Artes

Una herida de ‘800 metros’

Elías León Siminiani y Nacho Carretero indagan en los atentados de Barcelona y Cambrils de 2017 en una serie documental de Netlix.

Barcelona
El recorrido de la furgoneta del atentado de la Rambla de Barcelona, recreado en el documental '800 metros'. NETFLIX

Naturalmente, a cualquiera le afectan (mucho) más los atentados terroristas si se producen en el lugar donde ha nacido, crecido y vivido siempre. Pero llega un momento en el que hay que secarse los ojos y afrontar la tragedia con frialdad, de principio a fin, como parte importantísima de nuestra historia reciente. Ya ha pasado un lustro desde que se produjo el atentado en la Rambla de Barcelona, la herida más sangrienta sufrida por la ciudad desde el atentado de Hipercor de 1987, y, con la ayuda del periodista Nacho Carretero, el director Elías León Siminiani ha logrado contextualizar y reordenar las piezas del puzzle de ese suceso a lo largo de las tres intensas horas de 800 metros, documental en tres partes que puede verse en Netflix desde este 25 de marzo y que supone el tercer true crime del cineasta, después de los muy sonados Lo que la verdad esconde: caso Asunta y El caso Alcàsser.

Y hablando de lágrimas, hay un momento en 800 metros en el que uno de los supervivientes está a punto de romper a llorar, y le pide a Elías que apague la cámara. No es raro que el director de películas tan radicalmente meta-cinematográficas como Mapa (2012), Apuntes para una película de atracos (2018) o la muy reciente El síndrome de los quietos, haya decidido conservarlo. Un cineasta más convencional lo hubiese suprimido sin duda del montaje final, pero aquí acaba marcando la frontera entre lo que se queda dentro y fuera de la docuserie. Es decir, que 800 metros huye del sentimentalismo, por muy legítimo y justificado que pudiera llegar a estar en una obra en la que el dolor es el máximo protagonista, y trata de ser neutro, que no neutral, a la hora de exponer los hechos, los interrogantes y los cabos sueltos de los atentados de Barcelona y Cambrils.

Tráiler del documental '800 metros' de Netflix, dirigido por Elías León Siminiani. YOUTUBE

El caso de la célula liderada por Abdelbaki Es Satty, conocido como “el imán de Ripoll”, e integrada por ocho jóvenes de esa localidad catalana, tiene tantas concomitancias con otros atentados perpetrados a lo largo y ancho del mundo por diferentes grupos yihadistas como rasgos que lo particularizan. Entre lo primero está la rápida “radicalización”, llevada en presunto secreto, y aparejada a la increíble creencia de que el “martirio” (muerte violenta, para la que llevaban falsos cinturones de explosivos, obligando así la policía a abatirlos) les había de proporcionar acceso a un paraíso repleto de muchachas vírgenes aguardando su llegada de heroicos combatientes (sic). Entre las particularidades, destaca que no vivieran en una gran ciudad segregada, como Barcelona, o en un entorno marginal, sino en una plácida población prepirenaica en la que todo el mundo se conoce, y en la que eran considerados como “buenos chicos”.

Recordarán que los planes de la célula, que consistían en atentar contra la Sagrada Familia o algún lugar público de similar envergadura, saltaron por los aires cuando el mentado imán y un cómplice explotaron en la casa que la banda okupaba en el municipio de Alcanar la noche del 16 de octubre de 2017. Un tercero, en pijama y estado de shock, fue detenido por la policía. Al día siguiente, desprovisto de artefactos explosivos, Younes Abouyaaqoub tomó la iniciativa de arrollar a los transeúntes que circulaban por la Rambla de Barcelona, cobrándose la vida de 16 personas —incluida la de un niño de tres años— y dejando más de un centenar de heridos. El 18 de octubre, el resto de los integrantes de la célula trataron de atentar a una pareja de la policía autonómica en el concurrido paseo marítimo de la ciudad de Cambrils, pero fueron abatidos por las fuerzas de seguridad antes de poder perpetrar más víctimas mortales.

Los atentados de Barcelona y Cambrils dan buena cuenta de nuestra fragilidad frente a los que no solo no tienen miedo a morir, sino que ansían hacerlo por motivos que son difíciles de comprender para cualquier persona cabal, y que no tienen por qué estar exclusivamente ligados, al menos de raíz, a su identidad musulmana, pues abundan los que se han convertido para apuntarse al ISIS en un movimiento todavía más difícil de descifrar, si no es recurriendo a la teoría del lavado de cerebro. Y para acabar está la broma siniestra, la carcajada diabólica, y esta es que la furgoneta asesina finalizara su letal recorrido justamente encima del mosaico de Joan Miró en la Rambla. Si el 11-S fue un atentado meticulosamente orquestado que se convirtió en el mayor acontecimiento televisivo de la historia, el azar quiso esta vez que la furgoneta se situara en la cara que parece dibujar la obra de Miró cual cohete en la Luna de Méliès. Un guiño tan cinéfilo como involuntario que ha terminado convirtiéndose en la imagen de 800 metros, la docuserie que nos proporciona el escalofriante redescubrimiento de este grupo de chavales aparentemente normales que decidieron morir matando.

