Hadad, el emperador digital

Dirige desde Argentina el medio de habla hispana más leído del mundo. “Llegué a más de lo que hubiera imaginado”, dice el propietario de 'Infobae'.

El empresario y periodista Daniel Hadad, en su despacho de la sede de Infobae, en Buenos Aires. LEO VACA
El empresario y periodista Daniel Hadad, en su despacho de la sede de Infobae, en Buenos Aires. LEO VACA

Es la noche del 10 de noviembre de 2019 y Gerardo Daniel Hadad (Buenos Aires, 1961) se despierta sacudido por un relámpago interno.

El CEO de Infobae parpadea en la oscuridad y descubre que no es cierto que hay alguien sentado sobre su pecho, pero también nota que la bomba sigue, que la tiene alojada dentro. Aturdido y asustado, despierta a su mujer Viviana y cuando lo hace advierte que su brazo apenas responde. Los años y la intuición, esa intuición para las noticias con la que maceró su gloria, le indican que sí, que está haciendo un infarto, que debe apurarse. Viviana lo ayuda, se visten rápido, suben al auto, arrancan, maneja ella, pasa todos los semáforos en rojo hasta llegar al sanatorio más cercano.

Daniel Hadad se salva, claro, pero su vida, como la de todo aquel que se asoma a ese abismo, pega una curva violenta, da un vuelco. Emergen y lo invaden otras sensaciones. Lo que aparece y se consolida en el cuerpo y en la psiquis, pero mucho más en el alma y en la historia fresca de ese cuerpo, es el recuerdo palpitante de ese rayo, el negro esplendor que paraliza y conmociona, que amotina y retarda, una estela que humedece el día a día. La onda expansiva del hecho deja secuelas.

La primera es un miedo profundo a la tiniebla de la noche, pánico que, en el caso de Hadad, se traduce, durante la primera mitad del 2020, en no poder dormir hasta que los primeros claros se escurran por las persianas. También producto del temor, el empresario lleva una píldora en el bolsillo de su jean, una especie de micromilagro de la ciencia con la que, de regresar el monstruo del infarto, ingiriéndola volverá a doblegarlo, o en todo caso a engañarlo. La otra es más existencial, si se quiere, y tiene que ver con cierto cambio de marcha: son los efectos mitigantes de haberse despeñado, de resbalarse cerca del precipicio.

Al menos ahora, en esta charla de abril del 2021 en su despacho, con Buenos Aires otra vez acechada por el coronavirus, el fundador del portal informativo más leído de Iberoamérica, el hombre que arrancó a trabajar a los 14 años vendiendo bolsas de basura, luce reflexivo y pausado, ya no tan atlético como antaño (cierta curva de su espalda así lo denota); su pelo y las cejas, que definían la contundencia de su rostro, están súbitamente emblanquecidos.

- Al margen del estrés habitual de la profesión o del cargo, ¿había pasado algo puntual para que tuviera el infarto?

- Ese día, a las cinco de la tarde, Evo Morales estaba dejando Bolivia, en avión. La Paz era un escándalo. Había mucha violencia, se hablaba de muertos, y un periodista que trabaja con nosotros desde hace muchos años, estaba desaparecido. Desde las cinco de la tarde hasta entrada la noche (la voz de Hadad adquiere un tono sombrío, como reviviendo aquella ingrata palpitación), estuve tocando todos los contactos que tenía en todos los países preguntando que sabían de él. A las 10 de la noche alguien con muy buena información me dijo que estaba detenido, que era lo mejor que le podía pasar. Llegué a casa, cené y me fui a dormir. Dos horas después, soñaba que alguien me estaba pisando el pecho. De repente abrí los ojos, y fue un alivio, porque no había nadie haciéndolo, pero seguían pisándomelo. 

- Lo adjudica a ese episodio de angustia. 

- Sí, a esa tarde. Mi médico me dijo: “Usted pasó un episodio de estrés muy grande…”. Para mí era imperdonable si le pasaba algo al periodista…

- ¿Qué extraña del Hadad de antes, del impetuoso hombre de negocios cuyo ascenso fue vertiginoso?

- Extraño la fuerza de los 40 años, cuando me sentía inmortal. Antes tenía mucha más energía. Hoy si una noche no duermo bien, al día siguiente soy una piltrafa. Me siento más prudente y más maduro, eso sí; hace 20 años iba por la vida a los codazos y empujones, quizás por el mundo en el que salí. Yo era un obsesivo, antes levantaba la voz… Cambiaron los tiempos… Algo de eso extraño. Pero de todas formas este es un momento que disfruto. 

