Artes

Pasado, presente y futuro de Fordlândia

La cineasta Susana de Sousa Dias se adentra en la ciudad que Henry Ford fundó en la Amazonia. “Un lugar arrasado por el poder”, dice.

Barcelona
Vista aérea del municipio brasileño de Fordlândia en un fotograma de 'Fordlândia malaise', de Susana de Sousa Dias. KINTOP

En 1944, Walt Disney produjo un publirreportaje —The Amazon Awakens, del que puede verse un extracto en YouTube—, que glosaba las bondades y los triunfos de Fordlândia, la pequeña ciudad fundada por Henry Ford en plena selva amazónica, en 1928, para abastecer de caucho su imperio automovilístico. La idea no era solo crear una ciudad autosuficiente, que también explotaba madera y minerales, sino trasplantar el modo de vida estadounidense, con sus casas prefabricadas, su escuela, sus comercios y su campo de golf, tanto para los trabajadores estadounidenses, como para los autóctonos, que cobraban diez veces menos, y tenían problemas para adaptarse —el código moral era estricto e imperaba la Ley Seca—. No tardaron en rebelarse.

Rebeliones, plagas, baja producción, la historia de Fordlândia fue un rosario de calamidades, ya desde el principio. Y cuando Disney lanzó The Amazon Awakens, glorioso ejemplo de cine propagandístico (y de fake news avant la lettre), faltaba menos de un año para que los estadounidenses tiraran la toalla, y le entregaran las llaves de sus dominios al Gobierno brasileño, cerrando cuentas con más de 20 millones de dólares de perdidas.

Habitantes de Fordlândia, en un baile, hacia 1933. FLICKR/THEHENRYFORD CON LICENCIA CC BY-NC-SA 2.0

YouTube está plagado de vídeos de Fordlândia a vista de dron, y también hay documentales con cara y ojos, como Fordlândia (Marinho Andrade y Daniel Augusto, 2009) o Beyond Fordlandia (Marcos Colon, 2007). ¡Hasta existe un álbum de Marsupilami titulado Fordlandia! Y el mismísimo Werner Herzog lleva al menos desde 2018 enfrascado en un proyecto fordlandiesco, que podría ser una serie para Amazon (sic). En cualquier caso, sigue envuelto en el más puro secretismo herzoguiano. Sólo se sabe que no será un documental, sino una recreación, ya que cuenta con el guionista especialista en biopics Christopher Wilkinson (Ali, Nixon, El caso Fisher, Miles Ahead…), y que se inspira en el ensayo canónico Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford's Forgotten Jungle, de Greg Handin (Macmillan, 2010) –extrañamente inédito en español–, en cuyas páginas el director de Fitzcarraldo (1982) ya aparece citado. No podía ser de otra forma, levantar una ópera o un suburbio autosuficiente en medio de la selva entra del mismo tipo de delirio. En ambos casos se trata de La conquista de lo inútil.

Fordlandia es una pieza ineludible de nuestra globalizada cultura pop. Pero también está esa Fordlândia —con circunflejo brasileño—, que representa la historia silenciada, y que es la que más interesa a Susana de Sousa Dias (Lisboa, 1962), que no solo ha rodado Fordlândia malaise, sino que, como nos cuenta ella misma, volverá a Fordlândia para acabar una segunda película sobre el tema. Por lo pronto, Fordlândia malaise, que se proyectó recientemente en el marco de la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona después de haber pasado por otros festivales como la Berlinale, Documenta Madrid y Sheffield/Doc, es una pieza experimental de 40 minutos. Arranca con un montaje de material de archivo, que llega a su clímax a ritmo de batucada; prosigue con vistas de una Fordlândia desértica en blanco y negro, incluyendo un giro completo de 360 grados, y termina con el plano en color de un niño bailando: el futuro de Fordlândia, qué duda cabe.

Tráiler de 'Fordlândia malaise', de Susana de Sousa Dias. YOUTUBE

- Empecemos por el título, tiene un punto afrancesado que viene al caso, ya que esta entrevista se desarrolla, originalmente, en francés: ¿qué significa para ti Fordlândia malaise?

