‘Puan’: la universidad inolvidable

La película del año en Argentina es una comedia sobre dos profesores que pelean por una cátedra. María Alché, codirectora, relata su génesis.

Marcelo Subiotto y Leonardo Sbaraglia son los protagonistas de 'Puan', la película de María Alché y Benjamín Naishtat. CORTESÍA
Marcelo Subiotto y Leonardo Sbaraglia son los protagonistas de 'Puan', la película de María Alché y Benjamín Naishtat. CORTESÍA

Antes de las primeras risas hay una muerte.

El profesor Casielli, como todas las mañanas, sale a correr por un parque cercano a su casa. Se lo ve canoso y vital, flaco y aeróbico, erguido y sonriente. En el rectángulo inmenso de la pantalla, a su alrededor, todo brilla: el cielo celeste, el pasto verde, el sendero gris. Hasta que el mundo se detiene; mejor dicho, lo que se paraliza es el motor que lleva adentro: su corazón. Y, de golpe, ese hombre que había atravesado el siglo XX, sus batallas y sus ideas, sus geografías y sus cuerpos, cae al piso. A su alrededor, un puñado de transeúntes intentan socorrerlo. Tarde. Caselli ya no respira, víctima de un paro cardíaco. Los efectos están en los que quedan: en su entorno, en los amigos, en los enemigos. Esa muerte, esa caída, ese final, dan comienzo a la película Puan, una de las últimas sorpresas del cine argentino, galardonada en San Sebastián con el Premio del Jurado al mejor guion y una Concha de Plata a la mejor interpretación para Marcelo Subiotto.

Precisamente, el personaje que interpreta Subiotto, el profesor Marcelo Pena, será uno de los principales afectados por la muerte de Caselli. Discípulo y colega en su cátedra de Filosofía Política, actor secundario de una vida ajena, que tendrá el dilema de continuar con el legado de su mentor o partir aguas o dejarse partir por una realidad que lo supera. Como en las buenas películas de bajo presupuesto, Puan arma un mundo de un conflicto pequeño: ¿podrá el antihéroe Pena ganar el concurso titular de la cátedra que fue su refugio e identidad por más de 30 años? Una cátedra que pertenece al castillo de papel que es la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuya entrada principal es por la misma calle Puan que da nombre a la película y, en la jerga intelectual de Argentina, es un significante disponible para rellenarlo con loas, burlas, prejuicios y virtudes, según quien abra la boca.

Marcelo Subiotto, en un fotograma de la película 'Puan'. PASTO CINE
Marcelo Subiotto encarna al profesor Marcelo Pena en 'Puan'. PASTO CINE

Por la puerta inmensa, a dos hojas, de la calle Puan, María Alché (Buenos Aires, 1983) entró varias veces a la Facultad de Filosofía y Letras. Primero, como estudiante de Artes Combinadas apenas terminó la escuela secundaria; luego, para estudiar Filosofía, tras haber egresado de Dirección Cinematográfica en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC). Alché, además de directora es actriz. Su cara, sus ojos celestes, quedaron inmortalizados en la película —y en particular en el afiche— de La niña santa, uno de los clásicos contemporáneos del cine argentino, de la directora de culto Lucrecia Martel. Puan es su tercer largometraje, el primero que realiza en conjunto con su pareja Benjamin Naishtat, que venía de filmar el aplaudido thriller de época Rojo, con el cual obtuvo la Concha de Plata a la mejor dirección en 2018.  

En la vida de Alché, estudiar Filosofía era una actividad medio secreta. No tenía ninguna utilidad en su vida laboral. Solo le gustaba ir a cursar, escuchar a profesores, seguir sus recomendaciones de lecturas. Nunca lo había pensado como material para sus películas. Lo más cercano que estuvo en vincularlo con su trabajo, fue participar en el documental Las facultades de Eloísa Solaas, donde ella aparece rindiendo un parcial.

—Después del documental, Benjamín vino un poco a Puan, cuando empezamos a estar de novios —dice Alché en un bar del barrio de Palermo, hablando pausado, con la serenidad del cansancio por el trajín del estreno y la crianza de dos hijos pequeños—. Con su presencia, mirando el lugar desde afuera, con su mirada más cinematográfica, empezamos a divertirnos con cosas propias de Puan. Aparte, su papá es profesor de filosofía en la UBA. Ese mundo era parte de su mundo: los profesores, las reuniones de cátedra, los concursos. Benjamín tenía miles de estas cosas en la cabeza.

El guion lo empezaron a escribir en 2020, durante la etapa dura de aislamiento por la pandemia, mientras lidiaban con los pañales de su primera hija, el alcohol en gel para luchar con el enemigo invisible del covid-19 y, también, con la incertidumbre de cuánto más podríamos seguir chocando al planeta. En la soledad del trabajo a distancia, Naishtat estaba ocupado en una adaptación de la novela Los siete locos de Roberto Arlt, y Alché, en una película de época de alto presupuesto.

—Era pandemia, se caía el mundo, hagamos esta película más chica, pero hagámosla —dice la directora, recordando que pensaron a la par, buscando una salida por arriba al laberinto de encierro y proyectos bestiales en el que estaban metidos—. Yo venía de trabajar con Subiotto en Familia sumergida. Escribamos esta película para él, pensamos, la filmamos en diez días, rápido. La situación fue una cosa media punk.

