Artes

Cumbia amazónica: la banda sonora de la selva

Con su psicodelia, color y códigos propios, entre dictaduras y crisis económicas, la cumbia amazónica condensa la realidad de Latinoamérica.

Los grupos de cumbia amazónica Juaneco y su Combo y Los Wembler's de Iquitos. ELENA CANTÓN

El Amazonas, la selva profunda, un rosario de pueblos perdidos, hundidos en la extrema pobreza. Un clima que va del calor hiriente a las lluvias intensas. Las fiestas populares llenas de color, de juanes de yuca y de guarapo. La religión católica mezclada y reinventada con la más fabulosa mitología. Y con todo lo que haya a mano. La selva amazónica funciona como el centro de fusión. Lo que allí llega se mezcla para sobrevivir. Razas, culturas, genes. Y música. Aquel es el sitio donde nace la cumbia amazónica en los años sesenta.

En Latinoamérica, la cumbia siempre ha sido un código. Generaciones enteras se identificaron con ella. Festejaron, bailaron, lo hicieron suyo. Porque ese código hablaba de ellos y de su lugar en el mundo. Ha sido durante décadas como la banda sonora de aquella realidad dura, y muchas veces insólita, mechada de dictaduras y democracias endebles. Y del progreso que llegó a la selva sembrando su antónimo.

Las más de las veces en contra de los estándares oficiales, representando “aquello otro”, lo que era malo, o pobre, o diferente. De Colombia llegó la cumbia y de las radios que escuchaban la BBC, la psicodelia. Y así nació: “mezclaíto”.

La cumbia amazónica parecía muerta hasta que llegó un gringo, Olivier Conan, y la relanzó a nivel mundial. El llamado sonido amazónico se reinventó desde entonces según el país. En Perú, donde nace, pasó de ser música vieja, la que escuchaban los abuelos en los sesenta y que hacía recordar al país de antes, a verse renovada por decenas de nuevos grupos. En el resto de países fue algo nuevo, innovador.

Hoy la cumbia amazónica funciona como una segunda selva. Un selva viajera. El fenómeno de su relanzamiento sirvió de pie para los músicos jóvenes que querían mezclar el rock con lo autóctono. Incluso en el tiempo de la pandemia, y pese a la restricciones de fronteras, el sonido amazónico continúa viajando, haciéndose presente en los lugares más recónditos.

Discos de cumbia amazónica de Los Mirlos, Juaneco y su Combo y Los Wembler's. ARCHIVO

Los orígenes

Para entender la fusión entre cumbia y psicodelia es necesario hacer un viaje al Perú de cinco décadas atrás. El país se encontraba entonces bajo la represión brutal de un golpe de Estado militar con tendencias nacionalistas y antiimperialistas. Juan Velasco Alvarado se había hecho con el poder en 1968 generando a la vez un duro revés para la vida cultural peruana.

La dictadura reprimió las libertades que pusieran en riesgo la idea de un Perú “limpio” de influencias extranjeras. Una visión restrictiva del mundo que otros régimenes autoritarios replicarán en Latinoamérica. Pero el rock ya había entrado. Era tarde para cerrar compuertas. Todo lo demás fue buscarse la vida, crear instrumentos propios, aprovechar ese relanzamiento de lo local para fusionarlo con lo nuevo. Lo que hoy conocemos como cumbia amazónica fue el encuentro de la cumbia colombiana con las guitarras eléctricas del rock.

Pudo haber sido un fenómeno ya desde los años de su inicio, en la década de los sesenta. Pero no salió de la selva y allí se quedó acorralada. Se quedó destinada a ser el sonido de fondo de los bares donde se reunían los changadores de las talas o los obreros petroleros de las ciudades amazónicas del Perú. O a las barriadas pobres del cinturón limeño, donde llegaban los inmigrantes cuando se dirigían a la gran ciudad.

Cuando se volvió popular en Perú, la cumbia captó a muchos músicos de Lima para llevárselos a la selva. Uno de ellos fue Fernando Mora. El sitio al que este músico fue a parar, Pucallpa, a 800 kilómetros de Lima, en la selva, no era para cualquiera. Hacía un calor tremendo. Al mediodía era como si uno se derritiera. “No había sol, había un solazo, hermano”, cuenta a través de videollamada Mora, uno de los míticos guitarristas de aquella época del grupo Juaneco y su Combo.

'Mujer hilandera', de Juaneco y su Combo. YOUTUBE

Mora ahora vive en Connecticut, Estados Unidos, y recuerda aquellos primeros años a la perfección. Para un limeño, Pucallpa era menos que un pueblo chico. No había una sola calle asfaltada y el ambiente solía estar nublado por el polvo que levantaban las carreteras de tierra. Cuando llovía. el lugar se convertía en un pantano. Y la gente era especial, muy servicial y atenta, pero también era un mundo cerrado a un extranjero rubio venido de la capital. Le decían Pacurro, como le dicen a los rubios.

