Las mujeres lloran y después facturan

En el mundo del pop, ser engañada ha dejado de ser motivo de vergüenza. Al contrario, ahora es un capital estético que se puede explotar.

Taylor Swift, Karol G, Shakira y Rosalía, estrellas pop unidas por el corazón roto. ELENA CANTÓN
Taylor Swift, Karol G, Shakira y Rosalía, estrellas pop unidas por el corazón roto. ELENA CANTÓN

La cantante argentina Nicki Nicole se separó hace unas semanas de su novio, el mexicano Peso Pluma. Formaban una de las parejas más queridas de la música latina actual: jóvenes, carismáticos, exitosísimos, se mostraban muy enamorados siempre que podían. Pero, luego de cinco meses de confirmado su romance, rompieron porque salieron a la luz videos de él con otra mujer caminando de la mano en Las Vegas.

Al instante, las redes se llenaron de apoyo del fandom a la artista trap rosarina. Lo más notable, mucho meme dándole la bienvenida (como algo positivo, sin ironía) al “club” integrado por Shakira, Rosalía y Karol G, a modo de falsas imágenes de las cantantes juntas, pidiendo por colaboraciones e inventando letras de canciones de despecho entre demás recursos muy creativos.

Por su parte, Nicki oficializó la ruptura a través de un mensaje en Instagram: “El respeto es parte necesaria del amor. Lo que se ama se respeta. Lo que se respeta se cuida. Cuando no te cuidan y cuando no hay respeto… Yo ahí no me quedo. Yo de ahí me voy”, escribía, antes de añadir: “Con mucho dolor, sepan que me enteré de la misma forma que ustedes, gracias por el amor que me están haciendo llegar”. Si ella se enteró de la infidelidad de Peso Pluma por las redes, él se enteraría de la separación por las redes también. Total, Nicki tiene como red de apoyo nada más ni nada menos que a todas las pibas alrededor del globo. Y, si quisiera, podría capitalizarlo en su más grande hit hasta la fecha.

La anécdota puede servir de disparador para pensar este fenómeno: el de la artista (mujer, obvio) que al ser engañada no cae en la humillación, sino que, por el contrario, se eleva en poder simbólico. Los últimos escándalos por infidelidad dentro del mundo de la música parecieran exclamar que hoy engañar a una mujer o romperle el corazón no significa humillarla, sino empoderarla. ¿Por qué se relacionó a Nicki Nicole inmediatamente con Shakira, Rosalía y Karol G? Porque fueron mujeres que vivieron grandes desamores y que fueron engañadas a los ojos de todo el mundo. Y eso, lejos de arruinarlas, significó un impulso invaluable en sus carreras.

La cantante argentina Nicki Nicole. SONY MUSIC
La cantante argentina Nicki Nicole. SONY MUSIC

Breve genealogía del despecho pop

El mundo de habla hispana tiene larga tradición de divas que hicieron del despecho la materia prima de su éxito: podemos mencionar a Paquita la del Barrio (‘Rata de dos patas’, ‘Romeo y su nieta’), Rocío Jurado (‘Ese hombre’), a Gloria Trevi, la cultura del bolero, la telenovela latinoamericana y las películas de Almodóvar, entre demás referentes. Pero una cosa es hablar de infidelidad en abstracto y otra cuando se conoce bien a las partes involucradas y los detalles morbosos del caso en cuestión. Cuando el referente es conocido, la noción de realidad sobre lo que se está diciendo se solidifica, a su vez que el morbo voyeurista se dispara. La exposición de la vida personal, mucho más la sentimental, y mucho más si involucra a otro varón famoso, siempre significó tela para cortar a la hora de construir un texto estrella.

Haciendo arqueología, podríamos remitirnos, por ejemplo, a ‘Don’t Speak’, el megahit de 1995 que catapultó a la banda californiana No Doubt a la máxima popularidad y puso a Gwen Stefani en el mapa. Esta balada estaba explícitamente dedicada al exnovio de Stefani, Tony Kanal, quien no sólo le había roto el corazón a la cantante, sino que era el mismísimo bajista del grupo. Irresistible por dónde se lo mire. Del mismo año, casualmente, es ‘You Oughta Know’ de Alanis Morissette, donde esta artista habla de haber sido dejada por otra: con letras agresivas y explícitas, se refiere a la nueva chica de su ex, el actor Dave Coulier, entonces muy famoso por su papel en la serie televisiva Full House.

Más de una década después, Taylor Swift construyó una carrera sobre la misma premisa. Sin ser explícita sobre los novios, ella misma lo dice en el documental Miss Americana“Con mis fans, parece que crecimos juntos. Me sucede algo, escribo un álbum sobre eso, ese álbum sale y a veces justo coincide con lo que a ellos le está pasando. Es como si leyeran mi diario”.

El diferencial de Swift como compositora siempre fue que ofrecía una ventana a su intimidad real con sus letras. Se parte de un pacto tácito con la audiencia: lo que dice Taylor en sus canciones es verdad, le sucedió. Esto se ve muy reforzado porque conocemos a sus parejas. Así, según la “era” de la cantante, sabemos perfectamente a quién se refieren esos detalles que revela: John Mayer, Jake Gyllenhaal o Harry Styles fueron algunos de los más defenestrados. Y el fandom de Swift los odia.

