‘Unicornios’ en crisis

El cineasta español Álex Lora construye un retrato generacional a través de una milenial insatisfecha en constante búsqueda de aprobación.

Greta Fernández, en la película 'Unicornios', de Álex Lora. FILMAX
Greta Fernández, en la película 'Unicornios', de Álex Lora. FILMAX

La cotidianidad en un centro de reciclaje de latas en Brooklyn a través de un inmigrante ilegal mexicano. O la intervención de unos extraños en la casa de Nueva York de dos gemelos ortodoxos que sufren una especie de Diógenes, bajo la amenaza de perder su hogar por la denuncia de un vecino. El cine de Álex Lora (Barcelona, 1979) es contemplativo y observacional. Algo que va con el género al que se entregó a su llegada a Estados Unidos en 2010, donde el estudiante que entonces era se convirtió pronto en documentalista.

Los méritos le llegaron pronto con cortometrajes como Odysseus’ Gambit (2011) y Godka Cirka (2013) y los largometrajes Thy Father’s Chair (2015) y El cuarto reino ( 2019). Ahora, el cineasta catalán afincado en Nueva York —que también edita películas y documentales, y que produce contenidos sobre la comunidad latina para televisión— se atreve con su primera película de ficción, Unicornios, que tuvo su estreno en el reciente Festival de Málaga y que a partir de este 30 de junio se podrá ver en los cines españoles.

La cinta llega con un guion trabajado en colectivo —el propio Lora, más Pilar Palomero, María Mínguez y Marta Vivet— y una protagonista poco complaciente con el espectador y bastante incomprensible consigo misma que trata de encontrar su propia voz y éxito en una realidad donde el exceso de libertad genera frustraciones.

Milenial, feminista y poliamorosa, Isa (Greta Fernández) aparentemente lo tiene todo, pero una propuesta de relación monógama trae un vuelco a su vida. Sus contradicciones salen a la luz y su universo empieza a desmoronarse a golpe de juicios morales en esa telaraña en la que se han convertido las redes sociales. Lora no juzga, solo muestra. Como en uno de sus documentales.

Tráiler de la película 'Unicornios', dirigida por Álex Lora. YOUTUBE

- Del documental a la ficción. De Estados Unidos a España. ¿Cuántas ganas tenías de trascender género y geografía?

- Pues la verdad es que muchas. Aunque me lo he pasado muy bien haciendo documentales —algo a lo que nunca voy a renunciar y que voy a seguir haciendo—, desde adolescente, siempre he querido hacer peliculitas y, de hecho, empecé haciendo cortometrajes de ficción. Lo que pasa es que por condiciones, sobre todo, económicas, por lo difícil que es cuando eres joven acceder a las subvenciones y demás, vi en el documental algo que podía hacer yo solo. Al final se ha dado la película y estoy muy contento. Y ha sido mucho más fácil hacerla en España. Principalmente, por la comunicación con el equipo y los actores. También te sientes cómodo porque es un lugar que conoces. Allí, en Estados Unidos, haciendo cortos de ficción a veces lo pasas un poco mal. Incluso algún compañero de la universidad me decía: “Ostras, es que se nota que te pones nervioso, estás hablando en inglés, cambias al español algunas palabras…”.

- Tus trabajos abordan temas relacionados con las incapacidades, la identidad, la inmigración o la juventud. ¿De dónde te nace esta pulsión temática?

- Hay mucha gente que dice que el cine es terapia, y estas son cosas que a mí me interesan, que me han movido y me tocan. El tema de la inmigración es algo que he vivido en mis propias carnes. Como el de las incapacidades, yo mismo tengo una discapacidad. Quizás, en lugar de tratarlo de una manera obvia, en mis trabajos intento que esté un poquito más escondido. En el caso de esta ficción, una de las ideas de partida era hacer un retrato de una persona que parece normal pero que, en el fondo, se mueve en patrones un poco disfuncionales. 

El cineasta Álex Lora, en el rodaje de la película 'Unicornios'. FILMAX
El cineasta Álex Lora, en el rodaje de 'Unicornios'. JUANMA BERNABÉU

- El guion de Unicornios lo firman cuatro personas. ¿Cómo discurre un trabajo tan compartido?

