El director Alberto Rodríguez y el guionista Rafael Cobos, amigos y naturales de Sevilla, llevan casi dos décadas formando un formidable equipo creativo. Obtuvieron un éxito mayúsculo con La isla mínima (2014), aquel thriller de las marismas que fue todo un hito en la historia del cine negro español; aunque también habían explorado el género con la no menos reseñable Grupo 7 (2012), y volvieron a hacerlo con la más compleja El hombre de las mil caras (2016), en la que Eduard Fernández no era otro que el famoso espía Francisco Paesa. Les faltaba un drama carcelario, y lo han bordado con Modelo 77, película en la que comparten celda unos impresionantes Miguel Herrán y Javier Gutiérrez. El marco es la incomparable cárcel Modelo de Barcelona, y la base de la historia el caso real de los 45 presos que protagonizaron una fuga al unísono, vía alcantarillas, el 2 de junio de 1978.
El año del título no es el 78 porque, si bien la fuga es el clímax de la película, Rodríguez y su fiel coguionista se concentran, sobre todo, en analizar cómo se vivía ahí dentro cuando la Transición todavía no había llegado al otro lado de las rejas. Modelo 77 llega a los cines españoles este 23 de septiembre, tras inaugurar, entre aplausos, la 70 edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde el director también presentó uno de los cinco episodios independientes que componen la miniserie Apagón, de Movistar Plus+ que especula sobre qué pasaría si una tormenta solar dejase a toda España sin luz. Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña se hicieron cargo del primer episodio; Raúl Arévalo dirigió segundo; Isa Campo, el tercero, e Isaki Lacuesta el quinto y último. El de Rodríguez es el penúltimo y sucede en la sierra, ahí donde los hombres hambrientos de la ciudad acuden para arrebatarle el ganado a un escurridizo cabrero...
- Creo que hace tiempo que esta película, Modelo 77, os rondaba, ¿no es así?
- Sí, empezamos a investigar, como periodistas amateurs, en 2005, en la época de 7 vírgenes. Cuando empezamos, todavía había que ir a las hemerotecas, y partimos de la lista que publicó ABC: ‘Relación de fugados’. A partir de ahí, encontramos a un preso, que además seguía interno en otra cárcel porque había reincidido. Se llama José Antúnez Becerra, hay un documental sobre él que se encuentra fácilmente en internet. En él le cuenta a una chica por teléfono —porque no podía salir— cómo fue la fuga de los 45.
- Sin embargo, en la película la fuga sólo ocupa la parte final.
- Sí, porque queríamos saber cómo se había llevado a cabo algo tan cohesionado. Y vimos que los implicados en la fuga tenían conexiones con la COPEL, la Coordinadora de Presos en Lucha, que se convirtió en el centro de la película. Aquel sindicato de presos fue un ejemplo extrañísimo de solidaridad dentro de la cárcel, que es un lugar hecho para alienarte. Esta gente revindicó derechos básicos en una prisión franquista donde ni se respetaban los derechos humanos…. Era un movimiento totalmente asambleario, aunque hubo dos o tres que hicieron de portavoces, como Daniel Pons, que estuvo en el pase.
- ¿Recogisteis muchos testimonios a lo largo de tan larga investigación?
- Muchos: de presos, abogados, jueces… Aunque muchos de ellos han muerto. Y eso que la mayoría de los que estaban presos eran muy jóvenes. Contactamos por ejemplo con el padre Xirinacs y con miembros de Els Joglars, como Arnau y Ferran, a los que les hicieron un consejo de guerra porque su obra La Torna se parecía demasiado a la ejecución de Salvador Puig Antich. Ellos no participaron en la fuga, porque formaban parte de los presos políticos que fueron amnistiados, pero nos interesaba mucho su punto de vista para entender cómo era la vida ahí dentro. Habían estado metidos en un mundo que les era ajeno, pero tuve la sensación de que se lo habían pasado en grande, porque los presos les cuidaban y les respetaban mucho. Salen en las fotos de las asambleas de la COPEL hechas clandestinamente por los presos.
