La policía de México no tiene buena fama, eso lo sabe cualquiera, hasta que el que nunca ha cruzado Río Grande. Pero Alonso Ruizpalacios (Ciudad de México, 1978) se propuso darle la vuelta al tópico con un ingenioso dispositivo que, según nos comenta más abajo, se construyó sobre la marcha. Y lo ha logrado con la ayuda de su fiel montador, Yibrán Asuad —el mismo que la fenomenal Ya no estoy aquí, de Fernando Frías—, que obtuvo en la Berlinale un sonado galardón a la contribución artística por esta Una película de policías, que legará a Netflix el 5 de noviembre y que se conocerá en el mercado anglosajón como A Cop Movie. Una propuesta híper vitaminada con fotografía gozosa y musicón, así un poco retro, el que te imaginarías para Una de policías, con su wah-wah.
A Ruizpalacios lo tenemos fichado desde que se hizo mundialmente conocido gracias a Güeros (2014), puesta de largo por la que recibió un número casi incalculable de trofeos y reconocimientos. Entre ellos, el Premio Horizontes del Festival de San Sebastián, por el que ha vuelto a competir este año con Una película de policías, codeándose con su casi compatriota Tatiana Huezo, de origen salvadoreño, quien también estrenará su galardonada Noche de fuego en Netflix, así como con otros veteranos de la sección Horizontes Latinos como el venezolano Lorenzo Vigas o la costarricense Paz Fábrega, entre otros.
En su día, Güeros, una comedia adolescente en blanco y negro, con un aire a Jim Jarmusch y a la Nouvelle Vague, aportó frescura —como Temporada de patos, de Fernando Eimbcke, una década atrás, pero en más divertida—, y se convirtió en un fenómeno, en gran parte gracias al apoyo de Gael García Bernal, que la produjo. El actor protagonizó luego Museo (2018), película basada en hechos reales con cuyo guionista y coproductor, Manuel Alcalá, ya tuvimos ocasión de hablar cuando se estrenó Red privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía?, documental distribuido por Netflix que también montó Yibrán Asuad. Una película de policías también podría clasificarse como documental, y como ficción. Lo que es seguro es que viene a romper esquemas, formales y mentales. ¡Tengan cuidado ahí afuera!
Una película de policías arranca como si fuera un programa tipo Policías en acción, de esos en los que un cámara y/o un reportero se suben al coche patrulla policial para relatar la cotidianidad de los agentes. Una de ellos, Teresa, acude a una emergencia, y se encuentra con que tiene que hacer de comadrona improvisada. Si no fuera porque ya hemos reconocido a Mónica del Carmen, acaso la actriz indígena más famosa del mundo, sobre todo por sus películas a las órdenes Michel Franco (con el que repite en Sundown, que también puede verse en San Sebastián), quizás tendríamos la impresión de estar dándonos una vuelta por el mundo real.
De todos modos, la película no tarda tampoco demasiado en mostrar sus cartas, y son los propios actores, Mónica y Raúl Briones, los que nos hablan del duro entrenamiento al que se sometieron —hay una escena con piscina bastante antológica— y otras vicisitudes. En la película, ellos forman la llamada “patrulla del amor”, una pareja de policías que se conocieron mientras patrullaban, y al final les descubriremos con sus verdaderos rostros, hablando de su caso, que no tuvo precisamente un final superfeliz. Sin escatimarnos la cruda realidad, Una película de policías nos muestra el lado más humano de la policía mexicana, en la que hay de todo, como en el resto del mundo.
- No sé si has visto Mostro, de José Pablo Escamilla, una muy buena película que ofrece una visión muy negativa de la policía mexicana. Teniendo en cuenta esa mala fama, ¿cómo se te ocurrió filmar una película sobre la policía vista desde dentro?
- No he visto la película, pero he oído hablar del Colectivo Colmena. Ya la veré. En todo caso, para mí no tenía sentido hacer una película sobre lo que ya se ha hablado mucho, en la radio y en los diarios, la corrupción que existe, bandas de policías secuestradores, abusos de poder, cosas terribles… El privilegio del cine es dar con una historia que complique las cosas, de ahí que quisiéramos acercarnos a la policía para tratar de entender por qué ocurren esas cosas, conocerlos de cerca. Me pareció un reto interesante el de quitarnos los prejuicios, sin hacer una denuncia más, ni tampoco una apología, sino una investigación para tratar de saber quién está detrás del uniforme.