- Se aborda desde las ganas de seguir investigando y compartir. Lo que es el grueso del guion está más escrito por mí y por Pilar [Palomero], pero luego también pensamos que Marta [Vivet] era una chica superjoven que podía aportar cosas respecto al personaje, y luego estaba María [Mínguez], que es muy buena con los diálogos. Aunque su participación ha sido menor, nos parecía injusto no ponerlas en los créditos. Hay que premiar a todo el mundo que trabaja.

- En Isa representas a una generación muy concreta. ¿Era la que te daba juego para hablar de los temas que te interesan?

- En el fondo me preguntaba si era la generación milenial o si era la generación z, porque yo estoy ahí, en la bisagra. El caso era echar un poco la vista atrás, que, en realidad, es echar la vista hacia adelante. Había ciertas contradicciones en las que yo me reflejaba, porque cuando tenía estas edades también lo vivía todo de forma similar, pero en esta ecuación hay una nueva variante, que es todo el tema de las redes sociales, con lo que yo no crecí. Mis 20 años no los viví con esos dispositivos y ahí me empezaron a surgir una serie de dudas y de preguntas. Incluso miedos, ya como padre que soy, porque ¿qué va a suceder dentro de 15 años con mis hijos? Al estar entre esas dos aguas, quizás la protagonista es milenial, pero muchos de los otros personajes son generación z y ahí están lidiando con una serie de herramientas que son potentísimas, pero a la vez aterradoras, y que a mí pues me fascinan y me horrorizan a partes iguales.

- Están el poliamor, las drogas y el sexo como moneda de cambio. Pero, por encima de todo, esas redes sociales y su mundo de apariencias. Es el tema que todo lo teje…

- Sí, es el tema que lo hilvana todo. Porque, de alguna manera, amplifica todos esos problemas que, por otro lado, son inherentes también en muchas ocasiones a la adolescencia, postadolescencia o juventud. Les da una trascendencia que, en mi generación, no recuerdo haber vivido. Siempre ha habido celos o te has comparado con compañeros, pero la insatisfacción de algunos jóvenes al compararse con los demás es algo que sale de las redes sociales.

Greta Fernández, en la película 'Unicornios', de Álex Lora. FILMAX
El uso de las redes sociales es uno de los ejes de 'Unicornios'. FILMAX

- Es una contracción: las limitaciones de una urbanita milenial en una realidad inagotable. Es algo de lo que habla la película. O, en otras palabras, la insatisfacción derivada de desearlo todo. ¿Es este el aspecto que mejor retrata a esta generación?

- Sí, es esta contradicción entre la posibilidad de tenerlo todo, la libertad, y la insatisfacción que genera. Es algo muy de nuestros tiempos, el hecho de no estar satisfecho con lo que tienes; el tomar una decisión rápidamente en lugar de disfrutarla, porque ya estás pensando en todo lo que te has perdido al tomar esa decisión. Es uno de los temas que trata y hay posiciones frente a eso. Hay gente que más o menos lo sobrelleva, otros que van a por todo y se pueden perder en esta ansiedad o en esta búsqueda, y a quienes les pasa lo contrario y se quedan paralizados ante esas posibilidades infinitas.

- Describir los problemas de las nuevas generaciones sin juzgar ni caer en moralismos es siempre una tarea complicada. ¿Cómo consigue uno aproximarse con éxito?

- Quizás ya desde el guion, compartiéndolo con compañeros y compañeras que se pueden ver reflejados mejor que tú. Y luego también con cierta delicadeza. En mi caso, creo que la perspectiva de haber hecho documentales también ayuda a tomar una cierta distancia y a tener un tono más contemplativo. Y aunque la ficción no va del todo por aquí, en el fondo, cuando planteas las escenas de los ensayos, hay muchos momentos de decir esto no, esto es demasiado o mejor aquí utilizad silencios. Muchas veces también, cuando no estaba convencido de todos los diálogos, cuando no habíamos conseguido algo en los ensayos de lo que estuviera totalmente satisfecho, les pedía a los actores hacer tomas silentes, que intentaran comunicar todo eso sin hablarse y, a partir de ahí, surgían matices que dejan fuera palabras que quizás sí que juzgarían de una forma más certera.

