Luz de Madonna, tinieblas de Pinochet: el ojo de Ed Lachman

El director de fotografía ha marcado la imagen del cine de las últimas décadas. “El contenido dicta la forma y la forma dicta el contenido”, dice.

El director de fotografía Ed Lachman. JONATHAN WENK
El director de fotografía Ed Lachman. JONATHAN WENK

Resucitar a Pinochet ha sido el último reto de Ed Lachman. Felizmente, solo será en la pantalla, por encargo del chileno Pablo Larraín, quien ha reclamado a uno de los directores de fotografía más versátiles, singulares y solicitados por los cineasta de mayor riesgo, desde Wim Wenders a Todd Haynes, pasando por Sofia Coppola o Steven Soderbergh.

Lachman acaba de terminar el rodaje en Chile, tras cuatro meses de trabajo. Esta colaboración con Larraín promete dar mucho que hablar. Su título provisional es El Conde. Tras los peculiares biopics dedicados a Jackie (Kennedy) y Spencer (Lady Diana), el director chileno ha desarrollado un proyecto con aire de película de terror, confiando su fotografía al maestro Lachman. El guion crea un futurible en el que el dictador Pinochet es un viejo vampiro centenario que decide morir para siempre, harto de su desprestigio y los conflictos familiares.

El filme, que se estrenará el año próximo, es una producción de Neflix y parte de un guion de Guillermo Calderón, que ya trabajó con Larraín en El Club y Neruda. Se trata de una comedia negra, bien aderezada con datos históricos, que, según Larraín, ayudará a comprender y analizar lo que ha sucedido en Chile en los últimos 50 años. El ojo pictórico que Lachman aplica a cada uno de los proyectos para los que es reclamado aportará sin duda una imagen singular del tenebroso dictador.

Lachman no puede revelar nada más que pueda estropear la sorpresa que nos prepara Larraín y se parapeta tras su sombrero negro de ala ancha, lanzando miradas escrutadoras. El ojo de la cámara es él. Un hombre huesudo, de facciones bien marcadas y manos de violinista, como corresponde a un profesional hiperactivo con medio centenar de películas a las espaldas.

El cineasta nos atiende coincidiendo con su primera visita a España. Cuando el Museo Thysen dedicó una exposición a Edward Hopper en Madrid, el director de fotografía hizo una pieza especial sobre el pintor que tanto seduce a los cineastas. Hasta ahora esa había sido su única relación con un país que admira cinematográficamente por los trabajos de colegas como José Luís Alcaine (por sus películas con Almodóvar) y Javier Aguirresarobe. En esta ocasión, Lachman ha viajado desde Chile para ser premiado por el Festival Evolution de Mallorca, un Sundance mediterráneo que sigue creciendo y sorprendiendo con elecciones como esta.

No hay jet lag, el cineasta está feliz de ser reconocido como uno de los más singulares y prolíficos directores de fotografía de la industria. Con el sombrero calado hasta las cejas, Lachman habla con tanta pasión de los cineastas que le interesan como de los pintores que inspiran su trabajo. No son nombres habituales: Neo Rauch, alemán del Este que mezcla realismo socialistas y aires surrealistas, o el pintor catalán afincado en París Antonio Taulé, que “pinta paisajes muy cinematográficos, con una excepcional atención a la luz y el movimiento”.

Entre el cine y la pintura

Nacido en 1948 en Morristown, Nueva Jersey, de familia judía y formado en Harvard, Lachman llegó al séptimo arte desde la pintura, y aplica al cine criterios de arte elevado. La pantalla es su tela para dejar marcas indelebles con la luz. 

Un buen ejemplo de ello es su trabajo en Buscando a Susan desesperadamente (1985), donde creó la primera imagen cinematográfica de Madonna. Al servicio de la joven directora Susan Seidelman, Lachmann le dio a la película un aire neoexpresionista para retratar con fidelidad el Bajo Manhattan de los ochenta.

