La suya es una historia al revés, de esas que empiezan donde suelen acabar las demás.
Jorge Dorado (Madrid, 1976) llevaba tiempo buscando su suerte en España. Había sido ayudante de dirección de algunos “grandes”, entre ellos, Pedro Almodóvar y Guillermo del Toro, y presumía de varios cortos de éxito a sus espaldas, dos de ellos con nominaciones a los Goya. Pese a todo, no conseguía que los productores le recibieran. De un salto, enorme, se plantó al otro lado del charco para probar suerte. Entonces, la ciudad de Los Ángeles obró su magia y Mindscape (2013) se convirtió en su primera película. También en el debut como productor del realizador catalán afincado en Hollywood Jaume Collet Serra, que apadrinaba la cinta desde su productora-puente para directores españoles en Estados Unidos. La historia de un detective con habilidad para colarse en los recuerdos de las personas que recibe el encargo de averiguar si la joven Anna es una sociópata o la víctima de un trauma cautivó a crítica y público, y hasta se alzó con una nominación a Mejor Dirección Novel en los Goya. Después, ya en España, Dorado hizo carrera en la televisión, dirigiendo series y filmes como Teresa (2015). Hasta Objetos, su segundo largometraje en la gran pantalla, que este 30 de septiembre llega a los cines. Un thriller con tintes noir y un sobresaliente Álvaro Morte a la cabeza del reparto, junto a Verónica Echegui y la argentina China Suárez.
- Nueve años han pasado desde Mindscape hasta Objetos. Has necesitado tiempo…
- ¡Bueno, no por ganas [risas]! Más que nada, se trataba de encontrar una historia que me apasionara. Es verdad que después de Mindscape entré como director de la serie El Ministerio del Tiempo. Tuve la suerte de encajar con una renovación de la televisión, que se empezaba a hacer con más calidad en España. Y, bueno, fui creciendo y aprendiendo hasta que apareció esta historia en mi camino y tuve claro que quería que fuera mi siguiente película.
- No solo has dirigido El Ministerio del Tiempo, sino también Gigantes, El embarcadero, The Head y Feria: la luz más oscura. ¿La tele da tablas?
- ¡Muchísimas! La tele, además, es un lugar donde puedes experimentar, yendo un poquito al límite, muchas veces, con el tono, la puesta en escena, la planificación… Al final, los grandes aciertos en televisión son muy grandes y los grandes errores, al final, quedan un poco disimulados. Como director, intento arriesgar siempre mucho, pero más aún cuando hago cosas para televisión o plataformas, precisamente por eso.
- ¿La línea entre el cine y las series es cada vez más fina?
- Sí, se trata solamente de la manera en la que presentamos las historias al público. Al final, las historias son historias. Es verdad que los arcos narrativos son diferentes. En una serie puede haber un capítulo de transición o necesario para replantear ciertas cosas, porque, en el siguiente, la acción se va a remontar. En una película, hay un único arco donde tienes que agarrar al espectador en el minuto uno y soltarlo en el final. Por lo tanto, el riesgo, de alguna manera, es mayor, porque tienes menos posibilidad de pedirle al público paciencia. En una serie puedes reconquistar en el capítulo siguiente.
- El guion de Objetos lo firma el creador de series Natxo López. ¿Cómo llega hasta ti esta historia?
- Natxo y yo nos conocimos por casualidad a través de la productora Cristina Zumárraga, que tenía un proyecto de serie que había escrito él, precisamente. Una serie que no se llegó a hacer, pero de la que me fascinó la manera en que estaba escrito el piloto, así que le quise conocer. Le pregunté si había escrito alguna vez cine y me dijo que sí, que tenía un guion en un cajón desde hacía muchos años, que lo tenía ya aparcado y que me lo mandaría por curiosidad. Recuerdo que me senté a leerlo y no pude parar hasta el final. Me quedé como enganchadísimo con la historia y, sobre todo, con el personaje principal, Mario. Inmediatamente, le llamé y le dije: “Nacho, creo que el guion requiere trabajo, pero quiero que sea mi siguiente película”. Fue uno de esos impulsos, de esas veces en que, al leer un material, de repente sientes una especie de alma gemela que está escribiendo al otro lado algo que está en tu universo. A partir de ahí, trabajamos mucho tiempo para perfeccionar los personajes, llevar la historia hasta ciertos derroteros… Hemos trabajado de la mano, la mejor manera de trabajar: que los dos creadores principales vayamos unidos.
- De nuevo, has escogido el thriller. En este caso, para hablar de un tema como la trata de personas. ¿Denunciar, además de contar, es algo obligado en los tiempos que corren?
- Para mí, sí. Hay una responsabilidad como director de, como mínimo, hablar del mundo que nos rodea, de las cosas que nos inquietan. A través del entretenimiento y la ficción, podemos, de alguna manera, abrir conciencias o una pequeña puertecita para que el espectador reflexione en casa, ya sea a través de un thriller, una película de acción o incluso una comedia, géneros que son vehículos perfectos, precisamente, porque te van a colocar un drama ante tus ojos y tienes como que asimilar todo el horror, en general, que ocurre en nuestro mundo. Te lo presentan, digamos, con otro lazo. Es como tomarte una tarta que, en el fondo del todo, está un poco amarga. Para mí, el gran éxito como cineasta sería conseguir hacer ese tipo de cine, que entretenga y, al mismo tiempo, te abra un poquito la conciencia. Como mínimo, que te haga pensar.
