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La guerra de Maduro por el Esequibo

La decisión del Gobierno de Venezuela de intensificar su disputa territorial con Guyana ha evidenciado la fragilidad actual del chavismo.

Mapa de Venezuela que incluye el Esequibo, en la Asamblea Nacional venezolana, el 8 de diciembre. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

Después de 24 años en el poder, este 2023 el chavismo puso por primera vez en primer plano la reclamación del Esequibo. Un territorio de casi 160.000 kilómetros cuadrados que Venezuela históricamente ha considerado suyo, pero que está bajo control de la vecina Guyana, y en el cual en 2015 se descubrieron grandes yacimientos de hidrocarburos.

La decisión del presidente venezolano, Nicolás Maduro, de situar la anexión del Esequibo como objetivo prioritario de su Gobierno —explicitada en la celebración de un referéndum consultivo sobre la cuestión el pasado 3 de diciembre— sorprendió a la comunidad internacional y abrió la posibilidad de una confrontación bélica, con movilización militar hacia las fronteras, aliñada con declaraciones y comunicados oficiales considerados por Guyana como “amenazantes”. Esta disputa territorial incluso ha preocupado a los propios aliados ideológicos del chavismo, como Cuba, Brasil y la Comunidad del Caribe, que tienen intereses en Guyana y se han puesto de ese lado en el conflicto.

Sin duda, para la mayoría de los venezolanos, este cambio de posición del Gobierno chavista tiene su origen en dos puntos fundamentales. Por un lado, el regreso de la oposición a la lucha electoral, con una líder —María Corina Machado— reconocida por la mayoría opositora y seleccionada en unas primarias con un gran apoyo del electorado. Por otro, la pérdida de respaldo popular que sufren el chavismo y su líder fundamental, Maduro.

La oposición venezolana inició su viraje político a finales de 2022, tras varios años de abstenerse de participar en las contiendas electorales oficiales debido al acoso ejercido por el Gobierno. Fruto de ese cambio de estrategia, la mayoría opositora realizó el pasado 22 de octubre unas elecciones internas para seleccionar un candidato unitario de cara a los comicios presidenciales que deben celebrarse en 2024, de acuerdo a la Constitución. La campaña para esas primarias generó una gran movilización en el país, y de las urnas salió una clara ganadora, Machado, quien logró conectar emocionalmente con una masa de electores que hasta entonces no veían posibilidad de una salida sin violencia para Venezuela.

Machado encarna la opción real del cambio en un país en el que, según sondeos recientes, más del 80% de la población sufre pobreza. Esta situación de precariedad económica, que afecta a amplias capas sociales, ha agudizado la necesidad de un relevo político. Hasta un 85% de la ciudadanía desea el cambio, cifra que incluye a la base política del chavismo, la cual, según las encuestas, se ha reducido a solo 20% de la población.

Para los analistas, en este contexto de desencanto con el Gobierno, apelar al nacionalismo mediante la antigua disputa por Esequibo ha sido un mecanismo del chavismo para recuperar y cohesionar bases de apoyo en la población.

Nicolás Maduro, haciendo campaña por el referéndum del Esequibo, el 7 de diciembre. EFE/PRENSA MIRAFLORES

Los orígenes del conflicto del Esequibo

Más allá de la coyuntura política que ha motivado la última crisis desatada por Maduro con Guyana, el Esequibo es objeto de conflicto desde el siglo XIX.

Este territorio selvático de 159.500 kilómetros cuadrados, muy rico en recursos naturales y minerales, con acceso directo al Atlántico, formaba parte de Venezuela cuando esta se independizó de España en 1811. Con los años, algunas partes quedaron bajo control efectivo del Imperio británico, que entonces administraba una colonia en la actual Guyana y que abrió varias minas de oro en la zona. Eso motivó una disputa fronteriza que, tras la mediación de Estados Unidos, se intentó resolver en 1899 con el Laudo Arbitral de París, que estipulaba que el territorio quedaba bajo dominio británico. 

