Artes

‘Lina from Lima’ no es “una más de la familia”

La chilena María Paz González habla de su última película, que ahora llega a Mubi. Las vicisitudes de una empleada de hogar peruana con un mundo interior muy musical.

Barcelona
La actriz peruana Magaly Solier, en una escena de la película 'Lina from Lima', de María Paz González. LATIDO FILMS

Cada vez hay más películas latinoamericanas, y del resto del mundo, que giran en torno a mujeres que trabajan como empleadas domésticas en un país que no es el suyo. En este caso, hablamos de una mujer peruana, interpretada por Magaly Solier —toda una estrella desde que la descubrimos en Madeinusa (2006) y La teta asustada (2009), ambas de Claudia Llosa—, que trabaja en la casa de una adinerada familia chilena, como tantas otras en la realidad. Se trata de un tema complejo y ultrasensible en muchísimos aspectos (por no decir campo minado), que Lina from Lima, primera ficción de la realizadora chilena María Paz González (Temuco, 1981) —directora del documental autobiográfico Hija (2002), y coautora de Visión nocturna (2019), junto a Carolina Moscoso—, resuelve con maestría.

Quizás no haría falta incidir en ello, ya hablamos de obviedades, pero el quid de la cuestión a la que acabamos de referirnos podría estar en que, si bien vivimos en un mundo fundamentalmente basado en la desigualdad, esto no tiene por qué, o no debería, traducirse en la explotación del otro. En nuestro mundo desigual, no hay nada reprobable en contar con alguien para que “ayude” —mal verbo este— en las tareas domésticas, teniendo en cuenta que no son pocas las parejas que, debido a sus obligaciones laborales, carecen de tiempo para el mantenimiento de la casa. El problema, muchas veces, es que esto puede, en la práctica, traducirse por una relación vertical cuando, objetivamente, no es más que una transacción horizontal: mi tiempo y mi trabajo por tu dinero. Nada más.

Si en la realidad también hay personas que creen que el empleado no merece respeto, de igual a igual, simplemente porque le paga, como si fuera un esclavo de su propiedad, tampoco faltan los realizadores que pierden de vista este principio tan fundamental, desde el punto de vista no menos básico de los derechos humanos. En la redacción de COOLT, por ejemplo, ya se han dado acaloradas discusiones en torno a Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, una película virtuosa en algunos aspectos (técnicos), pero extremadamente problemática, para el que esto firma, en lo que se refiere a la cuestión del punto de vista que llega a superar el clásico ultraburgués de “una más de la familia” para alcanzar una mistificación que convierte a la nana en una auténtica salvaniños. Lina from Lima podría ser justo lo contrario: el agua, como en el filme de Cuarón, también está muy presente —de hecho, dos piscinas ocupan un lugar central como motivo visual extremadamente fotogénico—, y Lina se lleva más que bien con la pequeña de la familia, pero no es “una más”, y la película tampoco cae en el extremo opuesto de la pornomiseria que, como suele ocurrir, se acaba tocando con el paternalismo, para mí, insoportable de “hasta miramos la tele todos juntos”.

Como decíamos antes, y como nos recordará María Paz González más abajo, Lina no es sólo una empleada doméstica, sino una mujer como cualquier otra, y en particular una mujer cuyo maravilloso mundo interior queda reflejado en la pantalla en una serie de coloristas números musicales, que se van intercalando con su realidad a modo de paréntesis oníricos que nos ayudan a conocerla por dentro. Hace calor, se acerca la Navidad —Lina from Lima también es una inusual película navideña—, y Lina quiere volver a Lima, pero su ex ha rehecho su vida y siente que su hijo, ya adolescente, con el que se relaciona a través del celular, simplemente pasa de ella. Candidata a los últimos Oscar por Chile, estrenada en el macrofestival de Toronto, y programada en otros numerosos festivales internacionales, Lina from Lima está ya en temporada de recoger premios, y acaba de estrenarse en Mubi, la exquisita plataforma solo para cinéfilos.

Fotograma de la película 'Lina from Lima', de María Paz González. LATIDO FILMS

Lina from Lima es muy gozosa a nivel de imagen gracias a un formato que recuerda al scope de los grandes musicales en Technicolor de los años cincuenta, como a los de Bollywood. Pero las escenas de fantasía también me recordaron al Tsai Ming-liang desmelenado de El sabor de la sandía. ¿Hay algo de eso ahí?  

