Todo va sobre ruedas en el modesto apartamento donde viven Lola (María Rodríguez Soto) y Bruno (Enric Auquer): la llama sigue ardiendo, incluso en la ducha, y pueden jactarse de tener una relación modélica, tan basada en el cariño, el respeto mutuo y la empatía, sin una sola frase fuera de tono, que bien podría ser la envidia del resto de la humanidad. Pero todo empieza a tambalearse cuando ella se queda embarazada sin querer, sin haberlo querido nunca, y él, en cambio, empieza a vislumbrar que, a lo mejor, lo de ser padre no le desagradaría en absoluto.
La película de Liliana Torres (Barcelona, 1980), que enamoró al público del festival SXSW de Austin —el Sundance de Texas—, donde Auquer y Rodríguez Soto obtuvieron un merecidísimo premio a la Mejor Interpretación, completa, a la vez que supera, los dos anteriores largometrajes de la directora, con los que forma algo así como una trilogía dispersa, esparcida en el tiempo. En las tres películas, Torres se pregunta, desde diversos ángulos y a través de dispositivos cinematográficos más o menos originales y arriesgados, qué significa formar una familia y por qué diablos habría que formar una.
En Family Tour (2013), la cineasta licenciada en la ESCAC —misma promoción que Mar Coll—, entonces afincada en México, escenificaba su regreso a España para pasar unos días con su familia convirtiendo a los suyos en actores no profesionales, a la vez que sustituía su propio personaje por la actriz Núria Gago, posiblemente para observarse desde fuera. Un experimento bastante sugerente, que tenía el valor de indagar en esos inextricables lazos de sangre que nos unen a determinadas personas, por mucho que, al mismo tiempo, podamos percibirlos como extraños.
En ¿Qué hicimos mal? (2021), era ella misma, dando la cara, quien se entrevistaba con sus exnovios, repartidos por el mundo, para hacerles la pregunta, medianamente irónica, del título. Es decir, por qué se rompieron aquellas relaciones que pintaban tan bien. En Mamífera, obra no menos autoficcional, el motivo de una posible ruptura no puede estar más claro: la película nos dice que, por mucho que haya amor y todo lo demás, sigue habiendo temas en los que se dan esas “diferencias irreconciliables”, que han sido la causa de tantos y tantos divorcios.
- ¿Cómo crees que Mamífera dialoga con Family Tour y ¿Qué hicimos mal??
- Las tres corresponden a etapas biográficas de mi vida. En la primera cuestionaba el rol que yo desempañaba dentro de mi familia, cómo ese rol puede estancarse de una forma insana; mientras que en la segunda ya era el momento de formar mi propia familia: ¿qué es lo que ha cambiado en ese modelo y qué es lo que muchas veces podría haber sido y no es? Y luego está la cuestión de la maternidad, que siempre está presente en la vida de las mujeres, pero que adquiere un carácter de urgencia llegada una cierta edad, a los 40. Mi próxima película, la que estoy escribiendo ahora, también tiene que ver con eso. El hilo conductor es todo lo que me preocupa en cada momento.
- En esta has contado con actores muy conocidos, ya no es tan directamente autobiográfica como las anteriores, ¿por qué?
- Simplemente sentí que el proyecto me lo pedía. Aunque también partiese de experiencias que tienen mucho que ver con mi propia vida.
- Y de todas las mujeres, ¿no? Porque tener o no tener hijos es un tema muy universal...
- Sí, sí. Sobre todo quería hablarle a las mujeres que no han querido ser madres, y por eso sentía que este dispositivo tenía que ser ficción, para que no se viera únicamente como una experiencia personal. Cabía esta sensación con mis películas anteriores, donde la atención se iba a la experiencia real de la persona, restándole un poco a la universalidad. Y además, Lola tenía que tener unas características distintas a las mías en su forma de ser y de interpretarse. Es decir, tiene muchas cosas mías —yo también soy vegana, por ejemplo—, pero María es más fresca y mucho más flexible que yo. No tiene prejuicios.
- Una cosa que me fascina de la película es que, a nivel dramático, pueden contemplarse dos finales posibles, pero políticamente sólo hay uno posible. Si no aborta, se convierte en “una película provida”.
- Sí, aunque yo sabía, desde el principio, cuál iba a ser el desenlace. Y creo que, de una manera distinta a la que estás sugiriendo, también es “una película provida”, porque es luminosa, con un mensaje de sororidad y de cuidado que es muy importante. Me interesaba alejarme de la visión que la sociedad tiene del aborto, siempre relacionado con algo traumático, que hay que esconder y que tiene que ver con la culpa. A menudo el cine lo ha retratado así, ¿no? No digo que esté mal, pero me parecía saludable despojarlo de todo eso, porque a menudo pesa más la carga social que rodea el aborto que la experiencia en sí misma.
- Imagino, sin embargo, que cada aborto será distinto y cada mujer lo vivirá de manera distinta, en función de sus circunstancias.
