamente que me da una envidia sana, como se dice, de decir qué lindo sería atravesar la adolescencia en este momento, ¿no? Con estas libertades ganadas, con estas luchas adquiridas, inclusive el documento de identidad, donde se agregó el género no binario. La ley de género, ley de cupo femenino, ley de cupo trans, el matrimonio igualitario… Todas esas cosas yo no las tenía, no estaban cuando era adolescente, y esos derechos también hacen que la juventud actual en Argentina pueda tener ese ímpetu, ¿no? Esa libertad para moverse, porque, bueno, hay derechos que ya están ahí, que son ley.
- No sólo no subestimas a los adolescentes, sino que empoderas a tu protagonista. ¿Son las “Camilas” quienes lograrán cambiar el mundo?
- Para mí era importante no ser inocente con el personaje de Camila. Están esos jóvenes que pueden tener esos vínculos tan libres, pero, del otro lado, muy cerquita, muy de la mano o en el mismo curso, existe otra cosa: el odio, la homofobia, el abuso, que sigue existiendo y siempre es grande y no desaparece. Y empoderar a Camila me parece decir “bueno, no es la víctima esperable, es la víctima que se defiende”, porque también el proceso de victimización en las mujeres es algo bastante tremendo de lo que hemos tenido que salirnos para poder tomar nuestra palabra, nuestra voz, desde otro lugar, y no estar siempre en el lugar de víctima, que es un lugar que conlleva muchísima pasividad. Camila es todo lo contrario: es la víctima no esperable. En definitiva, eso hace que no sea víctima.
Yo creo que ya está cambiando el mundo, lo que pasa es que es difícil ver los cambios mientras están sucediendo tan a mano. La gente habla con lenguaje inclusivo, la gente dice “yo no me identifico con ser hombre o mujer, yo soy gender fluid”. Eso no existía hace cinco ó 10 años. El mundo está cambiando en ese sentido bueno. De lo malo, no hablemos ya más.