El empresario y periodista argentino Daniel Hadad. LEO VACA
El empresario y periodista argentino Daniel Hadad. LEO VACA

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Argentina, mediados de los años ochenta. Flotan en el aire, en esa atmósfera efervescente de la democracia recuperada, partículas de un extraño y fascinante país en el que hijos y nietos de la inmigración se deslizan aun por esa cinta transportadora de aspiraciones y de confort a crédito llamada ascenso social. Que en esa Buenos Aires de la primavera alfonsinista un hijo de analfabetos de origen árabe, nacido en un barrio plebeyo como Floresta, pudiera recibirse de abogado con menos de 25 años y volar becado a Navarra (España) para volver con un posgrado en periodismo bajo el brazo parece hoy una epopeya cinematográfica. Pero, en aquel entonces, esa clase de peripecias conformaban el núcleo duro de un país que se atisbaba ante el fin de siglo como un gigante al que el horror había lacerado pero no aplastado.   

Ni bien supo que quería ser periodista y no fatigar pasillos tribunalicios o rubricar tristes acuerdos de divorcio, Hadad, que ya había eliminado el Gerardo que antecede a Daniel, se propuso sumergirse en las agitadas aguas de la escena mediática. Comenzó a escribir en la revista Somos, una publicación de editorial Atlántida cargada con más rumores que prestigio, y se acercó a la radio y a la televisión. Por aquel entonces, en el aire televisivo argentino reinaban un programa y un periodista: Tiempo Nuevo y Bernardo Neustadt. Rumano de nacimiento y educado en un internado, Neustadt fue el primer gran exponente del infoentretenimiento del país con un lenguaje que mezclaba la consigna publicitaria y la liturgia neoliberal. Carismático e inevitable, su ciclo salía al aire los martes a las diez de la noche. Su cortina musical, el opus ‘Fuga y misterio’ de Astor Piazzolla, forma parte de la educación sentimental de una generación de argentinos.

En Tiempo Nuevo, Hadad encontró un trabajo y también un referente. Neustadt, al igual que Hadad más adelante, no descollaba por su capacidad para pensar o reflexionar sobre el arte de la política; más bien era un self made man nato que convirtió su obsesión maníaca por la eficiencia y el éxito en una implacable apología del sacrificio y el orden, tanto que se transformó, con sus 25 puntos de rating semanales, en el gran superyó de la nación. “Soy Bernardo Neustadt y duermo cuatro horas por día”, decía cada vez que comenzaba sus monólogos, aguijoneando en la culpa de esa clase media que descubría que no había tiempo que perder o que gozar, que había que trabajar como un desesperado.

Durante más de 20 años Hadad se levantó a las 4 de la mañana, primero como productor de radio, luego como conductor. En ese período se produce su acumulación originaria de capital, el precipitado ascenso hacia alguna cumbre y sus primeros batacazos periodísticos, que los tuvo, muchos y polémicos. Uno de ellos fue entrevistar, junto a Marcelo Longobardi en agosto de 1995 y ya con programa propio, al antiguo represor Eduardo Massera, todopoderoso almirante de la dictadura (1976-83), uno de los personajes más siniestros de la historia. Para entonces, Hadad ya había sido distinguido como uno de los jóvenes destacados de la Argentina, escalafón que compartió junto a los también treintañeros Alberto Fernández, hoy presidente del Gobierno, y Julio Bocca, leyenda de la danza.

En ese primer lustro de los años noventa, Argentina fue testigo, y plataforma, de una transformación económica intensa y arrasadora que consistió en una retirada masiva del estado de los servicios públicos y en el ingreso colonizador de la empresa privada como garantía de felicidad y progreso, ilusión que recorrió todo el subcontinente pero que, por estas playas, tuvo categoría de doctrina. Ese dinero, proveniente del desguace estatal y de la llegada de empresas que notaban que instalarse en el país ya no tenía los reparos de antes, configuraron un escenario económico que el productor y conductor Hadad, conocedor del rol cada vez más creciente de los medios de comunicación —que también había privatizado Carlos Menem—, no tardó en usufructuar. 

Así fue como llegó su hora clave, su primer movimiento de alfil en el tablero del poder: asociado efímeramente con otro conductor estrella, Marcelo Tinelli, concursó y ganó su primer espacio radioeléctrico. En ese dial, Hadad dio una muestra de su inclaudicable olfato periodístico y creó lo que consideró un vacío del mercado: una radio que pudiera atrapar el interés de todos los taxistas de la ciudad, verdadero batallón ambulante (37.000 unidades) que, por su potencia multiplicadora (debido a los pasajeros), tenía asegurado un encendido vivo. Así nació Radio 10, un éxito repentino y descomunal en el que sus conductores, proclives a cierto sensacionalismo, agitaban con poca sutileza algunos resortes inapelables del impacto. Entre disparos noticiosos, música pasatista, humor picaresco y cierto regodeo por algunos temas crispados y del gusto de su particular audiencia (inseguridad, mano dura, el “problema” de la inmigración, las razones de la pobreza), la radio pasó a liderar la audiencia de las AM. El trabajo estaba hecho. Al tiempo, el ya empresario apeló otra vez a su astucia para detectar otro espacio a llenar: creó una FM que solo pasaba rock nacional. Así nació La Mega, emisora que lideró el rating hasta bien entrada la década pasada, un éxito que se sostiene hasta hoy. 

