Francisco Pinto, humorísticamente negro

El artista venezolano combina la herencia afro con la cultura pop. “El discurso de la negritud se convirtió en un negocio”, dice.

'Me dicen negro', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Me dicen negro', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA

Previo a un encuentro radial, Francisco Pinto le enseña a la periodista un muñeco realizado por él. Ella se echa hacia atrás, con clara expresión de miedo. Él se carcajea y coloca a su personaje en frente de la comunicadora para que este la observe fijamente. Se trata de un personaje de plástico, un negro con una capucha del Ku Klux Klan, el infame grupo racista estadounidense, aunque también recuerda a una máscara abakua cubana. A la periodista le cuesta trabajo adaptarse, pero al final entiende que no le caerá encima ninguna brujería e, inclusive, juega con el muñeco. Así, entrevistadora y entrevistado acaban divirtiéndose.  

La anécdota ilustra el humor de Francisco Pinto, un artista venezolano que en su obra presenta lo afro a modo de memoria histórica expresada con ingenio, huyendo de lugares comunes. Lo pop, lo moderno, lo arcaico y lo extraño están presentes en cada una de sus creaciones, ya se sean pinturas, collages, objetos artísticos o instalaciones

El trabajo de Francisco se puede comprender mejor si se tiene en cuenta que Venezuela, como país mestizo, tiene una relación distinta con la negritud. Muchas de sus expresiones folklóricas y gastronómicas tienen raíces africanas, y en sus costas abundan los pueblos donde la herencia cultural de los esclavos es notable. Así, los venezolanos no encuentran ofensiva la palabra “negro”, y hasta suelen hacer bromas que, en otros países, serían un auténtico tabú. En ese contexto surge la obra de Francisco, con un discurso más optimista y alegre para asumir los temas raciales.

El artista comenzó a abrirse camino hacia 2008 de forma autodidacta. Entonces estaba dedicado al arte pop. Su obra ganó reconocimiento crítico, se movió entre diversas instituciones y se vendió bien entre coleccionistas, pero Francisco decidió cambiar de rumbo.

Cuenta que él solía ir a trabajar a la casa de una amiga suya, que, en una de sus paredes, tenía un retrato de Jean-Michel Basquiat. El museógrafo Alberto Asprino iba a visitarlo de vez en cuando y una vez, en broma, señaló la foto y dijo: “¿Y hasta cuándo ese negrito?”. Ese comentario llevó a Francisco a intervenir la imagen, añadiéndole tintes negros y un marco similar a un escudo africano. El artista quiso donar la nueva obra al Museo de Arte Afroamericano de Caracas, y ahí entró en contacto con el arte africano. Se deleitó con las tallas de madera. Viéndolas, sintió que estaba en contacto con sus orígenes. Así, a partir de 2011, Francisco inició un nuevo discurso centrando en temáticas afro. Y su carrera no se detuvo, al contrario: además de exponerse en Venezuela, sus creaciones incluso han llegado a Nueva York, al Museo de Arte Africano Contemporáneo de la Diáspora.

Siempre sonriente, así se muestra Francisco Pinto. Y así es como cuenta su historia.

El artista venezolano Francisco Pinto. DIEGO TORRES PANTIN
El artista venezolano Francisco Pinto. DIEGO TORRES PANTIN

- Siendo Venezuela un país mestizo, ¿crees que los aspectos más africanos de su cultura tienen poca presencia en la tradición artística?

- En las artes visuales, es poco lo que está en esa línea. Hay artistas que han transitado ese camino, tenemos a Onofre Frías, cuyos primeros trabajos tenían una estética racial interesante. Mi tema afro es más universal, no lo trabajo desde lo local. He tratado que mi trabajo pueda ser también visto por un negro de Brasil, de Estados Unidos, de Martinica, porque compartimos la misma historia, aunque para ellos no estemos en esa historia.

- ¿El elemento pop de tu obra sirve como recurso humorístico?

- Mi trabajo anterior tenía que ver con el humor y el sarcasmo. Estaba influenciado por el mundo de Disney, muchos me conocen por mis Mickeys groseros, que hasta tenían el miembro afuera. Eso viene de mi infancia, yo crecí con esos personajes. Utilizo mis recuerdos infantiles cuando el tema es complejo o difícil, uso el guiño para que el espectador pueda entender lo que trato de decir a través de la pintura, o del collage o del objeto. Y también tengo experiencia laboral en el mundo de la publicidad. De ahí aprendí a hacer mis propios montajes. Para mí es muy importante la imagen, es la que me lleva a lo que vendrá.

'Ñañigo', ensamblaje de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Ñañigo', ensamblaje de Francisco Pinto. CORTESÍA

- Cuando africanizas a un personaje no negro, como Homero Simpson o un miembro del Ku Klux Klan, ¿buscas crear una colonización a la inversa?

- Yo he hecho cosas que, a futuro, son coherentes con lo que hice en el pasado. Cuando hice al personaje de color con una capucha del Ku Klux Klan no sabía que existió un infiltrado en el grupo. Cuando supe que eso pasó por la película de Spike Lee, me sorprendí. Fui arriesgado, y gracias a eso, llamé la atención del Museo de Arte Africano Contemporáneo de la Diáspora de Nueva York, porque les gustó como trabajé los códigos negros con humor, sin ofender al negro. Es una africanización. 