- Cada una lo vive a su manera, pero lo que es común a todas y no se puede obviar es el peso moral y culpabilizatorio que se ha puesto sobre las mujeres que abortan. Eso las afecta a todas por igual. En general, cuando te paras a hablar de ello, la experiencia física en sí no es tan dramática, si no más bien todo lo que la envuelve: el esconderse, el no decirlo... y, si lo has dicho, el sentirte señalada y enjuiciada.
-¿Crees que la película puede levantar ampollas?
- Sí. Nosotros ya hemos tenido nuestras pequeñas controversias en los pocos pases que hemos tenido con público, en Valencia y en Madrid, con dos mujeres mayores de 60 años. Una de ellas se fue muy enfadada porque le parecía escandaloso que Lola hubiese abortado dos veces en su vida; le parecía un ejercicio de irresponsabilidad tremendo. Una vez, todavía, como si el derecho al aborto fuera un perdón y no un derecho: te perdonamos uno, pero ya está. Y luego otra señora hizo una carambola mental tremenda en Valencia, ya que me preguntó, con con rintintín: “Lola es vegana, ¿no? Y no quiere maltratar animales, ni comérselos, ¿no? Entonces, ¿cómo es que aborta?”. Era bastante sencillo de explicar y se lo expliqué. Pero me sigue sorprendiendo que sea un tema que despierte tanta irritación.
- Puede que incluso más ahora, con el auge de la extrema derecha, que hace unos años.
- Sí, aunque Mamífera no es una película que hable solamente del aborto, como podría ser El acontecimiento, por ejemplo. Pero roba toda la atención.
- Es un derecho que ha costado de ganar, y hay países como Chile en los que se ha intentado volver atrás —lo estuvimos hablando con Alexandra Hyland, directora de Las demás—. Es curioso como el aborto sigue siendo como un estandarte ideológico de la extrema derecha.
- Creo que en Italia están pasando una ley que va a obligar a las mujeres que quieran abortar a escuchar el corazón del feto. Hay que preguntarse por qué la derecha insiste tanto en esto. No solamente para despistarnos de otras cuestiones económicas que pasan por detrás, sino también por ejercer una fuerza domesticadora de las mujeres.
- Presentasteis la película en Texas, que es un estado antiabortista ¿cómo fue?
- Austin, donde se celebra el festival SXSW, es la única ciudad demócrata de Texas. Es como un microcosmos. El público era una mezcla entre generalista y de festival. Por lo que vimos al final de la proyección, la mayor parte defendía el derecho al aborto. Todo fue bien, incluso hubo una persona que nos dejó una nota en el cine donde decía que estaba pasando por una experiencia similar, con la diferencia de que tiene que abortar de manera clandestina, cosa que me pareció muy fuerte. Aunque Austin sea demócrata, el aborto sigue siendo ilegal en todo Texas.
- En la película trabajas mucho las elipsis. No sólo la del aborto en sí mismo, que es lógica, sino otras que quizás nos ahorran esos momentos dramáticos que asociamos a una crisis de pareja. Quiero decir que hay una decisión de corte ahí, de suavizar algunos aspectos.
- Hay una voluntad de huir de esa cosa a veces tan cinematográfica de meter el dedo en la llaga, que quizás se aleja un poco de las personas reales, porque no están esos momentos climáticos de tirarse los platos a la cabeza. Y esos cortes a menudo vienen seguidos de los sueños o las pesadillas, que son los que expresan toda esa corriente subterránea de lo que le pasa a la protagonista.
- Los sueños, que son collages animados, merecen capítulo aparte. ¿De dónde te viene esa pasión por el collage, que siempre se ha considerado como una cosa muy femenina?
- Se asocia mucho al imaginario femenino porque siempre se ha considerado como una forma menor de arte. Estaba desde el guion, y lo escogí por dos motivos: porque quería que Lola tuviera una profesión vocacional pero que careciera de un estatus social muy elevado: no está salvando gente de la muerte en África. Era importante, porque muchas veces está ese cliché de la mujer que tiene un trabajo social tan importante y que se le perdona que no sea madre, y quería alejarme de eso. Y luego el collage me parece una técnica estupenda para penetrar en los sueños y en el inconsciente. Al fin y al cabo, los sueños también cogen un elemento de la realidad, lo recortan, se lo llevan a otro escenario completamente distinto y, ¡guau!, un significado nuevo ha emergido, ¿no?
- Sí, por eso a los surrealistas les gustaban tanto los collages. ¿Cómo y con quién los has trabajado?
- He trabajado los collages con María José Garcés, una artista chilena que trabaja con collage físico. Cada collage que hace es único. Y luego, tomando elementos de ella y con otra artista de aquí, que se llama Núria Larruy Roca, hemos hecho los collages digitales. Trabaja con varios programas, y la verdad es que es un arte bastante complejo, porque ya te imaginarás que todas las imágenes tienen sus derechos de autor, entonces... Es un arte que tiene muchas capas.