Madonna, en la película 'Buscando a Susan desesperadamente'. MGM
Madonna, en la película 'Buscando a Susan desesperadamente'. MGM

“Estudié arte en la Universidad y desde el principio he recurrido a los cuadros y los pintores para preparar una película”, explica el cineasta, que recuerda que cuando Seidelman le encargó dar forma a ese “mundo de pesadilla” que mostraba el filme pensó de inmediato en el expresionismo alemán: “Era una época previa a la aparición de MTV y el equipo no entendía muy bien lo que yo estaba experimentando. Forcé verdes y amarillos muy chillones para crear ese mundo, mientras que el que retrataba la vida suburbial de clase media del personaje de Rosanna Arquette lo rodamos con tonos pastel. Justo despues me fui a rodar a Colombia una película sobre Carlos Gardel, y de repente recibí una llamada de David Byrne que me invitaba a hacer su primera película, True stories. Entonces comprendí que Buscando a Susan… había tenido un impacto”.

Despues de Seidelman, en 1999 llegó la colaboración con otra directora novel que puso su primera semilla hacia el éxito: Sofia Coppola y Las vírgenes suicidas. Esta vez, el toque Lachman sería más sutil. La cineasta le mostró imágenes de corte experimental de fotógrafos japoneses vanguardistas como referencia para crear el mundo de las protagonistas, unas jóvenes encerradas como prisioneras en sus habitaciones. “Buscamos una coloración azul y magenta, mientras que el mundo de los chicos era más cálido, una luz seductora… Queríamos darle un aire de los setentas y usamos película que estaba ya pasada de fecha, película de bajo contraste que se usaba para televisión”. Lachman comenta sus opciones y se iluminan sus ojos. No se sabe si procesa antes la idea o el color que aplica, viven juntos en un cerebro que busca darle una lógica plástica a la psicología de los personajes. Quizá sea esa su gran aportación.

¿Hacer cine es pintar con luz? “Se suele decir así, pero creo que es más cómo encuentras el lenguaje que le corresponde a la historia que vas a contar”, responde. “El contenido dicta la forma y la forma dicta el contenido. Creo que es un cruce de caminos. Trabajo con el director para conocer el contenido de la historia y ver cómo contar con imágenes lo que refuerza la psicología de la historia y de los personajes. En la literatura conectas con el mundo interior del personaje, mientras en cine es algo más espacial . Ese es el reto, qué imágenes refuerzan la psicología de los personajes”.

Kirsten Dunst, en la película 'Las vírgenes suicidas'. PARAMOUNT
Kirsten Dunst, en la película 'Las vírgenes suicidas'. PARAMOUNT

Europa vs Hollywood

Cuando el cineasta alemán Win Wenders inició su aventura americana en 1980 con el rodaje junto con Nicholas Ray de Relámpago sobre el agua, el documental sobre el director de Rebelde sin causa, fue Lachman el encargado de poner la mirada. “Wenders es como un arqueólogo de la imagen. Le encanta rodar con todo detalle. Coloca a los actores en la escena y decide que va a pasar un tren detrás de ellos para crear algo diferente y muy calculado. Es fantástico para un cinematógrafo trabajar con él”. Luego repetirían en Tokyo-Ga (1985). Una colaboración que le abriría las puertas del cine europeo y sus autores más singulares: desde Konchalovsky a Werner Herzog, Fassbinder y Roeg. Pasó a ser conocido como el “chico americano que trabajaba en Europa”

Pocos pueden entender tan bien, por tener una experiencia tan directa, ambos mundos cinematográficos, Europa y Hollywood.  “Los directores europeos cuentan historias muy personales, protagonizadas por sus personajes, mientras que el cine de Hollywood tiende a hacer videojuegos, atracciones para divertir”, dice Lachman, quien, no obstante, detecta un cambio de tendencia: “Europa se hace más hollywoodiense, y Hollywood, más europeo”. En ese sentido, el cineasta destaca que en Estados Unidos hay un cine independenciente que trata de apoyar, “con directores como Todd Haynes y Todd Solondz”, con los que trabajado repetidamente y a los que hay que sumar sus colaboraciones con Robert Altman, Steven Soderbergh y Paul Schrader. Difícil contemplar el cine americano de las últimas tres décadas sin una claro referente como es la fotografía de Lachman.

Periodista y cineasta. Presidente del Club Internacional de Prensa. Ha trabajado como corresponsal en Estados Unidos y Asia y ha dirigido diversos documentales, entre ellos, Leonora Carrington, el juego surrealista (2012), película biográfica rodada con la artista en su casa de la Ciudad de México.

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