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“Caracas es una luz que se ha ido apagando”

La capital de Venezuela dejó de ser un icono de modernidad urbana. La arquitecta María Isabel Peña habla de ese ocaso y de cómo hacer la ciudad más habitable.

Vista panorámica de Caracas, la capital de Venezuela. UNSPLASH/JORGE BRITO

Durante la segunda mitad del siglo XX, Caracas figuró entre las ciudades más modernas de Latinoamérica. En los años cincuenta, coincidiendo con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-1958), la capital de Venezuela acometió ambiciosos proyectos arquitectónicos y programas de infraestructuras que la situaron en la vanguardia internacional, con obras de referencia como la Ciudad Universitaria (Patrimonio de la Humanidad de la Unesco) y el Hotel Humboldt.

En las décadas posteriores, ya en democracia, la bonanza económica propulsada por el petróleo permitió seguir financiando esa actividad constructiva, que comenzó a flaquear en los años ochenta, cuando también empezaron a evidenciarse problemas actuales como la emergencia de barrios marginales. La llegada del chavismo en 1999 supuso el punto de inflexión definitivo: a partir de entonces, en Caracas escasearon las obras de primer nivel, muchos proyectos ya iniciados quedaron sin terminar y no se trazaron nuevos planes en ámbitos tan importantes como el de la movilidad. Hoy, algunas de las construcciones más emblemáticas del pasado se encuentran deterioradas o sin mantenimiento. 

Los últimos años trajeron un laberinto de planes que adoptaron distintos nombres y formas: Misión Hábitat, Revolución de la Vivienda, Misión Avalancha, Transformación Endógena de Barrios, Nuevos Pueblos, Petrocasas, Barrio Nuevo Tricolor, Plan Bolivariano para la Vivienda, Ciudades Socialistas... Proyectos que nunca dieron el resultado esperado o que fueron abandonados en el camino. El más cuestionado, la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), que se propuso la construcción de tres millones de unidades habitacionales y que generó afectaciones y desintegración en la vida de muchas ciudades venezolanas.

Todo ello lleva a pensar que Caracas es como una luz que ha ido perdiendo brillo. Es lo que cree María Isabel Peña, quien fuera directora entre 2006 y 2014 del Instituto de Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Esta acuciosa urbanista y docente trabaja hoy junto a otros destacados arquitectos locales por el rescate de la capital del país desde la Fundación Espacio, entidad que quiere devolverle a Caracas algo de rostro humano e integrar a sus ciudadanos en un territorio común para la vida. 

Peña recuerda que, en décadas pasadas, hubo un momento en que  todo se exigía “con A y número 1”. Por ejemplo, para construir el Caracas Country Club, una de las zonas más exlusivas de la ciudad, se buscó a la firma de arquitectos paisajistas Olmsted Associates, de Frederick Law Olmsted, padre del paisajismo americano y autor del Central Park de Nueva York, lo que constituyó un hito para la historia del urbanismo latinoamericano. Asimismo, en algunos de los edificios de la avenida Urdaneta, en el centro de la capital, trabajaron los mismos arquitectos que diseñaron el Centro Rockefeller de Nueva York. El Centro Médico de Caracas, en San Bernardino y el Hospital Clínico Universitario de Caracas de la UCV también fueron obras pensadas y realizadas en alianza con profesionales de otros países.

“Los trajeron y nos orientaron para construir grandes centros con todos los servicios, y eso generó sorpresa en Latinoamérica por la modernidad que habíamos alcanzado”, explica la arquitecta, quien destaca las aportaciones de figuras foráneas como la promotora de arte rumana Sofía Imber, quien en 1973 fundó el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Una colección artística sin parangón que se ubicó en el Complejo Urbanístico Parque Central, el desarrollo más importante en Latinoamérica en su momento y sede de dos torres gemelas que figuran entre las más altas de la región. “Tuvimos acceso a lo mejor. Eso nos ha quedado a todos sellado en nuestra memoria”, resume Peña.