El salto a la televisión, a la compra de un canal, no tardó en llegar. En 2002, luego de que Argentina atravesara su colapso financiero y social, compró al balbuceante y endeudado Canal 9 para, cinco años después, venderlo, siempre según su relato, saneado y con los sueldos al día. En esos meses ocurrió un hecho que pasó casi desapercibido, entre la trepidante cabalgata de movimientos: semanas antes de adquirir Canal 9 se había producido el bautismo de Infobae.com, una apuesta menor en el incipiente e incierto universo de internet, un satélite de escasa gravitación dentro del conglomerado de medios que empezaba a forjar. Pasó el tiempo y el mismo año que se desprendió del Canal fundó una señal de noticias, C5N, emisora que significó, además de un salto cualitativo en términos tecnológicos —sus empresas son vanguardistas en ese aspecto—, la posibilidad de trabajar con el contenido que más aprecia, la información, el breaking news, el continuado de noticias, aun cuando no hubiera mucho que informar, lo importante era decir.

Para entonces Hadad ya era un jugador más —el más nuevo y, por ende, el más vulnerable— en el complicado tablero mediático nacional. Parte de la primera década de este siglo fue un período narrativa y políticamente convulsionado que se caracterizó, entre otras cosas, por un enfrentamiento cerrado, sobre todo a partir de 2008, entre el poderoso grupo Clarín —propietario del diario del mismo nombre y de radios y canales de TV de muchísima penetración— y los presidentes peronistas Néstor Kirchner y su sucesora y esposa, Cristina Fernández. En ese contexto, Hadad no solo creció patrimonialmente montado al éxito de sus radios, sino que también vio cómo se expandían, como chispas divergentes, una buena cantidad de rumores sobre su éxito. O sobre las razones no del todo publicables de sus triunfos.

En el libro Periodistas en el barro (Sudamericana, 2015), el periodista Edi Zunino, ex director de la revista Noticias, escribe: “Caso curioso el de Hadad. En un ambiente híper competitivo donde suele darse por hecho que el ejercicio del periodismo equivale a cierta especie de sacerdocio, él supo abrirse paso y construir valor aprovechándose del mote de ‘Daniel Maldad’ con que lo nombran entre risas -y siempre por lo bajo- hasta sus mejores amigos. Tal habilidad le permitió edificar esa imagen de hombre más poderoso de lo que en realidad es con que persuadió a gobernantes, sindicalistas o empresarios de que lo mejor era tenerlo de aliado. Sus enemigos anduvieron siempre con menos vueltas a la hora de definirlo. Extorsivo, mercenario, testaferro, viscoso. Un más Hyde que Jekyll a quien por eso mismo, más la incapacidad histórica para armar un staff de profesionales con buena fama, pocos le valoraron los éxitos, el talento para lograrlos y la permanente apuesta por la innovación tecnológica y los formatos primermundista.”

Acaso esa falta de prosapia y la ausencia de unas espaldas anchas confluyeron para que Hadad tuviera que desprenderse, luego de ser incomodado por el Gobierno, de casi todos sus medios en 2012. El empresario solo retuvo Infobae, que a partir de entonces, y luego de superar el duelo por la pérdida de sus criaturas, se convirtió en el receptáculo de su libido y de sus anhelos. Se convirtió también en su gran negocio. No fue fácil, claro

Portada de 'Infobae' del 12 de mayo de 2021. INFOBAE
Portada de 'Infobae' del 12 de mayo de 2021. INFOBAE

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Sentado en su despacho ubicado en el sexto piso de un edificio moderno de Palermo (el barrio más trendy de la Capital), Hadad recuerda el dolor que significó aquel mazazo. Coronada por una amplia terraza por la que se puede otear el encanto de ese pliegue de la ciudad, su oficina es sobria, elegante y amable, como él. 

- Cuando vendí todo me vine acá, a esta oficina, y lloré, creo, una semana seguida… Freud dice que cuando uno hace un duelo lo primero que viene es la negación. Yo tenía prendido C5N acá y cuando lo veía, lo primero que hacía era agarrar el teléfono para corregir un videograph que tenía una falta de ortografía. Y me decía, “tonto, no ves que no es más tuyo”. Luego viene el enojo, donde me pregunta por qué acepté la oferta, luego viene la tristeza y luego la aceptación… Mirá, soy un agradecido a la vida y eso me permitió pensar que para crecer no es necesario tener otras radios u otro canal. 

