“Una pierde tanto, que no sabe cómo sentirse cuando gana”, dijo Natalia Flores en su cuenta de Twitter el pasado 16 de mayo, domingo, mientras se conocían los primeros resultados de un fin de semana de elecciones en Chile. Fue un proceso inédito. Durante esos dos días, en el país se votaron los cargos locales de alcaldes, concejales y gobernadores y, además, algo histórico: se eligieron a las 155 personas que escribirán la nueva Constitución.
“Una pierde tanto, que no sabe cómo sentirse cuando gana”. Así se sintieron muchas personas el 16 de mayo en Chile. El resultado de la elección de constituyentes fue sorpresivo para muchos. En primer lugar, por el fracaso de los partidos de derecha que apostaban todo a conseguir el tercio de los elegidos para bloquear discusiones dentro del proceso. Pero, además, porque quienes se llevaron la mayoría de los votos no fueron candidatos y candidatas de los partidos de oposición, sino personas independientes, muchas de ellas con una biografía de trabajo territorial en sus comunidades.
Las palabras que escribió Natalia Flores, asesora de comunicaciones del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, son unas que las mujeres alrededor del mundo conocen bien. Y, si se centra la mirada en el continente americano, también son parte de la biografía de la mayoría de sus habitantes, con una historia de colonización, dictaduras y gobiernos que muchas veces desdibujan sus límites con el empresariado.
Chile sabe mucho de esto. El país fue el experimento del neoliberalismo de la Universidad de Chicago y hoy vive un completo proceso de transformación. Decir que ello comenzó con la revuelta popular del 18 de octubre de 2019 sería un poco injusto con quienes vivieron toda la vida luchando por derribar el modelo, en dictadura e incluso durante los 30 años de transición democrática a cargo de los partidos de la Concertación.
Pero el 18 de octubre de 2019, indudablemente, es un punto de quiebre. A partir de ese día, algunos dicen que “Chile despertó”, con las masivas manifestaciones que iniciaron con las protestas de estudiantes en el Metro, debido al alza de 30 pesos en el pasaje. Desde ahí, se abrió una compuerta que con el transcurso de los días se escuchaba y leía en todas partes: “No son 30 pesos, son 30 años”. “No son 30 años. Son 500”.
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Jueves, 14 de noviembre de 2019.
Durante el último mes, en Chile las protestas no decaen. La ciudad es otra. Las murallas, su sonido y también su rutina cambiaron para siempre. Han sido semanas de toque de queda, militares armados en las calles y casos de violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas armadas y la policía que están lejos de disminuir.
Ese día, en que además se cumple un año desde el asesinato de Camilo Catrillanca en la región de la Araucanía, diferentes alas de la clase política que integran el Congreso están reunidas para firmar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, una instancia que dio pie al plebiscito en el que en octubre del 2020, pandemia mediante, la ciudadanía estableció que quería una nueva Constitución para Chile, pero a través de un mecanismo claro: quienes las escribirían serían electos en su totalidad a través de votaciones.
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Sábado, 15 de mayo de 2021.
“Presidente lleva más de cuatro minutos votando”, dice el generador de caracteres de la transmisión del departamento de prensa de la Televisión Nacional de Chile. Son las 9:21 de la mañana, y en las pantallas se ve en vivo al presidente del país, Sebastián Piñera, de la coalición conservadora Chile Vamos, saliendo de la cámara secreta para depositar las papeletas en la urna. Por la demora no se le puede criticar. El papel que alberga los nombres de todas las personas candidatas a ser constituyentes bien podría cubrir a un niño como una sábana. Una de las postales ridículas del día vino segundos después: Piñeira sacándose la mascarilla y lamiendo las estampillas —estampillas autoadhesivas— para sellar las papeletas.
El primer día de elecciones avanzaba y, a falta de encuestas a pie de urna, en los medios reinaban las anécdotas en los diferentes colegios electorales y también, cada tanto, el llamado a votar que hacían los ciudadanos que estaban a cargo de los locales. Poca gente, durante todo el día. En redes se instalaba la tendencia #YoVotoElDomingo y a veces se escuchaba en alguna radio a algunas personas decir lo mismo.
