En 1905, cuando Bengala acababa de ser dividida en dos regiones por el Imperio británico, una hindú y otra musulmana, Rokeya Hossain, una pionera en la lucha por los derechos de la mujer, por la vía del acceso a la educación, publicó en The Indian Ladies Journal el cuento de ciencia ficción El sueño de la sultana, que evocaba una utopía feminista —llamada Ladyland— en la que los roles de género habían sido invertidos: los hombres aislados en casa, con sus labores; y las mujeres, dominando la vida pública. De hecho, Hossain publicó el cuento para complacer a su marido, que la había alentado a aprender inglés, y al cabo de tres años se publicó en forma de libro. Un clásico en su género.
Para su primer largometraje, después de una larga trayectoria como cortometrajista de animación, la cineasta Isabel Herguera (San Sebastián, 1961) se inspiró en este hito, al que fue añadiendo capas, llegando a formar una película compleja que combina varios estilos de animación, mezcla diferentes épocas históricas y cuenta con invitados tan especiales como el filósofo Paul B. Preciado, la historiadora Mary Beard o Roberto Bessi, un productor italiano de cine de género que empezó con un crossover tan estimulante como Django desafía a Sartana (1970). Todos ellos aparecen en la parte de ficción contemporánea, cuando Inés, una joven donostiarra de piel tostada, descubre el libro El sueño de la sultana y quiere conocer su historia durante uno de sus viajes por la India. La película se presentó en la última edición del Festival de San Sebastián, donde tuvo lugar esta entrevista, y se estrena en los cines españoles este 17 de noviembre.
- ¿Cómo ha sido tu salto al largo después de tantos cortos? Llevas desde los años ochenta.
- No tiene nada que ver una cosa con la otra. En un cortometraje de animación hay mucha libertad, casi todo lo haces tú con más gente, es un equipo muy pequeño. Con un largo, eso es imposible... Ahí tienes que colaborar con mucha, mucha gente. Ha sido muy, muy complejo.
- En la película utilizas hasta tres técnicas de animación distintas.
- El relato de Inés es una mezcla de animación digital, en los personajes, y de animación analógica: los fondos son acuarelas hechas a mano para resaltar el carácter artístico del personaje. Para la vida de Rokeya, imitamos el teatro de sombras que se daba en Bengala en aquella época; se hace con recortables, papel de seda y un sistema de retroproyección. Finalmente, para lo que es la recreación de El sueño de la sultana en sí mismo, hemos utilizado henna con la colaboración de artistas especializadas en el estilo Mehndi de tatuaje corporal.
- La película es bastante compleja a nivel narrativo, con esas tres capas...
- Sí, porque hay viajes de ida y vuelta, además de historias dentro de otras historias. Es muy barroca, aunque eso fue algo que surgió de manera muy orgánica, porque fuimos desarrollando ciertos aspectos y luego tuvimos que encontrar la manera de unirlos.
- Imagino que el origen de todo fue la utopía, ¿no?
- Sí, desde el principio teníamos al país de las mujeres. Ese libro existe, luego estaba la vida de su autora, y finalmente ese marco enorme que lo abraza todo que es el viaje de Inés, una joven donostiarra que va tras la pista de la escritora y del país de las mujeres. En su viaje a la India conoce a Sudanyha, una chica con la que pasa la noche, y que le va a descubrir la tumba de Rokeya. Muy inocentemente, Sudanyha le dirá a Inés que las mujeres al menos están a salvo en Occidente, a lo que ella responderá que no. Creo que es ahí donde la película adquiere mayor peso, y donde se ve claramente nuestra declaración de intenciones.
- ¿Las mujeres no están a salvo en Occidente? De acuerdo, pero quizás más que en otros países...
- Es cierto que, en otros países, puedes matar a tu mujer porque se ha acostado con otro. Pero lo que digo es eso de que la mujer en Occidente está protegida es un mito.
- Pero Occidente ha cambiado mucho en ese sentido, ¿no crees?
- Sí, el mundo va cambiando, pero muy poco a poco. Espero que, dentro de 20 años, ya no tengamos que hablar de cuotas, mujer, hombre; ni de que hay tres mujeres que han estrenado este año una película en Donosti, sino simplemente de tres películas, y no de que son tres películas de mujeres.
- Bueno, yo cuando voy al cine me da igual que el director sea hombre, mujer, trans, negro, blanco o lo que sea. Aunque a lo mejor no es lo normal. No lo sé.
- Falta todavía un poquito para que eso sea algo generalizado, igual un par de generaciones, cuesta mucho...