- Pasado el tiempo, hoy a la distancia se puede decir que Infobae entendió, primero que nadie en la región, la filosofía detrás de los portales de noticias.

- La mayoría de mis competidores son del siglo XX y algunos hasta del siglo XIX. Infobae es de este siglo, aunque ya no es tan nuevo. Eso tiene ventajas y desventajas. Cuando nacimos, no teníamos un nombre. ¿Qué es Infobae? Yo había comprado un pequeño diario económico, BAE, Buenos Aires Económico, y lo primero que hice fue cerrar la edición de papel. A veces uso una pequeña mentirita cuando me invitan a algún foro y digo que BAE significa Before Anyone Else. Con el tiempo aprendí que los nombres no son tan importantes. Si vos pensás en Google, ¿qué significa? 

- Tienen importancia el primer mes, después ya no es un tema. ¿Se acuerda de nombres como [las revistas] El Gráfico o Billiken

- Claro, por eso. O Clarín. O El Mundo, que tampoco es demasiado original. Ahora, lo que nos pasó es que fuimos a buscar algo y encontramos otra cosa, que fue mejor. Yo en ese momento tenía un canal de TV abierta, tenía radios, y me faltaba un diario de papel, y cuando lo tuve, me di cuenta de que el papel, como insumo, acá en Argentina es difícil de conseguir, porque lo tienen los dueños de una empresa que se llama Papel Prensa que son los dueños de dos diarios históricos (Clarín y La Nación) y la distribución era también complicadísima, porque creo que estaban también esos diarios detrás, entonces decidimos hacer un medio para aquellos que tenían internet en su oficina. Porque en el 2002 aquí no toda la gente tenía internet en su casa. El prime time de Infobae era de 10.00 a 17.00. Al tiempo, apareció un loco que metió en el teléfono que se usaba para hablar, y puso internet y una cámara y cambió todo. 

- Si hace cinco años le decían que Infobae iba a ser el portal más leído de Iberoamérica, ¿Qué hubiera dicho?

- Hace cinco años hicimos un cambio tecnológico, con lo cual, ahí nos dimos cuenta de que nosotros además de ser una empresa periodística también somos una empresa de mucha tecnología. Me transformé en un equilibrista entre dos grupos sociales que se llevan muy mal, los periodistas y los ingenieros. Vivo haciendo equilibrio entre ellos. El día que dijimos vamos a salir de la Argentina, por un tema de que había que salir a buscar recursos, porque cada año la economía en Argentina es más chica, al proyecto le pusimos Río Bravo, porque nos interesaba todo lo que sucede del Río Bravo hacia el sur. Alguien me podrá decir por qué no nos interesan los 50 o 60 millones de hispanoparlantes de los Estados Unidos y… Es tan difícil entender ese mercado, nunca lo entendí. Pude entender México y Colombia, pero no ahí. Tenemos una pequeña oficina comercial en Miami, porque las multinacionales tienen oficina ahí, pero nada más. 

Entendimos que para hablarles a los lectores mexicanos había que hablarle con periodistas mexicanos ubicados en territorios mexicanos. Lo mismo en Colombia. Por esa razón ahora nuestro próximo paso es abrir Infobae Centroamérica

- ¿Y qué pasó hace cinco años?

- Pasó esto: yo tenía una buena relación con Martin Baron, que había sido editor general del Miami Herald, y lo fui a visitar. Era noviembre de 2015, y el Washington Post, que él dirigía, había superado por primera vez al The New York Times en cantidad de visitas. Cuando lo felicité me dijo: “El mérito no es mío, el mérito es de ese señor”, y me señaló a un hombre indio que estaba en una oficina cercana. “¿Quién es?”, le pregunté. “Nuestro ingeniero principal, ¿querés que te lo presente?”. “Sí”, le dije. Ellos tienen 90 ingenieros trabajando en un edificio que queda a 11 cuadras de la Casa Blanca. Un edificio que alquilan y que ahora está totalmente cerrado. Estuve dos horas con el ingeniero, que me empezó a hablar de algo que yo no conocía, el CMS, Content Management System, el sistema que administra los contenidos, la arquitectura en la que se posan los textos, las fotos, las infografías, todo. Y hace que cuando un redactor desde Buenos Aires, desde el DF o desde la calle, le da play al contenido, cualquier persona en el mundo pueda leer Infoabe. Y ese CMS nos ayudó a entender que se podía crecer de otra manera. Nos ordenó mucho, sobre todo el flujo de trabajo, nos profesionalizó. Llevamos cinco años, con actualizaciones, y si vos me preguntás por qué creció Infobae, bueno, creo que entendimos que para hablarles a los lectores mexicanos había que hablarle con periodistas mexicanos ubicados en territorios mexicanos. Lo mismo en Colombia. Por esa razón ahora nuestro próximo paso es abrir Infobae Centroamérica, donde son varios países y, como no podemos estar en todos, elegimos como sede Panamá, porque hay más vuelos, porque es más fácil abrir una sociedad. La realidad centroamericana es apasionante. Estamos ahora en busca de periodistas de esa región, desde Nicaragua hasta República Dominicana. En todos hay una realidad para ser contada. 


