Artes

Mariano Tenconi Blanco, teatro con mayúsculas

El dramaturgo argentino es un imprescindible en la cartelera de Buenos Aires. Ahora desembarca en Barcelona con una nueva obra, ‘La mujer fantasma’.

Buenos Aires
El dramaturgo y director de teatro argentino Mariano Tenconi Blanco. SEBASTIÁN FREIRE

Hace poco más de diez años Mariano Tenconi Blanco apareció en la escena teatral de Buenos Aires y desde entonces viene amasando una poética que es, sin dudas, de lo más interesante que le ha pasado a una ciudad que ha hecho del teatro uno de sus lenguajes identitarios.

Se sabe que hay salas en cada rincón de la capital argentina, que las escuelas de actuación sobreviven a todas las crisis, que hay espectadores de todas las edades y estilos, que puede verse teatro cada día de la semana y que hay obras que están en cartel por años y años. Este universo de tablas y butacas se mantiene en alto porque existen directores y directoras que arriesgan, que siguen pensando e interviniendo sobre su presente desde la poesía de un lenguaje tan viejo como la humanidad. Tenconi Blanco (Buenos Aires, 1982) pertenece a este grupo, pero hay algo en él que lo destaca del conjunto: en pocos años ha conseguido recorrer todos los circuitos, ir del independiente al comercial, pasando por el oficial, sin perder un ápice de complejidad y delirio. Hacer obras con premisas ambiciosas y disparatadas, que se vuelven populares, porque atraviesan como un rayo la sensibilidad de muchos. ¿Un ejemplo? Las cautivas, una de sus piezas que actualmente está en cartel en Buenos Aires, donde el dramaturgo retoma el mito del malón que rapta a una europea y la lleva a vivir en sus tolderías de la pampa más seca. Esta historia, tan representada en la literatura y la pintura del siglo XIX, es resignificada con un golpe de audacia. En un texto íntegramente escrito en verso, una mujer rapta a otra mujer y lo que pasa entre ellas es pura intensidad y misterio. 

Ademas de Las cautivas, en Buenos Aires ahora también se puede ver La vida extraordinaria, que fue estrenada en 2018 y que todavía hoy sigue cosechando elogios y espectadores. Como dice una vieja diva argentina, el público se renueva, y en el caso de Tenconi Blanco, pareciera crecer como los hongos después de la lluvia. Sus obras se mantienen por lo que se suele llamar el boca en boca, un método de publicidad más bien subterráneo, pero el más fidedigno, al que más vale la pena hacer caso.

Pero, más allá de sus sucesos argentinos, el dramaturgo se encuentra desde hace unos meses instalado en Barcelona y a punto de estrenar una nueva obra llamada La mujer fantasma, hablada en catalán. Su compañía Teatro Futuro se ha aliado con la catalana T de Teatre y el resultado de este cruce muy pronto se verá a partir del 29 de septiembre en la sala Romea. Y no deja de ser sorprendente imaginarlo a él, un porteño clásico, que escribe por las noches, en bares como el Varela Varelita a la luz de un farol de whisky, viviendo como un tango, anclao en Barcelona: “Fue duro al principio porque el Varela Varelita se extraña siempre, pero, a la vez, porque Barcelona es una ciudad con un turismo enorme y cuesta mucho escapar de los lugares llenos de turistas bebiendo repugnantes sangrías o daiquiris. Investigué mucho para dar con lugares a los que asistan solo ‘locales’ y que tengan un encanto más real. Di con un bar llamado Bodega de Barri. Las dos primeras veces que fui estaban exactamente las mismas personas, sentadas en las mismas mesas, bebiendo lo mismo, y llamaban al camarero por su nombre de pila. Al instante supe que era ahí. Cuando los ensayos lo permiten voy con mi libro, bebo vino o vermut y, a veces, como la exquisita esqueixada de bacalao”.

