El evangelista errante

La cineasta argentina Paula Hernández habla de ‘El viento que arrasa’, su adaptación de la novela homónima de Selva Almada.

Los actores Alfredo Castro y Almudena González, en la película 'El viento que arrasa', de Paula Hernández. RIZOMA FILMS
Los actores Alfredo Castro y Almudena González, en la película 'El viento que arrasa', de Paula Hernández. RIZOMA FILMS

Del festival de San Sebastián, donde nos entrevistamos con Paula Hernández, al D’A de Barcelona, y pronto, aunque sin fecha, a la cartelera española, hemos ido siguiendo el rastro de El viento que arrasa, la última película de la cineasta argentina, protagonizada por un Alfredo Castro metido a predicador evangélico itinerante y su hija en la ficción, la novísima Almudena González, a la que vimos debutar en Argentina, 1985. También aparece Sergi López, con un papel a medida de desarrapado mecánico en medio de ninguna parte, que se erige en el doble ateo y bestial del evangélico.

Aunque Hernández (Buenos Aires, 1969) quiso filmar ese lugar perdido en la Mesopotamia argentina, no exactamente donde tiene lugar la primera y homónima novela de Selva Almada, publicada por Random House en 2012, la película se acabó rodando íntegramente en Uruguay, que también posee parajes desoladores y fronterizos que lucen en los planos en scope en un western moderno, cargado con la tensión psicológica de un thriller, que desemboca en asfixiante drama familiar.

El viento que arrasa es tu sexto largo de ficción. Pero también tienes un largo documental, que no he visto, y me da mucha curiosidad. Cuéntame un poco.

- Se llama Familia Lugones, y es sobre una familia histórica en la Argentina que pasó por todas las cuestiones culturales y políticas de la historia del país. Son cuatro generaciones, que incluyen desde un escritor a una desaparecida, y varios suicidas. Es una familia trágica, muy impresionante. Todo empezó con Leopoldo Lugones, que era poeta y después fue político. Y luego viene su hijo, que se llamaba igual que él, apodado Polo, pero fue todo lo opuesto: un personaje más bien macabro, que participó en un golpe de Estado que hubo en los años treinta. Era policía, y uno de los tipos que desarrolló la tortura en la Argentina. Se acabó suicidando, como su padre. Su hija Pirí fue montonera, mujer de Rodolfo Walsh, y acabó desaparecida. También tuvo un nieto que hizo un ataque medio lisérgico y se terminó colgando en un árbol. Es muy interesante la historia de esta familia, porque de verdad es la historia política y cultural de la Argentina. Ese es el único documental que hice. Y después lo demás fueron ficciones.

- En esas ficciones, como Las siamesas (2020) o Los sonámbulos (2019), el tema de la familia siempre ha estado muy presente, ¿no?

- Sí, más que nada en las últimas tres películas, las primeras son un poco más distintas. Pero estas tres las puedo englobar como algo que tiene que ver con los vínculos familiares, con los hijos, con cómo funcionan esas madres y padres en relación a sus hijos. Cómo funciona el entorno familiar, el encierro que produce la familia.

La cineasta argentina Paula Hernández, con la actriz en el rodaje de la película 'El viento que arrasa'. CORTESÍA
Paula Hernández, con la actriz Almudena González, en el rodaje de 'El viento que arrasa'. CORTESÍA

- Aquí aparece la religión, ¿eres religiosa?

- No, no tengo formación religiosa. Soy atea.

- ¿Atea o agnóstica?

- Las dos cosas. Soy de esos padres, hija de esos padres, que no creemos en eso. No creemos en nada. No vamos a bautizar a nuestra hija. Mi padre es economista, mi madre es de filosofía. Vengo como de ese entorno. Pero fue interesante hacer el ejercicio de ponerme a leer, entrevistarme con fieles, pastores evangélicos… El evangelismo venía determinado por la novela. El evangelismo está igual de implantado en Argentina que en Uruguay. Aunque no es como Brasil. Eso ya es otro universo.