Toparme con las tallas africanas en el Museo de Arte Afroamericano de Caracas fue trascendental para mí. Allí se fue gestando lo que estoy haciendo. Sentí que las tallas me hablaban, y quise hacer lo mismo a través de los objetos. Quise hacer fetiches con iconografía popular, por eso está Homero Simpson junto a esos personajes de comiquitas. Los ponía a contar nuevas narraciones.

'Jacobinos', arte digital de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Jacobinos', arte digital de Francisco Pinto. CORTESÍA

- ¿Los juguetes le dan una intención lúdica a tu trabajo?

- Sí, todo mi trabajo es lúdico. Dentro de mi imaginario, mis fetiches son vectores de poder. Y al espectador le atraen mis juguetes, porque ve a personajes que conoce en otro escenario. Yo quiero que el juguete sea feo, porque busco esa carga simbólica del tiempo. Suelo buscarlos en la calle, busco los más sucios y desgastados. Para mí eso es una pieza muy hermosa. A mí no me dice nada una pintura bonita. Lo sucio, las capas, me hablan más. Y los niños son los que captan más rápido, se sienten atraídos por esas piezas, no están contaminados y entienden de una. Son claros como el agua, son los mejores críticos.

'Todos caen', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Todos caen', ensamblaje de Francisco Pinto. CORTESÍA

- Con el collage, ¿buscas crear una hibridación de épocas y contextos?

- Sí, y quiero marcar esa ancestralidad africana. Me gusta el juego con los tiempos, con el pasado y el presente. El cimarronaje es algo que me apasiona: son los negros que se escaparon de las plantaciones y fundaron sus propios asentamientos. En los barcos negreros venían guerreros y hasta reyes, y venían con ese orgullo, porque el barco no pudo borrarles la sonrisa; por eso uso la sonrisa como iconografía. Trato de manejar esas capas de momentos, y de no transmitir resentimiento. Más bien, quiero que el negro de cualquier lado me vea como un igual. Quiero que seamos una hermandad, que tengamos un mismo color y que compartamos una misma historia.

- ¿Por qué buscas generar un discurso contrario al resentimiento?

- Pienso que todos somos iguales ante Dios. Todos podemos convivir como hermanos, dejando a un lado esos discursos encendidos de discriminación. No puedo entender que una persona de mi color levante estandartes contra el racismo pero que me segregue a mí. En Estados Unidos hay muchos museos dedicados al tema de la negritud, pero en algunas de esas instituciones solo entra el negro que está en el mercado. El discurso de la negritud se convirtió en un negocio. Siento que muchos de estos discursos hacen lo mismo que se hizo siglos atrás. Más que una reparación, se debería hablar de una reconciliación. Venezuela es un país multicolor, aquí no hay ese problema. Aquí el racismo no es tanto por el color de la piel sino por la clase social. Pero afuera sí.

'Cimarrón', fotomontaje de Francisco Pinto con foto de Aleksandar Miljkovic. CORTESÍA
'Cimarrón', fotomontaje de Francisco Pinto con foto de Aleksandar Miljkovic. CORTESÍA
'Olor a mi tierra', de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Olor a mi tierra', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Marcando el territorio', sticker, de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Marcando el territorio', sticker de Francisco Pinto. CORTESÍA

- Sueles hacer representaciones sencillas de ítems conocidos, como frutas tropicales, iglesias coloniales, palmeras… ¿Eso sirve para traer el contexto a colación?

- Son como etiquetas. La palmera siempre se va a ver porque es como decir: “Yo soy del Caribe”. La patilla [sandía] es una fruta racial a la que en Estados Unidos el blanco le quiso dar otro significado: significaba libertad, y cuando se le dio la libertad al negro, el blanco quiso usarla como símbolo de la flojera. Por eso ves mucha iconografía con negros comiendo patilla, quería ridiculizarlo. El trabajo se va haciendo solo, a veces no necesita de mi voz. 

- Tu último proyecto, Color y espíritu, homenajea a los Diablos Danzantes, una tradición venezolana que se celebra en Corpus Christi. Te centraste, específicamente, en la cofradía del Yare, caracterizada por su intenso color rojo. ¿Cómo fue tu acercamiento?

- He estado un poco desvinculado de las tradiciones venezolanas porque me he centrado más en el tema negro desde lo universal. No ha sido fácil, porque no me gusta hacer una investigación y plantear las cosas tal como son, sino reinterpretar. Y tal vez vienen algunas diferencias, pero no quería trasgredir su iconografía. Lo hablé con Víctor Hugo Irrazabal y Eduardo Planchart, que hicieron investigaciones al respecto. Víctor Hugo me planteó que probara con los diablos de las costas, que tienen más colorido, y Eduardo se enfocó en la espiritualidad. Del comentario de ambos surge el título Color y espíritu. Me identifiqué con Víctor Millán, un artista popular que tenía una estética muy modernista. Fui trabajando con las telas, les añadí capas y manchas, y terminé con piezas escultóricas, con una instalación.

'Me cansé de rogarle', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA
'Me cansé de rogarle', instalación de Francisco Pinto. CORTESÍA

 

Periodista y fotógrafo. Colaborador de medios como Prodavinci.

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