Las actrices de T de Teatre, representando 'La mujer fantasma', de Mariano Tenconi Blanco. DAVID RUANO

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¿Pero cómo llegó al teatro Mariano Tenconi Blanco? ¿Cómo inicia este romance un chico que a sus veintipico de años todavía no tenía idea que su vida tomaría este rumbo?

“Vengo de una familia de clase trabajadora y el arte era un lujo que uno no podía permitirse”, relata. “Fui el proyecto familiar del tan ansiado ascenso social, graduándome en la Universidad en Ciencias Económicas muy joven. Escribía desde muy chico, pero a escondidas, como si me drogara. Un día decidí, para decepción familiar, abandonar esa vida de estabilidad laboral y proyecto de casa-auto. Como toda ruptura, fue un estallido, y luego comencé a buscar mi rumbo. La primera vez que fui a un taller de escritura, no sé por qué, fui a uno de dramaturgia”.

Así comenzaba la historia, como decíamos, poco más de diez años atrás. Después de algunos experimentos pequeños, su primera obra fue Montevideo es mi futuro eterno (2011) y la segunda, Lima Japón Bonsai (2012). Ambas partían de ciertas preocupaciones políticas y tomaban como punto de partida un hecho histórico vinculado a las guerrillas latinoamericanas, sobre el que luego las piezas se daban muchas libertades para narrar, finalmente, otra cosa.

A partir de su tercera obra, La fiera (2013), Tenconi Blanco consiguió mucha más atención al mostrar algunas inclinaciones singulares que se mantienen hasta hoy: la música original en vivo como un lenguaje que está en la base de todos sus trabajos, la estructura del monólogo aun en obras en las que participan varios actores y, por último, elegir, en casi todos los casos, elencos femeninos. Él cuenta sobre esa tendencia: “Lo que me hace trabajar siempre con actrices, bueno, no es tan sencillo de explicar. A fuerza de ser consultado tuve que analizarlo, en el sentido cabal del término, y encuentro que haber sido criado por mi madre y mi abuela y su relación asombrosa (vivieron juntas por casi 40 años) fue algo que me transformó y que aparece ahora, en modo de ficción, así. Mi padre también me crio pero, de alguna forma, la zona de las mujeres tenía para mí incluida la imaginación, y creo que de allí viene todo lo demás”.

La obra teatral 'Todo tendría sentido si no existiera la muerte'. ARIEL FELDMAN

Después de aquellos proyectos iniciáticos, se sucedieron una serie de obras en las que el director teatral exploró diferentes formatos y mundos —el musical, la conferencia performática, el melodrama—, hasta llegar a otro mojón: el estreno en 2017 de Todo tendría sentido si no existiera la muerte, una pieza de tres horas de duración que, en tiempos de fragmentación, hiperconectividad y déficit de atención, logró un éxito rotundo. La obra obtuvo el primer premio en la novena edición del Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, organizado por el Festival Internacional de Buenos Aires y el Centro Cultural Rojas. Allí el dramaturgo desplegaba una ficción hiperbólica y unos personajes que adquirían una profundidad propia de la novela decimonónica. Situada a finales de los años ochenta en un pueblo del interior de Buenos Aires, seguía los avatares de una maestra de escuela que se enteraba de una enfermedad terminal y decidía, como última voluntad, filmar una película pornográfica.

Así es que, desde la defensa de la ficción, de los personajes femeninos, desde el juego con los géneros y la hibridación con la literatura, llegamos a sus últimas piezas, las ya mencionadas La vida extraordinaria y Las cautivas, que aún se pueden ver en Buenos Aires. La primera está situada en los años cincuenta: dos amigas nacidas en Ushuaia —conocida por ser la ciudad más austral del mundo— se cartean durante toda su vida, confesándose sus amores, horrores y su inoxidable pasión por la poesía. La obra estaba narrada casi en su totalidad a través de monólogos que reproducían sus extensas cartas, en la que aparecían colados algunos poemas de su propia autoría.