- ¿Viene del protestantismo, no?

- Sí. Y del puritanismo. Pero después hay un montón de formas de… Son como franquicias. Es como los psicoanalistas, que cada psicoanalista tiene su forma de llevar adelante su terapia. Un poco ese era el planteo. En relación con la Iglesia católica, la diferencia es que la relación con Dios no tiene tantos intermediarios, no hay jerarquías, no hay una institución.

- Como los peregrinos fundadores de Estados Unidos. Todo viene un poco de ahí, ¿verdad?

- Exacto. Latinoamérica era católica porque venía de España, y el evangelismo viene de los peregrinos que fueron a América. Fueron bajando… Pero lo interesante es que, cuando vos los escuchás, encuentran una forma mucho más cercana con el creyente. Hay un libro muy interesante que se llama Cristo llame ya!, periodístico, de Alejandro Seselovsky. Ves a los evangélicos en la cárcel, los evangélicos con los drogadictos, con los que hacen trabajo sexual, con los homosexuales…

- ¿Les apoyan? ¿Se dedican a socorrerlos?

- Hacen su trabajo con ellos, se especializan. Eso es real, es concreto, lo ves. Pero siempre está esta idea del milagro y de la salvación; siempre está metida la religión. Y, cuando hablas con ellos, tenés como un diálogo bastante cercano, si no fuera por la cuestión religiosa. No todos los pastores son los que vos querés salir huyendo, ¿entendés? Es extraño. Son pastores como el de la película, que llegan a lugares donde está la falta, donde el Estado no llega.

Tráiler de la película 'El viento que arrasa', de Paula Hernández. YOUTUBE

- Pero también hay un montón de derechos ganados y avances de la sociedad que vuelven para atrás. El aborto, por ejemplo.

- Sí, son muy intolerantes con el aborto o la homosexualidad. Tienen algo muy patriarcal en su forma de pensar el universo. Por ejemplo, en uno de los templos a los que fui, un templo enorme, de clase media alta, una pastora hace como el calentamiento de todos los fieles para que después venga el pastor y haga su misa. Pero nunca es al revés, ¿entendés?

- Un poco como en la película, donde la chica acompaña y secunda a su padre.

- Sí, aunque él es más de ir por caminos de tierra donde no llega nadie. Un nómada que va llevando la palabra de Cristo de pueblo en pueblo…

- ¿Cómo se sacan el permiso, digamos, para actuar como pastor en el marco del evangelismo?

- Vos mismo podés ser pastor, no tenés que pedir permiso a nadie. Vos sos parte de esa iglesia, pero te podés ir de esa iglesia y podés armar otra. De hecho, esa es la fuerza también que tiene el evangelismo. No hay burocracia. Yo estuve en un templo muy pequeño, aunque también en otro mucho más grande, y es una institución a la que puedes contribuir a través del diezmo, que se paga por internet. Ya no pasan con la bolsita y la plata como antes. Hay carteles —“problemas familiares, los lunes, miércoles y viernes, con tal pastor”; “problemas con las drogas, tal día, con tal otro”— que ves mientras están dando la ceremonia. La gente está cantando en un estado realmente impactante, como en trance. Es muy loco, es una entrega absoluta a la palabra, que es como un mantra, como que dicen y vuelven sobre la idea, y vuelven, y vuelven. Es como algo que no afloja, muy impresionante de ver. La palabra que se repite, que entra, que va, que viene.

- ¿Siempre a partir de la Biblia, no?

- Sí, pero también tienen esa cosa que crea una cercanía con el fiel, metiendo la cosa cotidiana. Pero bueno, aquí, en la película, es otro tipo de pastor. Nómada, que va por zonas rurales y tiene su propia forma de interpretar la religión.

- Como un verso libre.