La historia comienza con la tragedia que tiñe el recorrido del grupo y, con el paso del tiempo, se ha vuelto en leyenda. También es descriptiva de lo que era la música en los años sesenta en el Amazonas profundo.

El grupo se había trasladado a un pueblo llamado San Ramón. Tenían que ir a Lima y en la selva había un el único bus que pasaba por allí una vez por semana. Uno de los integrantes propuso ir en avioneta. Los dos días de viaje por caminos de tortura se convertían en treinta minutos. Otra parte del grupo tomaría el bus porque debía cargar los equipos. El mal tiempo se hizo con el cielo y la avioneta nunca llegó a destino, perdiendo la vida en el accidente cinco de sus músicos. Pacurro habla de destino.

Allí empezó su viaje. Las giras interminables por el Perú sin infraestructuras y pobre de aquella época. Su guitarra fue parte de esa mezcla extraña que parece conjugarlo todo: selva, cumbia, alucinación amazónica. “Hicimos algo único, hermano, le dimos voz a la selva, le pusimos su banda sonora”.

El grupo peruano de cumbia amazónica Juaneco y su Combo, en 1969. ARCHIVO

El despacho de Jorge Rodríguez Grández, en Lima, se encuentra cubierto de recuerdos. Discos de plata y de oro, menciones. Hay un récord Guinness por "El Baile Folclórico Peruano Más Grande del Mundo”(2017). Hay fotos de la juventud, de cuando comenzaban a recorrer el Perú en busca del éxito. El se convertiría en líder y voz principal de Los Mirlos.

Todo comenzó en Moyobamba cuando tenían 14 años. En la libertad de aquellas horas, en la pobreza de las ciudades amazónicas, les rodeaba la belleza de la selva. Su misma ciudad era llamada la ciudad de las orquídeas. “Ese mismo embrujo fue el que tratamos de trasmitir. Por eso la gente se sintió de inmediato identificada. ¿Cómo lograrlo? Con los instrumentos de allí, mezclando hasta el canto de los pájaros”, asegura.

'Doña Guillermina', de Los Mirlos. YOUTUBE

Sus raíces, cuenta Rodríguez Grández, estaban allí mismo, en su propio pueblo. En las fiestas de San Juan (24 de junio), donde se comen sus buenos juanes y se brinda con guarapo. “Todos los pueblos de la selva se silencian porque la gente se va al río a bailar, beber y bañarse para tener la bendición de San Juan. De allí Los Mirlos aprovecharon ‘La pandilla’, tema típico de la selva, sin autor. “Yo le puse letra. Le puse ‘Doña Guillermina’, cuenta el líder de Los Mirlos.

El músico detalla más “repertorio selvático”. El achoradito es un personaje de la selva, el que baila con más estilo en una fiesta, el más mosca. El aguaje, la fruta silvestre del Amazonas que crece en los pantanos.

Una enorme tubería rota derramó unos 500.000 litros de petróleo en la selva. En un mes limpiando el petróleo del río los pobladores cobraron siete veces más que un mes cultivando la tierra. Aunque quedaran envenenados. Así era la llegada del progreso. De allí que Los Mirlos sacaran ‘La danza del petróleo’.

'La danza del petróleo', de Los Mirlos. YOUTUBE

Los pioneros

Misael Sánchez, baterista, es uno de los hermanos Sánchez del mítico grupo Los Wembler's de Iquitos. Al norte amazónico del Perú, Iquitos siempre ha sido “puerto libre”, cuenta Misael por videollamada. Por el Amazonas llegaban más fácil los barcos que venían de Europa a Iquitos que a Lima. Cosmopolita, con inmigrantes europeos que llegaron en la fiebre del caucho, y que se quedaron y abrieron sus propias tiendas. Todavía hoy hay días en lancha hasta cualquier otra ciudad grande.

Los Wembler's empezaron en plena dictadura de Velasco. “Para tocar un instrumento en público tenías que sacarte una licencia. Te la daba un comandante militar, que eran como los gobernadores de la zona”, rememora Misael.

“Entonces llegaban las radios de Colombia. Y en onda corta llegaba también la BBC de Londres. Las fiestas eran muy humildes en la época. Se hacían las llamadas bombobaires, una quena y un bombo y con eso la gente bailaba. Esas son nuestras raíces. Luego fueron las orquestas, pero como no había mucha electricidad, todas eran de instrumentos de viento y percusión. Y entonces llegaron las guitarras eléctricas”.