- La presencia de María Rodríguez Soto hace pensar la película como la cara B de Los días que vendrán, de Carlos Marqués-Marcet, que también estaba muy bien y era muy luminosa. ¿Fue algo que tuvisteis en cuenta?
- Pensé en María por ella, por su trabajo, porque lo puede hacer prácticamente todo. Tiene una frescura natural que resulta muy creíble. Obviamente, también pensamos en Los días que vendrán, pero no creo que nos influyera para cogerla, incluso es posible que llegáramos a preguntarnos: ostras, ¿será un problema?
- Los personajes de María en las dos películas pueden compartir muchos miedos, pero al final sus decisiones son opuestas. En esto de tener hijos es blanco o negro, no hay medias tintas.
- Efectivamente, la maternidad y la no maternidad son posiciones irreconciliables. Y son las dos igual de serias e irrenunciables.
-Sí, y creo que la película es muy interesante a la hora de tratar la posición del hombre a través del personaje de Enric Auquer, que sería lo más opuesto a una posición reaccionaria de “hombres tomando decisiones sobre el cuerpo de las mujeres”.
- Sí, yo quería partir de la base de un pareja sana, que en ningún momento se tira los trastos a la cabeza. Quería que fuese una pareja con la que dijeras: hostia, podrían muy bien tener un hijo. Por eso, cuando Bruno empieza a imaginar y a darse cuenta que la posibilidad de ser padre no le desagrada, tuve cuidado de que se lo planteara a Lola desde el yo. Es decir, yo te pregunto, aunque sé que tú tienes la autoridad final…
- El problema es que igual un personaje como Bruno no es tan fácil de encontrar en el mundo real.
- Sí, pero cuando me lo dicen, yo siempre devuelvo la pregunta: ¿nos damos cuenta de que Bruno no está haciendo nada extraordinario?
- Entonces, ¿crees que este modelo existe y lo has conocido?
- Este modelo existe y lo he conocido. Pero tampoco pienso que esté muy extendido. Aunque lo que me gusta es que veamos cómo de bajo tenemos el listón para que todo lo que hace nos parezca tan extraordinario.
- Es que los hombres somos muy rudimentarios. Aunque intelectualmente podamos posicionarnos en una situación de empatía, etcétera, hay una herencia de siglos que es muy potente y que, aunque intentes racionalizarla, siempre acaba saliendo, sobre todo, para los que tenemos cierta edad…
– Por supuesto, pero, así como nosotras tenemos nuestra herencia, aunque el feminismo está avanzando muchísimo, vosotros tenéis que construir una nueva masculinidad entre todos que os libere un poco de estas cadenas que también son un buen lastre, ¿no? Todo este rollo del hombre robótico, distante, que siempre sabe lo que quiere, me parece agotador.
- Sí, pero si se habla tanto de nueva masculinidad y no de nueva feminidad, es porque las mujeres llevan mucho más tiempo evolucionando, mientras que para el hombre es más reciente. Lo hace ahora porque ya no le está quedando otro remedio, un poco a destiempo. En cualquier caso, apostar por un tipo de hombre no demasiado común también era una decisión de guion importante, ¿no?
- Sí, y está en mostrar que ese tipo de pareja existe y es posible. Me parece que en el cine, tradicionalmente, hemos instrumentalizado varias cosas que nos iban muy bien por guion. Una de ellas es el conflicto de pareja, pasional, y otra es la pobreza, que se instrumentaliza solamente para tener una película con determinado look, para demostrar que el que la ha dirigido tiene conciencia social… No me parece bien ambientar películas en ese mundo cuando no estás visibilizándolo, sino instrumentalizándolo. Al final están hablando de una pareja, no de un conflicto social.
- Vale, ella es más precaria que él, que trabaja en una fundación. Pero volviendo a ellos como modelo, él es poco común, pero ella, tal y como se ve en la propia película, tampoco es tan habitual. ¿Cuál crees que es menos común de los dos?
- Sin duda, él. Aunque las mujeres que no queremos tener hijos, como yo misma, seguimos siendo una minoría. Pero lo que me gustaría es que vieran la película un máximo de personas, porque, a lo largo de la historia del cine, nos han faltado referentes de mujeres que no quieren tener hijos. Nos los hay, y busqué mucho. Sólo había personajes secundarios, como las malas de los cuentos de Disney, las brujas o las madrastras malvadas, o lo que comentábamos antes del estereotipo positivo, cuando tienen un trabajo tan importante que se les perdona que no sean madres. Para mí era importante salir de esos estereotipos.
- El problema, quizás, es que en nuestro imaginario se asocia la mujer que no quiere tener hijos con la que odia a los niños, cuando en realidad te pueden gustar mucho, pero no querer tenerlos, ¿no?
- Yo me lo paso genial cuidando a mi sobrina y los niños que están alrededor, pero simplemente no quiero tener que cuidarlos 24 horas al día. Pero eso no significa que abogue por un mundo sin niños, ni por un mundo sin madres. Lo que abogo es por un mundo en el que nos dejen escoger a las mujeres, sin que traten de domesticarnos.