Benjamín Naishtat y María Alché, directores de Puan, durante el rodaje de la película. CORTESÍA
Benjamín Naishtat y María Alché, directores de 'Puan', durante el rodaje de la película. CORTESÍA

Como dijo el escritor y sociólogo Hernán Vanoli, Puan es un homenaje amoroso a una sensibilidad que se está extinguiendo. Una ventana a la universidad pública, gratuita y de calidad, que en Argentina sigue siendo una de las pocas columnas de un Estado de bienestar en agonía.

—Había una sensación de amor a ese lugar [a Puan] cuando empezamos a escribir —dice Alché—. Un amor infinito de poder ir a esos espacios de formación cuando todo se cae a pedazos alrededor. Pasar cuatro horas, escuchar a alguien genial, conmoverte, abrir tu cabeza. El deseo era un deseo de goce, al intelectual, a las personas que hacen que este país sea lo que es.

Los personajes de Marcelo Pena y de Federico Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia) son hijos de esa universidad; quizás medio hermanos, de diferentes familias y con procedencias sociales distintas que la facultad juntó y relacionó en el retornó a la democracia en los años ochenta. Treinta años después se vuelven a encontrar, en otro país, en otros cuerpos, en otra situación —disputándose la cátedra— pero en la misma facultad.

Marcelo Pena es un hombre atravesado por cierta crisis de los 50, con una timidez cercana a la torpeza social, maravillosamente interpretado por Subiotto, que mixtura movimientos corporales que recuerdan a Peter Sellers en clásicos como La fiesta inolvidable y Desde el jardín, con la expresividad verbal, refrenada y explosiva, de Nanni Moretti en películas como Caro diario o Palombella rossa. Rafael Sujarchuk es su antítesis. Recién llegado de Frankfurt, una de las mecas de la filosofía occidental, ostenta —involuntariamente: uno de los grandes valores del personaje y de la interpretación de Sbaraglia— belleza, éxito, afectividad y una carrera académica en el exterior valorada en el micromundo de Puan y que la película discute. Como dice Alché, “Puan también es una invitación a pensar la filosofía latinoamericana”.

Leonardo Sbaraglia, en un fotograma de la película 'Puan'. PASTO CINE
Leonardo Sbaraglia, como el profesor Rafael Sujarchuk, en una escena de 'Puan'. PASTO CINE

Alché y Naishtat no estructuran el guion con la lógica amigo-enemigo, antropofágica, devoradora hasta la eliminación del otro, como puede verse en Relatos salvajes de Damián Szifron o El hombre de al lado de la dupla Cohn-Duprat, por nombrar otras comedias dramáticas de directores argentinos de los últimos años. Plantean el conflicto entre los personajes con una mirada humanista. En otras palabras, quieren a sus personajes, con sus virtudes y sus miserias.

—Hay mucha identificación con Marcelo Pena —dice Alché—. Pasó algo con ese personaje que generó empatía. Es humanista, cercano, gracioso.

Desde la escritura del guion, Alché y Naishtat pensaron en narrar el universo Puan desde el humor. Una de las virtudes es que, en Puan, en las casi dos horas de duración, conviven la comedia con el duelo, con una situación de crisis económica y política del país que se va agudizando. Sin embargo, lo que predomina en el espectador es la risa.

—Hay funciones que se ríen sin parar, de principio a fin. Después hay gente que en un momento se angustia y va por el lado de la emoción. Teníamos la voluntad de trabajar sobre la idea de comedia, sobre la risa más que la comedia en sí. Como esta idea bergsoniana de la risa, de que el espectador vaya y se ría en el cine. Me da mucha alegría eso, cuando toda una sociedad se ríe de algo, es como que encuentra un doble sentido conjuntamente. Me parece importante que en estos tiempos el cine recupere eso colectivamente, que un público argentino, con todos los quilombos que hay, se pueda reír de algo, me parece un milagro.

Puan es una película realista, que plantea un escenario cercano vinculado a la proyección de candidatos presidenciables como Javier Milei, que promueven recortes presupuestarios en todas las áreas del Estado y en la universidad pública en particular.

Puan pone en valor algo bueno de la Argentina, que tiene universidades de calidad públicas y gratuitas. No sucede en otros lugares de Latinoamérica. Es una de las cosas más increíbles que tenemos. Y justo ahora están siendo muy cuestionadas —dice Alché—. La situación actual está jugando un rol en cómo está siendo recibida. Hay que ver en dos años si se vuelve un clásico atemporal o si se seguirá viendo.

Pensar a dos años en la Argentina actual es hacer futurismo o ciencia ficción. Puan es contemporánea a su época, sin ser destructiva ni melancólica. En cierto modo se volvió una película-acontecimiento, que excede a lo que sucede durante su duración. Además de en cines, la película se está viendo en universidades nacionales y espacios culturales, en lugares donde, como en las viejas cinematecas, luego del fundido a negro, los espectadores se quedan debatiendo y pensando sin importar la oscuridad que los rodea.

Escritor. Colaborador en medios como Página/12, Gatopardo, Revista Anfibia, Iowa Literaria y El malpensante, entre otros. Autor de las novelas Un verano (2015) y La ley primera (2022) y del libro de cuentos Biografía y Ficción (2017), que fue merecedor del primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (FNA). Su último libro, coescrito con Fernando Krapp, es la crónica ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (2023), también premiado por el FNA.

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