Es el año 2020. El mundo parece haberse detenido por la llegada del covid-19. En la comodidad de su apartamento en la ciudad de Caracas, Costanza De Rogatis cubre su codo derecho con yeso, esperando con paciencia el momento del endurecimiento. Luego, procede con su rostro. Y después va repitiendo ese procedimiento con diferentes partes del cuerpo. Sin querer, rompe un par de piezas. Cuestiones como el tiempo que tarda el yeso en alcanzar la consistencia deseada o la forma correcta de manejarlo todavía son nuevas para ella, que va aprendiendo sobre la marcha. Todas esas pequeñas reproducciones de sí misma se van a convertir en un conjunto. Un lugar donde la presencia y la ausencia de su cuerpo pueden ser observadas. Un lugar donde lo íntimo se manifiesta.
Cuerpo y arte se cruzan en el mundo de Costanza De Rogatis (Caracas, 1976), artista visual, fotógrafa, curadora y docente venezolana que ha exhibido su trabajo tanto en su país como en el extranjero, y que actualmente dirige la Sala TAC en su ciudad natal.
Formada en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela y en la Fondazione Studio Marangoni de Florencia, De Rogatis inició su trayectoria artística interesándose por los espacios cotidianos, un ámbito que le sirvió de puente conceptual hacia el tema de la intimidad y que desarrolló en proyectos fotográficos como Noi (2010-11), publicado en las revistas Ojo de Pez y Rearviewmirror.
En su primera exposición individual, Puente (2017), desarrolló una narrativa en torno a identidad y a los vínculos con el mundo exterior, y ya sugirió un interés por explorar el cuerpo que se manifiestaría abiertamente en trabajos más recientes, como las series Aquí (2016-19), que incluía fotografías de partes poco reconocibles de su anatomía; Exvotos (2020-21), donde trabajó en formato tridimensional a partir del yeso y otros materiales; y Antropometría doméstica (2021-23), en las que la artista alternó vídeo y elementos textiles.
“En un principio trabajaba más con la relación con mi cuerpo a través de la imagen”, cuenta la artista en conversación con COOLT. “Me interesaba llevar al ojo a fijarse en elementos anatómicos que todos tenemos, pero que siempre cambian porque todos somos distintos”, agrega. “Si yo no te describo lo que es esa imagen, tú no sabes que es”.
- Al basar tus proyectos en la secuencialidad de imágenes, ¿podríamos hablar de un discurso que convierte varios fragmentos en uno solo, que terminan creando una especie de “monstruo de Frankenstein”?
- Ahí hay diferentes cosas. En el proyecto Aquí, había partido de la idea de las láminas que se encuentran en los libros de anatomía. Quería trabajar mi cuerpo como si estuviera en uno de esos libros, separando los brazos, piernas, torso, etc. Fui buscando escorzos, me interesaba ver mi cuerpo como un lugar de tensión, de fuerza; no lo quería mostrar como una referencia sensual o sexual. Luego me di cuenta de que eso no se puede desligar de las imágenes del cuerpo, porque estas tienden siempre a involucrarnos con lo táctil y la sensualidad.
En el caso de las piezas de yeso, yo estaba viendo los fragmentos como las partes del cuerpo ofrecidas por las personas devotas para pedir favores. Esa imagen del exvoto religioso me sirvió de referencia visual. Pero creo que lo que reside dentro de todo esto es que en mí hay una búsqueda de ordenamiento y estructuración de una imagen, y esa manera de ordenar a través de las partes me ayuda a entender el todo. No sé si sería un monstruo de Frankenstein, porque no estoy generando a un ser a partir de mí, sino una representación de mí misma a través de fragmentos que no tienen vida por sí solos. O quizás sí.
- ¿Podríamos hablar de un proceso experimental en torno al género del autorretrato?