Días antes, la idea de que militares pasaran la noche en los colegios electorales comenzó a crear preocupación en parte de la ciudadanía. Esta era la primera vez que una elección se realizaba en dos días, con la idea de disminuir aforos debido a la pandemia. Tampoco la historia ni el contexto ayudaban. En un país que intenta escribir su historia en medio de la impunidad, ya no solo con toda la justicia que no llegó después de la dictadura, sino con víctimas también más recientes, una parte de la población decidió votar en la segunda jornada.
Pablo Ormazábal tiene 27 años y estudia para ser profesor de Física y Matemáticas. Lo que más recuerda de ese fin de semana son los innumerables paseos al baño de un colegio electoral vacío durante la noche, en busca de agua para calentar y tomar café. Él fue una de las muchas personas que voluntariamente “cuidaron los votos” en diferentes locales de votación a lo largo de Chile.
“Me quedé frente a la puerta de la sala en la que se estaban almacenando las urnas y todo el material de las votaciones. Fue sellada por la delegada electoral, con sellos que dejaban una marca si se retiraban. Me quedé allí muerto de frío, corría viento, en un pasillo”, cuenta riendo.
Pablo explica que este proceso democrático concuerda con sus principios, pero que, más que nada, fue voluntariamente a pasar la noche allí para ayudar a su novia y a una amiga que estaban participando como asesora y delegada, respectivamente, del proceso electoral. “Ellas estaban preocupadas por el tema y además, uno tiene antecedentes de violencia de género por parte de las Fuerzas Armadas y Carabineros, entonces tenía aprensiones en ese sentido”, dice.
“Como por los medios se difundió que los militares iban a estar al cuidado de los votos, en un principio me parecía hasta razonable la campaña de desconfianza. Pero cuando después vi que ellos no estaban a cargo, sentí que la campaña era contraproducente, porque lo que pasó es que el sábado votó muy poca gente y el domingo muchos locales tuvieron problemas con aforos y filas largas”, explica.
A las seis de la tarde de ese sábado comenzaron a cerrar las mesas y las imágenes en las que se veía a las y los encargados cerrando las urnas con cintas adhesivas y papel film, como las maletas en el aeropuerto, no dejó indiferente a nadie. ¿Acaso estos materiales caseros serían el último bastión de la democracia chilena?
“La seguridad no tenía que ver con que las urnas fueran fáciles o difíciles de abrir, sino con el componente humano”, responde Pablo. “Nuestro sistema se ve precario, pero la tecnología aplicada o los medios no son lo que marca la diferencia entre una democracia sana y una que no lo es. Al final, son las personas”.
Y las personas, además, durante esta votación anularon todos los análisis previos. Analistas y encuestadores: los otros perdedores de este proceso.
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“La paradoja de la paridad: correcciones favorecen a más hombres que a mujeres”, titulaba el diario La Tercera el pasado 17 de mayo.
Efectivamente, se instauró un mecanismo de paridad para asegurar la representación de mujeres dentro de la Convención, el órgano que se encargará de redactar la nueva Constitución. Funcionó en dos partes. En primer lugar, una paridad de entrada que obligaba a tener igual número de candidaturas de hombres y mujeres. Luego, paridad al momento de los resultados, para la distribución igualitaria de escaños entre ambos sexos. Los ajustes hicieron que mujeres —que obtuvieron más votos— cedieran el cupo a hombres, quedando integrada por 78 hombres y 77 mujeres. Sin paridad, de acuerdo a la investigación de Ciper, la composición hubiese sido de 84 mujeres y 71 hombres.
Alondra Carrillo, 29 años, psicóloga, exvocera de la Coordinadora Feminista 8M (entidad que organizó la histórica huelga feminista de 2019), es una de las constituyentes independientes electas. Se presentó por la Asamblea de Organizaciones Sociales y Territoriales del Distrito 12.
Para ella, la paridad es, al mismo tiempo, una habilitación y un techo: “Habilita porque existe de entrada. Obliga a remontar las inercias patriarcales en el interior de las organizaciones y sectores sociales y permite una composición paritaria, que, al mismo tiempo, tiene un límite intrínseco, ya que es binaria. Y existe como techo para la potencia feminista, uno de los rasgos más interesantes de este proceso, en términos de su lugar en el concierto mundial de procesos políticos que están teniendo curso”.
Según Carrillo, la paridad incluye también otra dimensión. “Tenemos la posibilidad de ser. Y de esto también se trata el feminismo, de ser reconocidas como lo que somos, como personas y por tanto, como sujetos políticos responsables de portar una voz colectiva. Y en ese sentido, pienso muchas cosas. Por ejemplo, que tenemos la posibilidad de enfrentarnos con otras mujeres que son portadoras de otros proyectos colectivos, y con eso mostrar, de forma práctica, que ser mujer no es una identidad política”.
