El niño se ríe a upa de su mamá sobre el tren. Ella llora y quien parece su padre, armado para enfrentar la guerra que propone Rusia, apoya la mano sobre el vidrio, despidiéndose en lágrimas. Lo más aterrador de esa foto reciente es la inocencia del niño, que ve un juego en una de las escenas más trágicas posibles. Es la flor que emerge con vida de un campo quemado. ¿Cómo puede salir algo bueno de una guerra? La vida tiene misteriosas maneras de sorprendernos.
A 40 años de la guerra de Malvinas, donde la locura y ambición de una Junta Militar al poder en Argentina decidió llevar adelante una ofensiva bélica suicida para recuperar las Islas Malvinas, de las más australes del mundo, algo bueno quedó. “Male sal”, dirían los jóvenes. Sí, igual sale mal: murieron al menos 649 soldados argentinos y 255 británicos. ¿Cuál es la flor de todo esto? ¿Cuál es el gesto de risa inocente? A los argentinos nos dio la música que definió la cultura popular: el rock nacional.
Sí, cierto, antes ya existían Charly García con Sui Géneris, Luis Alberto Spinetta con Almendra y los próceres del rock autóctono como Litto Nebbia, Tanguito y Sandro. Pero todo cambió en 1982.
La dictadura militar (1976-1983) entró en crisis por el fuerte descontento social producto de las políticas neoliberales de endeudamiento y recesión, sumado a las movilizaciones —en Argentina y el mundo— cada vez más masivas en reclamo por la desaparición de personas, tortura, asesinato y robo de bebés. Esa situación hizo que el dictador Leopoldo Galtieri decidiera activar una causa que tocara las fibras sensibles del pueblo. Lo único que se le ocurrió fue una guerra, acelerar las maniobras bélicas en el Atlántico Sur para reactivar el sentimiento nacionalista. Dentro del paquete suicida hubo una extraña decisión: prohibir la música en inglés.
En un país donde el rock es tan importante como el folclore, quitarle los Beatles, los Rolling Stones o Led Zeppelin a la grilla radial fue un golpe de vacío que los productores no supieron cómo llenar. ¡No pasaban tanta música en castellano! La demanda creció exponencialmente y las discográficas salieron a buscar a todos los grupos de jóvenes que estuvieran haciendo música para grabarlos. Cuando hay inversión, hay resultados. El rock nacional explotó.
El 2 de abril de 1982 comenzó una de las etapas más oscuras de la historia argentina, que tuvo el extraño corolario de potenciar la industria musical nacional y de forzar el final de la dictadura militar más sangrienta y horrorosa. La primavera democrática fue la cereza del postre de la nueva música: pop moderno, baile y diversión sobre letras políticas y sociales. En los ochenta, se lanzaron algunos de los discos más importantes de nuestra historia. 10 discos infalibles para entender qué es la Argentina.
1. ‘Yendo de la cama al living’ - Charly García
Charly es un prócer. El hombre del oído absoluto y del termómetro social más relevante de la música argentina sacó este disco de transición en su carrera, que marcó el final de la canción setentista, atravesó el nihilismo y el cinismo de aquellos últimos años de la dictadura, para luego convertirse en el primer moderno. En este disco, editado en octubre de 1982, está ‘No bombardeen Buenos Aires’, una de las canciones ineludibles para pensar esos años argentinos. Como siempre, García habla sin tapujos sobre los temas que le interesa abordar, pero su poesía no es panfletaria, es un retrato social, elegante y fino, sobre el dolor. Esa canción, de ese álbum maravilloso, empieza con esta estrofa para enmarcar:
No bombardeen Buenos Aires, no nos podemos defender
Los pibes de mi barrio se escondieron en los caños
Espían al cielo, usan cascos, curten mambos
Escuchando a Clash, oh, escuchando a Clash
2. ‘Luchando por el metal’ - V8
Basta caminar un par de cuadras por los suburbios bonaerenses, por las calles de los barrios obreros argentinos, para ver una y otra vez ese grafiti como un código: “V8 no murió”. En este listado arbitrario y limitado también podrían haber estado Riff y Rata Blanca, pero la síntesis de este álbum marca el antes y después para la música argentina. Otra vez, basta una estrofa:
Basta de hippies,
basta de rogar.
