Artes

Fuga de un superpolicía venezolano

Iván Simonovis pasó de comisario a encarcelado del régimen chavista. Su hijo cuenta su historia en el documental ‘La prisión de mi padre’.

Barcelona
El policía venezolano Iván Simonovis, en el documental 'La prisión de mi padre'. DECKERT

Todo el mundo conoce a algún venezolano exiliado. Desde que, a finales de los noventa, se dio la llamada revolución bolivariana, no ha parado de salir gente del país, que sigue en manos del mismo controvertido régimen, ahora presidido por Nicolás Maduro.

El policía Iván Simonovis ocupó diversos cargos en las fuerzas de seguridad venezolanas desde 1981, hasta ascender al rango de comisario. Todo empezó a torcerse el 11 de abril de 2002, con el intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez. Simonovis, que entonces ostentaba el cargo de secretario de Seguridad Ciudadana del Distrito Capital, sería detenido dos años después, cuando estaba a punto de subirse a un avión privado, como presunto responsable de la masacre de Puente Llaguno, ocurrida poco antes del intento de golpe: 19 personas murieron y más de 100 resultaron heridas a raíz de un choque entre opositores y simpatizantes de Chávez en las inmediaciones del palacio presidencial.

Entre 2006 y 2009 tuvo lugar el juicio al comisario, que estuvo plagado de irregularidades y que terminó con una condena a 30 años de cárcel. En 2014, la presión ejercedida por el movimiento opositor y Amnistía Internacional logró que Simonovis —que, según sus médicos, padecía hasta 19 patologías de distinta gravedad— cambiara la cárcel por el arresto domiciliario. Iván Simonovis hijo empezó entonces a rodar, registrando una singular mirada a la convulsa historia del país, desde el interior de esta casa familiar de la que el policía acabó fugándose en 2019. Equipado con una cámara GoPro, el comisario bajó con una cuerda una pared de 25 metros, burlando a la docena de guardias que custodiaban su hogar. Tras ser escondido por opositores del régimen y no pocas vicisitudes, alcanzó por fin los Estados Unidos, después de 15 años privado de libertad.

El resultado de las filmaciones recopiladas por Iván Simonovis hijo es La prisión de mi padre, un sugerente collage de material de archivo de diversa procedencia donde no falta suspense a pesar de que el desenlace sea conocido. La película tuvo su premiere nacional en el pasado Festival de Gijón, donde pudimos charlar con su director.

- Tus padres viven ahora en Estados Unidos, ¿cómo es que no vives con ellos?

- Yo vivo en Berlín, y mi hermana, que es profesora de alemán, en Madrid. Y eso es porque, como se ve en la película, yo me mudé antes a Alemania. Ahorita tengo 31 años, y los de mi generación casi todos nos fuimos antes que mis padres. Escogí Alemania para hacer el Bachillerato porque ahí la educación es gratuita. Entonces mi papá seguía preso. Y mi mamá tenía que encargarse de las visitas y todo eso.

- Al ver la película, uno tiene la sensación de que en tu familia siempre se ha filmado mucho.

- Si capturas ciertos momentos de la cotidianidad, puedes crear la sensación de que siempre has estado grabando, cuando en verdad el material de archivo no es tan extenso. En los noventa, había muchísimas cámaras. Mi papá también tenía la suya, la llevaba en los operativos de la policía, pero también la utilizaba en las vacaciones. Cuando encontré todas estas cajas con todos estos VHS, en una misma cinta primero están arrestando a alguien y luego aparece un cumpleaños. Esa dualidad me interesó, porque es como el personaje de mi papá, que es un hombre de familia, pero al mismo tiempo también es un hombre de violencia, que es lo que es la policía en Latinoamérica.

El cineasta venezolano Iván Simonovis (d), con su padre. DECKERT

- ¿Qué sensaciones te producía el trabajo de tu padre?

- Venezuela es un país muy peligroso, así que era una sensación de amenaza siempre. Por donde nosotros vivíamos había muchos asaltos y siempre llamaban a mi papá para que ayudara, porque era el jefe de la unidad táctica, la Brigada de Acciones Especiales. Era una época muy, muy bizarra en Venezuela, y la verdad que la paz y la seguridad que uno experimenta acá en Europa es algo extraordinario. Caminar tranquilo por las calles no tiene precio.

- Ahí era imposible, ¿no?

- Los de mi generación vivíamos metidos en casa. A mí me asaltaron, a amigos los secuestraron, a otros conocidos los mataron. Durante los 2000 llegó un punto donde Caracas era la capital mundial del asesinato, tenía más muertes que la guerra de Irak.

- ¿En qué momento decidiste que ibas a hacer una película con todas esas cintas?