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“Binaria”, era una de las características que Alondra Carrillo le atribuye a la paridad. Y sin duda lo es. Aunque ocho personas de la comunidad LGTBIQ+ fueron electas —gays, lesbianas, bisexuales y pansexuales—, representando un 5,2% de los escaños, no hubo ninguna trans o no binaria.
La abogada y activista trans Constanza Valdés tiene 30 años, vive en Valparaíso y fue candidata a constituyente por el Distrito 7, en la lista Apruebo Dignidad, que agrupó a partidos del Frente Amplio y el Partido Comunista. Obtuvo 6.634 votos, siendo la mujer más votada de su lista, sin embargo, no fue electa debido al sistema de arrastres por partido, que daba escaños a personas con una votación mucho menor.
Constanza, quien es asesora legislativa y también fue entre 2015 y 2017 asesora legal de la ONG chilena Organizando Trans Diversidades, dice que “en esta primera etapa, el proceso de transformación constituyente se quedó corto respecto a la ausencia de distintos grupos y también en cuanto al cambio de paradigmas, porque sigue existiendo mucha transfobia, machismo y misoginia en la política”. De hecho, reconoce que en la campaña sufrieron “mucha violencia política, discriminacion y exclusión”. Aún así, eso no impidió el voto de la gente.
Para Jennifer Mella, abogada, feminista, campesina, activista lésbica y constituyente independiente electa en el Distrito 5, el hecho de que sus compañeras trans no alcanzaran a entrar debido al sistema supone una pérdida muy importante: “Primero, porque que te vean permite que toda la sociedad aprecie la riqueza de la diversidad. Después, porque quién mejor que los que hemos vivido la exclusión puede dar cuenta de cómo deberían ser las normas de respeto y reconocimiento”.
Jennifer representa a la región de Coquimbo. “Acá se siente el abandono del Estado, hay provincias completas que están convertidas en zonas de sacrificio ambiental, por lo tanto, necesitamos que nuestros activismos estén puestos a disposición de lo que pasa en nuestros territorios. Así como nos discriminan por orientación sexual o identidad de género, también nos discriminan más a las mujeres lesbianas, campesinas, rurales y temporeras. Tenemos que aplicar la interseccionalidad”.
Los primeros análisis al aparecer los resultados de las elecciones del 15 y 16 de mayo decían que la composición de Convención Constitucional era un espejo de la sociedad, una descripción algo burda si se piensa en que hay muchos colores y formas que actualmente no aparecen en el reflejo de las y los elegidos.
La constituyente electa Alondra Carrillo cree que las instancias institucionales no son un reflejo de la sociedad, sino que expresan sus correlaciones de fuerza. “Las que permite la institucionalidad vigente, además”, recalca. “Lo que estamos viendo ahora es una transformación radical de esas correlaciones de fuerza, que está dada también porque viene a consagrar un cambio del ciclo político y una transformación irreversible de la clase trabajadora: feminizada, precarizada, informal, plurinacional y migrante, y que también sigue siendo internamente desigual”.
Constanza Valdés piensa que, si bien hubo mucha diversidad de personas, “no podemos decir que es un espejo, porque expresamente está excluyendo a grupos de personas que forman parte de la sociedad”. Eso sí, la activista trans reconoce que la Convención Constitucional plantea “una composición muy compleja”, en el sentido de que es novedosa. “Es más representativa que el Congreso, que el mismo gobierno, que cualquier consejo municipal o municipalidad, porque además tenemos escaños reservados para pueblos originarios”.
Sí. Por primera vez, personas pertenecientes a pueblos originarios votaron por representantes de sus naciones de origen. Fueron más de 280.000 votos que resultaron en 17 escaños para personas de los pueblos mapuche, atacameño, yagan, aimara, quechua, colla, diaguita, kawashkar, chango y rapanui. Sus diferentes ejes programáticos se unen en un concepto fundamental (que también está presente en muchas candidaturas de personas electas del mundo independiente y de partidos de izquierda): la plurinacionalidad.
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Octubre de 2019.
En medio de las protestas, un video se hizo viral. En él, se veía a una persona vistiendo un disfraz inflable de Pikachu, bailando en la calle al ritmo de los cacerolazos en las ollas y cayendo al suelo. Algunas personas le ayudaban a ponerse de pie. Lo lograba. Seguía bailando mientras la gente gritaba “¡baila Pikachu!”.
