La historia de La Singla es apasionante desde varios puntos de vista. En primer lugar, está su arte, un estilo de baile muy suyo, asilvestrado, fruto de su sordera: al no escuchar la música, era ella quien marcaba a los músicos, y no al revés, como sucede habitualmente. Luego está la consiguiente historia de superación: imponerse como bailaora, nada menos que en la estela de Carmen Amaya, a pesar de su discapacidad. Y, finalmente, un misterio que, en su caso, es doble: no sólo cabe preguntarse por qué desapareció de la escena cuando era una estrella del flamenco aclamada por media Europa, sino también por qué nadie se preocupó por averiguar qué había sido de ella en más de cuatro décadas. La segunda respuesta quizás sea demasiado obvia: mujer, gitana y sorda, los prejuicios hicieron que nadie se preocupara por la artista. El resto, mejor dejarlo para que el espectador lo descubra en el apasionante e irrepetible documental La Singla, de Paloma Zapata (Murcia, 1979), que llega a los cines españoles este 10 de noviembre.
Zapata ya había dirigido Peret, yo soy la rumba (2018). Y ahí empezó todo: el rumbero catalán acompañaba a La Singla con su guitarra, tocando ‘El garrotín’, en Los Tarantos (1963), el clásico de Rovira-Beleta que llegó a ser nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera —ganó 8½, la obra maestra de Fellini—. En aquel entonces, la pequeña bailaora, de nombre Antonia, todavía vivía en el Somorrostro de Barcelona, el barrio de chabolas al borde del mar que fue derruido, deprisa y corriendo, en 1966, a causa de una visita del general Franco, que venía para avistar no se sabe bien qué maniobras navales. Al Somorrostro, tal y como aparece en esa mítica película, llegó una Carmen Amaya ya muy extenuada, tras años de exilio, y ahí conoció, e hizo amistad, con La Singla, que también fue inmortalizada por las cámaras de fótografos como Xavier Miserachs o Colita, una de las voces que participan en este documental. Amaya falleció poco después del rodaje de Los Tarantos, y La Singla emprendió su viaje hacia la cumbre, donde le esperaban muchos viajes en tren con rumbo a Alemania.
- Te conocí en Abycine, el festival de Albacete, hace unos años, cuando esta película todavía era un proyecto: ¿Cuánto tiempo llevas buscando a La Singla?
- Alrededor de cuatro años. La primera vez que vi una imagen de ella fue en 2019. Entonces apenas había información, ni imágenes de archivo, sobre ella. De hecho, empezaron a aparecer muchas cosas cuando ya llevábamos un año o dos años rodando.
- En la película hay un elemento de ficción: el personaje encarnado por la actriz cordobesa Helena Kaittani, una periodista y bailaora que empieza a investigar sobre el destino de La Singla. ¿Cuándo se incorpora este alter ego tuyo al rodaje?
- Helena entró cuando, al encontrarme con tan poca información sobre La Singla, surgió la idea de búsqueda, y la de crear la estructura de un thriller de investigación, una ficción que encarnara un poco, como dices, mi propia búsqueda, pero introduciendo elementos cinematográficos en la estructura para que el espectador pueda hacer ese viaje de búsqueda y encuentro. Helena también es bailarina, ha estudiado el baile flamenco en el Conservatorio de Córdoba y viene de una familia muy cercana al flamenco, así que resultaba idónea, porque buscaba a alguien que se involucrara, que tuviera una motivación personal, que quisiera saber más.
- ¿Cómo habéis trabajado? ¿Las escenas en las que aparece Helena son recreaciones de tu propia búsqueda?
- La mayoría de escenas no tenían un guion cerrado, pactábamos antes de rodar cómo se iban a desarrollar más o menos, y a partir de ahí se improvisaba con los personajes que nos íbamos encontrando para que todo surgiera de una forma muy natural, y para que la película se acercara a los códigos de documental.
- Entonces, ¿no hay ingredientes de ficción?
- Los hay, en el sentido de elementos de ficción para que la historia pueda generar esa estructura de thriller y crear en el espectador esa sensación de querer saber más, de intriga. También hay elementos puramente documentales, sobre todo en los encuentros con la gente. Hay personajes como Paco Banegas —el mánager que se la lleva a Madrid a los 17 años para bailar, con gran éxito, en el tablao Los Califas— que parece que sean de ficción, pero son auténticos. Lo mismo con las fotografías que van apareciendo, también hay gente que nos ha preguntado si son reales.
- Me has pedido que no desvele el final de la historia. ¿Hasta dónde podemos contar sin que sea un spoiler?
