Juan Pablo Cardona, imágenes de un presente añejo

El fotógrafo mexicano recoge en sus proyectos mundos que se desvanecen. “Es la manera de entenderme”, dice.

Objetos flotando en el agua, en el mercado de La Lagunilla de Ciudad de México. JUAN PABLO CARDONA
Objetos flotando en el agua, en el mercado de La Lagunilla de Ciudad de México. JUAN PABLO CARDONA

En el mercado de La Lagunilla, en Ciudad de México, el fotógrafo Juan Pablo Cardona se encontraba un día buscando objetos que comprar, y también, escenas por fotografiar. Él recorría a menudo esa meca para marchantes y amantes de las antigüedades para retratar a personas que vivían en compañía de títeres, juguetes, cuadros o sillas viejas. Pero esa vez, las normas cambiaron: empezó a llover torrencialmente.

En poco rato, el mercado se vio desbordado por la cantidad de agua. Y la anarquía se apoderó del lugar. Cada vendedor tomó su mercancía e intentó huir lo más rápido posible. En ese ajetreo, algunos objetos cayeron al suelo. Envueltos por el agua, parecían estar en un plano distinto. Juan Pablo no desaprovechó el momento y capturó con su cámara la escena: una fotografía vieja, una silla y un trombón flotando juntos, como embarcaciones en un puerto.

Aquella instantánea se convirtió en una de las imágenes más representativas de La Lagunilla, el tercer proyecto autoral de Juan Pablo Cardona (Ciudad de México, 1979). Los proyectos de este fotógrafo son en blanco y negro, con un estilo que privilegia lo extraño y lo arcaico, y constituyen un compendio del particular universo creativo de un autor que, además de haber expuesto en América, África y Asia, ha sido premiado en citas de prestigio como la Bienal de Fotografía de México y la Bienal de Oaxaca.

Del amor por los objetos a la fotografía

El idilio de Juan Pablo Cardona con la fotografía se inició cuando se encontraba estudiando Diseño Industrial en la Universidad Anáhuac. Ahí se enamoró de los procesos químicos: podía pasar horas y horas en el cuarto oscuro. Después de graduarse, y tras instalarse en Estados Unidos para iniciar una carrera en el servicio diplomático mexicano que finalmente quedó varada, comenzó a trabajar como fotógrafo de bodas y otros eventos sociales. Fue entonces cuando empezó a experimentar con las sombras, reflejos y encuadres.

Sus progresos se vieron interrumpidos cuando tuvo que volver a México a cuidar a su madre, afectada por problemas de salud, pero, en cuanto tuvo algo de tiempo libre, se matriculó en la escuela del fotógrafo Saúl Serrano, donde se especializó en fotografía artística, editorial y documental.

El fotógrafo mexicano Juan Pablo Cardona. DIEGO TORRES PANTIN
El fotógrafo mexicano Juan Pablo Cardona. DIEGO TORRES PANTIN

Esa formación académica le ayudó a ir definiendo su estilo, patente en Agrio tiempo, su primer gran proyecto fotográfico, el cual nació en una fase emocional compleja: en su regreso a México para cuidar a su madre, Juan Carlos sufrió la pérdida de su nana —quien estuvo en todo el proceso de crianza de él y de sus hermanos—, y atravesó un proceso de duelo al mismo tiempo que se hacía cargo del negocio familiar.

Para sus fotos, Juan Pablo se fijó en objetos que parecían estar fuera de lugar, en seres que parecían estar hechos de oscuridad, en personas que parecen encontrarse en trances, y utilizando la cualidad misteriosa del blanco y negro, fue creando una serie de imágenes con un hilo conductor: la melancolía. Juegos visuales, tales como vidrios que marcan capas o sombras que alteran los paisajes, fueron comunes en su discurso.

Hay una imagen de Agrio tiempo que llama especialmente la atención. Juan Pablo la tomó en un viaje a Oaxaca. Paseando por la calle, vio una ventana que daba una vista privilegiada hacia el interior de la casa. La escena era fascinante: en una cama, estaba descansado una anciana ciega, con los ojos direccionados hacia el techo, con un reloj cerca suyo y una foto de ella en su juventud colgada de la pared. Era una escena prácticamente surrealista. Al hacer la foto, la cámara sonó. La mujer escuchó el ruido. “¿Quién anda ahí?”, preguntó. Él salió corriendo.

Foto de la serie Agrio tiempo de Juan Pablo Cardona.
Serie 'Agrio tiempo'. JUAN PABLO CARDONA

- ¿Tu fotografía ha sido una forma de buscar un orden entre el caos?

-Darle un orden a mí mundo, y no tanto orden, sino armonía. Creo mucho en el poder de la armonía. Si tu estas en un espacio caótico, puedes encontrar algo que a ti te hace bien. Por eso hablo de mi mundo. Tal vez pueda sonar un poquito egoísta, pero es mi vida y entiendo mis procesos. Es como una manera de vida. 