- Para mí es como el nombre de una enfermedad, porque Fordlândia es como un tumor para la Amazonia. Podría ser la enfermedad de la civilización, y también expresa el malestar de la gente que vive ahí, en la jungla. La idea del tumor también es algo muy actual, porque, desde que llegó Bolsonaro al poder, la explotación del Amazonas se ha vuelto a disparar. Ha vuelto la extracción de minerales, y se pueden ver numerosos barcos, que bajan cargados por el Tapajós, el afluente del Amazonas a orillas del cual Ford decidió crear Fordlandia.

- Fordlândia ha quedado como un símbolo decadente de la explotación colonialista. Lo que está claro es que no debe de ser de tan difícil acceso, a tenor del número de visitantes, ¿no es así? 

- Se llega en avión a Santarem, y luego, preferiblemente, se baja en barco por Tapajós. Nosotros hicimos varias paradas, pero calculo que serán unas 12 horas de viaje, aunque también hay lanchas rápidas, como la que cogí la última vez, que lo hacen en seis o siete horas.

- ¿Y tú? ¿Cómo llegaste hasta ahí?

- Fue en el marco de una residencia de artistas organizada por el colectivo francés Suspended Spaces. La residencia duró 20 días, aunque en Fordlândia sólo estuvimos una semana. Cuando llegué ni siquiera sabía que iba a sacar una película, pero hablé con mucha gente y trabajé muchísimo. Lo hice todo yo sola, pero me vine con mucho material, porque pude multiplicarme por tres: podía dejar un micro captando los sonidos de la naturaleza, dejar la cámara grabando planos fijos, y al mismo tiempo irme a manejar el dron. Ahí no hay peligro de que te roben, cosa muy rara en Brasil. Puede que sea el lugar más seguro del país.

- ¿Y eso?

- No lo sé. No hay policía, ni nada parecido. Puede que no haya nada que robar. La gente duerme con las ventanas abiertas, sin cristales, sólo con la mosquitera. Puedes dejar las cosas, el bolso con dinero, todo, que nadie te va a quitar nada. Aunque también eso puede cambiar, porque está llegando más gente para trabajar en la extracción de minerales y soja. Entre 2018 y 2019 ya cambiaron muchas cosas...

- ¿Cómo qué?

- Pavimentaron las calles. Y volvió el fútbol. En 2018, que fue cuando rodé Fordlândia malaise, me hablaban con nostalgia de los partidos de fútbol, como los que se ven en la propaganda de Walt Disney, y al año siguiente ya tenían equipos jugando como antaño. 

Fotograma del filme 'Fordlândia malaise', de Susana de Sousa Dias. KINTOP

Fordlândia malaise nos recuerda que Fordlândia sigue siendo un lugar habitado. Pero si te fías de internet, da la impresión de que es un pueblo fantasma.

- Sí, en la red sólo se habla de la Utopía fallida, y del pueblo fantasma como único correlato posible. ¡Hasta los turistas contribuyen a la leyenda haciendo fotos de las partes más deterioradas y solitarias! Pero es algo completamente falso, una configuración epistemológica, que borra todas las voces que hay ahí. Y tampoco es verdad que haya dejadez por parte de los habitantes, lo que ocurre es que las casas americanas están clasificadas, y por tanto dependen de las autoridades, que no hacen nada. Ellos no pueden ni pintarlas, ni restaurarlas. No están autorizados. Ahora mismo dependen de Aveiro, una localidad a unos 24 kilómetros. Ahí se decide todo lo que pasa en Fordlândia, que nunca ha sido un lugar deshabitado. Por lo menos en sus alrededores hay muchos vestigios arqueológicos. El Amazonas nunca ha sido un territorio virgen.

- Sin embargo, en Fordlândia malaise tampoco aparecen demasiadas personas, salvo el niño bailando en el plano final, ¿por qué?

- Decidí que casi no aparecieran personas porque, si les pones cara a las voces, asocias el relato a un individuo en particular y a un momento histórico preciso, y yo quería que Fordlândia malaise fuese la voz de la memoria colectiva, un relato que tenía que ser necesariamente oral porque carecen de historia escrita. Todo lo que se ha escrito sobre Fordlândia se centra en el periodo Ford. La idea era, si tomo prestada la terminología del historiador Enzo Traverso, privilegiar la “historia débil”, que no ha sido representada, sobre la “historia fuerte”, apoyada por los gobiernos y las instituciones.