Claro que el éxito del Washington Post tuvo, también, un responsable ineludible: su nuevo propietario, el magnate Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta que, ni bien adquirió el Post, emblema de la prensa independiente norteamericana —el Watergate, la investigación que derrocó a Nixon, fue publicado en sus páginas—, procuró dotarlo de la misma ingeniería que había llevado a su empresa faro, el gigante Amazon, a reinar en el e-commerce. Esto es colocar, ni más ni menos,  al cliente en el centro de la escena. Era el fin de una era: se terminaban décadas de superioridad intelectual, y hasta moral, del medio por sobre sus lectores. Las audiencias, además, tenían poder de veto, de sancionar o de bendecir, con el poder de su clic, la performance de los periodistas.

En Argentina, donde todo es más confuso, donde el mercado se angosta y las éticas son más difusas, la carrera por el clic ha tenido avances y retrocesos, pero sobre todo retrocesos. Esa búsqueda cargada de ansiedad por encontrar el fervor del público se ha parecido más a una especie de zigzagueante tiro al blanco en movimiento que redunda en que los portales de noticias, bajo los efectos narcotizantes de la necesidad, han profanado el producto. Fakes, hipérboles, titulares panfletarios: todo vale ante el altar del click. Infobae, por caso, optó por una suerte de producción torrencial de noticias, apostando a que la oleada permanente de titulares provocase, por pura prepotencia, un volumen que asegure circulación y visitas. En ese bazar abigarrado cabía el mundo, lo trascendental y lo banal, la desmesura y lo real, lo que se capturaba de un portal desconocido o lo que se producía con rigor en la calle. Aquello parece, en parte, pertenecer al pasado. Del modelo que tomó como referente al Huffington Post pasó a otro en el que, sin abandonar la incesante producción de notas, se apuesta también a una lectura más duradera, un usuario que busca encontrar un relato. Para ello, a partir de 2016, incorporó un puñado de firmas y de nombres rutilantes (Ernesto Tenembaum, Marcelo Zlotogwiazda, Luciana Peker, Rodolfo Palacios, Hinde Pomeraniec, Fernando Soriano, Gisele Sousa Dias, Ernesto Cherquis Bialo, etc), que le dieron un lustre del que hasta entonces carecía.  


- ¿Qué es Infobae hoy? 

- Infobae dejó de ser un servicio de breaking news o de alertas, un sitio que tenía cualquier cantidad de primicias (que no dejamos), pero lo que hacemos hoy es tratar de contar historias. Cuando venía la gente de Facebook acá y nos decían: “nosotros hemos medido que la gente quiere notas cortas”, por suerte nunca les hicimos caso. La nota más leída de hoy, con un tiempo de lectura de tres minutos, es una que cuenta cómo murió Mussolini. Son cosas que nos sorprenden. Hoy trabajamos con temor a lo que viene, porque nadie tiene nada asegurado, pero tenemos números que nos hacen altamente competitivos en las tres categorías: como usuarios únicos, que es aquel que una vez al mes ingresó al sitio, en páginas vistas (donde tal vez tenemos ventaja porque somos gratuitos) y en permanencia de lectura. El lector más importante de Infoabe se llama Google, es el tipo que te mira con un ojo crítico y si le gustó la nota, te pone en primero o en segundo lugar. Eso es una ciencia que se llama SEO, Search Engine Optimization [optimización para motores de búsqueda].