- La empecé en 2014, cuando enviaron a mi papá a casa. Tuve que organizar todo el archivo, digitalizarlo, y al pasar los años fui encontrando más y fui armando la película. Decidimos estructurarla alrededor del arresto domiciliario, para contar la historia del país a través de la de mi familia. Entonces trabajaba para una compañía haciendo videos y en las vacaciones me iba a Venezuela. Seguí grabando hasta 2018, iba yendo todos los años. Pero en verdad no tenía la película como tal, era más como un ejercicio de capturar estas memorias, porque yo pensaba que se lo iban a llevar un día. Muchas veces se lo llevaban, lo traían... Quería crear esta memoria para cuando él no estuviese.

- ¿Qué relación tuvo tu padre con el régimen hasta que lo arrestaron? ¿Podría decirse que fue víctima del mismo poder que él ejerció?

- Durante el periodo democrático, él era parte de este aparato policial, y después él es víctima del mismo poder. Así como arrestan a alguien al comienzo de la película, a él lo arrestan más adelante. Si bien conocía a muchas personas, mi papá estaba más alineado con los occidentales, con los europeos, con los americanos, y esto simplemente no era compatible con el nuevo sistema.

- Hubo también una purga de policías que no estaban alineados, ¿no?

- Sí, las purgas fueron por franjas de sociedad. Los intelectuales, luego los funcionarios. Incluso en el ejército. Y sigue pasando, siempre hay una purga. Hace poco, un mes, hubo una. El sistema está siempre limpiándose.

Tráiler de 'La prisión de mi padre', de Iván Simonovis. YOUTUBE

- ¿Dirías que tu película es una película antichavista?

- Nunca me interesó hacer un panfleto, sino contar la historia del país desde el punto de vista de mi familia. Hubo cortes anteriores en los cuales no hubo mucha mención del tema político y no funcionaba. También se hacía muy abstracto a las personas en Europa. El conflicto venezolano acá en Alemania o en España es difícil de categorizar porque el chavismo siempre apoyó a muchísimos partidos de izquierda. Mucha gente tiene ese sueño de una utopía tropical. Recuerdo alemanes que iban a Venezuela con este sueño y llegaban y era una realidad muy diferente, ¿no? Un sistema militar...

Cuando la gente habla sobre el colonialismo, hoy se sigue expresando con esta superioridad moral que existe en Europa de utilizar los países latinoamericanos como una caja de arena ideológica. Aquí tenemos un sistema capitalista y, bueno, ¿por qué no prueban ustedes un poquito de comunismo?

- ¿Cómo explicas la llegada del chavismo a Venezuela?

- Yo nací en el 92, sólo conocí el chavismo. Y tenía memorias muy distantes del periodo democrático. Pero Venezuela fue un país en el cual, a diferencia de la región durante el siglo XX, que estuvo marcada por dictaduras militares, hubo un sistema democrático. Venezuela fue el punto de migración para muchos españoles, como por ejemplo mi abuelo, o muchos argentinos… Fue una democracia proporcional también por los altos precios del petróleo en los años setenta. Esto después llevó a una gran crisis económica en los ochenta, por un gasto público enorme.

Creo que el verdadero error de Venezuela fue que las élites políticas establecidas nunca pudieron encontrar una generación de relevo. En ese vacío, entre múltiples casos de corrupción, encontró un espacio el sistema militar, que es lo que es el sistema chavista, a pesar de que se venda en el exterior como un movimiento socialista. Porque no vino de las universidades, sino de los cuarteles. Eso es algo importante de clarificar: en la oposición venezolana había movimientos de izquierda, pero el chavismo es un movimiento militar que, primero, intentó llegar con un golpe de Estado en el 92 y, después, lo hizo por las elecciones, con muy poco, por la abstención que hubo. Y es muy interesante, si lo pones en un momento geopolítico como el de finales del siglo XX, con la caída del muro de Berlín: Venezuela es la única democracia del mundo que vuelve al sistema socialista militar, similar al de Cuba, que estaba colapsando en ese momento. Venezuela dio el giro a la izquierda más raro, en cierta forma absurdo, porque era un país democrático —no era un país liberal, tenía políticas muy proteccionistas—. Y el chavismo, además, llegó de manera suave, y después se fue asentando en el poder.

- Desde fuera, da la impresión de que era una sociedad extremadamente polarizada.

- Sí, sin duda había una división. Venezuela es un país con una desigualdad muy grande. Hubo una parte de la población que nunca supo cómo integrar esta bonanza nacional que fue el petróleo. Y el chavismo supo utilizar esto como arma, en contra de sus propios intereses incluso.

- ¿Entonces no hubo un chavismo con base más intelectual?