La arquitecta y urbanista venezolana María Isabel Peña. FUNDACIÓN ESPACIO

- En 1999 llegó el Gobierno de Hugo Chávez, que ofrecía una gran integración del país. ¿Cuál es el primer cambio importante que se observa en el ámbito de la arquitectura?

- En 1999, un grupo de arquitectos presentamos a las nuevas autoridades el Plan de Habilitación Física de los barrios populares. Ese plan lo comandaban Josefina Baldó y Federico Villanueva, y se centraba en dos de los más grandes barrios de Caracas que habían quedado al margen: Petare, al este, y La Vega, en el oeste. La idea era que estas zonas se incorporaran a hacer ciudad. Nos relacionamos todos los arquitectos y hubo un concurso maravilloso, pero eso se engavetó. Lamentablemente, pocas de las propuestas lograron hacerse. Ese es un primer momento en que observamos el cambio y en el cual nos tocaron la sensibilidad a todos los arquitectos.

- En 2011, Chávez inició el programa Gran Misión Vivienda Venezuela, que prometía construir en distintas ciudades dos millones de viviendas en siete años. Pero el proyecto se ejecutó de manera abrupta, especialmente en Caracas, con superbloques en espacios expropiados y con servicios precarios. Una década después, muchos de esos complejos habitacionales muestran deterioro o fallas estructurales...

- La Gran Misión Vivienda Venezuela tomó espacios urbanos que habían sido previstos para otros usos. La ciudad es como un cuerpo que tiene sus componentes imprescindibles, unos vacíos y otros llenos. Esos espacios no se pueden eliminar ni ocupar arbitrariamente. Un caso que estudiamos muy detalladamente en el Instituto de Urbanismo de la UCV fue la actuación en la avenida Libertador y sus vías aledañas en Caracas. Allí hicimos un conteo de cuántas viviendas nuevas se estaban construyendo. Sumamos 4.451 viviendas, con una población aproximada de 13.131 nuevos habitantes. Nosotros nos preguntamos: ¿qué pueblo tiene en Europa su dimensión? Urbino, en Italia, tiene 15.441 habitantes en 228 kilómetros cuadrados. ¿Qué pueblo en Venezuela lo tiene? La Colonia Tovar tiene 14.309 habitantes en 250 kilómetros cuadrados. Hicimos el listado de servicios que tenían esas comunidades y se contaron hospitales, escuelas, medios de transporte, centros culturales, iglesias y lo que te puedas imaginar. ¿Cuáles de esos servicios se pusieron en la avenida Libertador? Ninguno. No hay estacionamientos, son edificios sin áreas verdes, plazas, canchas deportivas, centros asistenciales, comercios... No existen servicios públicos adecuados. ¿Había la posibilidad? Sí. Y ahora es difícil crear esos servicios, porque se comieron todos los espacios vacíos.

Por supuesto, la gente comenzó a quejarse, reclamar; tanto los que eran originalmente de la zona como los que llegaron, que eran refugiados, personas que habían perdido sus casas por lluvias en otros sectores. Querían poner a su hijo en un colegio y no había suficientes. Se trató de una sobredensificación en el uso de los servicios públicos existentes. No se creó una política de integración; por el contrario, hubo una política de confrontación: entre el que estaba y se siente que pertenecía y el que llegaba. En vez de lograr integrar, los aislaron. Eso hubiese podido hacerse con recursos, pero no se hizo, y tampoco hubo la intención.

- ¿Esos proyectos de la Gran Misión Vivienda Venezuela contaron con equipos especializados en urbanismo o estudios previos?

-No. En esos proyectos no participaron equipos especializados en desarrollo urbano. En el Instituto de Urbanismo de la UCV se hizo una investigación que detectó que 22 oficinas diferentes gestionaban las edificaciones de Misión Vivienda, y de ninguna hay autores de los proyectos.

Edificio de la Gran Misión Vivienda Venezuela con la firma de Chávez en la avenida Libertador de Caracas. FRANCISCO OLIVARES

- En la Caracas actual se siente que los espacios públicos no se encuentran integrados. Cada sector social tiene su zona, son como guetos. Y la ciudad cada vez está menos activa: hay sitios prohibidos y ha disminuido la vida nocturna capitalina.