Foto de la serie Agrio tiempo de Juan Pablo Cardona.
Serie 'Agrio tiempo'. JUAN PABLO CARDONA

Hacia una etapa de viajes

Al terminar la carrera, Juan Pablo recibió una gran oportunidad laboral por parte del Gobierno mexicano: aportar imágenes de la celebración por los 200 años de la independencia de México y los 100 años de la Revolución. Dedicó meses a retratar actividades preparativas, especialmente, referentes a los desfiles. Allí fue cuando se inició en la fotografía documental.

Mientras tanto, seguía trabajando en Agrio tiempo, que consumía la totalidad de su vida creativa. La oscuridad de sus imágenes estaba afectándolo. Necesitaba reposo. Lo encontró durante un tiempo en Puebla, en un viaje en compañía de sus hermanos. Ahí, un día, se topó con un grupo de artistas de circo instalando una carpa. “Lo tomé como una señal, un signo de a dónde debía dirigir mí atención. Agarré mi cámara y me acerqué a ellos”.

Así comenzó su nuevo proyecto, Circo. Sus fotografías no eran de los espectáculos, sino de lo que sucedía en las bambalinas: el montaje, la preparación y la vida de los artistas. Juan Pablo hizo un trato con ellos: a cambio de que se dejaran fotografiar, él les enviaría algunas de sus fotos.

En los siguientes tres años, Juan Pablo coordinó sus actividades laborales para poder acompañar al circo en sus trayectos por diferentes partes de México de vez en cuando. Cuando sacaba la cámara, los niños que vivían en el circo se le acercaban, lo seguían en cada momento. Uno de ellos se llamaba Sigifredo, quien se convirtió en un compañero cercano.

Sigifredo, con apenas cinco años de edad, protagonizaba un número que ponía los pelos de punta. Se quedaba encerrado en una pequeña jaula, y tenía que encontrar la manera de salir. El encargado de sus entrenamientos situaba un reloj a su lado para controlar el tiempo. Juan Pablo tenía miedo de que esa prueba fuera demasiado ruda para el niño, pero él era el único angustiado, para el resto de cirqueros era una escena normal. Tembloroso, sacó su cámara: la imagen resultó en una de las principales de su proyecto.

Foto de la serie Circo de Juan Pablo Cardona.
Serie 'Circo'. JUAN PABLO CARDONA

- El reloj está presente en varias de tus fotos. ¿Por qué?

- Le doy un valor al tiempo, porque es un recurso limitado, que se agota, y que trato de aprovechar. Algo que debo trabajar es aprender a relajarme; pocas veces me vas a ver perdiendo el tiempo. Me considero un workalcoholic, siempre estoy trabajando. El valor del tiempo en mi vida es fundamental. Trato de darle sentido y mucho cauce. Eso permea las imágenes, pues tengo ganas de darle su lugar al tiempo en mi obra, tiene que haber una congruencia con mi vida y mi forma de ver las cosas.

- ¿Podríamos calificar a algunas de tus imágenes de “retratos contextuales”?

- Sin duda. Personaje y contexto siempre deben ir juntos, los espacios siempre te van a hablar de la persona. Es muy distinta una fotografía con una pared blanca de fondo. El contexto te da información qué tal vez no quiero platicar, pero que tú captas al ver la foto.

Que un hombre saliera de paseo por la calle con un hipopótamo, como si se tratara de un perro, le parecía increíble a Juan Pablo. Pero para los cirqueros eso era sinónimo de cotidianidad. Circo, como llamó a ese proyecto, es también una documentación de una realidad que estaba por extinguirse: en 2015, las leyes mexicanas prohibieron el uso de animales para espectáculos.

Foto de la serie Circo de Juan Pablo Cardona.
Serie 'Circo'. JUAN PABLO CARDONA

* * * *

Juan Pablo siempre ha sido un gran amante de los objetos viejos. No se trata de materialismo, sino de un gusto, de una tendencia suya a apreciar las estéticas que han quedado en el pasado. Y esa pasión lo ha conducido durante los últimos 11 años a visitar cada domingo el mercado de La Lagunilla, un espacio dentro de la Ciudad de México donde se reúnen marchantes con compradores. Un lugar donde el regateo es ley.  En sus paseos, Juan Pablo siempre lleva la cámara. Y siempre pide permiso antes de hacer el clic.

Al principio, Juan Pablo no pensó en hacer un proyecto sobre La Lagunilla. Sus primeras imágenes ahí solo fueron un experimento. Pero de a poco, los marchantes empezaron a reconocerlo. Se convirtió en un habitante más del ecosistema local. “Oye, tómanos unas fotos” fue una frase que se le hizo común escuchas. Al cabo de un tiempo, al ver la cantidad de retratos que había conseguido, entendió que estaba preparando su tercera serie fotográfica. Y empezó a tomarse en serio el proyecto, en el cual hizo algo similar a lo que Disney hizo con la película La Bella y la bestia: dotar de vida a los objetos.

