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Las aventuras fotográficas del ‘hombre piraña’

Iván Mikolji recorre los ríos de Venezuela con una misión: capturar imágenes de los peces que habitan en ellos.

El fotógrafo venezolano Iván Mikolji, en una de sus expediciones subacuáticas. IVÁN MIKOLJI

El fotógrafo Iván Mikolji está cubierto de sudor y fango. A su lado, desciende un caudaloso río. El suelo resbala. Con la mano aferrada a una soga, evita caerse. Al recordar los últimos días, piensa que quizás este viaje fue una mala idea.

Iván había acudido con unos amigos al río Guariquito, en los llanos de Venezuela, para fotografiar sus peces y plantas. El río estaba tranquilo y, tras varios días, sus amigos, ya aburridos, le pidieron ir a un lugar más entretenido. “Tengo el sitio perfecto”, les dijo.

Tras varias horas de viaje, llegaron al salto de Chaviripa, una montaña inclinada, de tupida vegetación, por la cual desciende una cascada. Es un paisaje que ha sido poco fotografiado.

Iván quería averiguar si los peces que estaban en la parte superior, de donde desciende la cascada, eran iguales a los que había en la parte inferior, donde fluye el río de agua cristalina. Así, subieron hasta arriba, donde logró hacer varias fotografías, pero la noche los sorprendió. El regreso fue infernal, dos amigos se perdieron en el camino, tuvieron que buscarlos durante horas. Pero al menos, Iván logró su objetivo: las únicas fotografías hechas desde la parte superior del salto de Chaviripa, en las que aparecen peces que hasta entonces no eran conocidos, son las que hizo él. Ya pasada la experiencia, al recordar sus hallazgos, Iván supo que sí, que fue buena idea esa expedición.

La anécdota ilustra bien la pasión de Iván Mikolji (Caracas, 1972) por el documentalismo científico. Sus fotografías se centran en la vida de los peces, aunque también captan otros animales acuáticos, las plantas y los reflejos sobre el agua. Son imágenes no sólo reconocidas por su valor informativo, sino también por sus cuidadosas composiciones, que toman en cuenta elementos como la luz y el color. Por eso, el trabajo de Iván ha captado la atención tanto de los biólogos y científicos como de los curadores y galeristas de arte.

Corroncho ('Lasiancistrus tentaculatus') fotografiado en el salto de Chaviripa. IVÁN MIKOLJI

De la afición a la profesionalización

La hidrografía de Venezuela puede definirse como “monumental”. Con su inmenso caudal, el río Orinoco hizo creer a Cristóbal Colón que estaba en presencia de un mar. Julio Verne le dedicó una novela en 1898, cuyo título quedó impregnado en el imaginario que le rodea: El soberbio Orinoco. Además, el país cuenta con otros cuarenta ríos (y eso sin contar la zona que está en disputa con Guyana). Entre tanta agua, las especies de peces se cuentan por miles. Es ese el escenario en el que Iván se desempeña.

Iván tuvo su primera cámara fotográfica a los 15 años, un regalo navideño de su hermana mayor. Con ella tomó sus primeras imágenes de naturaleza, en el serpentario del acuario de Valencia, la ciudad en la que se crio. Su práctica fotográfica se intensificó cuando, después de graduarse en la escuela, empezó a trabajar en la empresa de revestimientos industriales de su padre, que atendía a empresas estatales a lo largo y ancho de Venezuela. Casi todos los encargos involucraban largos viajes en carretera, e Iván aprovechó aquellas travesías para ir conociendo los ríos del país. Con una cámara compacta, muy alejada del equipo de uso profesional, fue recopilando imágenes.

Asimismo, en esos años se inició como acuarista, es decir, especialista en la fabricación y cuidado de acuarios. Eso, sumado a sus viajes, le permitió ir tejiendo una amplia red de contactos. Por ejemplo, Oliver Lucanus, de la compañía fotográfica Below Water, le enseñó a colocarle una carcasa a la cámara y a realizar imágenes  subacuáticas en una expedición a San Fernando de Atabapo.

Iván intuyó que algunas de sus fotos podrían ser de interés para investigadores, y en 2005 se dirigió al Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Con timidez, presentó sus imágenes en un pendrive. No sabía qué pensarían aquellos académicos sobre él, alguien que, sin formación científica, documentaba escenas de la flora y fauna del país. Pero fue recibido con amabilidad y entusiasmo. El biólogo Antonio Machado Allison, que le explicó que en Venezuela había cerca de un millar de especies de pez sin documentar, le pidió que fuera al río Uracoa, en el estado Monagas, para fotografiar un caribe (piraña) que sólo había sido captado una vez, en los años sesenta. Su primera misión ya había sido asignada.

Pareja de delfines rosados del Orinoco ('Inia geoffrensis humboldtiana'). IVÁN MIKOLJI

Motivado por los aportes que podría hacer a la ciencia, Iván fue hasta Uracoa, en un viaje de 10 horas. Acampó junto a un río y se esmeró en conseguir fotos de aquel caribe casi desconocido, pero no logró encontrarlo. De todas formas, aprovechó la estancia para hacer otras fotos. A su regreso a Caracas, partiendo de esas imágenes, preparó un documental con la ayuda de Machado Allison. Y, para sorpresa de Iván, aquella filmación —que editó en DVD y publicó luego en YouTube— dio un impulso inusitado a su carrera: empezó a recibir correos de biólogos y acuaristas de todo el mundo, y medios especializados como la revista británica PFK le abrieron sus puertas.

