¿Un plato de frijoles con arroz puede ser algo revolucionario?
Nicole Vindel (Guatemala, 1992) no duda en responder de forma afirmativa. Es más, se entusiasma al pensar en el poder que tiene una comida tan básica y simple de su país natal como narrativa política desde la perspectiva del arte.
“Lo veo como un matrimonio polémico. Por un lado, los frijoles, que son súper nutritivos y, a nivel cultural, propios de la cultura prehispánica. Por otro, el arroz, que antes del siglo XX era caro y la gente no se lo podía permitir en Centroamérica o Sudamérica. Ahí entra en juego el choque cultural, la mezcla de lo prehispánico con lo hispánico, el tema de la identidad, y también te permite hablar de la globalización y de la democratización del acceso a la comida”, reflexiona esta artista y diseñadora criada en Girona, Cataluña, precisamente uno de los lugares referentes de la alta cocina de España.
“Para mí, ser food artist es utilizar la comida para hablar de cosas mucho más profundas y que la gente las entienda”, subraya Nicole, a quien el plato de arroz con frijoles le recuerda a Honeymoon (1986-1992) la obra que representa la boda entre la estatua de la Libertad de Nueva York y la de Colón de Barcelona realizada por catalán Antoni Miralda, uno de los pioneros en introducir la comida y sus rituales en el arte contemporáneo.
En el caso de Nicole, la conexión artística con la comida vino propiciada por su entorno familiar y cultural, aunque el disparador fue su proyecto final de sus estudios de diseño e ingeniería, que le llevó a colaborar con los hermanos Roca, reconocidos chefs de Girona y propietarios del Celler de Can Roca. Para ese restaurante, Nicole proyectó una vajilla de mesa inteligente que buscaba amplificar la capacidad cognitiva del comensal.
“El producto más icónico era un bowl hecho de material termoactivo que reaccionaba al calor. Lo servías cerrado y le tirabas algo caliente frente al comensal y se abría como una flor”, cuenta la artista, quien en aquel momento descubrió el gran potencial que tenía la comida para expresar emociones e ideas. Así lo recuerda en un encuentro para charlar con COOLT sobre su arte, proyectos y motivaciones en el Oasis Creativo BCN, un coworking del barrio barcelonés Poble Nou que comparte con otros artistas y donde también expone algunos de sus trabajos que cuestionan la cultura alimentaria actual.
Al contemplar sus obras es imposible no detener la mirada en un soga en forma de nudo ahorcado recubierta de pequeñas piedritas brillantes, una pieza cristalizada de azúcar que a simple vista no parece ser lo que es. Se titula Invisible enemy (Enemigo invisible). “Habla de cómo el azúcar puede hipnotizarte cuando lo ves”, explica Nicole, que recuerda que la decisión de tomar productos azucarados no siempre es consciente. “Depende mucho del nivel de accesibilidad que tengas a una comunidad nutritiva y sana”, dice la artista, que agrega que “la mitad de productos que compramos tienen azúcar refinado, y nuestro paladar se acostumbra, pero si no lo tomas también te puedes acostumbrar”.
Desde la perspectiva de Nicole, hacer arte con los alimentos nunca fue una cuestión simplemente estética, sino que se trata de un lenguaje narrativo con un enorme potencial para conectar emocionalmente con otras personas y provocar un conflicto cognitivo que estimule la reflexión.
“La comida tiene una conexión con el arte povera (materiales humildes que se valoran en sus cambios) en el sentido de que es algo súper banal y común. Es tan cotidiano que no le prestamos atención”, señala la artista, quien remarca que la alimentación ejerce como vínculo común a través del cual “puedes hablar de identidad, de cultura, de comunidad, de compartir”.
Nicole incide especialmente en el poder que tiene la comida —y el acto de comer— para romper barreras, generar empatía y también para crear sinergias. “Si partes el pan con alguien, no puedes ver a esta persona como un desconocido, automáticamente conectas. Si pruebas la comida de una cultura acabas experimentando parte de esa cultura”, asegura la diseñadora, que como parte de su proceso creativo suele trasladarse a otros países para explorar nuevos marcos conceptuales y artísticos que nos interpelen a todos.
La obra Kikar lehem es un claro ejemplo de la visión artística de Nicole. En ella, aborda la diversidad cultural de Israel a través del pan, alimento básico que es símbolo de nuestra civilización. “Quería mostrar los contrastes del país y pensé en el pan y la piel. El resultado fue una serie fotográfica con personas vestidas con pan halah —típico judío del Shabat— o pretzel”, cuenta Nicole, que en Israel te puedes encontrar con personas de Europa del Este, de Yemen, de Etiopía o de Argentina que utilizan el pan de forma distinta dependiendo de su origen y religión. “Algunos lo parten con las manos, no puede usar un cuchillo de metal, y en otros hacen lo contrario. En un caso lo bendice la mujer y en otro no. Hay todo un ritual. Es interesante como se vive de forma diferente algo tan básico”, argumenta la artista. “Es como compartir un armario y cada uno se viste en relación con su identidad y eso es una forma de expresión”.
