El escultor español Jordi Díez, reconocido por su capacidad para dar vida al acero inoxidable a través de sus creaciones, ha presentado su última obra en uno de los lugares más emblemáticos de Malta: el Mercury Tower. Este rascacielos, el más alto de la isla, fue diseñado por la prestigiosa arquitecta británica de origen iraquí Zaha Hadid y alberga en su interior el lujoso Hotel ME Malta 5*, en cuyo vestíbulo se encuentra la obra.
La escultura que ahora se erige en este icónico espacio no es solo una obra de arte, sino una pieza que se integra perfectamente en el legado arquitectónico de Hadid, quien fue la primera mujer en recibir el codiciado Premio Pritzker, y cuyo fallecimiento en 2016 dejó un vacío en el mundo de la arquitectura.

La obra, titulada Eternity, tiene unas dimensiones impresionantes, alcanzando los 3,60 metros de ancho y 2,20 metros de altura. Forjada en su totalidad con acero inoxidable, esta escultura busca transmitir una profunda reflexión sobre la mente humana.
Según el propio Díez, Eternity está diseñada para representar “una mente en expansión”, esa capacidad del ser humano para generar y moldear su propia realidad. Con sus líneas precisas y su forma minimalista, la escultura refleja una energía que no se define por un movimiento tangible, sino por la potencia que la envuelve. “Más que plasmar una figura, lo que busco es capturar la energía que la anima. Eternity, en última instancia, es la manifestación de la vitalidad”, afirma el escultor.

Uno de los elementos más significativos de Eternity son sus ojos vacíos, una característica que remite al mundo clásico y que le confiere un aire de enigma. Como explica Díez, estos ojos ausentes son una referencia a la erosión del tiempo, evocando las cuencas vacías de los bronces romanos. “La obra carece de ojos, simbolizando la mirada que lo ve todo pero sin fijarse en nada. La mirada eterna”, señala el artista.
El proceso detrás de la obra
El proceso de creación de Eternity ha sido un desafío técnico y artístico que ha llevado casi un año de trabajo. Este proceso ha sido capturado en un documental que ofrece una visión detallada del esfuerzo detrás de cada paso: desde las soldaduras precisas hasta los cortes milimétricos. El acero inoxidable, un material de gran resistencia pero que exige una precisión absoluta, ha sido la elección perfecta para la visión de Díez. La colaboración con Fronius, una empresa especializada en tecnología de soldadura avanzada, ha sido "fundamental" -explica Díez- para garantizar que la escultura cumpla con los estándares de calidad que una pieza de esta magnitud requiere.
El objetivo del artista vallisoletano era que la escultura se integrara perfectamente en el entorno del Mercury Tower, complementando el legado de Hadid con una pieza que parece dialogar con la modernidad de la arquitectura deconstructivista y la tradición al mismo tiempo. "La escultura es la disciplina más cercana a la arquitectura", asegura Díez.

El recorrido de un maestro del acero
Nacido en Valladolid en 1966, Jordi Díez encontró en el acero inoxidable el medio ideal para expresar su visión artística. Desde su primer taller en Fresnedillas de la Oliva (Madrid), donde pasó tres años aislado configurando su concepto escultórico, hasta su actual residencia en Centelles (Barcelona), el artista ha construido un legado de obras monumentales que exploran la esencia y la energía del ser humano.
Su trabajo está repartido por todo el mundo en museos, templos, espacios públicos y colecciones particulares. Entre sus creaciones más destacadas se encuentran el Monumento a Rafael Nadal en Roland-Garros de París y El Saltador, en la plaza Urquinaona de Barcelona.
