Artes

El triunfo (discutido) de las meninas en Caracas

Las calles de Chacao se han llenado de esculturas inspiradas en la obra de Velázquez. Pero donde unos ven arte, otros, un divertimento.

Menina intervenida por Gleyber Torres, frente a la torre Parque Cristal de Chacao (Venezuela), el pasado 10 de enero. EFE/RAYNER PEÑA R.

Sí. Las 19 meninas de la exhibición Meninas Caracas Gallery del ingeniero industrial venezolano Antonio Azzato nos hacen sonreír y dinamizan las zonas del municipio Chacao, al este de Caracas, en las que están instaladas desde enero: hay mapas, rutas, tours, videos, reseñas y durante la primera semana tras la inauguración, vimos gente haciendo filas para fotografiarse con estas figuras basadas en la pintura más famosa de Velázquez.

Hay quienes salieron a buscarlas y otros se las han ido encontrando. Sea como sea, comenta José “Cheo” Carvajal, director de la asociación civil para la experiencia y transformación urbana Ciudad Laboratorio: “Estas meninas invitan a la calle, no hay duda. Se nota que hay gente que no había caminado nunca por las aceras de la avenida Francisco de Miranda a la altura de la urbanización Los Palos Grandes”.

Sí. Es bonito y siempre necesario el objetivo solidario que tienen las meninas intervenidas por el diseñador de moda Ángel Sánchez, el salsero Óscar D´León, los beisbolistas Ronald Acuña Jr. y Gleyber Torres, y la futbolista queen Deyna Castellanos. Estas piezas serán subastadas y los fondos serán destinados a cinco organizaciones de Venezuela dedicadas a la salud.

Pero esto no es todo lo que debería interesarnos.

“Obra de arte de renombre internacional”

Así anunció la alcaldía de Chacao la exhibición de las meninas de Azzato, y con esta instalación, la de un “circuito artístico”.

Explica Azzato para COOLT: “Es una exhibición urbana que lo que quiere es llevar el arte a las calles a través de esculturas urbanas y siempre transmitiendo un mensaje de acercar el arte a la gente, a través de una mujer representativa de lo que es una cultura, una sociedad y, además, con fin solidario, ese es el concepto de mi exhibición”.

Pero algo falta en esta experiencia si nos es presentada como arte.

Para Humberto Valdivieso, curador de arte contemporáneo, las meninas de Azzato son elementos decorativos que, desde luego, tienen derecho a existir y generar alegría, pero no por eso son obras de arte: “Porque si les dices ‘arte’, comenzaría como un mal plagio de las meninas del maestro Manolo Valdés, y así la exhibición de Chacao podría ser descalificada. Además, en ella, uno no encuentra en su concepto ni en su búsqueda, ni en su elaboración, algo que uno pueda llamar ‘obra de arte’”.

Coincide el arquitecto Enrique Larrañaga en que la exhibición es un evento urbano, un divertimento, y aclara: “Esto no es quitarle mérito, pero dar a estas piezas un rango de manifestación artística, de arte urbano, me parece que es sacarlas de dimensión. Para que sean un evento artístico haría falta consideraciones mayores sobre cada una de las piezas, la pertinencia de las intervenciones y en la idea de la serialización, y de cómo fueron incluidas en la calle”.

Gente hace cola para fotografiarse con la menina del Banco Nacional de Crédito. KAORU YONEKURA

Sí. La discusión con estas meninas —que también se dio en Madrid, donde Azzato las expuso por primera vez, hace seis años— debe ser sobre el arte en la calle de una gestión municipal, entendiendo que la calle es un lugar privilegiado para formar a la sociedad en cuanto a su criterio estético y esto no es solo exhibir lo trendy de otros países, mucho menos en Caracas, donde la conquista de espacios públicos para la manifestación artística no es novedad.

El arte en la calle debe tener diálogo coherente y en armonía con la arquitectura, el sistema de circulación y el espacio que la rodea: “Una obra urbana tiene un estudio exhaustivo y extraordinario como arte que va al contacto con el ciudadano para pensar y hacer la ciudad”, dice Valdivieso.