La persona dentro del disfraz de Pikachu era Giovanna Grandón, una mujer de 44 años que hasta antes de la pandemia se dedicaba a manejar un bus de transporte escolar. “El traje llegó a su vida un día de octubre, semanas antes de las movilizaciones sociales en Chile, cuando su hijo menor tomó su celular y compró 700 dólares en artículos de Pokémon por AliExpress. La familia decidió revender todos los productos, excepto el imponente disfraz inflable”, se lee en un excelente perfil realizado por la periodista Andrea Guzmán.
Y Giovanna no apareció solo una vez en la plaza de la Dignidad, el centro de las protestas en la capital. Siempre estuvo. Siempre está. Hasta hoy se realizan protestas a las que siempre asiste y con una finalidad clara: por la liberación de los presos de la revuelta. En su mayoría, jóvenes que están en prisión preventiva hace más de un año, sin condena.
Giovanna fue una de las candidatas electas para escribir la nueva Constitución. Fue escogida por La Lista del Pueblo, que logró 26 escaños en total. Una plataforma que nació de las relaciones que se entablaron entre diferentes personas habituales en las protestas de 2019.
“Mucha gente quería que yo fuera como constituyente. Gente que me sigue en las redes, personas a las que fuimos a ayudar en pandemia a ollas comunes y campamentos de otras ciudades. Estaba muy complicada con la decisión porque no sé de leyes ni del proceso, entonces llegaron personas a apoyarnos y me dijeron que no era necesario que supiera de todo eso, sino que lo que se necesitaba en la constituyente era lo que yo sabía. Conocer la calle”, dice Giovanna, al otro lado del teléfono.
Desde algunos lugares de la opinión pública rápidamente aparecieron voces que indicaban que la mujer conocida como Tía Pikachu no era una persona idónea para escribir una nueva Constitución. “Yo creo que me tienen miedo”, dice Giovanna. “Represento a un gran porcentaje de personas que no tiene estudios, y tienen miedo porque peleo por lo que es justo. Quiero que mis hijos y nietos no pasen las mismas pellejerías que hemos pasado nosotros, porque la plata para hacerlo está, que se la roben es otra cosa”.
Giovanna cree que este resultado en el que no solo la derecha fracasó electoralmente, sino también los partidos de la Concertación, el conglomerado de partidos de centroizquierda que fue Gobierno durante la mayoría de los últimos 30 años, es porque la confianza en la clase política se perdió. “Siempre elegían a los que creían que sabían más, que tenían muchos estudios, que se supone estaban muy capacitados. Pero la gente se aburrió y se dio cuenta de que se podía dar este otro paso de apoyar a su vecino, a su amigo que ha estado presente para su gente ayudando”.
“Con el estallido social creo que mucha gente se dio cuenta que lo esencial no era el tener la casa bonita, sacrificarse por adquirir cosas, sino que era esencial darse cuenta que el vecino de al lado lo está pasando mal y que tú podías ayudar de alguna forma”, prosigue Giovanna.
Jennifer Mella respalda esa idea: “Hubiese sido muy incompatible con el proceso elegir a la misma clase política que durante 30 años le ha dado la espalda a las demandas ciudadanas”. La abogada y constituyente independiente recuerda la vigencia del discurso de figuras ya desaparecidas como Gladys Marín, un mensaje de dignidad y lucha que ha calado en una “gran parte de la ciudadanía que, pese a no contar con educación cívica formal ni canales de informacion ciudadana adecuados, ha decidido optar por constituyentes cercanos, con trayectoria y contenido”.
Al parecer, muchas cosas han cambiado en —relativamente— poco tiempo. Quizás eso es lo que sucede cuando aún no alcanzas a salir de una crisis y entras en otra. Eso le pasó a Chile: de una revuelta social pasó a la pandemia, con un proceso social y político inconcluso y sumando (más) muerte, pobreza y hambre. Todo esto, de forma inevitable, lleva a pensar que el miedo se reconfiguró y quedó expresado en las votaciones de los constituyentes.
Si antes existía como gran resabio de la dictadura un miedo al comunismo, este desapareció. El mismo fin de semana de las elecciones constituyentes se celebraron comicios locales y regionales. Y, entre muchos otros cargos, la alcaldía de Santiago la ganó una comunista: Irací Hassler.
