Artes

Jhon Narváez, como pez en el agua

Al protagonista de ‘Rebelión’, encarnar al mítico cantante de salsa Joe Arroyo le quitaba el sueño. Pero salió airoso del reto.

Lima
El actor colombiano Jhon Narváez, interpretando a Joe Arroyo, en la película 'Rebelión'. RHAYUELA FILMS

Sabe que el casting será duro. Dentro del taxi, Jhon Narváez (Cartagena, 1977) se acomoda la camisa y no aparta la mirada de los transeúntes contraídos que circulan a lo largo de las veredas bogotanas. Pocos días antes le ha enviado a su amigo y actor Ramsés Ramos un video de prueba en el que interpreta la canción ‘Tumbatecho’ de Joe Arroyo, sin camiseta y mientras el sol cartagenero le pega en la cara.

Narváez ha oído que para la película Rebelión, Chepe, como le dicen al director José Luis Rugeles, busca a un actor que cante como el Joe. Decir Joe Arroyo apunta en forma automática a la imagen del Buda tropical, como el periodista colombiano Mauricio Silva llamó al mítico músico de salsa en una entrevista que fue portada de la versión colombiana de Rolling Stone en 2004. “Joe era un muchachito de voz excepcional que grabó en menos de media mañana un hito de la música tropical colombiana llamada ‘El ausente’”.

Dentro del taxi, Narváez prefiere concentrarse en cómo hará la interpretación para representar mejor al personaje de Arroyo: Los dos somos afro-colombianos y a los dos nos gusta el Caribe, la voz del Joe sonaba en casa de mi padre cuando era chico, hace poco bailé una canción del Joe en una pista de baile. Mientras camina hacia la puerta donde será el casting, se infla de seguridad y, antes de entrar, deja salir un suspiro.

Luego de estudiar Lingüística y Literatura en la Universidad de Cartagena y dirección de cine en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, Narváez pasó por colectivos de arte en espacios públicos, producción de fiestas y festivales, dirección de teatro, agitaciones culturales e interpretaciones en series de televisión. Las últimas confirmaron su vocación por la actuación: frente a la cámara de La niña Emilia, una serie producida por Telecaribe, sintió una inquietud desafiante pero placentera. “Como pez en el agua”, dijo alguna vez. Estaba haciendo en televisión lo que había hecho en teatro. Si le decían que cante, cantaba; que llore, lloraba. El actor hacía del hijo de la reina del bullerengue y los 10 capítulos se emitieron por un canal público. Si interpretar un papel para televisión despertaba una pasión tan desenfrenada, entonces cómo sería hacer cine.

Una vez dentro de los estudios de la productora Rhayuela, Narváez espera impaciente. Los minutos corren veloces. No se imagina que lo primero que le pedirán será que cante. A Narváez le queda claro que debe entrar dentro de lo más hondo del personaje. En ningún momento intenta imitar la sonoridad de la voz nasal y potente de Arroyo. “Hay que tenerse fe”, piensa.

El canto es duro desde el arranque. En algún momento del casting el director le pide que haga la escena en donde muere su hija —“cántale”, le dice. En ese momento, el actor empieza a llorar desconsolado. No es padre, pero le sale natural imaginar a los hijos de sus amigos y de sus hermanos. El inédito dominio en el dolor del personaje se hace notar en plena actuación. Cuando termina, se limpia las lágrimas con una de las manos y se despide del director. “Me gustó mucho tu actuación”, dice Rugeles al despedirse, “pero me preocupa tu canto”.

Narváez deja Rhayuela y se prepara para volver a Cartagena el siguiente día. La idea de interpretar a Joe Arroyo lo sobrepasa. Por ratos rige la insensatez. La evocación persistente del Joe haciendo vibrar a Latinoamérica le quita el sueño, pero también la voz del Joe nacionalista que reinvica a los marginados, y que reafirma sus propias raíces africanas.

Pocos días después, una llamada alerta al actor que los productores lo quieren volver a ver. Le piden que grabe ‘Noche de arreboles’, otra que le guste de Arroyo y una de algún músico con el cual se sienta cómodo. Además de ‘Noche de arreboles’, canta ‘El ausente’ y ‘Un beso y una flor’ y envía el video. Una noche agitada de sábado, está caminando hacia el centro con su hermano y llega la llamada que había estado esperando. El productor Federico Durán le anuncia que el papel es suyo.