Videoclip de 'We Are Never Ever Getting Back Together', de Taylor Swift. YOUTUBE

Shakira, la descendiente directa de Alanis Morissette, también construyó su popularidad a través de letras profundamente confesionales y detallistas sobre desamor, engaño, celos y devoción desde sus primeros discos, Pies descalzos (1995) y ¿Dónde están los ladrones? (1998). Cuando estaba desencantada de Antonio de la Rúa, su pareja durante 11 años, anticipó que la infidelidad se venía con ‘Loba’; y cuando conoció al futbolista Gerard Piqué, todo eran canciones de lujuria y empoderamiento: entre ‘Loca’, ‘Rabiosa’ y ‘Addicted to you’, a nadie le quedó dudas de lo activa que era la vida sexual de la incipiente pareja.

Pero esto fue hace casi 15 años, y hoy el panorama es muy distinto. Muy poco tiempo después de que se hiciera pública la infidelidad de su entonces esposo Gerard Piqué con Clara Chia, Shakira lanzó su sesión con Bizarrap, hoy ya consolidada como grito de guerra e himno; un poco camp, pero himno al fin. Primero recibió críticas feroces, todas transitando el espacio ambiguo entre lo conservador (“¿Nadie piensa en los niños?”) y el feminismo simplista (“Se mete con la mujer como si la culpa no fuera exclusivamente de Piqué”). Ahora pocos dudan en que fue una jugada maestra.

A diferencia de los grandes himnos al despecho de la etapa de ¿Dónde están los ladrones?, aquí hay superación, mandada a guardar y capitalización explícita del dolor. ¿Qué mejor manera de devolverle el golpe al ex que te engañó que convertir su desaire en muchísima plata? Y Shakira lo anuncia explícitamente, para que se entienda que no hay nada de inocente en esta catarsis: las mujeres no lloran, las mujeres facturan.

Vídeo de la 'BZRP Music Sessions #53' de Shakira. YOUTUBE

La vulnerabilidad como capital: ‘sad boys’ vs. ‘sad girls’

En el mundo anglosajón (del cual bebía en un inicio el trap latino) no se puede hablar de la estética del resentimiento sin mencionar a las sad girls, quienes más que enojadas estaban tristes, tendencia de la cual Lana del Rey es la abanderada. Vale la pena destacar que los sad boys también son un concepto, y que fue nombrado a partir del primer colectivo del que fue parte el rapero sueco Yung Lean. Perteneciendo a la misma época (2012 - 2013), no sería errado fichar los debuts de estos artistas como el puntapié para la popularización de estas estéticas que dejaban atrás el brillo artificial del Y2K y la arrogancia rockera de la década indie sleaze para dar paso a la desesperanza lo fi, el culto a los ansiolíticos y el corazón abiertamente roto.

Obviamente, casos como el de Shakira, Karol G —que convirtió su ruptura con el cantante Anuel AA en material para un disco superventas sobre el desamor, Mañana será bonito— o Rosalía —quien, tras ser engañada por Rauw Alejandro, no dio ni un paso atrás— le pegan una vuelta de tuerca a este concepto: ellas ya no son mujeres rotas, son mujeres que luego de romperse se han vuelto invencibles.

Vídeo de Rosalía interpretando 'Se nos rompió el amor' en la gala de los Grammy Latinos de Sevilla 2023. YOUTUBE

Pero si bien los sad boys hablaban de sentimientos, su tristeza tenía más que ver con cierto nihilismo, apatía y angustia existencial; no tanto por haber sido engañados por una pareja. Contrario a lo mencionado anteriormente, salvo casos aislados (¿Kristen Stewart y Robert Pattinson?), tenemos poca o nada de información sobre parejas del espectáculo donde la mujer haya sido la infiel. Esas son cosas que no se ventilan. Porque sí que hay algo que es real: incluso en los tiempos donde está de moda ser vulnerable y problematizar la masculinidad tóxica, el hombre engañado es una figura que nadie quiere (o se atreve a) explotar.

Y, todavía herencia de un sociedad católica y conservadora, la figura del hombre engañado sigue sin ser tan seductora, y no se puede adaptar a la corrección política sin perder —de tenerlo— el encanto: un hombre engañado sumergido en la tristeza es ante el imaginario un pobre tipo o un perdedor; y un hombre abiertamente despechado, enojado, oscilaría entre lo cringe y lo inaceptablemente misógino.

¿Dónde radica el magnetismo de la celebridad engañada?

No hay una sola respuesta a esa pregunta. O, mejor dicho, opera en muchísimos niveles.

Por un lado, la empatía. Que te engañen es algo que nos pasa a las simples mortales, no a las semidiosas. O al menos, así lo creemos. Entonces, cuando eso le sucede a una estrella, descubrimos que ser famosa, multimillonaria, hermosa y adorada por miles tampoco te salva del desamor. Es algo que alivia las penas propias así como humaniza a la celebridad. ¿O quizás pone un manto de celebridad y drama cinematográfico a nuestras penas de amor del mundo terrenal? También.