Fotograma del documental '800 metros', dedicado a los atentados de Barcelona y Cambrils de 2017. NETFLIX

- ¿Estáis de acuerdo en que lo más impactante de 800 metros son los vídeos grabados por los propios terroristas en los que aparecen desafiando a la cámara mientras fabrican explosivos, como si se tratara de un juego de niños? Creo que se vieron parcialmente en el juicio.

- Elías León Siminiani (ELS): En el juicio se vieron algunos de ellos, aunque no en su totalidad. Una de nuestras intenciones era la de trabajar ese material, que tiene mucho impacto, pero hacerlo en el marco de una contextualización narrativa, sociológica, religiosa, que en el juicio desde luego no se trabaja, y que tampoco vas a encontrar cuando buscas en Google o en YouTube. Creo que hay una voluntad por nuestra parte de reflexionar sobre el peso que tienen esas imágenes, y de alguna manera ofrecerlas para que pueden aportar luz y conciencia sobre lo que es un proceso de radicalización, más allá del simple impacto y shock que obviamente producen.

- Más allá de esos vídeos, que resultan muy perturbadores sobre todo porque a ratos amenazan en catalán, evidenciando su integración, ¿qué otros aspectos destacaríais de la docuserie?

- Nacho Carretero (NC): Para mí, lo novedoso, más allá de esta batería de imágenes nunca vistas con esta extensión, es la aproximación a la figura de los terroristas con una profundidad que hasta la fecha era inédita. El foco normalmente está en la crónica del suceso, en las víctimas, en los supervivientes, etc... Aquí también, pero además ofrecemos los testimonios de amigos, vecinos y familiares de los perpetradores. De esta manera, puedes construir la figura de quién es el terrorista, y trascender mucho más allá de su mera función de terrorista, para darte cuenta de que hay ahí un grupo de chavales con una vida más o menos normal y un grado de integración elevado, lo cual hace más terrible y complejo el hecho de que hayan tomado esas decisiones.

- Uno de esos conocidos dice una frase que te deja KO: “Se suponía que eran los mejores”. Es decir que, contrariamente a muchos casos de yihadismo, no venían de la cárcel y de la delincuencia, sino que se les podía catalogar de “buenos chicos”. Con esa sola frase, ya se intuye que ocupaban un lugar incluso envidiable entre los musulmanes de Ripoll.

- ELS: En el caso de Younes Abouyaaqoub y Mohammed Hychami, que eran dos de los tres cabecillas, estaban muy valorados en sus empresas y tenían sueldos por encima del mileurismo. Nos lo confirmaron sus propios jefes. Uno de ellos era incluso considerado como un empleado con futuro para subir en el escalafón de la empresa. No te voy a decir que eran las mejores mentes de su generación, pero era gente que tenía un futuro por delante muy claro, y eso dicho por sus propios jefes, más allá de su propia comunidad de amigos y familiares.

- Lo de la doble vida también es un aspecto muy inquietante que se repite como un patrón en casos como este.

- ELS: Sí, ese ocultamiento que les permitía tener comportamientos incluso herejes como comer carne, estar con mujeres, beber alcohol, con tal de camuflar sus intenciones. Todo esto es extraño, aterroriza, pero funciona hasta el punto de llegar a ocultar su radicalización a gente muy próxima a ellos.

- Incluso su hermana…

- ELS: Sí, sí. La hermana, el colega de toda la vida….

Documentos de identidad de implicados en los atentados. NETFLIX

- El libro de la periodista Anna Teixidor (Los silencios del 17A), que se incorporó como investigadora a la docuserie, arranca con el relato de la hermana de Mohammed y Omar Hychami, que no empieza a sospechar hasta que uno de ellos se despide de ella de un modo que le parece extraño.

- NC: Sí, y es también eso lo que nos parecía un desafío periodístico interesante. Darte cuenta de qué sentimientos hay ahí, porque los sentimientos de las víctimas son muy profundos, pero te los puedes llegar a suponer y entender cuáles son. Hay algo ilegítimo en la tristeza y en el duelo del entorno de los terroristas, que nos pareció super interesante. En el documental, varios testimonios hacen referencia a él. La culpa de sentirte triste por un terrorista. Pero es que, a la vez que terrorista, era también mi alumno, mi vecino, mi amigo, mi hermano. Y eso genera una sensación muy turbadora que resulta muy interesante reflejar en la pantalla. Se sentían entre dolidos, confusos, heridos, y también enfadados, traicionados al ver que sus amigos, o familiares, habían hecho todo eso.