- En la serie La Lagunilla, ¿los objetos actúan como personas?

- Sí, creo que les imprimo un carácter, personalidad y emoción. Me gusta mucho la resignificación de objetos. Le doy mucho amor al objeto porque allí se unen mis pasiones: el diseño industrial y la fotografía. Hago que vuelvan a tener la resonancia de gloria que estos tuvieron.

Foto de la serie La Lagunilla de Juan Pablo Cardona.
Serie 'La Lagunilla'. JUAN PABLO CARDONA

- ¿La interacción de los fotografiados direcciona parte de tu discurso?

- Bueno, antes de ser fotoperiodista, soy fotoartista, así que, si tengo que modificar la realidad a mi manera de ver la vida, lo hago. Porque lo que importa es la imagen, y no tengo problema en decirlo. Si en ello está guiar a la persona, no tengo empacho. Cuando me piden una foto, sé que es para ellos. Pero cuando les hago su foto, de ahí vendrá la mía. Nos relajamos, “ahora te hago una”, les digo. El personaje cambia la postura, pero está el saber esperar hasta que se vuelva a relajar el músculo, y en ese momento disparo. Es saber medir el tiempo. Aquí eres un cazador, solo que uno de instantes.

- ¿Te consideras un “collagista documental”?

- Sí, y sobre todo en La Lagunilla, que me dio esa manera de componer. La Lagunilla me enseño que, en el caos, en ambientes abarrotados, hay belleza. Allí la lectura es compleja, y donde hay lectura compleja, se lee. Me gusta que vayas saboreando detalles de a poco; el que tú vayas encontrando qué sucedió aquí, qué montaje es este, cómo se llegó a hacer a esta imagen compleja. Me gusta buscar este tipo de composiciones. Es imprescindible que haya una emoción, no importa que sea positiva o negativa.

Foto de la serie La Lagunilla de Juan Pablo Cardona
Serie 'La Lagunilla'. JUAN PABLO CARDONA

* * * *

El último proyecto de Juan Pablo llegó de manera inesperada. Cierto día, recibió un correo electrónico por parte de la editorial española La Fábrica, que deseaba enviarle junto a otros fotógrafos a Etiopía, el único país africano que logró evitar su colonización (aunque fue ocupado por Italia entre 1935 y 1941) y sede de la Iglesia Ortodoxa Etíope, una rama del cristianismo copto que conserva tradiciones milenarias. El objetivo era hacer un registro fotográfico de varios grupos étnicos en peligro de desaparición.

El proyecto involucró dos viajes: uno en 2022 y otro en 2023. Juan Pablo fotografió a una veintena de grupos étnicos. El encuentro con el pueblo surma, que se encuentra en el sur del país, hacia la frontera con Sudán, fue especialmente impactante. En esa comunidad, muchos nunca habían visto a una persona de piel blanca, ni una cámara fotográfica, así que la llegada de Juan Pablo y sus compañeros —vestidos, además, con trajes de apicultor, debido a un brote de malaria— era algo insólito.

Foto de la serie Etiopía de Juan Pablo Cardona.
Fotografía del viaje a Etiopía. JUAN PABLO CARDONA

Juan Pablo ha mandado a imprimir varias de las fotos del viaje a Etiopía para ir poniendo un orden a la selección. Es un proyecto que aún espera el momento para mostrarse al público. Mientras enseña las imágenes, comenta un dato perturbador: muchos jóvenes de las etnias retratadas buscan emigrar a destinos como Dubái. Son culturas que se enfrentan al mundo globalizado. Así como el circo o el mercado de La Lagunilla, Juan Pablo sigue fijándose en mundos en constante cambio. En peligro de dejar de existir.

- ¿Dirías que el pasado es una estética y un hilo conductor de todo tu trabajo?

- Es la manera de entenderme. Justo analizando las culturas milenarias, he visto situaciones que me llevan al origen y a mi razón de estar y de ser. Es una forma de encontrarme, de hacer el análisis de cuál ha sido nuestra evolución como seres humanos, por qué estamos en desconexión con la naturaleza, por qué no entendemos las reglas básicas del universo. Todas esas eras universales nos dan tantas pistas de lo que es este videojuego. Mi curiosidad es llegar a este punto de entenderlo. Es un constante cuestionamiento, todo eso lo proceso y lo escupo a manera de expresión fotográfica. Mi obra está en ese punto: lo que fue y dejó de ser. 

Periodista y fotógrafo. Colaborador de medios como Prodavinci.

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