Además, hay un componente catártico en odiar a hombres famosos y exitosos. Los hombres tuvieron demasiado tiempo el patrimonio de la infidelidad, de la sexualidad libre, de los impulsos; y la mujer fue históricamente relegada a callar, a aguantar, a permanecer en la casa en cuidado de todo lo construido. ¿Cómo no se va a cocinar a fuego lento un resentimiento histórico? ¿Y quién no fantaseó luego de un engaño, o de una estafa emocional, o de sentirse disminuida por una pareja, con una venganza pública, o con una demostración unívoca de “mira lo que te perdiste” o “mira cuanto mejor estoy sin ti”? Entonces, en esta relación parasocial, ver a Shakira exponer a Piqué en uno de los grandes hits de la temporada o ver a Rosalía abrazada al actor más musculoso y deseado del momento al poco tiempo de que la infidelidad de Rauw Alejandro saliera a la luz es una venganza que se vive como propia. Y es sanadora.

Por otro lado, se refuerza el estereotipo de la “buena mujer”. En la extraña carrera por la moral más intachable que parecemos estar jugando el último lustro, ser infiel ya no es cool. Ser correcto a rajatabla, ser buen marido, buena esposa, buena madre, sí lo es. A este respecto, se puede establecer un paralelismo con la ya mencionada hasta el hartazgo tendencia coquette: estética de princesa en la torre, de damisela rescatada; una hiperfemenidad que remite a los tiempos victorianos, la gilded age, el ballet y las muñecas de porcelana. Una reivindicación (discutible según el contexto, si es crítica o no) de la mujer de vuelta a un rol familiar, doméstico, ornamental. Una mujer frágil y sentimental. 

Videoclip de 'TQG', de Karol G con Shakira. YOUTUBE

Un punto de encuentro entre opuestos

Aunque sea tremendamente retrógrado, pareciera que la dicotomía “buena mujer” versus “mujer fatal” está más viva que nunca. La reacción al feminismo, que es tan diversa y polimorfa como los feminismos en sí, encontró en la defensa de la familia y el matrimonio una herramienta para avergonzar a las mujeres del espectáculo. Quienes estuvieron del otro lado pagaron caro.

Por ejemplo, Ariana Grande lo sufrió mucho, y posiblemente porque, desde sus inicios, se le conocen muchas parejas. A la artista estadounidense no sólo se la culpó de la decadencia y posterior muerte de su ex Mac Miller, sino que también se la juzgó por su “acelarado” compromiso, matrimonio y separación del empresario Dalton Gomez. Y luego, coincidiendo con una pausa en su carrera como estrella pop, internet la defenestró por “romper” la familia de su compañero de elenco en Wicked, Ethan Slater. En Argentina, tanto la China Suárez como Tini Stoessel fueron duramente criticadas por ser “la otra”.

Otra hipótesis, más coyuntural, sobre la renovada fascinación por estas narrativas es que la defensa de la pareja nuclear heterosexual y de la monogamia puede ser el único punto de encuentro en donde coinciden el gran par de antagonistas de esta era: el feminismo y las nuevas derechas. Desde cualquiera de las dos ópticas es fácil coincidir en el posicionamiento ante escándalos como los comentados: ante el dolor de una infidelidad pública, generar consenso es fácil. Es así como la llamada “cultura de la cancelación” se mezcla con el auge de los modelos sociales conservadores. Se genera una empatía que trasciende posicionamientos políticos o virajes estéticos que pueden gustar o no. Hay algo de alivio colectivo en eso. El hombre infiel, descuidado o irresponsable afectivamente puede ser uno de los pocos enemigos simbólicos compartidos tanto por las feministas (por el ultraje histórico a la mujer) como por las mujeres conservadoras de derecha (por el insulto a la familia y la institución matrimonial). 

Mientras tanto, que los tipos lloren y las chicas facturen (y se diviertan)

Shakira ya anunció su álbum de 2024, y se llamará, precisamente, Las mujeres ya no lloran. No sorprendería a nadie que fuera, precisamente, un récord de facturación en su carrera. Taylor Swift es básicamente la personalidad de la música más importante de Estados Unidos en la actualidad y junto a su nuevo novio, Travis Kelce, estrella de los Kansas City Chiefs y ganador del Superbowl, forma la power couple del espectáculo que más nervioso pone a Donald Trump de cara a las próximas elecciones presidenciales. Por su parte, a Nicki Nicole se la vio de fiesta en Las Vegas junto a Rauw Alejandro y los rumores de romance se dispararon; ojalá que no sean ciertos, y que algún día esa colaboración con Rosalía tan proyectada por el fandom suceda, en contra de los hombres irresponsables y a favor de las amigas.

Periodista, guionista, música y DJ. Ha ejercido como docente de Sociología de la Imagen en la Universidad de Buenos Aires, y como periodista se ha especializado en música, tendencias, cannabis, cultura pop, joven y alternativa. Sus artículos pueden leerse en El Planteo, el suplemento No de Página 12, la agencia de noticias Télam, Vice Latinoamérica e Indie Hoy, entre otros medios.

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