- ¿Por eso disparas las imágenes del archivo Ford tan rápido, a ritmo de batucada?

- Sí. Normalmente, cuando trabajo con material de archivo, dejo la imagen el rato suficiente para que se pueda ver lo que hay detrás, traspasar la superficie. Pero aquí, como son imágenes muy conocidas, que están en la Red, las disparo a toda velocidad. No es más que la historia oficial, pura propaganda. El ritmo, en este caso, es un gesto político.

Fotograma del filme 'Fordlândia malaise', de Susana de Sousa Dias. KINTOP

- Y luego están todas esas historias orales, esas voces que planean sobre los edificios.

- Sí, entrevisté a mucha gente, y me impactó la calidad y la energía de los relatos. Los habitantes de Fordlândia forman un grupo muy heterogéneo que quiere contar su propia historia, y por eso también se apropian de los mitos del Amazonas. Hay tanto que contar, que por eso decidí volver,  para seguir indagando y hacer otra película, más larga. Después de mostrar la enfermedad, mostraré el otro lado. Pero todavía tengo pendiente volver para rodar más, ya que el año pasado no pude por la pandemia. 

- ¿Y no te encontraste a Werner Herzog en ninguno de tus viajes?

- No, no. Aunque tengo muchas ganas de ver lo que ha hecho. El libro de Grandin está muy documentado, y da muchos detalles sobre los personajes históricos que vivieron ahí, así que le habrá sido fácil recrearlo. Pero sigue faltando la contrahistoria brasileña, y eso es algo que también hay que contar.

- ¿Qué tipo de gente vive en Fordlândia?

- Actualmente viven ahí unas 2000 personas, y hay muchos jubilados, de los que siguieron trabajando el caucho para el gobierno brasileño. También entrevisté a una profesora jubilada de Itaituba, que es la ciudad más grande cerca de Fordlândia, que a su vez está rodeada de pequeñas poblaciones, con mucha gente que trabaja por ahí. Si miras en Google Maps verás que hay una farmacia, y también escuela, médicos… Es una pequeña población, un microcosmos de la sociedad brasileña, y resume muy bien la idea de ese capitalismo salvaje que no se preocupa de la gente que vive en los lugares que explota.

Fotograma del filme 'Fordlândia malaise', de Susana de Sousa Dias. KINTOP

- Hubo un momento en el que, debido al fracaso de la plantación de caucho, Fordlândia se trasladó, ¿no es así?

- Bueno, crearon otra ciudad, Belterra, a unos cien kilómetros, que se conserva muy bien. Las casas americanas están muy integradas, y hay muchas flores.

- Lo del dron me parece algo perturbador: es un actor cada vez más omnipresente en el cine contemporáneo, y no deja de ser un robot. Sin embargo, aquí le das una utilidad distinta...

- Lo utilicé, en principio, porque quería captar la cicatriz que Fordlândia había dejado en la tierra, en la Amazonia. Pero la verdad es que no hice demasiados planos cenitales, que son para lo que más se utilizan los drones. Y, desde mi inexperiencia, estuve experimentando con el dron, que incluso se puede utilizar manualmente, como una cámara. Todos los planos en movimiento, incluido el giro de 360 grados, los hice con el dron. Tampoco se me escapó la paradoja de filmar un lugar arrasado por el poder con un instrumento del poder como, al menos en origen, es un dron.

- Mientras esperas a volver a Fordlândia, ¿cuál será tu próxima película?

- Ahora estoy acabando Viagem ao Sol (Viaje hacia el sol), que está en fase de montaje. También es un documental y trata de los 5.000 niños austríacos que llegaron a Portugal justo después de la Segunda Guerra Mundial. Es una idea de Ansgar Schaefer, el productor, que también es mi marido, además de historiador. La verdad es que es un tema muy interesante, porque me ha dado la oportunidad de abordar la dictadura de Portugal a través de los niños, y también conecta con el tema de los refugiados. Fue una operación de Caritas, eran niños religiosos que huían de la miseria y de la pobreza, para ser acogidos por las familias del régimen salazarista. Lo curioso es que los más ricos se quedaban los rubios, mientras que los más morenos iban a parar a las familias más pobres. Los ricos tenían el privilegio de poder escoger, como si estuvieran en el mercado.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.