- ¡Total! El sabor de la sandía fue un referente superimportante para mí, porque me gusta mucho cómo, desde la cultura oriental, Tsai agarra precisamente otros referentes. En cuanto al formato, con el director de fotografía, Benjamín Echazarreta, buscamos el formato digital más apaisado posible, que también nos parecía importante para sacarle provecho al personaje y a su entorno, ya que el espacio está está muy asociado a lo que siente, tanto en la parte más realista como en los episodios más introspectivos. Vi muchos musicales antes de rodar la película, aunque en verdad no soy muy de musicales. No es un género que me guste tanto.

- Entonces, ¿cómo se te ocurrió lanzarte a recrear el mundo interior de la protagonista en clave de pequeño gran musical?

- Me lo planteé como un reto, ya que, para mí, que vengo del documental, era como adentrarme en un planeta nuevo. Y me pareció una buena manera de entrar en la identidad del personaje desde el color y desde la cultura, sin caer en algo muy artificial, con episodios que no hacen avanzar la historia, pero que te permiten conocerla a otros niveles. Creo que ahí está el corazón de la película. Y además, en América Latina, hay un terreno muy fértil en lo musical que me parece que no está lo suficientemente explotado. Se hacen muchos dramas duros, y me parecía más interesante que el personaje entrara en ese terreno, que tiene tanto potencial. Perú es un país que, en ese sentido, tiene una cultura alucinante. Tiene como 300 tipos de danzas, hay mucha exuberancia ahí, y me parecía muy bonito rescatar todo ese planeta para el imaginario del personaje.

- Cuando hablas de Perú como un “planeta” supongo que es porque se trata de un país que, para los chilenos, está muy cerca, pero que al mismo tiempo podría estar tan lejos como Malasia, ¿no?

- Sí, sí. Yo soy superfan de Perú, pero esa manera de conectarse con lo latino es muy distinta a Chile, que es un país que siempre quiere mirarse en Europa, y cultiva una modernidad que es solo para algunos. Chile es un país negador con sus raíces y con el mundo indígena, quiere parecerse más a Argentina y Uruguay, que no se vea un tercermundista. Hay una aspiración ahí que me parece muy violenta. Es un país lleno de contradicciones, que yo quería reflejar como un lugar en el que los sueños no se cumplen como uno espera. Muchas se vienen pensando que volverán al cabo de dos años con todo lo que ahorraron, y se dan cuenta que aquí todo es caro y terminan quedándose diez. Así que sí, cuando Magaly sale cantando en quechua, realmente para nosotros es como estar en Malasia, porque estamos igual de fuera de juego frente a esa cultura, aunque sea muy cercana para nosotros.

- La mayor parte de las canciones se compusieron expresamente para la película, ¿no?

- Sí, todas las que suenan en los episodios son composiciones de Cali Flores, que, además de percusionista y de conocer muy bien todos los ritmos peruanos, es el manager de Magaly; y de José Manuel Gatica, compositor chileno que también es mi pareja. Las letras las hicimos entre los cuatro, salvo la que es en quechua que la escribió Magaly sola. Jugábamos con la ventaja de que ella también es cantante, tiene un par de discos publicados. Al principio le tenía mucho susto a Magaly, porque temía esa cosa tan tremenda que es ella, como de superwoman, y no quería estetizar el tema migrante, pero al final juega muy bien con los dos registros. Está lo que uno ve, pero nadie se imagina lo que puede haber detrás.

Tráiler de la película 'Lina from Lima', de María Paz González. YOUTUBE

- Me gusta mucho el momento karaoke, cuando todos cantan lo que creo que es como una cumbia ralentizada. Además, tengo la teoría de que el karaoke, de una manera completamente imprevisible, y por motivos que no vienen al caso, se ha acabado convirtiendo en un símbolo, y punto de encuentro, del cine de la posmodernidad, ¿estás de acuerdo?

- Sí, está claro que, desde 2010, estamos viendo muchas escenas de karaoke en un cierto tipo de películas. Hay algo de la reinterpretación de la manera de ser de uno, de las historias que hay en las letras, que es fascinante. Pero el karaoke tenía que salir aquí, porque, como estoy acostumbrada a documentarme mucho, me metí a fondo en ese mundo. Conocí a Betty Villalta, que en la película es la que hace de prima de ella, y ella me introdujo en sus noches de juerga. Mucha vida de karaoke. Me subía al escenario, cantaba con ellos, y me contaban muchas historias que alimentaron la película. Entré en muchas cocinas, acabé llevando muchos paquetes a Lima, porque me pedían que llevara cosas, y así también veía cómo funcionaban un poco las cosas al otro lado. Hay muchos diálogos construidos a partir de toda esa observación.