Al fin, Iván pudo centrarse exclusivamente en la fotografía acuática. Compró una mejor cámara y un equipo de lentes, además de la carcasa para su nuevo equipo. Profundizó en el manejo técnico. Y, siguiendo las indicaciones de los profesores de la Escuela de Biología de la UCV, se sumergió en aguas de todas las regiones de Venezuela, incluidas, de nuevo, las del río Uracoa, donde al fin logró fotografiar al caribe que tiempo atrás se le había escapado.

En total, entre 2005 y 2015, Iván realizó 120 expediciones. Ese trabajo de campo le permitió obtener más y más imágenes de peces, muchos de ellos desconocidos para la ciencia, o al menos, no registrados. A la mayoría de científicos y profesionales con los que Iván hablaba se sorprendían de que él hiciera esas fotos presencialmente en los ríos. Ellos pensaban que recreaba un ecosistema amazónico para sus instantáneas, un recurso habitual en la fotografía subacuática. El caso es que hay especies de peces que cambian sus colores cuando están en cautivario, así que las fotos de Iván, tomadas directamente en el entorno natural, son de especial interés para investigadores. Por eso empezó a ser invitado a dictar charlas en Estados Unidos, Inglaterra y Dinamarca, entre otros países.

Pirañas del Orinoco ('Pygocentrus cariba'). IVÁN MIKOLJI

Entre la fotografía científica y el arte contemporáneo

Los colegas del sector le dieron a Iván un apodo: hombre piraña. Era su forma de reconocer que él había sido el primero en fotografiar a varias especies de caribe que no habían sido documentadas en su hábitat natural antes. Aunque Iván también ha aportado a la ciencia imágenes de plantas que no se conocían o no se habían registrado previamente: por ejemplo, descubrió una especie nueva de orquídea del género Cranichis, y realizó las primeras fotos en vivo de la orquídea Cleistes abdita.

Además del registro fotográfico, cada viaje de Iván supone una ardua labor de investigación: estudia las cararacterísticas de cada especie, y mide con herramientas especializadas la temperatura del agua y otros valores, como la acidez. Esa minuciosidad ayudó a que fuera nombrado investigador en la Fundación La Salle de las Ciencias Naturales.

La carrera de Iván dio un nuevo giro cuando entró en contacto con Eduardo Planchart Licea, curador venezolano de destacada trayectoria. Con él empezó a revisar el material gráfico que iba obteniendo en sus expediciones científicas, una actividad que ha desembocado en diferentes exposiciones. En estas muestras es donde se aprecia la fuerza estética de las imágenes que Iván capta con su traje de buzo, en las que los peces destacan ya sea con el foco o con la luz, y a veces se ven duplicados gracias al reflejo del agua. 

Guatopote manchado ('Pseudoxiphophorus bimaculatus'). IVÁN MIKOLJI

—Antes de ser fotógrafo, fui pintor —dice Iván—. La fotografía empezó como una herramienta para documentar lo que veía, como una bitácora visual. Algunas de mis fotos son más artísticas que otras. Por eso me gustan las fotos de los reflejos, porque rompen barreras entre ambas cosas, abren la puerta para entrar al mundo del arte contemporáneo.

El elemento estético de su trabajo, además de la satisfacción creativa, también le permite dar a conocer la fauna acuática venezolana a una audiencia más amplia. Para Iván, el absoluto desconocimiento que los venezolanos tienen sobre su propia diversidad biológica es es una fuente de preocupación, pues… ¿cómo se protege lo que no se conoce?

Fotografía de reflejos en el agua. IVÁN MIKOLJI

Material para los próximos años

A partir de 2014, Venezuela se vio golpeada por la escasez de combustible. Los precios de la gasolina, que se habían mantenido estáticos desde los años noventa, se elevaron. Una crisis que acabó afectando de forma muy directa a Iván, que desde entonces ha disminuido sus expediciones por el país, por la dificultad de costear los trayectos. 

Establecido en Valencia con su mujer y sus tres hijos, Iván extraña su etapa nómada, pero no detiene su trabajo. Tiene un archivo de más de 400.000 fotos, de las cuales no ha mostrado públicamente más de 1.000. Gracias a todo ese material, en 2020 pudo publicar en inglés el libro Fishes of the Orinoco in the Wild, una fotoguía completa sobre los habitantes de la Orinoquia, en la que Iván detalla el comportamiento de cada especie retratada. Ahora trabaja en otros cinco libros.

Por esa actividad constante, en 2022 recibió una llamada con una noticia inesperada.

—¿Te acuerdas de la pavona que fotografiaste en el Orinoco, la que no se conocía? —le dijo un amigo que trabajaba en la Universidad Federal de Alagoas, en Brasil.

Una vez más, Iván había logrado capturar con su cámara a un subespecie de pez que hasta entonces no había sido documentada. Los investigadores que habían recibido sus fotografías en la Universidad Federal de Alagoas querían resaltar la contribución de Iván de una forma muy especial: decidieron bautizar a la pavona con su apellido, Astronotus mikoljii. Él sintió esas palabras como un milagro. Era como si una parte de él se hubiera unido a los ríos de manera permanente.

Ejemplar de 'Astronotus mikoljii' fotografiado en el Orinoco. IVÁN MIKOLJI

Periodista y fotógrafo. Colaborador de medios como Prodavinci.