- Nuestro panorama de ciudad capitalina se ha disminuido. Es como una luz que se ha ido apagando, y eso también lo podemos ver en los horarios. La ciudad comenzó a recortar su vida nocturna, su posibilidad de estar afuera. Ha sido una consecuencia no solo de la inseguridad, sino de todo lo que ha significado este momento que estamos atravesando, del aumento de pobreza. La gente solo se siente bien en sus calles protegidas, con garitas. Así, la ciudad está casi relegada solo a lo necesario, exclusivamente para hacer diligencias, pero no para tener vida urbana. Antes, las alcaldías generaban festivales, como Por el Medio de la Calle o el Festival Internacional de Teatro de Caracas, pero dejamos de tener esos eventos de integración y vida urbana. Poco a poco, los caraqueños se han ido acostumbrando a tener cada vez más esa vida de adentro y menos de afuera.

- En Caracas hay barrios populares impenetrables para quienes no habitan allí, como Petare y la Cota 905, donde el dominio lo ejercen bandas armadas. ¿Es otra manera de aislamiento y desintegración?

- Es un mundo paralegal. En el valle de Caracas tenemos una ciudad donde hay un orden establecido, con policías. Fuera de eso están los márgenes, las quebradas, los barrios populares. Ese mundo paralelo impone leyes, hay callejones por donde no se camina, donde es tu riesgo si vas a ciertas horas. Allí hay grupos que ponen sus normas, son gente muy joven, adolescentes. Esa paralegalidad nos ha dejado consecuencias. Por ejemplo, en el caso de Petare, Wilexis, líder de ese mundo paralegal, se rebeló contra las autoridades, y esto generó un enfrentamiento de una semana en la que la gente estaba aterrada porque no se podía entrar o salir. Otro ejemplo fue el conflicto con El Koki, a quien las autoridades supuestamente mataron en la Cota 905.

Hay una indefensión en la que nos sentimos todos. No sabemos quién es peor: si El Koki, la Policía Nacional Bolivariana o los organismos que tienen bajo su responsabilidad el cuidado y la seguridad de la ciudad, y que son parte del motivo de que se hayan ido huyendo muchísimos venezolanos de nuestro país y de Caracas.

Vista de Petare, uno de los barrios más conflictivos de Caracas. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

- Otro proyecto que parece haber fracasado son las llamadas “ciudades socialistas”, construidas para albergar a ciudadanos de pocos recursos en espacios aledaños a las grandes ciudades. 

- Esas ciudades, aunque fuesen maravillosas, tienen de entrada un concepto errado. Caracas está ubicada en un valle estrecho y largo a 900 metros sobre el nivel del mar entre dos marcos topográficos diferenciados, el cerro el Ávila al norte y una cadena de cerros menores al sur. Caracas es como una mano. En la parte del norte está la montaña y todas esas colinas que están al este como Petare y Antímano en el oeste, el otro extremo. Esas colinas eran protecciones verdes que tenía la ciudad para equilibrar la parte urbana. Eso que fue considerado verde ha sido invadido.

El concepto de las ciudades socialistas como Ciudad Caribia, construida en una zona protectora al norte del valle de Caracas, está destinado al fracaso. ¿Por qué? Porque la vida es mixta. Es equivocado meter solamente ciudadanos de un mismo nivel económico en un lugar. Me parece que es perverso. No es posible poner a los más pobres en el lugar más lejano, aunque la vista sea bellísima. Van a tener necesidades fundamentales. Necesitan transportarse al trabajo, al estudio, recreación, etc. En el caso de Ciudad Caribia, ideada por Chávez, además se ejecutó un ecocidio, ya que se hizo en un lugar prohibido, porque era una zona protegida para preservar la naturaleza.

