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Brasil pide paso

Con el regreso de Lula, el país puede recuperar el protagonismo perdido en el escenario internacional.

Bogotá
Mural dedicado Brasil, en São Paulo, el pasado 30 de octubre, el día de las elecciones ganadas por Lula. EFE/ETTORE CHIEREGUINI

“Hoy estamos diciendo al mundo que Brasil está de vuelta”, exclamó Luiz Inácio Lula da Silva el día en que ganó las elecciones presidenciales, el pasado 30 de octubre. “Nuestro país es demasiado grande para ser relegado a ese triste papel de paria en el mundo”, añadió ante los miles de seguidores que seguían su discurso en la Avenida Paulista de São Paulo.

Con esas palabras, el líder progresista quiso poner foco en el nuevo escenario que se abre en la esfera internacional tras su victoria en Brasil. Cuando Lula asuma la presidencia el 1 de enero, las cinco mayores economías de América Latina estarán por primera vez gobernadas por la izquierda. La vuelta al poder del antiguo sindicalista metalúrgico en el gigante sudamericano, un país de índole continental, podría suponer un impulso renovado a las políticas regionales. Y también la reparación de las alianzas perdidas durante el mandato de Jair Bolsonaro.

Las relaciones con China y EE UU

El líder ultraderechista se enemistó con China, el mayor socio comercial de Brasil, en 2020, después de que su ministro de Educación, Abraham Weintraub, hiciera unos comentarios calificados como racistas por la misma Embajada china y de que el mismo Bolsonaro insinuase que Pekín había lanzado una guerra química a través del coronavirus.

Brasil también se distanció de Estados Unidos después de que Bolsonaro apoyara decididamente la candidatura de Donald Trump en las elecciones de 2020 y fuera uno de los últimos líderes mundiales en felicitar a Joe Biden. La relación entre ambos países todavía se deterioró más debido debido a la posición equidistante del Gobierno brasileño con respecto a la invasión de Rusia a Ucrania. Brasil no apoyó algunas resoluciones aprobadas en bloque por occidente con respecto a Moscú, y no hay que olvidar que Bolsonaro había viajado a Rusia para reunirse con Vladimir Putin apenas unos días antes de la guerra.

“Lo que hacía Bolsonaro con Rusia era delirante. Lula no va a hacer ese tipo de cosas. Por eso EE UU se ha mostrado tan colaborativo a la hora de apoyar su elección, descartando cualquier opción de que Bolsonaro declarara fraude. Ahí hay una intervención muy clara y seguramente una posible cooperación”, comenta a COOLT el analista político argentino Marcos Novaro.

Es posible, en cualquier caso, que Lula mantenga una postura no alineada totalmente con las potencias occidentales. “La mayoría en Washington aplaudió la elección de Lula, lo que abre más posibilidades de cooperación entre EE UU y Brasil en muchos asuntos. Hay, sin embargo, preocupaciones, incluyendo las declaraciones de Lula sobre la guerra de Ucrania, diciendo que Zelensky es tan responsable como Putin por lo que está sucediendo allí. Desde ese punto de vista, hay similitudes entre Bolsonaro y Lula, quien, como siempre, querrá llevarse bien y llegar a acuerdos con todos los Gobiernos, siendo cuidadoso de ser independiente de EE UU, Rusia y China”, expone Michael Shifter, presidente del think-tank Diálogo Interamericano.

La amplia alianza formada por Lula para volver al poder va a influir mucho, en cualquier caso, en la futura política exterior del nuevo presidente brasileño.

Lula pactó con numerosos políticos de centro e incluso centroderecha con el objetivo de ganar las elecciones, presentándose como la opción democrática frente al bolsonarismo. Especial relevancia cobró en la campaña el centroderechista Geraldo Alckmin, quien fuera su máximo rival en los comicios de 2006 y que, a partir de enero, se convertirá en su vicepresidente. La figura del exgobernador de São Paulo ha cobrado más relevancia tras las elecciones: Alckmin es el líder del equipo de transición de Lula y, aunque no será ministro, la mayoría de politólogos creen que su influencia en el Gobierno y en carteras clave, como Economía, será grande.