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Y en este itinerario llegamos a la inminente La mujer fantasma. Es muy difícil hablar sobre una obra que no se ha visto porque el teatro está hecho de palabras —que se pueden leer—, de ideas —que se pueden contar—, pero también de cuerpos, de luces, de colores, de voces que rebotan en las paredes y suenan distintas en cada función. Pero se puede recurrir a lo que cuentan los propios hacedores para entender de qué se trata esta aventura. Lo primero que llama la atención es el cruce, el encuentro de mundos, entre Catalunya y Argentina. Tenconi Blanco, que más allá de las giras de sus obras, había también montado piezas con elencos locales en México, Uruguay y Chile, cuenta de esta experiencia de crear en otra latitud: “Es muy interesante el trabajo con las actrices y actores de otros países en virtud de que tenemos tradiciones distintas, venimos de escuelas distintas, conocemos referencias distintas y aun así intentamos crear un lenguaje común. Creo que lo más hermoso sucede en ese espacio de incomprensión, en ese punto en donde ya no es posible acercarnos y, aun así, sin entender nada, seguimos. El acto de fe sin el que no existiría el teatro”.

Àgata Roca, Marta Pérez, Mamen Duch y Carme Pla protagonizan la versión catalana de 'La mujer fantasma'. DAVID RUANO

La mujer fantasma transcurre a finales de los años setenta. Tiene como protagonistas a cuatro maestras de la mediana edad, en ese momento crucial en el que se cruza el cuidado de sus padres y el de los hijos, condimentado con desengaños amorosos y los desafíos que les provoca la vida laboral. Lo inesperado irrumpe cuando una mujer fantasma se hace presente en un teatro en el que una de ellas ensaya una pieza con alumnas. Tenconi cuenta sobre esta historia, mitad realista, medio fantástica: “Me vi en el desafío de tener que expandir el trabajo con mi tradición, la literatura argentina. Y ahí encontré que el fantástico me servía para poder desarrollar el universo que pretendía trazando ejes de relación interesantes. La lista de referencias con las que nos conecta una obra me parece no solo clave, sino parte central de esa misma obra. Y también, en ese camino, apareció Shakespeare. Y cuando aparece Shakespeare todo es mejor. La mujer fantasma es, antes que nada, una obra de fantasmas, y su tradición es la del Teatro con mayúscula, el teatro que inventó lo que conocemos como teatro”.

Un fantasma que vuelve para reclamar que el mundo está fuera de quicio siempre va a ser contemporáneo. Y siempre va a tener su lugar en el teatro, un lenguaje arcaico y de algún modo fantasmal. En la obra, a partir de la aparición y el asedio de ese ser, se vuelve la mirada hacia una dimensión que también forma parte de este mundo: la del pasado, de la memoria, lo que insiste en volver, tanto en España como en Argentina.

La última obra que Tenconi Blanco estrenó en Buenos Aires este invierno fue Las ciencias naturales, parte de una tetralogía que tiene por nombre La saga europea. Es curioso que, una vez empezado ese proyecto de serie, el dramaturgo haya tenido que ser interrumpido para viajar precisamente a Europa a montar una pieza. Pero de interrupciones está hecha la vida, y bienvenidas las que sean como esta: un experimento que sale a la luz en una nueva lengua, con unas actrices fulgurantes encarnándolo, un fantasma que recorre la sala y, con un poco de suerte, también sale de ella y algunas noches puede acompañar a este director teatral a la Bodega de Barri, donde beber un vermut.

Escritora, periodista cultural y curadora en artes escénicas. Colabora en el suplemento Radar de Página/12. Codirectora junto a Laura Citarella del filme Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019). Además de diversos poemarios, ha publicado las novelas El trabajo de los ojos (2018) y Diario pinchado (2021) y el libro Extranjero en todas partes (2023), un perfil sobre los días argentinos del escritor polaco Witold Gombrowicz.