Javier Camarena, tenor entre tenores

El cantante mexicano es la mejor voz masculina del año, según los International Opera Awards. “Trato de estar a la altura”, dice.

El tenor mexicano Javier Camarena. SPINTO
El tenor mexicano Javier Camarena. SPINTO

Superados los meses más difíciles de la pandemia en Europa y en una gran parte del mundo, el tenor mexicano de ópera Javier Camarena (Xalapa, Veracruz, 1976) se prepara para volver a los escenarios. Y lo hará con sentimientos encontrados, porque el confinamiento le permitió quedarse en su casa, en Zúrich, y pasar tiempo con su familia. Pudo darse el lujo de salir él mismo a hacer las compras para reabastecer la despensa y descansar de los vaivenes que conlleva ofrecer funciones en todo el mundo. Pero también siente nuevamente el entusiasmo de volver a cantar para el público cara a cara, convertido en el mejor cantante masculino de ópera de la actualidad, tal como lo certifica el premio que ha recibido recientemente en los International Opera Awards, los más importantes de su género.

El galardón fue “totalmente inesperado”, admite a través de videollamada desde Zúrich, con la misma humildad y la sonrisa sincera que sus admiradores siempre le reconocen. Ahora sabe que el camino ha valido la pena y recibe el reconocimiento con “muchísima emoción, satisfacción y alegría”, sobre todo porque considera que también es una distinción “a la calidad de los artistas mexicanos”. Hace 15 años que Camarena decidió emigrar a Suiza para impulsar su carrera, pero desde entonces sigue mirando hacia su país y representándolo con orgullo en cada teatro donde se presenta, pues fue allí donde aprendió a cantar y donde descubrió su pasión por la ópera.

- ¿Cuándo empezaste a interesarte por el canto?

- Yo empecé a estudiar canto en 1995, después de dejar la carrera en Ingeniería Mecánica Eléctrica. Antes cantaba en el coro de una parroquia que estaba cerca de mi casa, y fue ahí donde me entusiasmó la idea de estudiar música. Empecé como instrumentista con la flauta transversal en el bachillerato; pero a los 19 años, cuando quise entrar a la licenciatura en música, la edad máxima para estudiar guitarra era de 17 años y para piano, de 12. En cambio, para la voz masculina en canto, admitían hasta los 21 años. Yo sabía que era afinado y que tenía muchas probabilidades de ser aceptado, así que tiré por ahí.

- Pero, ¿ya te gustaba la ópera?

- Fue como tres años después que escuché mi primera ópera, ¡y quedé fascinado, fascinado! Me acuerdo de que vimos un video de Plácido Domingo cantando Turandot en el Met de Nueva York y ¡puf...! Todo cobró sentido. Todo lo que estaba haciendo, estudiando canto, tenía sentido, y toda, toda mi atención se fue hacia la ópera. Pero convertirme en tenor fue un proceso largo, porque yo, ¿una voz de cantante de ópera?, pues no lo creía en ese momento. No fue sino hasta cinco años después que decidí seguir ese camino y me fui a estudiar a la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato, con el maestro Hugo Barreiro, para empezar una carrera como solista.

El tenor mexicano Javier Camarena, representando 'I Puritani' en el Teatro Real de Madrid. JAVIER DEL REAL
El tenor mexicano Javier Camarena, representando 'I Puritani' en el Teatro Real de Madrid. JAVIER DEL REAL

Camarena se graduó con honores de la licenciatura en Música en 2005, pero un año antes ya había debutado en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México —el teatro más importante del país—, con el Stabat Mater de Rossini. También había ganado el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli y se encontraba trabajando activamente. Por eso insiste en que su decisión de emigrar a Europa, en agosto de 2006, no fue a causa de la falta de oportunidades, sino por “el deseo de seguir creciendo”.

La invitación para viajar a Suiza le llegó ese mismo año, por parte de la soprano mexicana Rebeca Olvera, que ya llevaba un año viviendo ahí. “Ella regresó en una ocasión a México para cantar juntos El rapto en el serrallo, en el Palacio de Bellas Artes”, recuerda Camarena. “Fue entonces que me dijo: ‘Oye, en el estudio de la Ópera de Zúrich, habría la posibilidad de que tuvieras una oportunidad de entrar. Además, el maestro Francisco Araiza está dando clases. Yo creo que valdría mucho la pena que lo intentaras”. Pero, a pesar de que fue admitido a los pocos meses, el tenor reconoce que por entonces no tenía grandes expectativas de establecerse en Europa. “Lo que sí tenía era el deseo de demostrar lo que sabía y lo que podía aprender. Porque si algo me caracteriza es que tenía y tengo, hasta la fecha, un enorme deseo de seguir aprendiendo”.