“Alckmin va a tener un papel muy importante y me parece que su posición es mucho más afín a EE UU que a China, y hay que ver cuánto influye eso”, considera el analista Novaro, quien añade: “Lula está midiendo su margen de acción, que es mucho más limitado que cuando llegó por primera vez al poder, y los aliados con los que llegó son factores de peso. Cuando explore esos límites, lo mejor que puede hacer es acomodarse a ellos, por lo menos, de forma general. Querrá probar aventuras, probablemente, pero va a tener que resignarse en algunos asuntos”.

El presidente electo de Brasil, Lula da Silva, en la cumbre del clima COP27 de Sharm El Sheikh, el 16 de noviembre. EFE/KHALED ELFIQI

La integración latinoamericana

Lo que sí va a cambiar radicalmente es la forma de relacionarse de Brasil con los países vecinos, que pasarán a ser aliados ideológicos a partir del 1 de enero.

Bolsonaro había perdido socios en Sudamérica, donde apenas sobreviven tres Gobiernos de centroderecha o derecha en Paraguay, Uruguay y Ecuador. Los ataques del líder ultraderechista a las administraciones de izquierda fueron virulentos y continuos durante su mandato, e incluyeron señalamientos a presidentes recién llegados al poder como el chileno Gabriel Boric o el colombiano Gustavo Petro.

Asimismo, Bolsonaro aparcó una de las mayores ambiciones de Lula en sus dos anteriores mandatos: la integración latinoamericana, algo que es prácticamente imposible sin el impulso de Brasil, con diferencia el país más poblado y la mayor economía de la región.

Proyectos como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), fundada en 2008 como una forma de organización que excluía a Washington, o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fueron muy golpeados por la crisis política venezolana, pero sufrieron un KO casi definitivo con la llegada de Bolsonaro. Ahora la situación podría revertirse, algo que sí causa recelos en EE UU.

“Lula se dedicará completamente a resolver los grandísimos desafíos domésticos, pero se espera que intente energizar y promocionar la integración regional. Él y sus asesores más importantes ya han dado señales de que intentará revivir Unasur de alguna forma, en línea con las actuales realidades de Sudamérica”, comenta el analista Michael Shifter. “Sin embargo, estará constreñido por las complicadísimas circunstancias políticas y sociales en la región, además de por la fragmentación política”.

Lula incluso propuso la creación de una moneda común latinoamericana cuando era presidente, idea que volvió a poner sobre la mesa en los meses previos a la campaña electoral. Shifter no cree que esa medida sea posible a medio plazo: “La idea de crear una moneda común tiene cierto atractivo, pero en términos prácticos es muy difícil en una región donde los Gobiernos no están trabajando juntos y van en diferentes direcciones en temas clave”.

Una izquierda no tan cohesionada 

La mayoría de Gobiernos de América Latina son de izquierda, pero no están tan cohesionados ni tienen tanta mayoría y, por ende, margen de acción en sus países como los gobernantes de la “ola rosa” iniciada a principios de siglo, lo que podría dificultar las charlas hacia una mayor integración.

“A diferencia de la ola de izquierda populista de hace 20 años, hoy no hay un clima ideológico compartido. No hay una liga como la que formaron, en su momento, Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula, Evo Morales… Hoy cada Gobierno va a la suya porque tiene mucho que perder si se suma con ese tipo de figuras”, comenta el analista Marcos Novaro.

Al más escaso margen de acción se suma que cada país ha tomado su propia línea de relación con respecto a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y que esos distintos puntos de vista constituyen un potencial elemento de desunión. 

