“Compartir esto va más allá de la tradición. Meterse en el papel no es difícil, lo difícil es manejar la adrenalina. Estar con pieles, huesos, con el calor de esta región y cargando la tradición más bonita que existe en este país no es de todos los días, y eso lo sé” menciona Álex Toro, quien inicia como cachacero reemplazando a su padre, quien por ya varios años ha sido uno de los líderes de la cuadrilla más importante y la que se roba las miradas de Las Cuadrillas de San Martín. “Es el honor más grande de mi vida, de mi familia y espero en unos años poder pasarle esto a mis hijos”.
En las entrañas del municipio de San Martín, en el departamento del Meta, corazón de los Llanos Orientales de Colombia, se gesta una tradición ancestral que ha resistido el paso del tiempo, arraigando profundamente en la identidad cultural de la comunidad. Las Cuadrillas de San Martín, con su colorido y fervor, celebraron en 2024 la versión 289 de su realización. Casi 300 años de esta celebración única que, año tras año, reaviva la llama de la historia y la devoción de sus habitantes.
Las Cuadrillas de San Martín tienen sus raíces en una representación de los juegos que asemejan a la guerra que hubo en su momento entre cuatro bandos que se disputaban las llanuras de esta región. Surgieron como una forma de expresión de la historia que, con el tiempo, arraigó el uso de elementos autóctonos, dando lugar a una celebración única y ecléctica. La devoción a San Martín, patrono local, se mezcla con rituales prehispánicos, creando una simbiosis cultural que se refleja en la vibrante atmósfera de este evento que cada 11 de noviembre se celebra en San Martín de los Llanos.
Estas cuadrillas representan a los cuatro grupos que se disputaban el territorio en aquellas épocas: Moros, Galanes, Guahibos y Cachaceros. Los Moros representan a los árabes, los Galanes a los españoles, los Guahibos a los indígenas de la zona y finalmente los Cachaceros representan a los negros. Todos los miembros de las cuatro cuadrillas hacen parte de una extensa tradición que va de generación en generación, y solo las familias que han sido parte de esto desde el principio pueden hacer parte de estas actividades en las que, hasta ahora, la participación de las mujeres no es permitida.
En este contexto, los Cachaceros emergen como personajes clave, portadores de una esencia festiva que teje el tejido social de la región. Estos cuadrilleros en particular, con coloridos trajes y máscaras que representan animales y seres mitológicos, desempeñan un papel crucial en la animación de las Cuadrillas. El Ritual de los Cachaceros: Danza y Espíritu Festivo.
El evento de las cuadrillas tiene diez momentos en los que se recrean las luchas y la guerra por territorio. El saludo, el desafío, las ‘oes’, el peine, medias plazas, el caracol, alcancías, culebra, paseo y despedida. Diez juegos en total y nueve de ellos son representados en un ballet ecuestre en el que cada grupo destaca por su vestimenta particular y donde el show, al menos desde lo visual, se lo roban los cachaceros con sus trajes hechos con semillas de árboles de la zona, además de pieles y huesos de animales que confeccionan para hacer máscaras y complementar sus atuendos y los de sus caballos.
Sin embargo, a pesar de su historia, las Cuadrillas de San Martín enfrentan desafíos en el contexto actual. La modernización y la globalización amenazan con erosionar las tradiciones, pero la comunidad local se esfuerza por preservar este legado. Un legado generacional ad portas de cumplir tres siglos y que es la máxima representación de la historia de su territorio. La transmisión generacional de conocimientos y la adaptación creativa de la celebración atraen a nuevas generaciones, asegurando que la llama de las Cuadrillas de San Martín siga ardiendo.
Las cuadrillas se han convertido en un vínculo cultural inquebrantable, un ritual anual que representa la amalgama de historia y tradición que ha logrado trascender y fortalecerse con el pasar del tiempo. Un lugar común en el que converge y se conecta toda la comunidad y pueden ser una con sus raíces. Y es esta experiencia en el que se combina un festival con una de las tradiciones más antiguas del país, la que convierte a San Martín de los Llanos en epicentro de una experiencia diferencial, única, donde el pasado y el presente conviven para mantener a flote la pasión por sentir y dar a conocer la historia a locales y foráneos.