- Luego está el tema del estigma, que con sus actos estigmatizan a una comunidad que no tiene culpa alguna. Hay una chica, próxima a ellos, que reconoce que no quiso creer la versión oficial hasta que vio esos vídeos de los que hablábamos al principio. De otra manera, igual no hubieran podido admitir que fueran capaces de hacer lo que hicieron.

- ELS: Hay una voluntad de no creer que eso haya podido suceder. Siempre tiene que haber venido alguien que les ha comido la cabeza o les ha abducido de alguna manera, que ellos también han sido víctimas de un engaño. Es evidente que el imán, una figura que en la literatura se llama “agente catalizador”, y lo es, está ahí, pero también está claro que hay una conciencia y una asunción voluntaria y clara por parte de los chicos. Es muy turbador, muy difícil de reconocer, pero…

- De hecho, el imán pasa un tiempo en Marruecos y en otros lugares, y el resto de la célula sigue funcionando de forma autónoma…

- ELS: Sí, sí. Ellos funcionan de manera autónoma. Hay un momento en el que el imán se va, abandona la mezquita de Ripoll, y pasa tres meses en Bélgica. Ellos, mientras tanto, continúan con el proyecto. Los dos meses antes del atentado el imán va a Marruecos, supuestamente a despedirse de su familia, y ellos siguen con los preparativos. En realidad, el imán aterriza muy pocos días antes de los atentados…

- Por supuesto, las víctimas tienen también mucho protagonismo en la docuserie. Está en particular el desgarrador testimonio de un padre, que sufre lo peor que le puede pasar a cualquier persona. Ahí, sin embargo, también hay aspectos que distinguen 800 metros de otros documentales sobre casos similares, ¿no es así? 

- ELS: Sí, de la misma manera que hemos explorado la noción de “duelo ilegítimo”, también está para los supervivientes la noción de “segunda herida”, que me parece importante y que suele pasarse por alto cuando los supervivientes de actos de terrorismo comparecen en cualquier relato audiovisual. Y tiene que ver con la idea de que, después de haber sido heridos de una u otra forma en el atentado, sufren una “segunda herida” en el largo proceso de ser reconocidos como víctimas del terrorismo por el estado. La serie no sólo les propone una ventana para compartir el relato íntimo de aquellos momentos, sino que se hace eco de esa lucha y de las asociaciones que les acompañan, en este caso la UAVAT, en Barcelona. 

Los periodistas Anna Teixidor y Nacho Carretero, en un fotograma del documental '800 metros'. NETFLIX

- Y finalmente está la politización de la tragedia. En la docuserie se apunta la presunta relación del imán con los servicios secretos españoles un misterio todavía sin aclarar, y ese es un tema que ha sido muy instrumentalizado por el independentismo catalán.

–NC: Hay ciertas teorías, sospechas y zonas oscuras. Nosotros las diferenciamos entre silencios que todavía están por revelarse, investigarse, como en cualquier gran atentado. Algún día se sabrá qué conexiones internacionales tenía la célula, si había realmente alguien del Estado Islámico detrás, o si actuaron totalmente por libre. En fin, todo este tipo cosas es normal que tarden un poco más en salir a la luz. Otra cosa son teorías que se acercan más a la conspiración y que tienen otros intereses que se alejan del atentado, más políticos...

- En su libro, Anna Teixidor alude a que las relaciones entre el independentismo catalán y el Gobierno central resuenan en el caso…

–ELS: Resuenan en el sentido de que, para empezar, hay un obvio momento de eclipsamiento. El 1-O [la celebración del referéndum de independencia de Cataluña] sucede dos meses después, ocupando desde el foco informativo hasta las agendas políticas de los respectivos gobiernos. Así que por supuesto que resuena. Es una sociedad en la que hay vasos comunicantes y en la que la misma persona que está investigando un caso (el mayor Josep Lluís Trapero) acaba siendo juzgado por otra cosa. Haría falta todavía más distancia. Por otro lado, no hay ningún atentado en el que no exista una dimensión política. De alguna manera siempre hay una apropiación política de unos actos que deberían tener unas lecturas más de tipo sociológico…

–NC: También es verdad que el terrorismo es un acto violento que tiene como fin desestabilizar un lugar, y casi siempre se consigue. A partir de esa desestabilización nacen los enfrentamientos, las teorías muchas veces infundadas. El terrorismo lo que busca es separar y fragmentar, y muchas veces lo consigue.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.