- La falta de imágenes que documentara la vida en la cárcel es uno de los temas de la película, ¿verdad?
- Sí. Piensa que en el 75 hubo un motín porque un funcionario mató al Habichuela, un preso, y no hay más que cuatro fotos hechas desde una terraza. No se sabe qué pasó. Pero cuando en la Modelo 200 presos de la COPEL se ponen de acuerdo y se cortan las venas a la vez, como se ve en la película, ahí ya hay fotos de Colita. Esa fue la manera que encontraron para que la sociedad se enterara de lo que estaban sufriendo ahí dentro, las reivindicaciones más básicas que tenían. Colita nos cedió los contactos de todas esas fotos, fue muy generosa.
- Una de las características de la Modelo es que estaba muy integrada en la ciudad de Barcelona.
- Los presos se podían ver desde fuera, y creo que eso facilitó que los aires de libertad llegaran al interior. La cárcel reverbera sobre la sociedad, y la sociedad sobre la cárcel. Pero, cuando la construyeron, a principios del siglo XX, estaba totalmente fuera de la ciudad. En las fotos de la época aparece rodeada de huertas. No se ve ciudad, pero esta no paró de crecer, y se la acabó comiendo.
- Hasta hace unos pocos años todavía estaba en funcionamiento. ¿Llegaste a visitarla cuando todavía había presos? ¿Qué sensaciones te produjo?
- La visité en 2017. Era la primera vez que estaba en una cárcel con presos, luego visité otras. Hay un momento raro, que es cuando empiezan a cerrarse las puertas detrás de ti, y se te pasa por la imaginación que no vas a poder salir. Luego, cuando vas solo por el pasillo, siguiendo al funcionario, vienen a visitarte todas las películas que has visto, y las novelas que has leído. Cuando ves y oyes a los presos da mucha tristeza. La cárcel es un fracaso del sistema. No hay otra forma de definirla. Ahora la Modelo es un centro social y cultural. Derribaron un módulo, donde ahora creo que hay una guardería y un colegio. Está bonito, porque vas al patio de las visitas, y están jugando los niños.
- Entre todos los testimonios de los que has tenido conocimiento, ¿cuál es el que más te ha impactado?
- Quizás, a través de su libro, porque no lo llegué a conocer personalmente, es el Xavier Cañadas, que fue uno de los implicados en el caso Scala. El libro cuenta lo que ocurrió desde su punto de vista, y es muy duro. Ahí habla de una figura extraña, un tal Gambín, que fue el que les incitó a hacer los cócteles y lanzarlos contra la Scala, sin saber que había gente dentro. Fue una cosa infernal. Él estuvo también en la Modelo en el momento de la fuga.
- Me acuerdo de esa noche. También de la fuga de los 45, aunque era muy pequeño. Si eres de Barcelona, creo que la película te llega todavía más. La emoción, de hecho, es una de las características del filme. Domina el relato.
- Es que cuando lees las autobiografías de los presos, casi todos los libros tienen un momento en el que realmente te emocionas. Te acongoja el sufrimiento, ya solo que tu tiempo no te pertenezca, sino que pertenezca a otro... Eso, y todos los testimonios que nos dieron los que estuvieron presos, es lo que ha hecho que muy probablemente se trate de mi película más emocionante, en la que los personajes llegan a más momentos a flor de piel. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos contar los personajes, que ahí estaba la clave de la película. En la emoción también influye que es muy parca narrativamente, y que el espectador está pegado a los personajes. No ve nada más de lo que ellos ven.
- Sí, porque al fin y al cabo es una ficción. No son personajes reales. Incluso hay algo de ciencia ficción.
