El puente tendido entre Santiago y Buenos Aires tendrá un primer mojón cuando el nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, visite la Argentina, como primer destino internacional, los próximos 5 y 6 de abril, coincidiendo con el aniversario del encuentro en 1818 entre los generales José de San Martín y Bernando O’Higgins que selló la independencia chilena.
No obstante, bajo esta obra de ingeniería simbólica corren agitadas aguas.
El Gobierno de Alberto Fernández acaba de alcanzar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que es fuertemente cuestionado por los sectores más duros dentro de la coalición gobernante del Frente de Todos. El escenario elegido para medir fuerzas fue el pasado 24 de marzo, día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Aseguran que fueron unos 60.000 militantes de la agrupación ultra kirchnerista La Cámpora que marcharon desde la antigua Escuela de Mecánica de la Armada hasta la Plaza de Mayo, donde montaron un improvisado escenario para dejar testimonio. No estaban solos: participaron el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, algunos de sus ministros, intendentes peronistas del Conurbano y el interior, además de legisladores del Partido Justicialista. El mensaje fue el mismo: cuestionar el acuerdo con el FMI, marcar como adversario al exjefe de Estado Mauricio Macri y volver sobre el eslogan “es con la gente adentro, siempre”, como parafraseó Máximo Kirchner.
En tanto, el Gobierno de Gabriel Boric comenzó su gestión no exento de riesgos. En su primera actividad oficial y en una gira considerada como estratégica por el recién asumido Ejecutivo para abordar el conflicto mapuche en La Araucanía, la ministra del interior, Izkia Siches, debió suspender su recorrida por la zona luego que su delegación sufriera un ataque con disparos mientras se dirigían a la comunidad de Temucuicui, en el sur del país.
Además, apenas dos semanas después de asumir, el Gobierno de Boric tuvo la primera marcha de estudiantes que pasó por el Palacio de La Moneda para pedir un aumento en la tarjeta de alimentación que entrega el estado, actualmente de unos dos dólares.
Pese a estas coyunturas, no debiera caerse en el doble error de superponer agendas. Ambos gobiernos, por sintonía y afecto, se encuentran ante una gran oportunidad para avanzar juntos sobre problemáticas que le son afines en términos regionales. Entre las prioridades figuran la crisis climática, las reinvindicaciones mapuches y profundizar la cooperación en derechos humanos, igualdad de género, juventudes y minorías. También asuntos con impacto directo en el comercio como las exportaciones argentinas de gas natural a Chile y la concreción de obras de infraestructura fronteriza para mejorar la conectividad terrestre.
A futuro, las realidades locales demandarán diálogo y búsqueda de consenso entre los accionistas de las coaliciones gobernantes. La crisis internacional originada en la pandemia y agravada por la guerra entre Rusia y Ucrania incrementará las tensiones sobre las agendas de Gobierno y la gobernabilidad.
El Gobierno argentino deberá principalmente hacer frente al proceso inflacionario desatado y cumplir con las metas impuestas por el FMI. En lo estrictamente político, todo indica que los aspectos sustantivos de las diferencias y los alineamientos se irán definiendo más por las acciones, posicionamientos e impugnaciones recíprocas, aún al interior del Gobierno, que por las precisiones programáticas. Por ahora, la mayoría de los dirigentes oficialistas no se deciden si deberían despejar las dudas en torno a la capacidad para afrontar los desafíos de Gobierno o centrarse en la tarea de recuperar el valor de la unidad con vistas a las elecciones de 2023.
Por su parte, el Gobierno de Chile deberá atender como prioridades en su primer etapa cambios en materia tributaria y la posible reactivación económica para financiar derechos sociales. A eso se debe sumar un proceso constituyente en marcha que busca proponer una nueva constitución para el país, la cual será plebiscitada en el tercer trimestre de 2022 y que, de ser aprobada con una mayoría contundente, significará un éxito para la nueva gestión.
El tiempo nos dirá si estos escenarios prospectivos aquí señalados han de cumplirse, en un contexto cada vez más incierto y volátil.