Daniel Hadad, en la redacción de Infobae, en Buenos Aires. LEO VACA
Daniel Hadad, en la redacción de Infobae, en Buenos Aires. LEO VACA

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Ni el infarto, ni los años, ni siquiera la certeza de que su condición de CEO podría hacerlo ocupar solo de la salud financiera de su empresa han hecho que Hadad abandonara sus rutinas —se nota que es un hombre metódico—, las cuales arrancan temprano. Se levanta a las 6 y, con el primer café de la mañana, abre una de las pocas aplicaciones que paga, Press Reader, a través de la cual lee, como si fueran diarios de papel, el Washington Post, The New York Times, a veces The Wall Street Journal. Luego acude a la prensa española, y mira La Vanguardia, El Mundo, El País, ABC. Si le sobra algo de tiempo recorre El País de Uruguay y El Mercurio de Chile. Hace eso hasta las 7, momento que estudia un reporte que le prepara un equipo de ingenieros que trabajan en red para él. La cabeza del equipo está en México y otros dos profesionales residen en Washington y en Chicago. El equipo está abocado al cambio de algoritmo de búsqueda que plantea aplicar el dios Google en breve.

“Google, de buena fe —explica el empresario— hizo lo mismo que hicieron los chinos con la covid-19: apenas lo tuvieron, pusieron el genoma en internet que permitió que Pfizer, Moderna, Johnson/Johnson y el resto salieran a desarrollar una vacuna. Bueno, Google ya publicó “las buenas prácticas” que quiere para el 1 de mayo, así que desde enero estamos trabajando para eso. Ahora corrieron la fecha para el 15 de junio. Entonces, gran parte del tiempo estamos trabajando para Google, porque si Google nos lee bien, es mucha más la gente a la que vamos a llegar. Hoy, del 100% del tráfico de Infobae, la mitad viene de los buscadores”.

- Google es el dueño de las rutas. 

- Claro… Bueno, esa hora que sigue me pasan links de pruebas donde chequeamos los cambios sugeridos y ahí vemos cómo estamos trabajando. Pruebo y testeo: veo performances y SEO. Es mi nueva vida. La velocidad con la que cambian las cosas no te permite un día en paz. 

- Habló de que la nota más leída fue una de Mussolini. Parece una paradoja brutal, pero el futuro estaba en el pasado…

- Sí, una nota escrita, además, por un periodista que debe rondar los 70 años, de manera que también desmitificamos aquello que decía que no se podía hacer periodismo digital si tenías más de 22 años. En este año de pandemia aprendimos muchas cosas. Creo que la humanidad aprendió muchas cosas también. Aprendió que la religión continúa a pesar de que los templos estén cerrados, que las empresas siguen funcionando aunque estén cerradas las oficinas, y que el periodismo se sigue haciendo aunque las redacciones también estén cerradas. Nuestro deber es contar hechos, de ser posible de manera de historias y por último que haya opinión. Una de las grandes ventajas que tiene Infobae es que no responde a ningún partido político ni a una ideología determinada. Yo hago mucho focus group. Soy aficionado a eso. Y a nuestros lectores les cuesta identificarnos de qué lado Infobae está, porque la directiva es estar en ninguno. Los diarios del siglo XX tenían una página determinada que era la opinión del director. Eso acá no existe. Creemos que esa demanda desapareció, sobre todo el público al que apuntamos, que es el más joven. Donde más ganamos es el segmento etario entre los 18 y los 34 años. Es un público buscado por anunciantes, pero sobre todo por nosotros porque eso nos garantiza algo de futuro. 

- ¿Qué ocurre con la suscripción? Infobae es gratuito pero muchos medios en los últimos tiempos han incorporado el muro de pago, una especie de, si se quiere, abdicación o de baño de realidad…

- Nosotros tenemos listo el muro de modelo de pago y en 48 horas podemos implementarlo. A ver… Para usar un ejemplo: esto es como si yo quiero llevar a Madrid a David Guetta. Entonces voy y les pregunto a los directivos del Real Madrid cuánto me cobran para una noche de junio alquilar el Santiago Bernabéu. Un millón de euros me dicen. OK. Entonces voy y le pregunto a Guetta cuánto me cobra por una noche. Otro millón. Van dos. Yo hago el calculo cuanto me costaría poner sonido, seguridad, pantallas, ambulancia. Otro millón. Y después me pregunto cuánto quiero ganar yo. El 20% de eso. Estamos en 3,6 millones. Tengo dos caminos. Uno: veo cuántas butacas tengo y dividido el costo por ese número, entonces me da cuánto tengo que cobrar. O digo: 3,6 millones, ¿no? Vamos a buscar a La Caixa, vamos a buscar a Movistar, vamos a buscar Iberia, vamos a buscar Pfizer y dividimos 3,6 dividido 4, y entran gratis. Con cuatro grandes sponsors. Hoy estamos eligiendo que a David Guetta lo paguen los sponsors. ¿Cómo se dividen los ingresos de Infobae? De tres maneras: publicidad tradicional, que es el que se le vende con las empresas o con las agencias; branded content, que es contenido patrocinado; y algo que es lo que más va creciendo año tras año que es la publicidad programática, que son computadoras que hablan entre sí. Por ejemplo: tenemos noticias sobre la Copa del Rey, pero a esa hora yo no puedo llamar a alguien de Adidas o de Nike para un anuncio, pero a esa hora hay alguien de un lado de Nike tratando de sponsorear una página, y mi computadora se pone en contacto con él y se ponen de acuerdo en un precio y se publica. En mi caso es dinero que se crea en Argentina, en México y en Colombia. Y funciona. Mientras tenga un producto rentable lo que me interesa es garantizarlo. 

