En 1963, en un artículo sobre la Cuba castrista para la revista Life, Henri Cartier-Bresson (Chanteloup-en-Brie, 1908 - Montjustin, 2004) resumió su forma de acercarse al mundo: “Soy un hombre visual”, escribió. “Observo, observo, observo. Entiendo las cosas a través de mis ojos”.
No eran palabras huecas: Cartier-Bresson fue uno de los grandes fotógrafos del siglo XX.
Armado con su Leica compacta de 35 mm y una habilidad innata para capturar lo que él llamaba el “instante decisivo”, inmortalizó en imágenes icónicas algunos de los acontecimientos y personajes más importantes de su época, convirtiéndose en un referente ineludible para las generaciones posteriores de fotógrafos.
Ahora, cuando se cumplen 20 años de su muerte, el centro KBr de Barcelona recorre su trayectoria en la exposición Henri Cartier-Bresson. Watch! Watch! Watch!, organizada por Fundación MAPFRE y el Bucerius Kunst Forum en colaboración con la Fondation Henri Cartier-Bresson, París. La muestra, visitable hasta el 26 de enero de 2025, reúne 240 copias originales de plata en gelatina pertenecientes a la Fondation Henri Cartier-Bresson —el autor prohibió que pudieran hacerse copias de sus fotografías tras su muerte—, junto a una selección de sus publicaciones en revistas y libros, además de una película y dos documentales.
Con todo este material —reunido tras una ardua labor de investigación del comisario Ulrich Pohlmann y organizado en diez apartados que obedecen a criterios cronológicos y temáticos—, la exposición busca ofrecer una panorámica completa de este fotógrafo al que apodaron “el ojo del siglo XX”, incluyendo desde sus trabajos más afamados hasta obras menos conocidas. Al mismo tiempo, la muestra permite seguir las transformaciones sociales, políticas y artísticas de la época histórica que retrató Cartier-Bresson, quien fue testigo de episodios tan convulsos como la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial, la subida al poder de Mao en China o la crisis de los misiles en Cuba.
De la pintura a la fotografía
Criado en el norte de Francia, en el seno de una familia adinerada de empresarios textiles, Cartier-Bresson abrazó la pintura antes que la fotografía: comenzó a dibujar de niño, y a los 18 años ingresó en la academia que el artista André Lhote regentaba en París. La capital francesa era entonces el foco del movimiento surrealista, y Cartier-Bresson se sumergió de lleno en esa escena, frecuentando a figuras clave como André Breton, Louis Aragon, Salvador Dalí o Max Ernst.
Fue a raíz de un viaje a África, en 1931, cuando Cartier-Bresson decidió orillar la pintura para consagrarse a la fotografía. Como evidencia la exposición del centro KBr, sus primeras instantáneas adoptaron las características propias de la corriente Nueva Visión, en auge en los años veinte y treinta: ángulos y perspectivas sorprendentes, juegos de texturas, aislamiento y fragmentación de los sujetos retratados.
Entre sus primeros encargos como fotorreportero estuvo un viaje a la España republicana, en 1933, para cubrir unas elecciones generales. Pocos años después, Cartier-Bresson regresaría al país, pero en circunstancias muy distintas: había estallado la guerra civil. El fotógrafo —que en esa época trabajaba para medios como la revista Regards y el diario Ce Soir, vinculado al Partido Comunista francés— dedicaría tres documentales a esa contienda fratricida.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1940, Cartier-Bresson fue detenido por los alemanes y enviado a un campo de prisioneros. Ahí pasó casi tres años, hasta que logró escapar y unirse a la Resistencia. Así, pudo documentar la liberación de París, y también la vida de los desplazados por el conflicto bélico.
Una estrella del fotoperiodismo
Fue tras esos años tumultuosos cuando, en 1947, junto a otros colegas como Robert Capa, David Seymour y George Rodger, fundó la mítica agencia Magnum, donde los fotógrafos podrían trabajar con gran libertad y conservar los derechos sobre sus propias instantáneas. Muy comprometido con este proyecto, que no tardó en convertirse en una referencia mundial en su ámbito, a partir de este momento y hasta 1970 Cartier-Bresson se dedicó con gran intensidad al fotoperiodismo.
Los miembros de Magnum se repartieron los encargos por áreas geográficas y Cartier-Bresson asumió el continente asiático. De esta forma, tuvo la oportunidad de cubrir acontecimientos de gran calado histórico como el funeral de Mahatma Gandhi, el conflicto de Cachemira o el triunfo de los maoístas en China.
Asimismo, Cartier-Bresson fue el primer fotógrafo occidental en visitar la Unión Soviética, en 1954, después de la muerte de Stalin. También logró entrar en Berlín Este tras la construcción del Muro, en 1962, año en el que además viajó a Cuba con motivo de la crisis de los misiles. En la isla caribeña retrató a Fidel Castro y al Che Guevara, así como la omnipresente propaganda socialista.
Solicitado por las revistas más prestigiosas, Cartier-Bresson se convirtió en un auténtico trotamundos. Visitó Estados Unidos para documentar la segregación racial y la lucha por los derechos civiles, recorrió la España franquista, plasmó la realidad de la Alemania de la posguerra, se adentró en la Italia más ignota y estuvo en el Mayo del 68 francés.
Una trayectoria frenética de la que deja constancia la retrospectiva de Fundación MAPFRE, y que llegó a su fin hacia 1970, cuando Cartier-Bresson se retiró progresivamente de la fotografía. Abandonó Magnum, y también la obsesión por captar el “instante decisivo”. De su cámara salían ahora escenas más contemplativas e introvertidas. Y, en un viaje a sus orígenes, retomó su pasión por la pintura y el dibujo.
El 3 de agosto de 2004, a punto de cumplir 96 años, Cartier-Bresson murió en su Francia natal. El “ojo del siglo XX” se cerraba, pero su obra sigue más viva que nunca.
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