A partir del 1 de enero de 2024, Argentina podrá ser miembro de los BRICS. Así lo acordaron los países que integran este grupo de economías emergentes —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—, quienes, el pasado 23 de agosto, aprobaron en su cumbre de líderes en Johannesburgo una histórica ampliación que también incluirá a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
¿Le conviene a Argentina ser miembro de los BRICS? Riesgos y oportunidades se entremezclan con medios y fines. Indudablemente, el mundo se ha vuelto mucho más competitivo.
De la duda a la sorpresa
La prensa internacional cuestionaba, previo a la cumbre de Johannesburgo, la concreción de la ampliación. Las garantías no eran suficientes, tanto que el presidente argentino, Alberto Fernández, y su canciller optaron —preventivamente— por no asistir. Las excusas resultaron insuficientes para cubrir la desconfianza sobre su desenlace.
Una vez más salió a relucir la muñeca del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aupado en el impulso que el Gobierno chino venía propulsando a favor de una expansión del grupo. Gestión personal mediante, Lula posibilitó el ingreso de Argentina, cuya incorporación se le había convertido en una cruzada. Así fue como él la vivió, como un triunfo propio, más allá de las conveniencias comerciales para con su socio inmediato regional. Se trató también de una devolución de favores y afectos que el mandatario brasileño aún conserva muy frescos desde la época de su estadía en cautiverio.
También es cierto que ambos gobiernos comparten las mismas miradas sobre temas como el asedio a la democracia por parte de la ultraderecha y el fortalecimiento del multilateralismo. En un contexto global donde las regiones tienen un rol trascendental que cumplir, la entrada de la Argentina al principal grupo de países emergentes a nivel internacional, confirma el liderazgo de Lula a nivel regional.
Origen de los BRICS
El acrónimo original BRIC fue propuesto por el economista británico Jim O’ Neill en el año 2001 para referirse a las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China.
Luego, en 2010, devino en BRICS con la incorporación de Sudáfrica y se cerró por mucho tiempo la discusión sobre ampliar el acrónimo e incorporar nuevos socios plenos. No obstante, quedó abierta esa posibilidad a través de dos ventanillas: el BRICS+, que sería el ámbito de conversación sobre agendas emergentes para fortalecer relaciones bilaterales y multilaterales entre países miembros e invitados ocasionales, y el Nuevo Banco de Desarrollo, cuyo estatuto dejó establecido tanto la posibilidad de incorporar nuevos miembros como así también un mecanismo formal para hacerlo.
Su conformación constituyó un reto en sí mismo, al intentar erigirse en ese momento como la voz de los países en desarrollo en general y del Sur Global en particular, buscando mayor injerencia en los asuntos internacionales.
Actualmente, el bloque de los BRICS representa más de 40% de la población mundial, el 30% del territorio del planeta, el 23% del PIB y el 18% del comercio global.
¿Oportunidad inoportuna?
En medio de un contexto de falta de divisas y reservas en dólares, la posibilidad de ingreso a los BRICS para la Argentina se presenta como una ocasión en distintos planos: desde la oportunidad de incrementar las cifras de importaciones y exportaciones —al tener relación directa con algunos socios de relevancia internacional— hasta la posibilidad de acceder a nuevas líneas de crédito directo.
Particularmente, Brasil, China e India se ubican entre los principales socios comerciales de la Argentina. Así como el primero es el principal destino de las exportaciones del complejo automotriz y triguero y el segundo, del complejo petrolero-petroquímico; India y China son, respectivamente, el primero y segundo mayor comprador de soja argentina. Asimismo, Egipto —otro de los flamantes miembros del bloque— está entre los principales mercados del sector cerealero del país. Por otra parte, política y simbólicamente, representan una importante vía desde la cual amplificar y fortalecer el reclamo argentino de soberanía sobre las Islas Malvinas.