- ¿Cuándo decidiste, entonces, quedarte definitivamente en Suiza?

- Las cosas se dieron mucho más rápido de lo que yo hubiera esperado. Llegué a finales de agosto de 2006 y, hacia finales de noviembre, me ofrecieron un contrato para cantar en el teatro después de una audición. A los pocos meses, en marzo del año siguiente, estaba haciendo mi debut en el Teatro de la Ópera de Zúrich, cantando un rol protagónico en una ópera de Rossini, La italiana en Argel. ¡Es una obra supercomplicada!, pero el resultado fueron muy buenas críticas; me mostró a la ópera en Europa y vinieron muchísimas ofertas de trabajo a raíz de eso.

- ¿No te costó trabajo adaptarte a la ciudad, ni a su estilo de vida?

- Sí, la cuestión cultural fue un choque. Muy interesante, debo decir, porque sí es otra forma de vida, en muchos sentidos; una educación cívica completamente distinta, en términos de puntualidad y de respeto a tu ciudad, tu medio ambiente y para con la gente que, aunque no la conozcas, pues compartes una misma ciudad con ella. Pero la verdad es que tuve poco tiempo para tratar de asimilar todo, porque yo estaba en el estudio trabajando todo el día, todos los días, desde repertorio, expresión corporal y técnica Alexander hasta clases de alemán. Así que poco a poco fui descubriendo la ciudad y la forma de hacer las cosas, que son tan distintas a México. Eso sí, mis compañeros venían igual de sorprendidos que yo. La ventaja era que, al ser de diferentes nacionalidades, teníamos un intercambio cultural muy interesante. Había compañeros estadounidenses, alemanes, austriacos y mexicanos, que en ese entonces éramos tres: Rebeca Olvera, Manuel Betancourt y yo. Fue un tiempo de muchísimo aprendizaje en todos los sentidos.

El tenor mexicano Javier Camarena interpretando el aria 'La donna è mobile' en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, en 2017. YOUTUBE

- Las grandes óperas de Donizetti, Rossini y Bellini, los tres principales compositores del periodo del bel canto italiano en el siglo XIX, son las que te han traído los mayores reconocimientos. ¿Cuándo decidiste especializarte en estas obras?

- No fue una decisión mía. En realidad, las oportunidades de trabajo que se fueron dando, estuvieron siempre apegadas al repertorio que comprende esta etapa de la ópera. Yo simplemente fui confiando en las cosas que me iban recomendando los diferentes maestros y directores con los que he trabajado. Obviamente, todos ellos sabían de qué estaban hablando, ya que las cualidades de mi voz se adaptan perfectamente al repertorio de este periodo belcantista. Además, es un estilo que me encanta, porque la base técnica y de musicalidad que me ha dejado, es una herramienta importantísima para cualquier repertorio que quiera abordar en el futuro.

- Precisamente, el premio de los International Opera Awards viene a confirmarte también como el mejor belcantista de la actualidad. Antes de recibir este galardón, ya habías conseguido hacer varios bises en algunos de los teatros más exigentes del mundo. ¿Cómo valoras estas distinciones del público?

- El bis es una situación extraordinaria dentro de la ópera, porque se rompe con la secuencia del libreto. En una obra de teatro, por ejemplo, es impensable que, si te conmovió mucho la escena que hizo un actor, aplaudas para que la repita. Eso no pasa. La ópera también es una obra de teatro que tiene esta secuencia; así que lograr esta conexión con el público y provocarle el deseo de volver a vivir ese momento, es una cosa extraordinaria. Todas y cada una de esas veces han sido muy emocionantes. Para mí, significa haber sido testigo del poder que sigue teniendo la ópera y que tiene la música en las emociones del ser humano. Ha sido muy impresionante, porque no es solamente el aplauso por el reconocimiento, sino que es la emoción la que mueve ese aplauso, así que son momentos muy mágicos.

- ¿Recuerdas alguno de estos bises en especial?