- ¿Estaba previsto que reconociéramos a Mónica del Carmen? La he visto en tantas películas que la reconocí enseguida.
- Habrá quien la reconozca, pero también habrá quien no. Aunque, como se dice entre gitanos, no nos leemos las manos, el otro día invité a Pablo Larraín, el director chileno, a ver la película, y cayó completamente. Cuando se rompe la cuarta pared, y se descubre que es una actriz, le sorprendió muchísimo, porque no había pillado el truco. Pero al final eso no importa, lo que prepondera es la historia de Teresa y Montoya, los que eran conocidos como “la patrulla del amor”.
- Imagino que sería al conocerlos cuando el proyecto dio un giro de 180 grados, ¿no?
- Está claro. Cuando les conocimos, tuvimos claro que ellos eran la película. Han venido aquí a San Sebastián para presentar la película en el Kursaal, y estaban muy conmovidos. Ha sido muy complicado traerlos, porque ni siquiera tenían pasaporte, pero la producción ha hecho un gran esfuerzo.
- La historia es muy conmovedora, pero el dispositivo es todavía más cautivador, ¿cómo llegaste a construir la película con estos giros metaficcionales?
- No sé de dónde me viene ese gusto por el juego y la experimentación formal, pero aquí fue algo que realmente no impusimos, sino que fueron soluciones creativas a problemas específicos. Por eso tiene esa forma la película. Por ejemplo, pensamos en cómo retratar todos esos pequeños actos de corrupción, o el trato clasista que tienen los ciudadanos hacia los policías, y esas cosas son muy difíciles de capturar con la cámara. Pero tampoco queríamos la dramatización clásica de documental, así que tuvimos que buscar otra manera, mezclando las dos cosas, borrando la línea entre documental y ficción. De ahí la necesidad de usar los actores de cierta manera, incorporando las voces de los polis…
- ¡Lip Sync! Ahí me has pillado como a Larraín. Queda claro que las voces en off eran de los personajes reales, pero no me percaté que habías llegado al punto de sincronizar las voces. Quizás porque la vi en el ordenador, de mala manera, y no en el cine...
- Sí, las voces que oímos a lo largo de toda la película son las de los auténticos policías, Teresa y Montoya, incluso cuando aparecen los actores, todo el tiempo.
- Está claro que la película tiene todo el apoyo del cuerpo de policía. ¿Cómo han reaccionado al verla, teniendo en cuenta que no oculta los aspectos negativos, como las famosas “mordidas”?
- La película todavía no se ha estrenado en México, así que no sé. Pero la vimos con la gente del cuartel que nos acogió, y su reacción fue positiva. Hubo emociones fuertes, pero hay que tener en cuenta que, dentro de la misma corporación policial, existe una voluntad de cambio. Tenemos la idea de que la policía es solo una cosa, cuando en realidad está formada por entidades muy distintas, y algunas de ellas son incluso muy progresistas. Como el director del cuartel en el que estuvimos, Amador, que es muy inteligente y entra en todos esos programas de reforma policial, para hacer policía de proximidad. Está claro que no podríamos haber hecho esta peli sin ellos.
- ¿Y la escena del parto? Está claro que es un montaje, pero ¿cómo lo hicisteis?
- Estoy particularmente orgulloso de esa escena, porque es una síntesis de la peli en sí misma. Ahí se mezclan el documental y la ficción. Escuchamos la voz en off de la policía real que narra este parto al que realmente asistió en medio de la noche. Eso le pasó de verdad a Teresa. Lo contamos con un estilo documental, aunque está ficcionalizado todo, excepto los inserts de cuando sale el bebé del vientre de su madre. Eso lo grabamos, con las mismas condiciones de luz, en un parto real. La madre se puso la misma bata que la actriz. Todo a cambio de un video muy profesional que hicimos del parto.
- ¿Y ahora qué planes tienes?
- Estoy preparando una película, La cocina, a partir de una obra de teatro de Arnold Wesker. La idea es empezar a filmar en enero, entre México y Nueva York, porque trata de unos migrantes indocumentados, de diferentes partes del mundo, que trabajan en una cocina neoyorquina. Han robado dinero, y hay una cacería de brujas para saber quién ha robado.