Desde el punto de vista de la integración regional, los BRICS tendrán como miembros a los dos principales socios del Mercosur. Esto afianza la alianza estratégica entre Argentina y Brasil y permite que este organismo regional tenga mayor representación en un bloque de potencias emergentes. Asimismo, los BRICS representan una plataforma de peso para que ambos países articulen posiciones conjuntas y expresen una voz común frente a problemáticas globales y asuntos de interés estratégico para la región. La contracara de esta adhesión es el riesgo de producir un cambio de actitud por parte de Estados Unidos y la Unión Europea hacia América Latina.
Argentina y Brasil, como miembros de los BRICS, pueden replantear la cuestión de ratificar o no el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, pendiente aún de resolución. De no prosperar, encendería una luz amarilla para esta última por la importancia que el acuerdo reviste, ya que su influencia podría verse aún más reducida en Sudamérica.
Entre Estados Unidos y China
Si bien el tablero mundial actual dista de aquel planteado en su momento por Zbigniew Brzezinski de absoluta supremacía estadounidense, este aún funciona con cooperación e interdependencia entre los Estados, pero toma como un valor clave los alineamientos regionales.
No se deber perder de vista que Argentina está inserta en el área de influencia de los Estados Unidos, cuyo peso geopolítico ha condicionado históricamente los actos de gobierno del país incluso más allá de la pertenencia partidaria o la perspectiva ideológica del presidente de turno. Hasta ahora, Washington continúa apoyando la negociación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI), además de habilitar créditos para obras a través de los organismos multilaterales donde posee influencia: el Banco Interamericano de Desarrollo y en el Banco Mundial. No obstante, la Casa Blanca observa con especial atención la jugada de ingreso del país a los BRICS.
Por otro lado, el posible ingreso de Argentina al bloque fortalece la estrategia geopolítica de China en su puja por achicar la influencia global de los Estados Unidos, dejando en claro que su tensa relación con Occidente puede compensarse desarrollando lazos más fuertes con otras economías emergentes del mundo. En esta línea, la incorporación de Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos a los BRICS muestra a las claras esta preferencia, sumando a países de una región clave para China y que parece estar tomando distancia de los Estados Unidos y sus aliados.
Lo cierto es que la nueva membresía deja abiertas una serie de preguntas tanto en el ámbito internacional como local. ¿Cómo Argentina consensua posiciones con Irán, país con el cual mantiene un contencioso jurídico por terrorismo? Una cuestión no menor es que, en plena guerra en Ucrania, ninguno de los miembros de los BRICS ha condenado la invasión rusa, algo que podría obligar a Argentina a revisar su postura respecto al conflicto.
Cuestionamientos internos
El ingreso a los BRICS se prevé para enero del 2024, cuando en Argentina ya habrá asumido un nuevo Gobierno. Ante este escenario se plantea la controversia de si corresponde a este Ejecutivo definir la incorporación. Los candidatos Javier Milei, de La Libertad Avanza, y Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, cuestionaron con vehemencia el ingreso. Esta última incluso fue más allá exigiendo que el Gobierno actual brinde explicaciones sobre esta decisión en el Congreso. Por su parte, el candidato oficialista Sergio Massa, de Unión por la Patria, no se ha expedido públicamente.
Una política exterior que se precie debe superar los ciclos electorales y plantear compromisos a largo plazo. El gran desafío de los BRICS será el de hallar posiciones y discursos comunes sobre temas en los que sus socios pueden no estar de acuerdo. Argentina debe desmontar la idea de que el ingreso al grupo se calibre como una acción antihegemónica dirigida especialmente contra los Estados Unidos. Para ello, deberá construir una narrativa que muestre el ingreso como parte de una política de diversificación de los vínculos externos para formar nuevas coaliciones y para que el país exprese una vocación reformista que indudablemente tiene respecto al orden internacional.
En definitiva, no siempre el razonamiento ideológico es la mejor guía en un mundo en donde el orden mundial necesita adaptarse a las nuevas realidades económicas y políticas.