Su padre era zapatero e industrial y, cuando abrió la primera tienda de música, compró guitarras, amplificadores, batería... Los hermanos se hacían “la vaca” (campana) para quedarse tocando. Les contrató el Sindicato de Chóferes (1968) para los carnavales. Y ahí salieron.

“Queríamos un nombre nacional, algo aborigen. Mi padre se negó. Un día escuchó en la BBC un músico que se llamaba Weber. Por esa época ademas inauguraran el estadio de Wembley. El mezcló los dos nombres y ahí salimos. Toda nuestra música es así, algo mezclaíto”.

'La amenaza verde', de Los Wembler's de Iquitos. YOUTUBE

No es casual que la otra ciudad donde creciera el fenómeno de la cumbia amazónica fuera Pucallpa. Pronto sería llamada la Florida peruana. A la selva habían llegado los aventureros, como el abuelo de Mao Wong, un chino inmigrante que se casó con una italiana. Selva, playa, calor, la vida pausada del pueblo y los misterios de la selva, siempre presente.

“En la selva todo el mundo tiene su apodo”, dice Mao Wong, descendiente de aquel abuelo, otro Wong, que inició el grupo. Juan era su abuelo, y como el padre de Wong también se llamaba Juan, este último fue como un “eco” del primero, una repetición. Y de allí que le quedó Juan-eco.

Los instrumentos eran los justos y salían en las portadas de los discos disfrazados de indios. Ya su abuelo escuchaba de todo. Al igual su padre. Entonces se coló la psicodelia. Cuando uno le pregunta por qué allí, por qué ese sonido nace en la selva, él responde que uno no elige dónde nacer. Otra vez: el destino.

En la música recreaban las tradiciones y creencias de una región mágica, vistiendo trajes típicos y convirtiendo ‘Vacilando con ayahuasca’ (bebida tradicional y alucinógena) en uno de sus grandes éxitos.

'Vacilando con ayahuasca', de Juaneco y su Combo. YOUTUBE

El regreso

El músico francés Olivier Conan habla desde Brooklyn, Nueva York. Es allí donde fundó en 2004 Barbès Records, que funciona a la vez como local musical y sello discográfico.

La historia de Conan con la cumbia amazónica comienza en sus primeros viajes al Perú. Compra discos en la calle. Unos vendedores le enseñan “música vieja”. Esa música es una mezcla de cumbia con una extraña psicodelia. Cae fascinado.

De allí la investigación. Su sola mención hace referencia a la pobreza, al pasado. “Perú tenía entonces unos fabulosos guitarristas, muy permeables a todo tipo de música”, dice Conan. El primer guitarrista que tuvo el valor de mezclar la psicodelia con aquella cumbia fue Enrique Delgado. Se necesita valor para tocarla en poblaciones pobres y cerradas”. El ritmo contagia, es un éxito.

Lo que le llamó la atención a Conan fue que, de alguna manera, eran “músicos posmodernos”. Mezclaban todo y generaban algo nuevo. Pero quienes lo hacían eran pobres, en los años sesenta, en la selva. “Lo posmoderno parece siempre asociado a lo progre, a cierto nivel cultural, y parece extraño encontrarlo en la selva amazónica por esas fechas”.

El músico francés Olivier Conan, fundador de Barbès Records. ARCHIVO

“Primero [ese estilo musical] no se llamaba chicha, eso fue culpa mía”, asegura Conan. “La llamaban cumbia amazónica, pero no era lo bastante para definirlo. La chicha era la cumbia andina. Otra cosa. Elegí el término porque tenía más gancho”.

En Argentina, en Chile, en México, la cumbia amazónica no tenía una historia detrás, no hacía referencia a lo mismo que a los jóvenes peruanos. Para ellos era algo nuevo. Gracias a la falta de recuerdos en esos nuevos países, se creaban vínculos nuevos. Nuevas formas de entenderla. Y a la vez hacer de enlace entre el rock y lo popular. Eran esos dos mundos que se encontraban, al fin. Y que desde entonces se regeneran. En 2007, medio siglo después del nacimiento de la cumbia amazónica, Conan publicó el álbum recopilatorio The Roots of Chicha, que pronto se convirtió en un disco de culto.

“La covid-19 fue terrible y lo cambió todo”, dice Conan. “La cumbia amazónica alcanzó el reemplazo generacional, con todas sus mutaciones, pero los antiguos músicos se fueron con la covid”, asegura. “La cumbia amazónica está ahí, se sigue mezclando, se sigue regenerando sola”.

Periodista y escritor. Ha colaborado en medios de Sudamérica y Europa. Autor de las novelas En el tren (2010), La duna (2013), El cuerpo de las palabras (2013) y Los jueves de redención (2018), y de los libros de no ficción Frontera Límite (2014) y El celador de Olot (2022).