- Los personajes de Miguel Herrán y de Javi Gutiérrez son como una amalgama de todos estos testimonios que leímos. Para el de Javi, la ciencia ficción es su punto de fuga. Está por encima de la realidad, necesita aislarse. Eso estaba en el guion desde el principio, pero curiosamente luego descubrimos que hubo un funcionario de la Modelo que es Clark Carrados, el alias de Luis García Lecha, que escribía novelas de a duro. Se salió de la Modelo para escribir, pero luego, después de escribir como 500 novelas de ciencia ficción, tuvo que volver, a pesar de que vendía mucho, para completar la pensión. Los libros que salen en la película son suyos, los encuentras en cualquier librería de segunda mano. El punto de fuga del personaje de Miguel es que cree que el futuro se puede cambiar a corto plazo.
- Por cierto, ¿es verdad que no conocías a Miguel Herrán por las series que le han hecho tan famoso, como Élite y La Casa de Papel?
- Es que no miro series. Luego vi algún capítulo suelto para hacerme una idea, pero yo prefiero el cine. Las series tienen algo de industrioso que, ya a nivel de realización, te impide disfrutar con lo que estás haciendo. La necesidad de que todo entre en unos cauces muy predeterminados... El volumen es muy grande, y necesitas que haya como una cadena industrial que impide el detalle y el mimo que se da en las películas. Las series y el cine están fabricados de manera muy distinta. En las series tienes que rodar más material y tienes menos tiempo para hacerlas. Prefiero el cine.
- La película arranca en 1976, con la llegada a la Modelo del personaje de Miguel Herrán, y se prolonga hasta la fuga, en 1978. No parece que, en ese tiempo, la Transición avanzara mucho en lo que seguía siendo una cárcel franquista, ¿no?
- Es que no ha dado tiempo a que la Transición llegue a las cárceles. El último lugar al que llegó la Transición fue a las cárceles, y es normal, porque había que desmontar un sistema entero, empezando por el judicial. La Justicia va muy lenta. Ellos se fugan en el 78 y les acaban juzgando por ello en el 95.
- Todavía coletea un poco esa Transición...
- Sí, hay partes de la película que dialogan con el presente. Es una llamada a la solidaridad y a la revuelta. Hace falta más solidaridad, más escuchar al otro. Las cosas imposibles cambian porque la gente se une.
-¿Crees que es posible que la gente se una aquí y ahora, en este siglo XXI?
- Me temo que si eso no ocurre va a ser un desastre. No hay muchas señales de que vaya ocurrir, pero parece claro que este problema global que tenemos necesita una solución global.
- Hablando del Apocalipsis, ahí está Apagón, serie en la que has llevado a cabo un capítulo con mucha cabra, que tiene mucho de western, incluso parece una de bandoleros. También me recordó a El Cabrero, cantaor que siempre he dicho que era como el Clint Eastwood español.
- Sí, sí. Es un western. Y está inspirado directamente en El Cabrero. Me lo dijo Rafael, porque yo sólo entré a rodar lo que ya estaba escrito. No podía participar porque estaba ocupado con la película. Pero está interesante. Primero, porque existe la posibilidad muy real de que ocurra el apagón, y muestra que somos dependientes de muchas cosas. Luego, porque lo rodamos en la sierra de Guadarrama, donde se rodó una parte de Conan El Bárbaro, y hubo una ola de frío polar ártico, y creo que es algo que se nota mucho en la pantalla. Le da un tono especial.
- ¿No te gustaría rodar un western total?
- Sí, pero no lo he pensado en serio, porque nos apetece salir del género. Llevamos varias películas seguidas que son de género de una manera o de otra, y me apetece hacer algo que no esté tan sometido a la trama y a las exigencias de un género concreto. Hace años hicimos 7 vírgenes, que tenía una trama muy pequeña que nos permitió dar más espacio a los personajes. Tenemos muchas ganas de hacer algo más contemporáneo. Nos fuimos del presente con After, y no hemos conseguido volver. Cuando acabemos el proceso de promoción de esta película, pondremos nuestras ideas en común, a ver qué sale.