- Hay algo ambivalente en el título de la película, que alude tanto a los objetos que Mario, el protagonista, manipula y hasta “revive” en la oficina de objetos perdidos donde trabaja, como a las personas que son tratadas como objetos. ¿Cómo has trasladado ese juego a la dirección?
- De alguna manera, todo se vertebra a través del personaje de Mario, que trabaja en ese almacén de objetos perdidos y no tiene muy buena relación con las personas. Ese mimo por los objetos le hace, de alguna manera, humanizarlos y darles un valor especial. Y cuando, de repente, se encuentra con Sara, una persona que está siendo tratada como un objeto por otras personas, no sabe comunicarse con ella de una manera natural. Entonces, ese puente con Mario, como eje central, entre el almacén de objetos perdidos y esa mujer que es tratada como un objeto le hace descubrir que las personas son personas, y tienen que ser tratadas como tales. Ahí está, de alguna manera, la aventura y el despertar del personaje de Mario. Al final, tanto él como Sara viven en una especie de cárcel cada uno. Y ambos se muestran el camino a la libertad.
- Repites con el actor Álvaro Morte, con quien ya trabajaste en El embarcadero y The Head. ¿Tuviste claro desde el principio que él sería el “acorazado” protagonista y héroe anónimo de tu historia?
- Pues sí, la verdad. Cuando leí el guion, aparecieron nombres con la productora, porque siempre hacen listas de protagonistas, pero yo veía claramente a Álvaro. De hecho, como las películas son tan largas de preparar y financiar, Álvaro acababa de hacer la primera temporada de La Casa de Papel. Era un éxito moderado. No había explotado aún al nivel al que explotó. Recuerdo que nos reunimos y le dije: “Álvaro, tengo una película que es perfecta para ti”. La leyó, le encantó y se subió al proyecto cuando no había nada, cuando solamente estaban las primeras versiones del guion. Ha sido muy bonito el viaje que hemos hechos juntos para conseguir levantar la película. De hecho, él ha creado su personaje. Estaba en el papel, sí, pero toda la personalidad se la ha dado él. Álvaro es de ese tipo de actores que componen y crean.
- La maleta rescatada en el fondo de un río con ropa de bebé y restos de un recién nacido en su interior une las vidas de Mario y Sara, atrapada desde niña en una organización de tráfico de personas. ¿En la oportunidad de ayudar a Sara encuentra Mario su redención?
- Completamente. Es un viaje hacia la redención, hacia la luz desde la oscuridad, hacia conseguir curar sus propias heridas. Es el viaje hacia un destino incierto que le lleva a cometer locuras. Desde el inicio he intentado que la película fuera una fábula, porque si tratábamos temas tan complicados como la trata de personas o la adopción ilegal de niños de una manera realista no hubiéramos podido contar un thriller, no podríamos haber generado la película desde este género, hubiera sido una historia durísima e imposible de ver. ¡Habría que haber hecho un documental para poder contar todo lo que cuenta la película! Entonces, me interesó mucho este formato de pequeña fábula y todo está enfocado desde ese prisma. Me gusta mucho colocar la película entre dos muy distintas: El jorobado de Notre Dame, la de Disney, y Centauros del desierto, con ese héroe anónimo que va intentando rescatar a esta mujer de entre los indios, que tiene una especie de síndrome de Estocolmo. Junto con esos dos referentes he trabajado la idea del pequeño cuentito moral, lo que me permitía ser un poquito más juguetón con el género y no tener que pegarme tanto a la realidad.
- En la película, hay momentos para la pura acción y otros más relajados, introspectivos e intimistas. ¿Mostrar ese mundo interior de los personajes era necesario para contar esta historia?
- No sé qué director decía que todas las historias acaban hablando de amor. Hay un momento en el que hay que detener las historias, precisamente, para eso, para descubrir a los personajes en los silencios, en las miradas, en los tiempos, en los paisajes, en la introspección. En los thrillers, los directores nos solemos centrar en el engranaje necesario para crear la intriga y el misterio, pero nos olvidamos de esta otra profundidad. Para mí, como cineasta, es muy importante que eso esté equilibrado, porque contamos historias de personas que comen, duermen, van al baño, se besan y se quedan un rato en silencio, embobadas, porque es lo que nos acerca también a la verdad. Intentar huir de los estereotipos y los clichés del cine es para mí el gran reto cada vez que me enfrento a algo.
- Tres veces nominado al Goya. ¿A la cuarta y con Objetos va la vencida?
- Dicen que es a la tercera, ¿no? O sea, que ya voy mal [risas]. Las nominaciones son algo muy bonito, porque la industria te reconoce que estás ahí, más allá de ganar o no. Pero depende de tantas cosas… Del momento en el que estrenas, de la competencia de ese año, de lo que han ganado otros… Creo que el gran premio, y esto suena un poco pedante, es poder seguir haciendo películas.
- ¿Habrá una nueva película después de esta?
- Sí, tengo una siguiente película para rodar seguramente el año que viene, que cuenta con el apoyo de Televisión Española. Se titula Cuatro amores y es un guion de Natxo y mío basado en la vida de mi madre. Es un melodrama de época y, sin duda, mi proyecto más personal e íntimo, donde me voy a exponer más.