Otros pasados son posibles, o más bien lo fueron, y lo habrían cambiado todo. “¿Qué hubiese pasado si nuestras abuelas hubiesen vivido otra realidad que no fuese la dictadura franquista?”, nos pregunta la española Tamara García, una de las dos comisarias, junto a la argentina María Laura Rosa, de la exposición Imágenes secuenciadas. Fotógrafas argentinas 1930-1990, que puede verse hasta el 12 de octubre en la Kutxa Kultur Artegunea de San Sebastián, España.
La exposición tiene principalmente dos objetivos. El primero sería, en la línea de la pregunta de Tamara, mostrarnos otra realidad y sus consecuencias para la mujeres. Las comisarias han elegido para hacerlo la historia argentina, similar a la española, unida por infinidad de lazos culturales, pero que se desarrolló en otras circunstancias. Todo con el objetivo de que podamos apreciar cómo evolucionó la situación de las mujeres en esas otras condiciones. “Este otro pasado posible pone en evidencia que nuestra identidad es una construcción social, económica y política”, cuenta Tamara en entrevista a COOLT.
Por otro lado, en la muestra también existe un claro objetivo didáctico o de reivindicación: recuperar el trabajo de ocho fotógrafas latinoamericanas relativamente desconocidas en Europa, ligeramente olvidadas en su país, y cuya obra resulta especialmente significativa e interesante. “Es muy importante mostrar en España el trabajo de artistas que se salgan un poquito de la construcción que hace el Museo Reina Sofía”, dice María Laura desde Argentina. “Hay mucha más diversidad de la que muestra el Reina o el cánon anglosajón”.
“Queríamos que la exposición propusiera una realidad diferente a la nuestra y confrontarla con aquello que damos por sentado, o que nuestra cotidianidad y la velocidad a la que vivimos, no nos permite cuestionar”, afirma Tamara. “Esto nos pareció muy importante: aunque no se pueda cambiar el pasado, se puede comprender que no somos personas que nos autoconstruimos únicamente. Además, creemos que esto es especialmente oportuno en Euskadi actualmente, revisitarnos en el otro”.
La exposición se organiza a través de cinco núcleos temáticos en los que confluyen imágenes de dos generaciones de fotógrafas argentinas.
La primera de ellas, que trabajó entre 1930 y 1960 y que aparece representada en la muestra por Grete Stern, Annemarie Heinrich, Lisl Steiner e Ilse Fusková, refleja un cuestionamiento al modelo femenino tradicional: la mujer burguesa doméstica, cuya vida quedaba definida por el matrimonio y la familia. Estas fotógrafas, la mayoría descendientes de emigrados germánicos, desafían con su autonomía y su libertad dicho patrón, a la vez que capturan con sus cámaras las complejidades sociales e históricas que les rodean.
Dicha generación ha sido denominada con el término Mujer Nueva o Neue Frau. “Se trata de un concepto desarrollado social y económicamente en la antigua Alemania que dota a la mujer de mayores libertades y posibilidades en la vida”, explica Tamara, “y que tiene como consecuencia, por ejemplo, que puedan asistir mujeres a las clases de la Bauhaus”.
“Estas mujeres traen una conciencia de libertad que no tenían para nada las argentinas”, apunta María. “Tienen otra mentalidad. Grete Stern ya ha estudiado fotografía en su país. A Fusková, sus padres le regalan a los 18 años un automóvil. Stern había sido asistente en la última Bauhaus… Las mujeres argentinas las criticaban por usar pantalones, por fumar en público, pero ellas, transitando por espacios masculinos, despejan el camino para dar la posibilidad de que otras mujeres hagan lo mismo y continúen evolucionando”.
La segunda generación, integrada por Alicia D’Amico, Alicia Sanguinetti, Julie Weisz y Adriana Lestido, coincide con momentos históricos muy duros para la historia de Argentina, en concreto, con la dictadura militar que afecta al país entre 1976 y 1983.
Algunas de estas fotógrafas continúan con el legado documentalista de las autoras de la generación anterior (parte de la cual seguirá durante esos años en activo), pero, sobre todo, son activistas políticas contra la dictadura y se dedican a documentar esa lucha durante la década de los setenta, cuando se originan las primeras agrupaciones feministas, representantes de la segunda ola de los movimientos a favor de las mujeres. “A partir del 72”, recuerda María Laura, “se conforma la Unión Feminista Argentina (UFA), que permitá que se inicie una integración entre activistas y artistas”.
En las filas de la UFA va a estar María Luisa Bemberg, de quien en la exposición se muestra el documental Juguetes. Alicia D’Amico también forma parte de la UFA. Tanto Adriana Lestido como Alicia Sanguinetti, además de Julie Weisz o Fusková de la anterior generación, son mujeres con una enorme conciencia del patriarcado y de la desigualdad de género en su medio. Esto las hace mirar desde un costado muy especial hacia la infancia y la militancia política a través de su cámara.
Entre las figuras más interesantes que se presentan en la muestra, María Laura destaca la de Ilse Fusková: “Tiene un perfil fascinante. Inicialmente era azafata de vuelo y fotógrafa aficionada. Comenzó a publicar en la revista Chicas en 1951, ofreciendo relatos de sus viajes en avión. En aquellos años, se dedicaba exclusivamente a firmar fotorreportajes que poco a poco dejaron de ser solo de viajes e incluyeron galerías de arte o diferentes partes de Buenos Aires”. Algunos de ellos, que pueden verse en la exposición, están dedicados a los niños del barrio de San Telmo o a los de la Isla Maciel.
Fusková realizó ese tipo de trabajos hasta el año 58 ó 59. “Después, casada y habiendo criado ya a sus hijos, decidió abandonarlos”, explica María Laura. “A finales de 1979, durante la última dictadura militar argentina, tomó contacto con una gran feminista argentina, María Elena Oddone y su grupo, el Movimiento de Liberación Feminista (MLF), e ingresó en sus filas”.
Ese encuentro será fundamental para su vida y Fusková, desde entonces, actuará como una especie de puente entre ambas generaciones, convirtiéndola en un personaje clave del activismo y del arte argentino hasta los años noventa. Después de dejar a su marido, inició una investigación fotográfica sobre la mirada de la mujer fotógrafa hacia el cuerpo desnudo de otra mujer que recogió bajo el título de ‘El zapallo’ (1982), que tiene todavía más mérito si se considera que fue realizada aún bajo la dictadura militar y en el durísimo contexto de la guerra de las Malvinas.
“Con el tiempo, la artista salió del armario, declarándose lesbiana, e inició un activismo lésbico que será fundamental para Argentina”, dice María Laura. “En 1988, será la editora, junto a Josefina Quesada, de Cuadernos de existencia lesbiana, la primera publicación que tuvo Argentina en relación a la visibilidad lésbica. Y junto con Carlos Jáuregui, gran militante y activista homosexual, promueve la primera Marcha del Orgullo Gay en 1992 en Argentina”.
En definitiva, la exposición presenta el trabajo de ocho mujeres que, utilizando un medio como el fotográfico, tradicionalmente masculino, consiguieron, no solo ser reconocidas en su momento como artistas, como en el caso de Alicia D’Amico o de Adriana Vestido, sino que supieron reflejar las inquietudes y contradicciones de toda una época.