Hay algo ligeramente inquietante en las fotos del proyecto Dialect de Felipe Romero (Bogotá, 1992). En ellas, una serie de jóvenes marroquíes miran hacia el infinito o adoptan poses extrañas, se aburren, piensan… Es evidente que algo está pasando, pero también que no pasa nada. Una paradoja que ilustra la situación que viven miles de migrantes, procedentes casi siempre de países africanos, que matan el tiempo en la calle o en centros de acogida, donde no hay nada que hacer salvo pensar en los que se quedaron en casa, en los que perdieron por el camino o en qué pasará mañana.
Felipe pide que nombremos a todos los protagonistas de estas imágenes. Son Monir El Komairi, Hamza Gharnili, Zakaria Mourachid, Habib Houari, Mohamed Reda, Mohamed El Azzaoui , Simo Rifi, Younes Braiki, Abdel Mounaim, Hamza Chabouni, Youssef Elhafidi, Bilal Siasse, Aziz Chinni, Soufiane Nafge y Bader Zbira, chavales que llegaron a España siendo menores de edad y cuya existencia sigue desde entonces en pausa, a la espera de que su situación se regularice.
“El proceso de creación ha sido muy orgánico”, cuenta Romero en entrevista a COOLT. “Conocí a los chicos en 2020, cuando no eran más que unos adolescentes, en un taller que se organizaba en el Teatro TNT de Sevilla, donde compartían sus experiencias de migración a la vez que yo compartía la mía”. Al enterarse de que era fotógrafo, varios de los jóvenes pidieron a Felipe que les tomara algunas instantáneas con la idea de colgarlas en sus redes sociales y enviarlas a la familia en Marruecos.
“Las imágenes no fueron pensadas como un proyecto”, dice el fotógrafo colombiano, “sin embargo, con el tiempo, consiguieron generar cierta coherencia”. Los años pasaron y esa serie de retratos de unos chicos marroquíes en un momento concreto de sus vidas empezó a estructurarse casi por sí sola en una obra artística. “Fui construyendo Dialect de dos maneras: por un lado el objetivo era registrar el día a día de los chicos en sus lugares cotidianos, a la manera de la fotografía documental. Por otro, les pedía a los chicos que me contaran experiencias que hubieran vivido en su camino hasta llegar a Sevilla y después las recreamos ante la cámara”.
En una de las fotos más dramáticas del proyecto, varios compañeros llevan a hombros a Bilal, que parece desmayado, tal y como ocurrió en su viaje de Tánger a España. “Las ideas para estas fotos surgen en conversaciones casuales. Pasamos bastante tiempo hablando, sin hacer fotos”, explica Romero. “De alguna manera, quería encontrar una herramienta para generar imágenes a partir de estas conversaciones”. El fotógrafo cuenta con los chicos incluso en el proceso de selección de las imágenes: si no les gustan, se desechan.
Dialect conecta en cierta medida con un proyecto anterior de Romero, West Bank, que trata sobre las fronteras y su imposibilidad. Este trabajo surgió durante una estancia de año y medio en Palestina e Israel, a donde el fotógrafo llegó gracias a una beca para estudiar en la Academia de Artes y Diseño Belazel. Romero también ha pasado por la Escuela de Fotografía Motivarte de Buenos Aires, una de las cunas del fotoperiodismo argentino, y actualmente reside en Madrid, donde está terminando de redactar su tesis de Doctorado en Filosofía en la Universidad Complutense, a la vez que desarrolla proyectos de carácter fotográfico como el propio Dialect.
La obra de Romero no se ciñe a los retratos: Dialect también cuenta con varias imágenes que muestran fragmentos de la intrincada arquitectura sevillana, que se ha ido depositando como estratos geológicos a lo largo de los siglos, o desolados bodegones de flores secas, un racimo de uvas descansando sobre una toalla o una sanguinolenta cabeza de pescado. “Mi intención con estas imágenes era dar cuenta del espacio donde ocurre el proyecto, donde viven los chicos. También creo que, de alguna manera, añade una capa extra de reflexión sobre la relación entre los cuerpos de los chicos y el mundo que los rodea”, justifica el artista.
Para completar su proyecto, Romero decidió grabar a tres de los jóvenes retratados, Bilal, Habib y Youssef, leyendo las complejas y enrevesadas primeras cuatro páginas de la Ley de Extranjería Española. “Se trata de piezas de unos 20 minutos en las que trato de destacar el lenguaje técnico de la ley, unas palabras que, de facto, controlan el destino de estos jóvenes, categorizan sus cuerpos y los colocan en un lugar despojado de todo privilegio dentro de nuestra sociedad”, concluye el fotógrafo.