El valle de Caracas, desde Caricuao hasta Petare, tiene 27 kilómetros de largo y cerca de 4 kilómetros de ancho. La plantilla de Manhattan, en Nueva York, es exactamente de ese tamaño. Las diferencias son la densidad poblacional y los servicios. Millones de personas se movilizan a diario en Manhattan, y funciona. Entonces, ¿por qué buscar terrenos afuera? ¿Por qué no reordenar la propia ciudad? Readaptar lo que existe para que sirva a mucha gente es mucho más fácil que hacer algo nuevo.

- Caracas ya no surte con eficiencia necesidades básicas como la electricidad, el agua y el transporte. Igual sucede en el interior del país.

- No estamos adaptados al siglo XXI. Caracas es una ciudad con problemas en los servicios públicos. Deberíamos estar aprovechando las aguas de lluvia, contar con sistemas de energía solar, tener la basura clasificada —lo que le daría trabajo a mucha gente, solo con separarla y reusarla—. Estamos detenidos en el tiempo.

Cableado eléctrico en un barrio popular de Caracas. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

- El grupo de arquitectos al que perteneces ha concentrado gran parte de su trabajo en la integración de los barrios populares. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

- En eso hemos estado trabajando desde 2018. ¿Cómo hacer para integrarnos como sociedad? Profesores de la UCV y la Simón Bolívar estamos trabajando en la Fundación Espacio para hacer entender que vivir mejor puede dar frutos con el conocimiento y el trabajo. En Venezuela nos volteamos al ver a los más necesitados, cómo quedaron a un lado y cómo no se sentían incorporados. En 1999 vino uno que les susurró lo que ellos querían oír y, desafortunadamente, ahora la decepción es general.

Al lado de cada gran obra que fue construida había un barrio que nosotros llamamos “tejidos autoconstruidos”, porque son realizados con el esfuerzo de cada quien. No hay formalidad, cálculos o permisos, están hechos en terrenos que no estuvieron zonificados para eso. Allí vimos que estaba implantado un odio hacia la otra clase económica. Fue un descubrimiento para sus habitantes comprobar que podemos hacer cosas juntos, y que no es porque les estamos pidiendo un voto o algo a cambio.

Cuando trabajamos en la barriada Catuche, al noroeste de Caracas, llamamos a concurso a paisajistas y arquitectos. Fue una bonita experiencia. Llevamos a la gente de la Facultad de Arquitectura y les enseñaron a fabricar adoquines a la gente del barrio, quienes no tenían ni estudios ni trabajo. Ahora en sus casas ya no hay pisos de tierra sino de adoquines hechos por ellos. Casi sin costo, les dimos trabajo y conocimientos, compartieron con la gente de la universidad, con los especialistas en materiales e hicieron un producto que comenzaron a vender incluso a casa comerciales especializadas. Les enseñamos también a hacer en los taludes unos muros para formar una fuerza estructural que contenga los deslizamientos que ocasionaban las lluvias, e hicimos terrazas para cultivar aguacates, guanábana, ají dulce, etc. Se han desarrollado emprendimientos con las mujeres. Hemos trabajado en alianza con otras ONG como Fe y Alegría. Ahora ellos continúan solos.

La idea de la Fundación Espacio en ningún momento ha sido instalarse y volverse un proveedor. Es prestar tus anteojos para ver una posibilidad de emprender sin depender de un Estado. De eso se trata. La apuesta que nosotros hacemos es extenderle la mano al otro y darle conocimiento en beneficio de ellos, pero también en beneficio nuestro. Hay que abordar los problemas de aquellos que tienen más carencias, para que estén mejor. Si ellos están mejor, nosotros estamos mejor.

Adoquines construidos por los habitantes de Catuche con la asesoría de especialistas. FUNDACIÓN ESPACIO

Periodista y consultor. Ha trabajado en medios como El Diario de CaracasEl Universal, donde fue editor del área de Investigación. En 1995 ganó el Premio Nacional de Periodismo por el libro Las cuentas ocultas del presidente. Es autor de otros títulos como Las balas de abril (2006), Afiuni, la presa del comandante (2012) y Los últimos días de Hugo Chávez (2020).