Si antes había temor a involucrarse en política porque se veía como algo lejano y reservado solo para gente “preparada”, en la votación de constituyentes esa idea dio un vuelco: 104 de los 155 elegidos son independientes, muchos con experiencia en organizaciones locales fuera de la política tradicional.
Otros datos: 59 abogados y 19 profesores, algo extraño en un país que ha sido gobernado por décadas entre economistas e ingenieros. Y algo aún más sorprendente, pues uno de los atributos más tristes de Chile es que el colegio en el que se estudia suele marcar el estilo de vida que se tendrá de adulto: 49 elegidos vienen de colegios públicos y 40 de subvencionados.
Es muy probable que el miedo se haya reconfigurado, sí. Es muy posible que la gente le tenga más miedo al hambre que a la izquierda. La constituyente independiente Alondra Carrillo cree que sí, que la ciudadanía “teme que el futuro sea peor que el presente”.
La pandemia redirigió los miedos hacia otros lugares, pero, además, desde el estallido social del 18 de octubre de 2019, las personas han encontrado ayuda y cobijo en organizaciones territoriales.“Nos hemos encontrado y no nos soltamos más. Y ese encuentro quizás logra también tener un efecto en ese miedo que se sustenta en el desconocimiento del otro, el no haberte encontrado, un miedo anterior a este momento en el cual hemos sostenido la vida una vez más, ante una crisis”, dice Alondra. “Me cuidan mis amigas, no la policía, me cuidan mis vecinas, no el Estado. No este Estado que me hace pagar la crisis con mi vida”.
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Domingo, 16 de mayo de 2021.
Tía Pikachu llega a la plaza de la Dignidad de Santiago para celebrar su victoria en las elecciones constituyentes. Por supuesto, es transmitido por la televisión. En su discurso frente a las cámaras, no tarda mucho en mencionar la liberación de los presos de la revuelta. También justicia y reparación para personas que sufrieron violaciones a los derechos humanos.
“Tenemos un amigo, Cristian Valdebenito, que murió porque le lanzaron una bomba lacrimógena directo a la cabeza hace más de un año y aún no hay responsables. Todos sabemos quiénes son los responsables, hay cámaras, hay grabaciones, pero para la Justicia no hay responsables”, dice Giovanna, quien recuerda también los encarcelamientos a diversos periodistas. Para resolver la situación de los presos, ella ve necesario, de entrada, “agilizar los procesos”, porque, recuerda, hay gente que está en la cárcel desde el 2019 sin condena. “No se entiende. No son delincuentes, no han matado a nadie. Los verdaderos delincuentes andan en la calle y de cuello y corbata”.
¿Cómo se escribe el marco teórico para vivir mejor en el futuro cuando en el pasado reciente hay muertos, mutilados y abusados sin justicia? Esto Chile ya lo vio. No hay que olvidar que Pinochet estuvo sentado como senador en el Congreso durante la década de los noventa. Las consecuencias de la impunidad ya son conocidas. Trajeron al país hasta acá.
“Pienso en lo importante que va a ser la disputa de las coordenadas de arranque de la Convención Constitucional”, dice Alondra Carrillo, que cree que este proceso se tiene que llevar adelante “en un contexto contra la impunidad”. La activista feminista subraya la necesidad de exigir garantías de reparación para las víctimas de violaciones a los derechos humanos, como los presos y presas políticos de la revuelta del 18 de octubre.
“Nada de lo que nosotras hagamos va a borrar el hecho de que enfrentamos este proceso cargando todos los muertos”, dice Alondra. “La pregunta es cuál va a ser la política respecto a las condiciones para llevar este proceso y para nosotras lo prioritario es que tengamos una política contra la impunidad”. De lo contrario, asegura, los que hasta ahora no han respondido por sus actos “son tan criminales que serán capaces de disciplinar a los pueblos mediante el terrorismo de Estado de acá a las elecciones [parlamentarias y presidenciales] de noviembre”.
Según Alondra, “todos los procesos de transformacion se han librado en contexto de terrorismo y eso no quiere decir que haya que naturalizarlo”. Al contrario, se trata de “asumir que nos declararon la guerra” y alzar la voz. “Sabemos que el propósito de la violencia es silenciarnos y que triunfa cuando nos callamos y fracasa cuando nos articulamos con otras y sostenemos colectivamente una voz propia”.