La flauta es el instrumento musical más antiguo del mundo. Así lo acredita el descubrimiento de una flauta hecha de huesos de aves y marfil de mamut en una cueva al sur de Alemania que, calculan, tiene alrededor de 43.000 años.
Ese extraordinario hallazgo arqueológico, que se hizo público en 2012, confirma que la flauta fue clave para el desarrollo artístico de los humanos modernos.
La flauta tiene implicaciones filosóficas desde hace siglos, así como un papel fundamental en la mitología y el rito, donde a menudo se la dibuja como un instrumento con una dimensión mágica. Pero, ¿qué explica su gran simbolismo?
Platón fue, seguramente, el primero en hablar de la flauta de manera metafórica y con intención política, utilizándola como ejemplo para explicar el proceso de degeneración del pueblo ateniense. Según el filósofo griego, el deterioro del teatro empezó cuando los artistas cambiaron su función para agradar al público, mezclando la música de la cítara con la de la flauta con un resultado banal y poco virtuoso. Esa constituía, bajo el punto de vista de Platón, la prueba de un cambio profundo de paradigma, donde el arte dejó de utilizarse para la comunicación y la formación ciudadana. Cuando el placer llega a corromper el buen criterio artístico, según el filósofo, se da una degradación cultural, que lleva inevitablemente a la degradación de la moral política.
Aristóteles también utilizó varias referencias morales —y políticas— sobre la flauta. Afirmaba que se debía prohibir este instrumento, que solo servía para excitar las pasiones y que impedía formar el oído y desenvolver la inteligencia de la ciudadanía. El filósofo contaba el mito por el cual Atenea inventó la flauta usando los huesos de un ciervo, pero, al ver cómo le deformaba el rostro cuando la tocaba, decidió abandonarla rápidamente. Según Aristóteles, si bien el mito establece que Minerva dejó el instrumento porque la afeaba, la realidad es que lo hizo porque la flauta no servía para perfeccionar la inteligencia.
Muchos siglos después, encontramos otras virtudes del perverso instrumento en El flautista de Hamelín, la conocida leyenda alemana que narra la historia de un flautista que, con su música, logra liberar a la ciudad de una plaga de ratas que sucede en el año 1284. Al no recibir retribución por sus servicios por parte de los gobernantes del pueblo, el flautista se venga llevándose a los niños y niñas de la ciudad, quienes, abducidos por el sonido de su música, no regresan jamás. Aquí vuelve, inevitable, la maldad intrínseca asociada a la flauta.
Finalmente, en la ópera de Mozart La flauta mágica, la flauta es dada a Tamino por la malvada Reina de la Noche. La flauta representa valores como la juventud, la heroicidad, la fuerza, la virtud o la valentía —que son los que necesitará el protagonista para lograr su misión—. Más allá de la simbología masónica que se le atribuye a la obra, La flauta mágica representa el triunfo del bien sobre el mal, donde la música vence al miedo. Así, la flauta queda redimida, por fin, de su maldad milenaria.
También en Latinoamérica la flauta nos ayuda a conectar y conocer la historia y la cultura. Es un instrumento mítico, que se asocia con la sonoridad ancestral de la región. Cuenta la leyenda que la ninfa Siringa, perseguida por el dios Pan —de aspecto poco agraciado—, pidió ayuda a sus hermanas para escapar de él. Ellas la transformaron en un cañaveral y, al pasar por su lado, Pan quedó asombrado por el sonido que producía el viento entre las cañas. Tanto le maravilló, que quiso construirse un instrumento que simulara esa melodía. De ahí nació la flauta de pan. Hoy en día, este sigue siendo un símbolo del mundo andino, que se usa desde la época precolombina y que es, sin duda, uno de los instrumentos más característicos de la realidad indígena. A esta flauta se suman numerosas variantes que cuentan con sus propias características acústicas y especificidades en el momento de interpretar. Instrumentos muy especiales que se diferencian claramente de las flautas de origen europeo, y que definen una manera de estar y entender el mundo.
El recorrido metafórico de la flauta es inagotable. Tanto es así, que uno de los economistas y filósofos más reconocidos en la actualidad, Amartya Sen, la utiliza para desarrollar su teoría de la justicia. La anécdota que emplea habla de tres niños que discuten sobre la propiedad de una flauta: ¿Quién debe quedársela? ¿Quien la sabe tocar, quien la necesita más por su situación económica o quien la ha fabricado? Utilizando esta anécdota, Sen explica que utilitaristas, libertarios e igualitaristas creerían que hay una solución inequívoca evidente —basada en sus diferentes ideas de justicia—, aunque diferirían en su respuesta.
Esta imposibilidad de ponerse de acuerdo es lo que sienta la base de la teoría de la justicia de Sen: un acuerdo imparcial no puede surgir de un esquema social perfectamente justo e identificable. No hay una solución única, una forma única de hacer justicia, sino que todas tienen su sentido y justificación.
Es fascinante la capacidad de la flauta para ilustrar valores, creencias, prejuicios y conceptos, más allá de notas y bellos sonidos. Desde el despreciativo término perroflauta, usado de forma despectiva para desinformar sobre la media de edad y la ideología de los que reclaman en España una democracia más participativa, hasta la filosofía más profunda.
Cabe recordar la última gran lección de Sócrates, el filósofo ágrafo. Mientras se le preparaba el veneno de cicuta para suicidarse —tras ser condenado, entre otros cargos, por corromper a jóvenes de Atenas—, decidió aprender una pieza de flauta. A su alrededor, sus discípulos, que, entre la consternación y el estupor, le preguntaban para qué le iba a servir aprender la flauta, si justo después moriría. Sócrates, a quien se atribuye la frase “solo sé que no sé nada”, con la que expresaba que era consciente de su propia ignorancia, respondió que sencillamente quería morir sabiendo tocarla.
¿Qué tendrá la flauta?
Y, ahora, vuelven los rigores extremos. Muchos radicalismos religiosos asocian la música al mal y al pecado. Otra vez la flauta: “La música es la flauta de Satán”, creen los salafistas, advirtiendo de su poderoso hechizo.
El descubrimiento de la cueva alemana nos confirma que este instrumento es el más humano de todos. O que, definitivamente, somos humanos porque decidimos hacer música frente a todos los destinos posibles y todas las prisiones de la mente y del espíritu.
Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor internacional en comunicación política, institucional y empresarial. Dirige Ideograma, consultora fundada en 1986 con experiencia en Europa y Latinoamérica.
Marina Raluy es consultora de comunicación en Ideograma.