Esta es la pertinencia de la que habla Larrañaga o de la que habla otra señora que se detiene cerca de la fila para las fotos: “No siento que sea una iniciativa que nace del sentimiento de la caraqueñidad”. También es la pertinencia que quisiera el profesor y bibliotecario de La Poeteca Leonardo Laverde: “Me gustó la primera que vi en la esquina del Centro Plaza, pero las demás me parecen redundantes. Sí, el tema parece ser la venezolanidad, ¿y qué más?”.

Ocurre que la pertinencia es tan determinante que, cuando no se tiene, pasa lo que dice Cheo: “Creer que el arte es color y que sirve en la medida en que nos brinda momentos de divertimento, felicidad y la posibilidad de una selfie salvadora”.

Es cierto que en un municipio donde la gente ha visto el horror de estudiantes asesinados en protestas, estas piezas aparecen como “algo extraordinario para las redes sociales”, dice Valdivieso. “Pero hay algo más: nuestra dicotomía política”, sostiene el curador de arte. “Si las hubiesen puesto en el municipio Libertador [gobernado por el oficialismo], les hubiesen caído encima. Y lo cierto es que lo que no es de buen gusto, lo que no está bien logrado o no es bueno, no lo es ni en Chacao ni en ninguna parte”.

A fin de cuentas, de acuerdo con Cheo y con Valdivieso, esta exhibición de muñecas no es muy diferente a los recientes murales repletos de colores o a los muñequitos de cómics en los bancos de plazas, o a la invasión de vallas publicitarias, pantallas LED gigantes y edificios que son cajas enormes de luces.

Sea arte urbano o divertimento urbano, dice Azzato sobre su exhibición: “Este no es un canal para generar polémica. Yo respeto la libertad de opinión y mi exhibición es un homenaje precisamente a la libertad de expresión”.

Antonio Azzato, con la menina 'Sabroso', en la plaza Francia de Chacao. EFE/RAYNER PEÑA R.

Museo al aire libre

El alcalde de Chacao, Gustavo Duque, habla del municipio como un museo al aire libre. Y es cierto, pero este museo existe desde mucho antes de su gestión. Para Larrañaga, “no hay comparación posible entre lo que ha instalado esta gestión municipal con lo que ya teníamos en Caracas: piezas con intencionalidad, refinamiento y acabados propiamente artísticos”.

Y no solo por la Ciudad Universitaria de Caracas, un Patrimonio de la Humanidad considerado pieza maestra de la planificación urbana y de la arquitectura contemporánea. Si pensamos solo en Chacao como municipio-museo tenemos, por ejemplo, que la menina Lazos de mi tierra convive con la estatua del almirante Brión, que es Bien de Interés Cultural de la Nación, en la plaza que lleva su nombre, y que, además, está muy cerca de la Estructura en tres partes de Teresa Casanova y del Cubo virtual azul y negro de Jesús Soto, ambas esculturas de la colección del Metro de Caracas.

Dos cuadras hacia el este, la menina BNC está al lado de la torre Europa, que es Premio Nacional de Arquitectura, y en cuya fachada está La Sayona del Ávila, de Guido Morales. En la torre contigua —torre Seguros Venezuela— está Trazos Nimbus Levitante, de Rafael Barrios. Dos avenidas separan esta escultura de la menina Tucán en la entrada del Centro Cultural Chacao y sus salas de exposiciones.

En las paredes de la salida de la estación del metro de Chacao más cercana a la menina Orquídea está Concentración para Caracas de Enrico Armas, y la menina Miss Rayas está en el Centro San Ignacio, que en 1998 obtuvo el reconocimiento especial como arquitectura contemporánea latinoamericana en los premios Mies van der Rohe.

En la plaza Isabel La Católica está la menina Colibrí, la cual tiene de fondo al Centro Cultural de Arte Moderno, en cuyo jardín está otra escultura de Barrios, así como el Espiral dislocado de Félix George y dos de los Cruz Diez que están en el municipio: Permutación de color aditivo y Fisicromía.