Está por ver dónde se sitúa Lula en ese escenario. El presidente electo brasileño era amigo de los presidentes de la “ola rosa”, pero mucho ha ocurrido desde entonces, no sólo en Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino también en Brasil, un país muy dividido, donde cualquier acercamiento a esos regímenes va a ser profundamente criticado, tanto por el bolsonarismo, que representa a la mitad de la población, como por aliados clave del líder izquierdista.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, con Lula da Silva, en São Paulo, el 31 de octubre. EFE/FERNANDO BIZERRA

Mercosur en el punto de mira

Lula sí tendrá que lidiar de forma inmediata con un Mercosur herido desde hace meses, especialmente después de que el Gobierno uruguayo del centroderechista Luis Lacalle Pou criticase fuertemente el proteccionismo del bloque formado por su país, Argentina, Brasil, y Paraguay, y anunciase que está negociando de forma unilateral un tratado de libre comercio con China, algo prohibido por las bases de la alianza de países, que recoge que tales pactos han de ser debatidos de forma colectiva.

Esta crisis demuestra, por un lado, que el espacio de penetración de Pekín en América Latina es enorme y está lejos de circunscribirse sólo a gobiernos de izquierda; y, por el otro, que Mercosur se encuentra en problemas.

“Hay posibilidades de que Mercosur tenga un poco más de impulso y que las negociaciones con otros bloques sean de forma integrada y no bilaterales, pero para ello hay que esperar a ver qué pasa con el cambio del Gobierno argentino, que, si acontece, podría suponer una mayor coincidencia con Uruguay y Brasil ante la tónica aislacionista del actual Ejecutivo del país austral”, explica Novaro.

En efecto, la ola de victorias de izquierda en América Latina podría romperse pronto, porque el oficialismo argentino se encuentra segundo en las encuestas de cara a las presidenciales de 2023, a una distancia considerable del centroderecha macrista, que lidera todos los sondeos desde hace meses.

Más lejos de los BRICS, más cerca de la UE

La guerra de Ucrania y el actual estatus ruso en el concierto internacional dificultarán también que Lula relance la alianza de los BRICS, formada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Esa alianza estratégica de países emergentes fue clave para el líder izquierdista en su primera etapa como presidente, pero, de nuevo, mucho ha llovido desde 2010, y tampoco China es el país que era entonces, habiendo crecido considerablemente y creado sus propias herramientas de expansión e influencia globales, como la Nueva Ruta de la Seda.

Lo que sí tiene en la mano Lula es restablecer las relaciones con la Unión Europea, extremadamente dañadas por la flexibilización de la legislación medioambiental acontecida durante el Gobierno de Bolsonaro, muy criticada tanto por Bruselas como por países de peso como Francia.

“El legado de Bolsonaro es un desastre que en muchos casos deja daños irreparables. Ha habido un avance de la deforestación, de las actividades ilegales, invasiones de tierras públicas y de territorios indígenas, y de la representación de la sociedad civil en los consejos ambientales, que están asociados directamente a la gestión nefasta del Gobierno federal en el área ambiental”, expone Mercedes Bustamante, profesora de Ecología de la Universidad de Brasilia y miembro del Grupo Consultivo de Crisis Climática.

Desde que Bolsonaro se convirtió en presidente, la deforestación amazónica de tierras públicas creció un 56,6% de media anual. Ahora, para frenar esa tendencia destructiva, Lula ha propuesto restablecer la legislación ambiental, lo que le puede abrir de nuevo a Brasil las puertas en Bruselas. De hecho, el primer viaje oficial de Lula al extranjero desde que ganó las elecciones ha sido para asistir a la cumbre del clima COP27 celebrada en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, un claro signo de su voluntad de dar un giro a las políticas de su predecesor.

“Vamos a combatir sin tregua los crímenes ambientales”, prometió Lula este 16 de noviembre en el encuentro auspiciado por la ONU, donde también propuso que la Amazonia brasileña acoja en 2025 la cumbre sobre el clima. “Brasil está de vuelta en el mundo”, añadió el líder izquierdista, en un eco del discurso de la noche triunfal del 30 de octubre.

Periodista. Colaborador de medios como El Mundo, El Comercio, Diario las Américas, Global Post, La Tercera, El Confidencial, La Voz de Galicia, Euronews, Telecinco, Cuatro y Antena 3.