- Pues que La Singla creció en un entorno muy pobre como el Somorrostro, donde nació en 1948. Era “La Múa”, la que no hablaba, no porque no tuviera cuerdas vocales, sino porque nadie le había enseñado a hablar. Pero después de una infancia en silencio, empezó a oír un poco y aprendió a hablar ella sola, poniéndose un lápiz en la boca. Y aprendió a bailar mirando a su alrededor, guiándose por los sonidos más graves, porque había mucho flamenco en ese ambiente y lo adoptó como medio para comunicarse con el mundo. Eso es algo que se nota mucho en la mirada, tiene una mirada que grita. Se centró mucho en el flamenco porque en su vida estaba muy aislada, no tenía amigos. En aquella época, los sordos estaban muy marginados, y más siendo ella gitana. Fue objeto de una doble marginación.
- Es curioso que, estando tan aislada, de repente se lanzara al bailar.
- Fue su madre la que empezó a llevarla a los bares, porque vio que le daban dinero. Su madre también estaba conectada con el flamenco, se dio cuenta de que su hija tenía talento, y que ahí había una fuente de ingresos. A los nueve o diez años ya ganaba dinero, y luego acabó manteniendo a las dos familias de su padre, como veinte hermanos en total. Ahí hay alguien que la ve, un cazatalentos, y se la acaban llevando a Los Tarantos, y luego a Alemania, desde donde también le producen hasta una película, como una especie de biopic, en 1964, dos años después que Los Tarantos.
- ¿Por esa época andaba con la Gauche Divine, no?
- Sí, Beatriz de Moura y Colita se la llevaban a sus fiestas. En esa película alemana, de la que pongo un extracto en la mía, aparece Colita haciendo de enfermera. Dalí y Gala también la invitaban a su casa de Cadaqués para más fiestas privadas. Le tenían mucho cariño. Y Miró dibujó sobre unas fotos de ella, para ayudarla, pero se las robaron. Empezó a viajar mucho, todo el tiempo de gira, y siempre en tren, porque el avión le molestaba mucho en los oídos, lo pasaba muy mal con los cambios de presión.
- Lo más increíble de La Singla es que, al ser sorda, ella lleva a los músicos, y de alguna manera se convierte en compositora, en una artista avanzada a su tiempo, revolucionaria de manera no totalmente voluntaria, pero revolucionaria al fin y al cabo, ¿no crees?
- Sí, y no sólo por eso, también bailaba con pantalones. No tenía casi vestidos y bailaba con ropa de calle. Los pantalones le iban bien, porque usaba las piernas para marcar el ritmo. Involuntariamente, puede verse como una reivindicación feminista. Y con esa melena salvaje, casi parece una artista contemporánea. No seguía los patrones de las posturas flamencas, era como un torbellino que se expresa con furia, que es lo que trae. Hay algunos bailarines ahora que la tienen como modelo, aunque, como estuvo tan desaparecida, tampoco es tan conocida en el ambiente. Ahora justo se está empezando a conocer.
- En la película aparece un joven bailarín que la tiene idolatrada.
- Miguel Vargas. Pero él la conocía porque creció en Alemania. Ahí, durante mucho tiempo, ella aparecía en portada de los únicos discos de flamenco que se podían comprar. Aquí sin embargo, aunque estaba la fotografía de Xavier Miserachs, en la que aparece con la melena revuelta en las barracas de Montjuïc, seguía siendo muy conocida, a ella ya no la conocía nadie.
- Los gitanos nunca lo han tenido muy bien por aquí.
- No, siempre se ha cogido lo que interesaba de ellos, y el resto se ha desechado. Llegaron hace 500 años cuando acabaron de excluir a judíos y musulmanes. Los dejaron entrar para ocupar funciones que se habían quedado libres, como la venta de caballos. Muchos árabes se hacían pasar por gitanos, aunque enseguida empezó la persecución. En el siglo XVII, o así, ya había edictos que decían que los gitanos que sean vistos en grupos serán condenados a galeras. Las mujeres no podían vestir con sus trajes tradicionales. La lengua estaba perdida. El romaní desapareció, y el caló se inventó después. Estuvieron encerrados en sí mismos a consecuencia de siglos de persecución. Al final, la clave es el acceso a la educación.
- ¿Cómo explicas que, en 40 años, nadie se hubiera interesado por un personaje tan apasionante como La Singla, hasta que llegaste tú?
- Como decíamos antes, era gitana en una época en la que había incluso más racismo que ahora. Y era mujer, además de sorda; pero también, o sobre todo, era muy frágil, podía ser fácilmente manipulada, como le ocurrió cuando apareció su padre, que hundió su carrera. En muchas disciplinas artísticas, hay mujeres que han sido borradas de la historia, y este es un caso más. Antonia no era un personaje influyente, ni tenía amigos influyentes, en posición de poder, sino que seguía siendo una niña con circunstancias muy adversas, y acabó condenada al ostracismo. Fue olvidada porque a nadie le interesaba, tan duro como esto. Aunque, para hacer justicia, sí que hubo algunas personas, como José María Íñigo, que intentó llevarla varias veces a televisión, a su programa Esta noche, fiesta, pero ella no quiso ir, y mandó a La Chana en su lugar. Ella tampoco quiso que la encontraran.