- ¿Qué les ha parecido la película a las mujeres migrantes?

- Muy bien, creo que les parece una visión honesta. Me decían “qué bueno ver cómo se siente, cómo ríe”, y eso es lo que más les importaba. De hecho, nunca me planteé hacer una película sobre una migrante o empleada doméstica, no quería hacerme cargo de una temática en particular. Para mí, es la historia de una mujer, que está lejos de su casa y que decide descubrirse en un momento particular de su vida, y eso coincide con ser trabajadora, con ser madre… Quería que fuese una película multidimensional, porque ser mujer tiene muchas capas.

- Y además, se la ve muy liberada. Al menos en lo sexual.

- Sí, porque también quería reflejar otra cosa, que no sé si es buena o mala, y es que muchas de esas mujeres al migrar se encuentran solas por primera vez. Muchas fueron madres muy pronto, a los 18 años o así, de repente se encuentran solas antes de cumplir los 40 y deciden entregarse a la vida. Ella está sola, y mirándose a sí misma. Creo que, en otros tiempos, estuvo muy contenida, y ahora aprovecha la oportunidad para jugar y provocarse a sí misma.

La cineasta chilena María Paz González, directora de 'Lina from Lima'. ARCHIVO

- Lina es multidimensional, pero, si observamos la parte profesional, creo que rompe muchos estereotipos. En el cine, a la hora de abordar el tema de las trabajadoras del hogar, hay todo un arco que va de la pornomiseria al paternalismo, dos extremos que, al final, se tocan. En ese sentido, por ejemplo, la visión de Roma puede resultar problemática. ¿Cómo ves Lina from Lima en relación a otras películas sobre el mismo tema?

- Roma es una película compleja. A mí me parece que tiene cosas bien fascinantes y es muy atractiva desde muchos lugares, pero también me genera un cierto conflicto interno respecto a cómo mirar la historia. Coincido en que tiene cosas muy problemáticas. Pero me cuesta mucho situarme en relación a otras películas. En general, en el cine, cuando aparece una nana peruana, siempre baja la cabeza y dice dos frases, pero el mundo no es eso. ¿Por qué estamos viendo así el mundo?

- ¿Hay algo de tu propia infancia en la relación que Lina mantiene con la niña de la casa?

- Sí, seguro que también viene de cosas de niña, cuando tenía alguien que me cuidaba con quien tenía una relación muy profunda, y a la vez particular, porque no es tu amiga, no es tu mamá, no es tu jefa, aunque son relaciones importantes, que se dan cuando estás creciendo y tratando de entender el mundo. Pero también quería reflejar el paralelismo entre el padre ausente de la niña, que se va a Argentina mientras le manda construir una piscina, sin saber que a ella no le gusta nadar, con el hijo de ella, al que le compra una camiseta de Messi, que no es la adecuada. Todos tenemos problemas similares, aunque no son lo mismos. Hay problemas de la modernidad en los que nos reconocemos, como que siempre está con el teléfono. Pero también me di cuenta que muchas de aquellas mujeres tenían mucho susto en mostrar que, en realidad, no conocen a sus hijos, y ellas no tienen elección. 

Fotograma de la película 'Lina from Lima', de María Paz González. LATIDO FILMS

- Mostrar los problemas, de manera sutil, huyendo del melodrama.

- Sí, no quería el gran drama latinoamericano, donde todo es horrible, tráfico de personas, etc. Me parece desafiante hablar de la migración, que es un lugar complejo, desde dolores más cotidianos. Porque cuando uno entra en la gran tragedia nos paramos en ese lugar de: “Pobre gente…”. En cambio aquí creo que, en distintos momentos, nos podemos sentir como ella. No tiene que ser un otro como si fuera un extraterrestre, sino un otro que, de alguna manera, puede llegar a tener tus mismas experiencias que tú. Tampoco necesitamos que maltraten a los personajes para que podamos entender los problemas que encierra la migración. Eso del bueno y el malo es algo que me agota. Aquí el jefe no es malo, nadie la maltrata, nadie abusa de ella, pero en el fondo todo eso también está ahí, aunque de forma más invisible, más sutil.

- ¿Hay nueva película en marcha?

- Sí, ahora estamos con el tema de las ayudas. Va a ser otro personaje femenino, fuerte, contradictorio. Un poco thriller, pero va a volver a tener este tono entre drama y comedia que me gusta. Estamos embaladísimos, pero no puedo contar nada, a ver si la agarra alguien…

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.