- Por cierto, ¿de dónde surge el personaje de Inés? No se parece a ti.
- Es que no soy yo. Inés viene de un corto anterior, que se llama Ámár, como su amante hindú, que también aparece en El sueño de la sultana. Es de Donosti sólo porque quería hacerle un homenaje a mi ciudad, a mi barrio. Cuando estás haciendo una peli que es totalmente de corazón... ya que nos ponemos a hacer cosas tan elaboradas y que requieren tanto tiempo, pues vamos a hacer que signifiquen algo para nosotros y que nos den placer.
- ¿Cómo fue la idea de incorporar personajes tan reales como Mary Beard o Paul B. Preciado?
- También está Roberto Bessi, que produjo la serie Sandokan. En su caso, sale en la película porque fue de los primeros en creer en el proyecto. Lo conocí trabajando en una película de terror llamada The Etruscan Mask (2007), sobre un demonio etrusco que persigue a unos estudiantes americanos en Siena. En cuanto a Mary Beard, soy muy fan. Entre sus libros y sus documentales, me ha abierto al mundo clásico. Me la encontré un día de casualidad en un museo de Roma, fue providencial. Me encanta porque es muy didáctica y lo hace todo con mucha pasión, que resulta contagiosa. Y además también escribió Mujeres y poder, por todas estas razones decidimos incluirla. Los diálogos que tiene en la película están sacados de sus conferencias. Queríamos universalizar el relato, no ceñirnos únicamente al mundo musulmán o al mundo hindú. El mundo greco-romano es además la base de nuestra manera de pensar, y también me gustan muchísimo sus batallas…
- ¿Las batallas?
- Sí, sigo un pódcast, que se llama HistoCast. Lo hacen militares. ¿Sabes por qué me gustan tanto? Porque tienen un conocimiento exhaustivo, por ejemplo, sobre Julio César. Te desmenuzan sobre todo lo que son las batallas, pero de paso también todo el mundo clásico. Hay capítulos que duran cuatro horas. Pero, bueno, eso no tiene mucho que ver con la película...
- ¿Y Paul B. Preciado? ¿Cómo fue que participó en el proyecto?
- Él había dado aquí conferencias sobre utopías en 2015, a las que asistí, y eso me ayudó mucho a darle mucha más profundidad a El sueño de la sultana.
- ¿Has visto ya su película como director, Orlando, mi biografía política? Masterpiece.
- No, tenemos que verla aquí estos días, en el Festival de San Sebastián, tampoco creo que haya visto la nuestra todavía. Nos tenemos que ver estos días. Fue muy amable, no nos conocía de nada. Estábamos en plena pandemia, le escribí, le expliqué El sueño de la sultana y le pedí si podía grabar los diálogos, porque es su voz la de la película. Le mandamos a un sonidista a su casa, y fue muy generoso al confiar en nosotros sin haber leído el guion. Sólo le mandamos lo que teníamos hecho hasta entonces.
- ¿Qué películas te han animado más a lanzarte con El sueño de la Sultana?
- Me gustan mucho las películas de Anca Damina; y Vals con Vashir, de Ari Folman, cambió totalmente mi comprensión de la animación. Y también Jan Svankmajer, por supuesto. Aunque, para El sueño de la sultana en particular, la película que más me estimuló la vi aquí en Donosti, hace tres años: La Casa Lobo.
- Ah, sí. Muy buena, y muy perturbadora. Como un Hansel y Gretel, pero sobre la colonia Dignidad en Chile, esa secta espeluznante fundada por un alemán dictatorial y pedófilo. El lugar se convirtió en un centro de detenciones para la policía de Pinochet. Puro terror.
- Sí es una película de terror hecha con muñecos. Tremenda, una peli tremenda. Y todos los errores, que ves a veces los cables, la cámara, no sé cuántas cosas que se caen, todo eso se utiliza como parte de la animación, en su beneficio... La animación es extraordinariamente técnica y uno se puede obsesionar demasiado con ella, ¿no? Entonces, el ver a alguien que utilizaba todos aquellos errores, los que te dicen siempre que tienes que eliminar de la animación, y que lo hiciera como un recurso estilístico tan expresivo, fue muy estimulante. Y como que me dio mucho coraje.
- Dada su complejidad, ¿le pondrías esta película a una niña de siete años? Ya sé que es un tópico pasadísimo de moda pensar que la animación es para niños. Pero es lo que hay.
- Se la puedes poner, porque es muy bonita de ver, ¿no? Aunque nunca tuvimos en mente a la audiencia. Queríamos hacer una peli que sintiéramos como nuestra, que pudiéramos disfrutarla nosotros.