Jhon Narváez, durante el rodaje de 'Rebelión'. RHAYUELA FILMS

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A Ronier Agresott, el muchachito que interpreta a Arroyo cuando es niño, lo conoce en el rodaje. Los dos se miran taciturnos. Los dos son Joe Arroyo. Uno, cantando en uno de los burdeles de Tesca en Cartagena (no sabemos si en el Club Verde o en El Bambú) mientras es aplaudido por espectadores rendidos ante el regocijo de los ritmos del Caribe exótico. Y el otro, cantando ‘Rebelión’ en una habitación lóbrega de un hotel, donde las paredes emanan delirio y agonía. Para ambos actores, un reto.

En pleno rodaje dentro de la habitación de una casa vieja, Narváez recuerda la casa de sus abuelos donde pasó varios años cuando era chico. Hay algo en esta casa añosa que lo traslada a su infancia en Lorica, a unas cuantas horas de camino a Cartagena. Por ahí pasaban sus tías y tíos, primos y otros familiares que encendían la cocina a leña y piedra al aire libre para cocinar plátanos y yucas mientras sonaba la voz vibrante y cálida de Joe Arroyo sin cansar nunca a nadie.

Esta vez los que van llegando a paso acelerado a aquella habitación brumosa son los diez músicos que lo acompañan en la escena donde Narváez debe interpretar ‘La rebelión’. Entre ellos está Gustavo García Pantera, vocalista salsero, trombonista, arreglista y compositor que participó en la época dorada de Fruko y sus Tesos, Los Latin Brothers y La Pesada, y que compartió su genialidad con la orquesta de Arroyo y con la fabulosa Colombia All Stars.

Además de estudiar canto con la artista cartagenera Noelia Castilla, de la banda No Futura, quien lo entrena apenas se entera que hará el papel, Narváez asiste a la casa de Pantera y recibe una enseñanza tenaz. “Él me enseñó y mostró mucho sobre Joe. De alguna manera me empoderó. Fue un verdadero entrenador porque me enseñó a sacar lo mejor de mí. Junto a la instrucción de Noelia en técnica de voz, fui agarrando confianza”.

Para entonces, Narváez ya tiene el guion bien estudiado. Lo incita pensar que está interpretando a un genio: “Este man sabía que era genial. Yo no sé si esto es lo que quería transmitir este guión pero así lo sentí yo. Hay mucha gente que es genial y no lo asume, este no. Este es el mayor regalo que el Joe me da”.

La primera vez que a Narváez le presentan a la banda, el director le dice: “Ahora canta”. Al principio se paraliza, luego sale el instinto de supervivencia del actor puesto a prueba frente a los músicos que dominan los montunos, la forma, el ritmo, la melodía principal del interludio; la fuerza del Joe encarnada en sus instrumentos. Entonces se entrega como si fuera un juego y canta.

Algunos de los músicos no saben que es la primera vez que Narváez está cantando en una orquesta, ni que no es cantante. “Yo no tengo que fingir que estudié música. Entro a la escena como jugando. Mi técnica es vivir al personaje, como alguna vez me enseñó Fátima Toledo de la escuela de cine en Cuba. A los de dirección no puso a actuar para que sintiéramos lo que sentían los actores. A pesar que era una profesora distante y estricta, de alguna manera esa enseñanza me dejó algo”.

La escena en la pequeña habitación brumosa y afantasmada donde la orquesta toca en vivo, estalla con las primeras notas. Narváez se mete en la piel del rey de la salsa. Entre el trombón, los timbales y el piano están los versos con las angustias de la raza negra esclava: “Un matrimonio africano. Esclavos de un español. Él les daba muy mal trato. Y a su negra le pegó”. El grito maravilloso de un legendario.

Jhon Narváez, en un fotograma de 'Rebelión'. RHAYUELA FILMS

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Al finalizar la función del estreno de la película Rebelión en Bogotá, al padre de Narváez se le acerca un espectador, lo mira y le pregunta si sabe cuántos personajes hacen de Joe Arroyo en la película. El padre sorprendido, suelta una risa que oculta enseguida y con orgullo responde que uno solo, nada más y nada menos que su hijo mayor: el Jhon.

Periodista especializada en medioambiente. Cofundadora de Ravel Agency, ha sido editora de la revista Savoteur y guionista independiente en Media Networks, así como colaboradora en medios como El País, L.A. Times, El Malpensante y Altaïr Magazine. Actualmente cubre cuestiones relacionadas con la Amazonía peruana a través de una beca otorgada por Rainforest Journalism Fund.