Lola es una adolescente que lidia como puede con los vaivenes propios de su edad, el trastorno bipolar de su hermana mayor y la precariedad financiera de una familia marcada por la crisis de finales de los noventa en Argentina. Y también es una joven de 16 años que sueña con marcharse a estudiar un semestre a Alemania gracias a la beca que ha obtenido, una oportunidad que se va esfumando a medida que las complejidades de salud mental y las relaciones familiares van apretando.
En el coming of age que es su primera película, la guionista y directora argentina María Zanetti (Buenos Aires, 1980) bucea en su historia personal para construir una ficción que muestra un doble impacto: el de la búsqueda de identidad y el de la enfermad de una hermana que todo lo afecta, desde la perspectiva de la protagonista y su deseo de libertad. Alemania es un viaje emocional a través de los ojos de Lola.
Zanetti ha trabajado en el área de dirección con reconocidos realizadores y realizadoras y, durante 10 años, hizo su recorrido como directora de videoclips y publicidad, además de firmar numerosos cortometrajes (Ping pong master, Furia) y la serie documental Gastro (2019).
Después de haber participado en prestigiosos festivales como el de San Sebastián, Mar de Plata y Busán, su ópera prima llega a las salas españolas este 9 de febrero.
- Sin ser una película autobiográfica, Alemania habla de tu propia experiencia y de la historia de tu familia. ¿Ha sido un viaje nostálgico?
- En los primeros meses de la pandemia, me la pasé mirando unos VHS familiares que había encontrado en casa de mi hermano y que tenían más de 25 años. Fue extraño, por momentos sentí que estaba espiando la intimidad de otras personas. Y ahí surgió la necesidad de escribir, para reconstruir algo de esa memoria adolescente y familiar. Sobre todo, de un momento específico de mi adolescencia que resultó ser bisagra en muchos sentidos, cuando mi hermano tuvo sus primeras manifestaciones del trastorno bipolar. Naturalmente, ese proceso generó ciertas capas de nostalgia que creo que se ven reflejadas en la película.
- En esa reconstrucción que haces, ¿hay implícita alguna pregunta sobre tu pasado?
- Mis primeras preguntas giraban en torno al vínculo con mi hermano en esas primeras crisis, sobre cómo fue mutando mi mirada hacia él a medida que el trastorno se prolongaba en el tiempo, sobre la dinámica familiar y sobre cómo todo eso me afectaba afuera de casa. Tengo esos recuerdos de momentos duros, pero también de momentos hermosos. Por eso la película no es del todo un drama ni del todo una comedia, sino que habla de un momento específico en la vida de una persona, con matices más livianos y otros no tanto.
- Alemania está narrada desde el punto de vista de Lola, la protagonista. ¿Fue difícil entrar en su perspectiva vital de adolescente?
- Me resultó bastante natural. Hay una memoria emocional muy vívida dentro mío de esa etapa, de la intensidad, de las inseguridades, de la confusión. Me interesaba indagar sobre la identidad de una adolescente común, atravesada por una dinámica familiar compleja y que busca nuevas experiencias para salir de casa y poder vivir con más libertad esa metamorfosis. También me ayudaron mucho las charlas que tuve con Maite Aguilar, la actriz protagonista. Ella tenía 18 años cuando comenzamos con los ensayos y charlamos mucho sobre el personaje y su mirada sobre cómo habitarlo.
- Ya en la dirección, ¿cómo trasladaste a la pantalla esa mirada?
- Cuando nos sentamos a pensar la puesta de cámara con Agustín Barrutia, el director de fotografía, queríamos que la película tuviera dos momentos. En las escenas afuera de la casa familiar, cuando Lola está más tranquila, usamos en general una cámara con planos fijos, más cuidados, que transmiten más estabilidad y equilibrio. Cuando nos sumergimos en la dinámica familiar alrededor de [su hermana] Julieta, nos acercamos más al punto de vista de Lola, usamos una cámara en mano, que nos lleva a algo más sensorial y ayuda a mostrar el espacio subjetivo. En los momentos en los que aparece Julieta, en general, es una cámara que vibra, que sigue de cerca y se involucra más.
- ¿Alemania, o la posibilidad de irse a estudiar allí, es la tabla de salvación de Lola?
- Creo que es un impulso vital que tengas ganas de irte de la casa de tu familia a esa edad. Lo leo como una búsqueda saludable de autonomía, de libertad para entender mejor quién sos, qué quieres, con quién te quieres vincular y de qué manera. Más que salvarse, ella necesita algo de oxígeno y distancia para vivir un tiempo bajo sus propios términos.
- El desgaste hace que la protagonista vaya alimentando su sueño de libertad y que salga a buscar nuevas experiencias que le devuelven otra mirada sobre sí misma y las circunstancias que la rodean. ¿La madurez le llega antes que al resto?
- Algo de eso hay en Lola, de querer tomar cierta distancia y vivir otras experiencias en una geografía lejana y ajena que le den otra perspectiva. En ella, la madurez tiene que ver con registrar una necesidad interna, más allá del deseo y de la mirada de los demás, y comunicarla.
- Su madre y su abuela se convierten en los pilares femeninos de un hogar inestable. ¿Qué papel juega cada una de ellas?
- La madre [María Ucedo] es el personaje que sostiene y pone los límites dentro de la dinámica familiar. Al mismo tiempo, es cariñosa y tiene un vínculo cercano con su hija, aunque a veces las tensiones afloran. Siru, la abuela [Vicky Peña], es el refugio emocional de Lola, en ese vínculo ella puede descansar y ser más abierta que con el resto de la familia.
- A pesar de todo, la relación de Lola con su hermana es buena. Se quieren y, en la medida en que puede, Lola la apoya. ¿Querías poner en valor su relación?
- La película no está centrada en la relación de Lola con su hermana, pero sí que me interesaba contar ese trastorno a través de los ojos de una hermana menor que está intentando descifrar qué le está pasando a su hermana mayor al mismo tiempo que se está descifrando a sí misma. Quería mostrar un vínculo natural, amoroso y complejo, de cercanía emocional, pero también de celos y competencia.
- En tu intención está también arrojar luz sobre las enfermedades mentales y su repercusión en la familia. En los noventa había menos recursos y ayudas. ¿Sigue esta problemática adoleciendo de falta de apoyos?
- En los años noventa había menos concienciación, menos recursos y herramientas. Existían los manicomios que, por suerte, hoy no existen más en la Argentina. En este momento, a diferencia de esa época, hay una ley de salud mental mucho más completa, pero falta inversión estatal en personal especializado, recursos materiales, más medicación, más ambulancias, entre otras cosas.
- Alemania conmueve por su sencillez. ¿Te inclinas, como cineasta, por las historias pequeñas con gran poder transformador?
- Me gustan, pero no quisiera limitarme a ese tipo de cine. En el futuro querría tener la posibilidad de dirigir proyectos con más presupuesto, más estructura, hacer algo más mainstream en algún momento. Me encanta dirigir, me siento muy cómoda en el set, a pesar de las tensiones que puedan aparecer. El rodaje es la parte que más disfruto. Hay algo de esa tensión permanente que me atrae, que me mantiene alerta.
- ¿El cine te ha salvado en algún momento?
- El cine siempre fue un gran refugio para mí, mirar una película es un ritual, un momento de abstracción y de gozo. Mucho de lo que hoy soy a nivel personal y profesional se lo debo al cine.