- Sí, fuimos construyendo eso desde el guion, que ya tiene mucho de la novela. Pero fuimos más allá cuando trabajamos con los actores y los cuerpos empezaron a tener volumen.

Fotograma de la película 'El viento que arrasa', de Paula Hernández. RIZOMA FILMS
'El viento que arrasa' sigue los pasos de un predicador evangélico itinerante. RIZOMA FILMS

- ¿Influyó el papel ese tan oscuro de Alfredo Castro en El Club, de Pablo Larraín, donde interpreta a un cura católico que ha sido acusado de abusos sexuales?

- No fue por esa película en particular. Me gusta mucho el trabajo de Alfredo en general. Es un actor con una entrega emocional interesante. Maneja una cierta ambigüedad y hay algo medio inasible en él. Puede ser encantador y puede ser siniestro. Es lo que yo imaginaba para Pearson, un personaje que no tiene límites, que tiene una fe ciega, que va hacia adelante, que arrasa con todo lo que va encontrando. Hay una idea abusiva en su forma de ir entrando a la vida de la gente, de este joven y de esta casa.

- Tiene un punto vampírico.

- Total. Y luego también hay con él un trabajo muy depurado de cara a la palabra. Los textos estaban escritos, hablan de una determinada manera. No es un idioma coloquial, siempre hay como una construcción, hay engolado en la palabra. Y luego también hubo mucho trabajo con los acentos, que no sé si lo llegan a apreciar ustedes…

- Con Sergi López, sí, bastante; como es catalán, de Villanova i la Geltrú...

- Viste que habla distinto. No quisimos borrar su acento, pero sí desdibujarlo, impregnarlo de una forma de hablar que tiene que ver esa zona de la frontera. Pero sin perder su origen. También, porque la película habla de una cosa ambigua, donde no hay límites. Ni en las relaciones entre padres e hijos, cómo duermen…

- El incesto está en el aire, enrareciendo la atmósfera.

- Sí, esta cosa del no límite. En Los sonámbulos había algo de eso, una cierta endogamia. Acá no hay una cuestión sexual entre el padre y la hija, ni entre los hombres tampoco…

- Pero, al principio, lo puedes temer.

- Sí, esa ambigüedad. Pearson es alguien incapaz de ver que su hija ya no tiene una edad para compartir una cama, que hay una ropa que necesita que sea de otra manera. Por una cuestión de practicidad dice: “Dormimos en la misma cama”. Eso es abusivo en algún sentido.

Fotograma de la película 'El viento que arrasa', de Paula Hernández. RIZOMA FILMS
Alfredo Castro y Almudena González encarnan padre e hija en la película. RIZOMA FILMS

- La evolución del personaje de Almudena González tiene su misterio. Tiene evidentes deseos de libertad, está en un momento de cambio, pero es bastante misteriosa, porque te preguntas cómo ha podido llegar a cultivar su pequeño mundo particular en un entorno tan limitado.

- Ella está incómoda desde el inicio. No puede ponerlo en palabras, pero está permeable y abierta. Desde lo que ve en el monitor cuando va a buscar los casetes a la música que escucha.

- Es la adolescencia.

- Sí, a ella le llega tardía, porque es niña, pero también es un poco mujer, porque también es la que organiza, la que resuelve, la que asiste. Está en segundo plano, tiene la posibilidad de la observación, esa mirada que en algún momento tiene que construir sentido. Me interesaba que fuera una mujer, además, porque es un mundo muy masculino, y creo que hay algo de las nuevas generaciones de las mujeres en Argentina que es muy fuerte. Las últimas luchas importantes  fueron llevadas adelante por las mujeres.

- ¿Como cuales?

- La ley del aborto, por ejemplo. En Argentina fue hace dos o tres años, muy peleada. Yo pertenezco a una generación de mujeres muy progresistas, pero también hay muchas cosas que uno daba por naturalizadas y luego tuvimos que trabajar con eso. Las de la edad de Almudena ya es otra cabeza, para mí son muy admirables.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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