- Isa es una protagonista con claroscuros, inmadura y muy incapaz emocionalmente. ¿Hay una intención de desmitificar a la protagonista, de querer naturalizar a la mujer imperfecta?

- Pues la verdad es que sí. Éramos conscientes de que podían caer críticas, y de que esa intención podía ser mal entendida, pero a mí, en el fondo, son las mujeres que me gustan. Mi mujer es una mujer con carácter, que a veces tiene mala leche, pero que también tiene partes maravillosas. O yo qué sé, las mujeres cineastas. Cuando estuve en Estados Unidos, unos años los pasé muy cerca de Chantal Akerman, una mujer extraordinaria. Parece que por el hecho de ser mujeres, si no hay esa complacencia, como que se las desvirtúa, y eso me parece un error, porque entre nosotros no pasa. Estás en un set y un hombre de repente pega dos gritos o habla mal a alguien y no pasa nada, pero cuando lo hace una mujer se vuelve extraño. Cuando llegué a Estados Unidos descubrí la serie Girls. Maravillosa. O  Frances Ha, una película extraordinaria. Me apetecía crear a una chica que a veces cayera mal, compleja, con contradicciones, víctima y a la vez verdugo.

Greta Fernández, en la película 'Unicornios', de Álex Lora. FILMAX
Greta Fernández se pone en la piel de una joven con claroscuros. FILMAX

- El mundo de posibilidades que se abren frente a Isa y la oportunidad de prácticamente probarlo todo la llevan, casi, a quedarse sin nada. ¿Cómo te planteaste formalmente esta evolución en la película?

- Lo que me imaginaba era un seguimiento de Isa y que siempre estuviera en cuadro. Hubo un momento en el que discutía con la directora de fotografía sobre una escena final en la que todo eso que criticamos lo abrazamos. Parece que hay como una sensualización del cuerpo de Isa pero, por otro lado, es la manera de decir “has caído en todo lo que intentabas criticar”. Y, a nivel formal, también lo mostramos de esa manera. Antes de eso, también hay un momento que es la mirada a la cuarta pared. De repente, Isa mira al espectador a los ojos. Había unos momentitos, pinceladas, en los que sí que me apetecía romper el estilo más contemplativo y observacional. Pero, en el resto de la película, la intención era seguir a Isa y estar lo más cerca posible de ella en sus malos momentos para también crear esa contraposición entre la cercanía de la cámara y a veces la no empatía con el personaje.

- Frustrada por un trabajo que no le gusta demasiado en una agencia de marketing para influencers, a la protagonista le recriminan no haber encontrado su propia voz. Como cineasta, ¿crees haber hallado la tuya?

- Es una búsqueda, espero no haber encontrado mi voz y poder seguir experimentando. Creo que cada persona tiene que ir reformulando, descubriendo, probando. Y en eso estoy. A ver, estoy contento con mis trabajos, los quiero como a mis hijos, con sus más y sus menos, y acepto que haya equivocaciones o aciertos, pero mi intención es seguir buscando.

- Creativamente, Isa pone el foco en las texturas y los pequeños detalles con fotografía macro. Pero cuanto más concreta quiere ser, más se desenfoca y se pierde. ¿La película es un viaje al infierno con billete de vuelta? ¿Una especie de despertar?

- ¡Sin duda! Hay una diferencia entre querer llegar al detalle y, al final, ser epidérmico o profundizar en las cosas. Y, a veces, creo que nos pasa eso, que por querer profundizar nos quedamos en la superficie y no vamos más allá. Eso también tiene mucho que ver con los ritmos de hoy en día, las velocidades, el querer llegar a los sitios demasiado pronto. No consiste sólo en llegar, hay que hacer un trabajo durante el trayecto. El objetivo era llevar a Isa a ese momento de decir: “A ver, quizás he tenido una adolescencia demasiado dilatada —siempre es diferente cuando eres de una clase media a cuando eres de una clase obrera—, hay fichas que se te caen más tarde, pero ahora hay que empezar a mirarse a los ojos de otra manera”.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como Cinemanía, La Vanguardia, Viajes National Geographic y El Confidencial

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