Por su parte, las meninas Sabroso y 40/70 están en la plaza Francia, cuyo obelisco es el símbolo del municipio, y en cuyos alrededores hay edificios del arquitecto Federico Beckhoff.

Justo detrás de la menina Oro Negro, en la esquina del centro comercial Centro Plaza, está Fisicromía doble faz, el tercer Cruz Diez, y en el límite con el municipio Sucre está la menina Gleyber Torres, frente a la torre Parque Cristal, que es Patrimonio Cultural de Chacao y cuyo piso de mosaico es de Nedo.

La menina 'Tucán', a las puertas del Centro Cultural Chacao. K. Y.

De manera que, si se mira el museo más o menos completo, entre una menina y otra, también está “el paisaje real” de Caracas, “la ciudad misma” que le interesa al periodista y escritor Rafael Osío Cabrices, y “no esas cosas que son una pandemia de intervenciones urbanas relativamente baratas pensadas para estimular a la gente a hacerse fotos” y que Valdivieso considera que son el ejemplo de la devaluación de la tradición del arte público en Venezuela.

Larrañaga cree que se está entendiendo “museo urbano” como estatuaria en serie únicamente, cuando también este tipo de museos se hacen por su arquitectura en función de sus elementos naturales, perspectivas y momentos: “Me parece que la municipalidad está desaprovechando mostrar lo que tiene. A nuestros dirigentes se les olvida que el poder tiene una obligación didáctica. Cuando ellos se presentan con mucha gestión terminan dando una dimensión trascendente que no tienen y acaban confundiendo a la gente”.

Para Cheo no hay que olvidar que el circuito de las meninas está instalado en un municipio “que tiene serios problemas para hacer respetar las aceras como espacio exclusivamente peatonal, para respetar los árboles que generan la sombra necesaria para caminar… Bien que celebren cada menina, pero ojalá también reclamen cada esquina sin rampa, cada carro estacionado sobre la acera o caminar decenas de metros bajo el sol inclemente”.

Tampoco hay que olvidar que en Chacao se pone una menina llamada Araguaney como nuestro árbol nacional mientras se tala el arbolado urbano, y se exhibe una menina con Guacamayas antes de que éstas desaparezcan por no tener dónde estar en el municipio.

Sí. Están chéveres las meninas, pero antes de consagrarlas como un hito artístico municipal porque quizás así ocurrió en otra ciudad, toca ponerlas en contexto con el patrimonio existente y verdaderamente representativo de nuestra especificidad como caraqueños y venezolanos. Pintar el rostro de Bolívar en la falda no venezolaniza a una menina ni la hace “inédita”, el uso del tricolor de la bandera nacional tampoco y mucho menos acerca a los transeúntes a la pintura de Diego Velázquez.

Culminando la tercera semana de la exposición, cuenta Cheo: “Creo que hay gente que ni siquiera detalla las obras. Va, hace la cola, se toma la foto y sigue”. El muchacho que pasa, susurra: “Ya las deberían quitar con el arbolito, ya fastidian”. El motorizado me dice: “Es que yo no sé si eso sea una obra de arte como tal, porque esas muñecas son toditas la misma figura, lo que cambia es el dibujo y todos son de Venezuela, pero yo ya sé que soy venezolano. ¿Pa´ qué me lo dicen?”.

Menina con el rostro de Bolívar, en la plaza dedicada al libertador de Venezuela. K. Y.

Cronista. Fue seleccionada en el Seminario de Periodistas de Bigott (2010) y en el Diplomado Nuevas Narrativas Multimedia Historias que laten (2018). Ganó el Concurso de Crónica Urbana de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello (2014) y la beca de Periodismo de Soluciones para Latinoamérica de la Fundación Gabo (2020). Actualmente colabora en los medios digitales Caracas Chronicles, Cinco8 y La Gran Aldea.