- Sí, o no…habría que preguntarse la definición de “experimental”. Sí es un proceso desde mi experimentación personal, porque es una búsqueda. Y sí es un proceso de autorretrato, porque aparecen imágenes de mi cuerpo y soy el sujeto de la obra. Me reconozco en esas fotos, y a medida que pasa el tiempo, al ver esas imágenes me reconozco en la yo de ese momento. Todo proceso de autorretrato consiste en una búsqueda hacia el interior de quien hace la imagen, y en plantear preguntas a partir de ese reconocimiento. Es abordar mi dificultad de entender mente y cuerpo como uno solo.
- Has mencionado que es imposible ver el cuerpo desvinculado de la sensualidad. ¿Crees que la sensualidad potencia, o disminuye, la posibilidad de entender las imágenes del cuerpo?
- Todos tenemos la experiencia de vivir en un cuerpo, de experimentar el mundo a través de él. Por eso, cuando vemos imágenes del cuerpo, lo vinculamos con nuestras sensaciones. Y por eso también se hace tan difícil verlo de forma distinta en un mundo de rápido consumo de imágenes y de despersonalización de estas. Se extrae la humanidad de ese cuerpo para convertirlo en una materia. Y el cuerpo es más que eso.
La excitación es parte de las reacciones posibles ante la lectura, luego vienen otros procesos que quizás son más mentales, que tienen que ver con cómo procesas esa información y esa experiencia. Es a partir de lo que hagas con ese estímulo lo que te define como persona. Si te quedas solo con la excitación o el placer visual, y actúas buscando continuar ese placer a través de la aproximación a la artista, creo que no has pasado a la comprensión del trabajo.
- ¿Te consideras una fotógrafa que ha empezado a transitar por otros medios?
- Vi muchos talleres de arte cuando era niña, pero mi formación inicial fue en la fotografía. Eso determinó mucho la manera de abordar ciertos aspectos de mi trabajo, de enfocar los proyectos, de ver las cosas. El fotógrafo se vincula con la imagen. En cambio, el artista plástico se preocupa por el objeto que va a crear y por vincularlo espacialmente con el público. Un fotógrafo no produce objetos, sino imágenes que reposan en un soporte digital o físico, que no son visibles hasta que las pone en la pared. Antes lo estructuraba así.
- ¿Qué posibilidades te han brindado los otros formatos, además de la fotografía, para tu proceso creativo?
- Según me vayan surgiendo preguntas en relación al cuerpo, la fotografía puede resultar insuficiente, porque aborda solo la imagen en cuanto a estímulo visual en un soporte bidimensional. En la imagen fotográfica puedes identificar con bastante facilidad lo representado, sin importar que sea una persona, un cuerpo o un objeto, mientras que con otros medios hay una representación que no es idéntica a la original. Esos medios me han permitido abordar otras relaciones con el cuerpo que no sean réplicas de mi imagen. Con la fotografía me siento más cómoda, las imágenes las tengo identificadas antes de hacer lo que quiero hacer; mientras que con otros medios tengo que experimentar y aprender desde cero. Entonces, eso aporta una dificultad que es interesante de resolver.
- Hablabas sobre la dificultad de la pérdida del referente en la fotografía. ¿Crees que algunas de tus imágenes son abstracciones corporales?
- Sí, me interesaba hacer que la referencia no fuera tan literal a lo que se asume con el cuerpo femenino, dar una información que se contrapusiera a esa idea de lo placentero en el cuerpo de una mujer. Por eso los detalles que son abstracciones muestran aspectos intencionalmente desagradables, con pliegues o zonas del cuerpo que no son las más placenteras. Al menos eso buscaba. No sé si fue así de manera definitiva, porque no hay abstracción total en el cuerpo, pues una foto de un cuerpo no se puede desvincular de las sensaciones que provoca.
- ¿Y por qué la fijación por el tema del cuerpo?
- No diría que es obsesión, sino un interés que surgió en el momento en que entendí esa relación que tenía con mi cuerpo que afectaba y se reflejaba en el modo con el que me relacionaba con el mundo afuera de mí. El cuerpo para mí antes era solo un vehículo para mi mente; ahora, o cada vez más, lo voy entendiendo como una conexión que me permite experimentar el mundo y entenderlo.