Forjada por su origen multicultural —hasta tiene un bisabuelo chino— y una familia que priorizó la educación y los viajes, a Nicole le apasiona e inspira salir de la rutina. “Me siento en casa cuando no entiendo el lenguaje que se habla en un lugar o no comprendo todo. Ahí es donde creo que tengo algo que hacer”, declara. No obstante, tiene pendiente regresar a su Guatemala natal en un viaje con el que quiere explorar a fondo su propia identidad. “La cultura de Centroamérica está muy presente en mí, pero durante muchos años no me sentía orgullosa. El hecho de haber crecido en una comunidad tan cerrada como Girona hace que pierdas una parte de tu identidad al intentar asimilarte. Ahora quiero dejar emerger mi voz”, revela Nicole al referirse a uno de sus proyectos más personales que ha quedado en stand by por la pandemia.
Aunque confiesa que cocinar nunca había sido lo suyo, Nicole abraza todos los aspectos de la comida porque cree que en cualquier parte del mudo “es una forma de expresar afecto” hacia otras personas. Eso sí, cree que el cariño que se muestra en el ritual de comer es diferente dependiendo de la sociedad. “En Barcelona, por ejemplo, es más cerrado si no te conocen, mientras en Latinoamérica en general es lo contrario”, observa.
Comprometida políticamente con generar un cambio real en torno a cómo producimos y consumimos alimentos, esta artista, diseñadora y docente se mueve con gran habilidad en nuestro mundo híbrido —material y virtual— creando proyectos colaborativos que buscan diseñar un futuro mejor —y más saludable— para el planeta.
“Tengo una posición crítica, por eso he fundado Food Design Nation, un plataforma digital global para hablar de cómo los diseñadores podemos tener un rol creando legislaciones y un sistema alternativo al que existe, el cual se basa en el beneficio, que es todo lo contrario a lo que debería ser: un sistema accesible y democratizado”, defiende. Este proyecto nació de la obra Awake, en la que Nicole utilizó palomitas de maíz como símbolo de la transformación a través del tiempo y de las dificultades para plantear que, en el momento actual de “ecoansiedad”, una sola persona no puede hacer nada, pero muchas remando juntas tienen impacto.
Impulsada también por el food designer indio Jashan Sippy, la iniciativa Food Design Nation ha sido el germen de la revista FDzeeN, en la que participan diseñadores, científicos, arquitectos, educadores y artistas, así como padres que quieran que su hijos coman mejor, gente mayor que entiende el poder de la comida como medicina o comunidades que quieran preservar una herencia cultural.
Esta plataforma “colaborativa”, “global” y “visionaria” no es un espacio utópico, intangible, sino que trabaja incidiendo en la realidad. Ya recibió un encargo del gobierno de la región de O’ Higgins, en Chile, que tiene como objetivo revalorizar a través del arte la producción local ganadera, de vinos y artesanías. “El proyecto es un programa de residencia artística híbrida. Seleccionamos a nueve personas de diferentes partes del mundo que estarán en contacto con personas de la región para aportar valor. Y algo muy interesante en estos tiempos de pandemia es que la gente no va a viajar, pero podrá interactuar con una especie de avatar (que será real) y que irá a donde le diga el artista, ya sea un mercado o un pueblo de pescadores”, explica Nicole, quien también tiene experiencia en el campo de la robótica y la inteligencia artificial.
Insaciable a nivel creativo, Nicole cofundó en 2016 el colectivo artístico Random Happiness junto a Gastón Lisak, Carlos J. Navarro y Daniel Armengol, cuyo motor conceptual es “la felicidad como herramienta revolucionaria”. El grupo también cruza el arte, el diseño y la comida. Una de sus obras emblemáticas de cocreación es Pleasure: The Future of Food (Placer: el futuro de la comida), una instalación que plantea segregar la parte nutritiva del acto de comer de la placentera. Un futuro sin hambre en el que algunos pocos podrían saborear emociones mediante un dispositivo especial.
“Puede que no sea bueno para el ser humano, pero es bueno para el planeta. Tal vez no es la mejor alternativa, pero el hecho de plantearlo nos puede ayudar a pensar en un futuro más razonable”, lanza Nicole, una artista capaz de sacudir tu cabeza —y conciencia— poniendo un simple tomate o un alga nori sobre la mesa.