- En los noventa hubo muchísimos escritores, canales de televisión, intereses privados, que sí buscaban una manera de dar un ángulo intelectual a la cuestión. Pero claro, esos fueron los primeros que el chavismo no toleró, porque los intelectuales por lo general generan críticas. Al chavismo no le interesó eso, y esas fueron las primeras purgas que tuvo.

- ¿Y en el mundo del cine?

- Durante el chavismo, el cine venezolano es básicamente inexistente. No hubo un verdadero fomento del cine, ni siquiera de propaganda. Bueno, sí hubo intentos, pero muy malos. Es decir, ni siquiera fue lo que yo considero una buena propaganda. Se puede hablar de buena propaganda en la Unión Soviética, en el cine cubano con Yo soy Cuba, películas en las que, si bien no estás de acuerdo con la ideología política, puedes ver un esfuerzo técnico… Pero Venezuela es un país bastante desorganizado, como muchos países caribeños.

- ¿Ni una sola película rescatable?

- Ahorita hubo un par de intentos de películas que se han podido estrenar. Les va más o menos bien, pero siempre hay el tema de conseguir los permisos para el estreno.

Iván Simonovis, en una escena de 'La prisión de mi padre'. DECKERT

- ¿A la tuya le han dado permiso?

- No, aunque uno nunca sabe. Últimamente ha habido una pequeña apertura. Venezuela dejó atrás el modelo político cubano y se está pareciendo más el modelo político iraní y ruso. Ya es más posideología. No ves lo que se veía antes, los ojos de Chávez por la ciudad. Ahorita hay unas superélites que controlan todo, pero están sancionadas por la Unión Europea y en Estados Unidos. Y como no pueden gastar sus millones afuera, se crean sus Miami, sus islas, sus burbujas dentro de la sociedad. Básicamente, tienen una clase pobre y una clase híper rica que vive con internet satelital. Ahorita tenemos lo peor del sistema comunista y lo peor del capitalista.

- Y una gran diáspora.

- Sí, más de siete millones de venezolanos repartidos por el mundo. Después de las zonas de conflicto, es uno de los movimientos migratorios más grandes del planeta. A veces es muy difícil considerarlo en toda su magnitud, porque no hubo una guerra detrás, sino que fue un colapso económico, persecución política, diferentes razones. Pero es un tercio de la población la que se ha ido. Este año vamos a llegar a los ocho millones. Y somos treinta.

- ¿Cómo crees que se está recibiendo a los venezolanos por el mundo?

- Hay una ola de xenofobia en muchos países latinoamericanos. En Perú han atacado a los refugiados venezolanos. En Chile también ha habido muchísimas escenas de xenofobia. Igual también, cuando muchos argentinos llegaron a Venezuela, quizás sufrieron esa misma xenofobia. Pero, incluso con sus dificultades económicas, Argentina ha sido mucho más abierta a los venezolanos que Chile.

- Volviendo al caso de tu padre, es bastante espectacular la fuga. ¿Fue en 2019, no?

- Sí, en 2019. Le entregamos las [cámaras] GoPro para que pudiese grabarse. Como ya se fue del país, consideré que esa era una buena manera de terminar la peli.

- Así tiene también un enfoque más de género.

- Claro, eso es muy importante. Godard dijo algo así como que una película es una mujer y una pistola. La mujer es mi madre, una mujer rubia, y mi padre es el hombre con la pistola. Y también es una película de acción, porque me encanta el cine americano, como el de Michael Mann, que es muy poderoso visualmente y hace muy buen uso del cine digital. Con mi padre vimos Heat en casa mientras estábamos haciendo la peli. Le encantó, porque le pareció muy realista. Los actores saben cómo cambiar los cartuchos de las ametralladoras, y tiene esos tiroteos que son alucinantes.

- El atraco de El caballero oscuro está copiado de ahí.

- Y de Atraco perfecto, de Kubrick, por las máscaras. Mann también tiene Ladrón, la primera que hizo. Me encantan las películas en las que se ve a la gente trabajando, haciendo los gestos, los ritos, y en Ladrón hay mucho de eso. Y es muy impresionante visualmente.

- El rollo bressoniano de las manos, y la repetición de los gestos.  

- Sí, Un condenado a muerte se ha escapado. Esa también es otra de mis referencias cinematográficas.

- ¿Estás trabajando ya en tu próxima película?

- Sí, ya estoy trabajando en la siguiente. Volverá a ser una historia familiar, pero esta vez en torno a mi abuela. Era alemana y emigró a Venezuela en los años sesenta, pero dejó a su familia atrás y nosotros no lo descubrimos hasta cuando murió. Es una familia oculta. Pero con menos explosiones esta vez.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.