 A nuestros lectores les cuesta identificarnos de qué lado Infobae está, porque la directiva es estar en ninguno

- Entonces el pago por ahora es algo lejano…

- Mirá… Voy a cumplir 60 años, la vida ha sido infinitamente generosa conmigo, llegué a más de lo que hubiera imaginado. Vengo de un hogar pobre. Mi padre, que murió hace cuatro años, no terminó la escuela secundaria porque no la empezó. Mi madre tampoco. Cuando mi madre, que sigue viva y tiene 84, cumplió 13 años el padre, un sirio muy rústico, la mandó a trabajar a una fábrica. Era el año 49. La fábrica era de filtros y ella se cortaba las manos manipulando ese material. Con lo cual… Yo ya toqué el cielo con las manos. Tengo una casa mucho más grande de la que soñé, conozco el mundo, casi todos los días uso el mismo vaquero, visto camisas de Banana Republic que cuestan 60 dólares en el sale. No me caracterizo por la ostentación, con lo cual, si vos me preguntas si trabajo por dinero, la verdad es que trabajo para obtener el dinero suficiente para hacer un buen producto. ¿Va a durar eternamente esto? No lo sé, pero en esta empresa lo único permanente es el cambio. Si en seis meses me doy cuenta de que el negocio se agota, iremos a tocarle la puerta a nuestros lectores.

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En septiembre de 2017, Hadad se anotó otro hito en su ya extensa colección de logros: consiguió que la expresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner (CFK) le concediera a Infobae su primera entrevista en mucho tiempo. Por entonces, CFK, figura capital de la política argentina de los últimos 15 años, resistida y amada con una intensidad inusitada, era candidata a senadora. La charla fue pactada por el mismo Hadad, que convenció a CFK de brindarle a su portal esa exclusiva que tuvo, en simultáneo, el efecto de la revelación y la certeza del cambio de época: fue una entrevista televisada en un sitio que había nacido, y que seguiría existiendo de ese modo, como un medio web. También volvió a dejar al descubierto la tensión permanente entre la política y los medios. Fernandez se quejó del trato que le dispensó el entrevistador, Luis Novaresio. Esa tensión es uno más de los tantos escollos con los que debe lidiar la prensa actual, al margen de sus crisis de audiencias —propensas a fugarse ante la mínima decepción—, la falta de consolidación de un modelo de negocios o la poca credibilidad producto del deterioro de su calidad. De hecho, días antes de la charla de Hadad con COOLT, la enorme mayoría de los medios audiovisuales habían dado por muertos, en una misma tarde y con diferencia de horas, a dos celebridades argentinas, el exconductor Cacho Fontana y el exDT estrella de fútbol Carlos Griguol. Ambos no murieron, claro, lo que volvió a hundir la reputación de los medios. 

- Trabajó en un magazine, tuvo un canal, sabe lo importante que es chequear la información. Hace dos días, con diferencia de una hora, los medios dieron por muertos a Cacho Fontana y a Carlos Griguol, ¿no cree que son errores demasiado caros y que el crédito se agota? 

- Bueno, nosotros no las dimos esas noticias… Tengo un bot en Telegram en el teléfono con el que me saltan las alertas de trending… Yo estaba en una reunión con mucho quilombo y, cuando veo el bot, pongo la pantalla de Infobae y veo que no estaba. Entonces llamé: ¿Qué pasó con Cacho Fontana”. “No está confirmado”, me dijeron. Suficiente. Cuando apareció Cacho Fontana hablando, llamé para felicitar. Me pareció por un lado un gesto de madurez y, por otro lado, un signo de estar seguro de los números, porque ¿qué es lo que nos dimos cuenta con el tiempo? Que no te da más tráfico llegar primero. Lo que creo yo —y la redacción también entendió, sobre todo el editor— es que ya no es tan importante la primicia. El día que murió Maradona, nosotros teníamos la noticia, y el CMS no funcionaba. Porque había sido hackeado o algo. Duró un rato. Sin embargo la redacción tenia preparada 20 notas de Maradona, porque sabíamos que eso iba a pasar. Yo estaba atragantado porque pasaban los minutos y no podíamos meterle al publicador y era primicia. Bueno… Cuando al otro día vimos los resultados, no nos había afectado, porque la gente tal vez buscó las historias, los mejores goles, sus mejores 20 frases, todas esas cosas que son de manual. Obviamente tenemos cosas para aprender, y nos equivocamos a diario. No significa que no nos vaya a pasar en el futuro. La gran ventaja de los medios frente a las redes es que para en los medios hay gente que puede decir: “che, che, paren un minutito”. Porque para los medios, es un costo muy grande equivocarse. Al dueño de la cuenta @xxx no le pasa nada. 