Estalló el tiempo del metal
Elegido en el puesto número 2 del listado de los discos de metal argentino indispensables por la revista Rolling Stone, Luchando por el metal es el inicio de Ricardo Iorio como el hombre de hierro que marcará el camino de aquellos caídos del sistema. Lo hará luego en Hermética y en Almafuerte, pero acá, en este disco de 1983, en menos de media hora marca el tempo de un género musical trascendental para el pueblo argentino.
3. ‘Viuda e hijas de Roque Enroll’ - Viuda e Hijas de Roque Enroll
La primera banda de mujeres músicas salió a revolucionar el espectro radial y cultural con un disco perfecto: ironía y sentido del humor; pop burbujeante, fucsia y brillante; y una calidad interpretativa nunca antes vista. ¡Chicas que tocaban sus instrumentos!
Si el rock setentoso, sesudo y aburrido se había muerto, solo quedaba en pie escuchar a la concesionaria de la Viuda e Hijas, un chiste que enojó a tantos músicos como productores. ¡Irreverentes! ¡Escandalosas! ¡Rebeldes! ¿Quién lo hubiera imaginado en el rock, no? Las cuatro lideraron una pequeña revolución que aún reivindicamos: la de hacer lo imposible.
Este disco empieza con ‘Estoy tocando fondo’, una canción que habla sobre el FMI, sigue con una oda al baile, habla sobre droga, sobre menstruación, sobre los pibes pesados que no se pueden sacar de encima, sobre los dormidos que no están a la altura de sus expectativas amorosas; y todo lo hacen con la euforia de 1984, cuando empieza la primavera democrática argentina. Lo pesado quedó atrás, con ellas sólo es posible disfrutar.
4. ‘Los Violadores’ - Los Violadores
Tal vez la primera banda de punk argentina. Este álbum lo grabaron durante la guerra de Malvinas y su huella está en todas las canciones. Algunos de sus títulos dicen todo por sí mismos: ‘Mirando la guerra por TV’, ‘Represión’ y ‘Guerra total’. Antimilitares, antibélicos, se animaron a decir lo que nadie podía. La muerte estaba muy cerca, pero ellos la cantaban.
Desde el under más extremo, cada vez que aparecía en escena Pil Trafa, su cantante, algo pasaba. Siempre lúcidos y transgresores, Los Violadores se negaron a participar en el Festival de la Solidaridad Latinoamericana celebrado el 16 de mayo del 82 en apoyo a los soldados. Junto a Virus, se dieron cuenta de que el evento no era para los pibes que combatían, sino que iba a ser usado por los militares. “Para nosotros el punk es lucha”, y la lucha de Los Violadores fue por una vida mejor. Este disco es la representación de esa bronca y audacia del punk más puro.
5. ‘La dicha en movimiento’ - Los Twist
Había que borrar la tristeza, la canción hippie de los setenta, la protesta con la guitarra acústica. Había que sacudirse lo gris. Había que bailar, cantar, saltar y divertirse. Y ahí estaban Pipo Cipolatti, Daniel Melingo y Fabiana Cantilo. También estaba Charly García, que una noche de 1983 escuchó a Los Twist y dijo: “Hay que grabarlos”.
La dicha en movimiento tiene un sonido casi circense. Hay una exuberancia de la fiesta y el descontrol. Es, además, la cuna de dos de las voces de mujeres más importantes de la historia argentina: Fabiana Cantilo y luego Hilda Lizarazu.
En 14 canciones hay himnos como ‘Ritmo colocado’, ‘Cleopatra, la reina del twist’, ‘Jugando Hulla Hulla’ y ‘Pensé que se trataba de cieguitos’, una canción brillante que habla de la represión de esos años con la gracia de este grupo, que quedó para siempre relacionado a la fiesta, a la corbata atada en la frente, al trencito de los casamientos, a lo mejor de la vida.
6. ‘Clics modernos’ - Charly García
¿Otra vez Charly García? Sí, porque hay uno para cada momento histórico de la Argentina. Say no more. Charly es un prócer y Clics modernos es su cruzada a la posteridad. El disco salió el 5 de noviembre de 1983, pero tiene todos los componentes de los clásicos: representa siempre el futuro.
Charly se cansó de la represión, de la sensación de ahogo que sentía por la dictadura militar, y se fue a Nueva York a componer este disco que cambió la música argentina para siempre. Con caja de ritmos, con sintetizadores, con su voz en el estado madurativo que solo tiene el fruto antes de caer del árbol.
Nueve canciones, 34 minutos, la síntesis de todos nosotros. En Clics modernos está la nostalgia porteña, el golpe de la vida tercermundista, el goce del futuro y, sobre todo, la filosofía abrazada: “desprejuiciados son los que vendrán, y los que están ya no me importan más”.