- Me quedo con dos. Una es la primera vez que sucedió en el Metropolitan Opera de Nueva York [en 2014], con la ópera La Cenicienta, en la que recibí el aplauso más impresionante que me ha tocado vivir en una función. Fue una ovación muy larga. La escena marcaba que, al momento en que yo terminara de cantar, tenía que salir corriendo del escenario hacia la parte de atrás, porque mi personaje iba a buscar a la Cenicienta con su brazalete. Entonces, yo recuerdo terminar, lanzar la última nota —que es una nota aguda— y, en el momento de pegar la carrera y prácticamente estar saliendo del escenario, empezar a escuchar esta masa inmensa de aplausos y gritos. Yo me acuerdo de salir del escenario y quedarme ahí, parado, sintiendo esa especie de tsunami que venía hacia mí. ¡Y no paraba, y no paraba, y no paraba! Yo estaba ahí, detrás del escenario, entre la risa y los nervios de no saber qué estaba pasando, porque en verdad no era una reacción que yo esperara del público. Obviamente, la energía se siente desde el momento en que estás cantando, pero la reacción fue algo impresionante, que no se puede olvidar jamás. Y la segunda fue también ahí mismo, en el Metropolitan, hace dos años, cuando hice La hija del regimiento. Fue la función que se transmitió en vivo para todo el mundo y fue también una representación superbonita, con el bis del aria ‘Ah! Mes amis’. Fue también un aplauso precioso, de muchísima emoción. Al final, incluso dejaron caer tiras de papel. Fue algo muy bonito, porque prácticamente nunca pasa. Además, esa representación quedó en video, lo que la hace mucho más especial.

Bis del aria 'Ah! Mes amis' de Javier Camarena en la Metropolitan Opera de Nueva York, en 2019. YOUTUBE

- Actualmente, la gente ya no acude a tus funciones solamente para presenciar una ópera, sino también para escucharte especialmente a ti. ¿Esto te hace sentir una mayor responsabilidad al salir al escenario?

- No, eso no ha cambiado; nunca he hecho más o menos, dependiendo del reconocimiento que tenga. Trato de hacer siempre lo mejor posible. Aunque sí es cierto que, a la par de estos reconocimientos, el prestigio con respecto a mi trabajo crece y, obviamente, las expectativas del público son mucho mayores. Entonces, trato de estar a la altura de esas expectativas, en la medida de lo posible, y de superarlas también, porque eso es lo que hace interesante y retadora esta carrera. Pero, para mí, esta responsabilidad es compartida. No voy pensando que el éxito de una representación va a depender de mí o que recae sobre sobre mis hombros. Somos un equipo, todos trabajamos con el mismo ahínco y con la misma emoción, desde el director de la orquesta y los solistas hasta los músicos y la gente del coro. Es un equipo muy grande, y ser parte de ese engranaje es una responsabilidad compartida. Aparte, la ópera incluye no sólo números de solistas, sino que hay dúos, tríos, cuartetos y ensambles mucho más grandes. Yo he tenido la gran fortuna de estar con grandes personas, no solamente artistas, compartiendo escenario conmigo. Disfrutamos mucho del trabajo que hacemos y disfrutamos mucho del trabajo de nuestros colegas. Para mí, ese es el ideal de colaboración en una función de ópera.

* * * *

A pesar de encontrarse en la cresta de la ola, Camarena descarta la idea de haber llegado a la cima de su carrera. “Todavía tengo muchísimas cosas que aprender, muchísimas cosas que estudiar y muchísimas óperas nuevas que explorar”, enfatiza. En su horizonte próximo están el repertorio de la ópera francesa, que le representa un nuevo reto “por todas las características que tiene la interpretación”, así como una apretada agenda para la temporada 2021/22. Este nuevo calendario postpandemia le llevará a lugares como Nueva York, Roma, Londres y China, además de una gira por España en enero del año próximo.

Ahora que puede mirar hacia atrás, piensa que salir de México era inevitable para hacer crecer su carrera. “Si no hubiera sido Europa, hubiera sido otro país, tal vez Estados Unidos”, asegura. Aun así, cada que tiene oportunidad, incluye temas del folclor mexicano en sus conciertos, porque si bien la ópera es el género donde mejor desenvuelve su forma de “sentir, percibir y proyectar la música”, no es el único estilo que disfruta. “Me encantan los boleros, soy un alma antigua y romántica. Uno de mis discos favoritos es el de Pablo Milanés cantando boleros en Tropicana. Pero lo mismo escucho a Eydie Gormé y Los Panchos que a Bruno Mars y Billie Eilish, que son dos artistas que me gustan mucho”, reconoce.

- ¿Regresarías a vivir a México?

- Por lo pronto, lo más que puedo hacer es abrir espacios para cantar en México. Y, a la par, voy teniendo la posibilidad de conocer a jóvenes cantantes para darles consejos sobre algunas cuestiones del canto y de sus carreras. Sin embargo, tal vez en un futuro, cuando el trabajo ya no sea tan demandante en cuestiones de tiempo, me gustaría estar más activo en la parte de la enseñanza, que es lo que a mí me interesa, la formación de nuevos talentos. Además, extraño mucho a mi familia, a mis amigos y la comida de mi región, de Veracruz: los coctelitos de mariscos, el chilpachole de jaiba, el chileatole de elote, las empanadas de pollo, los volovanes de cazón...

Periodista. Fundador de la revista cultural N3RVIO. Colaborador de El País.

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