No te da más tráfico llegar primero. Lo que creo yo —y la redacción también entendió, sobre todo el editor— es que ya no es tan importante la primicia

- Puede sonar a contrasentido, pero hay directores de medios que casi no leen lo que publican otros. 

- Conozco la gran mayoría de los periodistas que trabajan acá. A varios los invité a trabajar yo, a otros no. Tengo un WhatsApp con algunos de ellos, que se llama “Grupo dirección”, donde debe haber unas 20 personas entre México, Colombia y Buenos Aires, y cosas que yo leo y no veo en Infobae, les digo, “creo que esto es nota”. Vivo involucrado con la redacción, vivo hablando con un director de métricas que tenemos. Ser periodista por supuesto que ayuda. Me siento un productor y hablo el mismo idioma de los periodistas. Con los ingenieros me cuesta mucho más, que hacen los que ellos quieren. Los periodistas también, pero me doy cuenta (risas). En cuanto al trabajo… yo sigo hablando de buenas plumas, sé que suena antiguo, pero para mí no hay nada más lindo que un buen texto. Y el mismo respeto le tengo a a un buen fotógrafo, claro, a una buena imagen.

- Tuvo canales de TV abierta, radios, creó audiencias, pareciera que haberse quedado solo con Infobae fue como un retroceso. Aquel era un lugar de mucha exposición. De diálogo permanente con el poder. Hoy no es tanto…

- Todo fue un aprendizaje. Creamos radios que no existían y se convirtieron en líderes durante años, pero también me equivoqué en el camino. Predije que a Buenos Aires le faltaba una radio de música clásica, hicimos una enorme inversión y perdí una fortuna. Creamos C5N que fue un medio innovador también. Cuando me quedé con Infobae lo que dije fue: “Salgamos de la Argentina”. Y la verdad es que no me arrepiento. Si vos me preguntas donde debería estar viviendo hoy, te digo Ciudad de México. Que es un gran debate que tengo en mi casa. Entramos ahí compitiendo contra gigantes y estamos muy bien, es un mercado de 130 millones de habitantes y todavía tenemos mucho para crecer. Yo conozco a toda la clase política. Hoy tengo distancia. Cuando yo tenía más contacto con la clase política, por algún motivo -porque nos dieron una primicia, un dato, algo- empezás a sentir compromisos. Hay mucha gente que lo administra bien eso. A mí me costó. Me decía a veces: “che, si este tipo te acaba de dar un dato…”. A [Mauricio] Macri [expresidente argentino] lo conocí cuando yo tenía 29 años. Y mientras fue presidente lo vi dos veces. Una para Navidad y otra porque vino Thomas Friedman, invitado por nosotros, y él me pidió conocerlo. A Alberto Fernandez, a quien conozco desde que fuimos “jóvenes sobresalientes” en 1992, la única vez que lo vi fue cuando convocó a todos los dueños de medios a una mesa para contar la restricción que se venía. Y no hablo. Para eso está el editor de política. Y me siento mucho más tranquilo. 

- ¿Cree que es un momento crítico del periodismo o de ciertas prácticas del oficio pero, a su vez, es un gran momento para hacerlo?

- A mí me parece que el periodismo va a existir siempre. Como siempre, el bueno y el malo.Y va a haber gente que hace periodismo por pasión por comunicar y gente que lo hará por otras razones. El periodismo está más observado que nunca. Y está muy bien. Cualquiera con un arroba x te dice, “che esta foto que publicaste no es de esta manifestación”. Yo la única recomendación que les digo a nuestros periodistas sobre las redes es que no se autocensuren. Está muy bien mirar los comentarios, sobre todo si hubo un error. Si la foto está mal, si hay que corregir algo. Ahora, no autocensurarse por un tema ideológico. Porque al final del camino cuando ves qué cantidad de gente es la que es activa en redes como Twitter, bueno, estamos hablando de apenas el 3% de la población. 

Periodista y escritor. Editor jefe de la revista digital La Agenda y colaborador de medios como La Nación, Rolling Stone y Gatopardo. Coautor de Fuimos reyes (2021), una historia del grupo de rock argentino Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, y autor de la novela Teoría del derrape (2018) y de la recopilación de artículos Nada sucede dos veces (2023).

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