7. ‘Oktubre’ - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Los Redondos ya habían aparecido en escena en 1985 con Gulp!, pero el estallido que llegó al año siguiente con este disco fue una marca ineludible para la sociedad en conjunto. Los Redondos tal vez sea el fenómeno más argentino del rock, menos exportable y más ligado a una profunda sensación de identidad nacional.
Oktubre es una obra maestra. Es el segundo disco de una banda de trayectoria corta pero masiva. Masiva a niveles inmanejables. Tan inabordable que no hubo espacio en el país que pudiera albergar sus últimos shows, ni los del Indio Solari en su etapa solista.
Es imposible hablar de Los Redondos sin hablar de su fenómeno, de la cantidad de marcas que hay en las pieles de los argentinos. Asado, vino y Los Redondos, la triada de una Nación. ¿Cómo cabe Oktubre ahí? Como una joya única dentro de su discografía. Un disco conceptual, íntimamente vinculado a las luchas sociales y a los estragos que ocasionó la guerra de Malvinas para el país. Un disco para cantar a pulmón desgarrado, con el puño al cielo, del mismo color que nuestra Patria.
8. ‘Superficies de placer’ - Virus
La silueta de una cola azul como un campo pop de placer, como una pastilla de éxtasis —figurativo y literal— . Con esos estandartes visuales, Virus lanzó el 20 de septiembre de 1987 su séptimo disco, su obra cumbre, Superficies de placer.
En los primeros 15 segundos del álbum ya está todo el carácter que flotará entre las 11 canciones que lo componen. Hasta que aparece la voz de Federico Moura, que te eleva a su ensoñación triste-feliz del synth-pop, la voz que enamora y destruye por partes iguales. Virus te hace bailar en la pista sobre lo más triste de la vida y sobre los placeres del rock.
Un disco que habla claramente sobre el descontrol de los ochenta, que representa sus sonidos de la forma más pura: la que sobrevive el paso del tiempo, la que sobrevive a ellos mismos.
9. ‘Divididos por la felicidad’ - Sumo
Un italiano que fue a la escuela en Escocia con la alta sociedad europea, que se convirtió en un adicto a la heroína en Inglaterra, que llegó a Buenos Aires para desintoxicarse, fue el que revolucionó el rock. Sí, de nuevo. El rock más revolucionado del mundo, el que más necesitaba a Luca Prodan.
Divididos por la felicidad (1985) es el primer disco de Sumo, una leyenda tatuada en el corazón del rock nacional. 40 años después, las bandas más importantes que siguen sonando en el dial son las que reivindican el sonido de este disco: reggae, postpunk, new wave, rock inglés, suburbio obrero argentino. Todo junto, en un cóctel que se completa con Luca Prodan, el hombre calvo más extraordinario que pisó este fin del mundo.
Este disco es tan importante que su primera canción, ‘La rubia tarada’, se desprendió del sentido original y se trasladó al inconsciente colectivo de la población. Un retrato sagaz —también machista— de una clase alta que desprecia, que es un poco ridícula, que no se permite perder el control: “y vos, por el pelo de hoy, ¿cuánto gastaste?”. Una mirada sociológica que sigue vigente, en un disco clave para la cultura popular.
10. ‘Nada personal’ - Soda Stereo
No se puede hablar de los ochenta en la música argentina sin mencionar a Soda Stereo. Aunque tal vez su disco más perfecto sea Canción animal (1991), Nada personal, su segundo disco, publicado en 1985, es el que inaugura su sonido, su identidad, su huella.
“Comunicación sin emoción”, canta Gustavo Cerati, una voz iluminada, de una coloridad y textura únicas, el gran frontman de habla hispana. “Busco algo que me saque este mareo/ Busco calor en esa imagen de video”, dice en el tema que da título al disco, y registra un tono para esa década que se expande: la frialdad, el látex, los colores, el vacío.
Es este disco, con composiciones como ‘Cuando pase el temblor’ o ‘Juegos de seducción’, es el que lleva al trío a viajar por toda Latinoamérica y convertirse en un furor imparable. Su sonido bailable, su poesía tan regional, su perfecta ejecución musical sobre el escenario, y, cómo no decirlo, sus cabelleras con batidos majestuosos, convirtió a Soda Stereo en la primera banda argentina en llegar a un público global. Nada personal es el disco que les abrió esa puerta, un LP fundacional.