Décadas después, Venezuela declararía nulo ese fallo, y en 1966 firmaría con el Reino Unido el Acuerdo de Ginebra, que determinaba crear una comisión para resolver la controversia. Ese mismo año, Guyana obtuvo la independencia, y pasó a controlar el Esequibo.

Cuando en 2015 la petrolera estadounidense Exxon Mobil descubrió los importantes yacimientos en la zona marítima del territorio en disputa, se generó una reacción del Gobierno de Maduro, que pidió detener las exploraciones petrolíferas. Entonces Guyana decidió llevar el conflicto a través de los mecanismos de buenos oficios de la ONU. Las conversaciones directas no llegaron a un acuerdo, así que en 2018 Guyana acudió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya para iniciar un proceso contra Venezuela, pidiéndole que confirmara la validez y efecto obligatorio del Laudo Arbitral de París de 1899.

En 2020, la CIJ aceptó examinar el caso, aunque todavía no ha emitido un fallo. Por su parte, Venezuela cree que la CIJ no tiene competencias sobre este asunto, ya que considera que el Acuerdo de Ginebra de 1966 es la única herramienta válida para poner fin al litigio.

Mapa del Esequibo, el territorio que se disputan Venezuela y Guyana. COOLT

Venezuela y Guyana, de la frialdad al acercamiento

Durante varias décadas, Guyana fue gobernada por líderes de tendencia socialista, especialmente dirigentes del Partido Progresista del Pueblo (PPP). De hecho, el fundador de esta formación política, Forbes Burnham, tuvo un papel destacado en la negocicación de la independencia del país, el cual gobernó como primer ministro desde 1964 hasta 1980 y como presidente desde octubre de 1980 hasta su fallecimiento en 1985.  

Desde Guyana, el diferendo con Venezuela tuvo históricamente un componente de la Guerra Fría. Sus dirigentes calificaban a Venezuela como una amenaza imperial, una postura que estuvo siempre muy estimulada por la Cuba de Fidel Castro. Con la llegada de Hugo Chávez al poder, esa percepción fue cambiando.

Guyana, un país económicamente muy atrasado de 800.000 habitantes, comenzó a abrirse a la economía liberal a partir de 2015, cuando las exploraciones de las más importantes empresas petroleras del mundo —en especial, las estadounidenses Chevron y Exxon Mobil y la china CNOOC— motivaron el deseo de un cambio económico para salir de la pobreza. Guyana se alió con las principales potencias económicas del mundo, y se convirtió así en uno de los países de mayor crecimiento del PIB, con proyecciones de ser uno de los más importantes productores y exportadores de petróleo y derivados en el mundo.

El viraje liberal puso a Guyana fuera del proyecto continental que había iniciado Chávez, quien en sus primeros años buscó un acercamiento con el Gobierno socialista de Bharrat Jagdeo, el cual mantenía una alianza estrecha con Cuba. El 19 de febrero de 2004, en su primera visita a Guyana, Chávez no dudó en dar su apoyo a su potencial aliado en el Esequibo. A la pregunta de un periodista sobre si el conflicto territorial estaría en la agenda con Jagdeo, Chávez respondió: “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países (…). El Gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”.

Así, Chávez, desde 2004, daba luz verde a lo que serían las intensas exploraciones en la región y las concesiones petroleras y auríferas que le permitieron a Guyana encaminarse a dejar de ser uno de los países más pobres de la región.

Bharrat Jagdeo y Hugo Chávez, en Caracas, en 2010. PRENSA MIRAFLORES

El Maduro conciliador del pasado

En agosto de 2013, cinco meses después de la muerte de Chávez, Nicolás Maduro realizó su primera visita oficial a Guyana como presidente de Venezuela. Allí ratificó la postura de su predecesor de permitir el desarrollo económico del Esequibo y darle prioridad a la alianza entre los dos países.

Durante su visita, el nuevo líder del chavismo dijo que la disputa por el Esquibo era una herencia del “colonialismo británico y el colonialismo español”, y recordó la firma del Acuerdo de Ginebra, por el que, en 1966, Venezuela y Reino Unido se comprometieron a buscar una solución al conflicto. Un tratado en el que, por cierto, aparecía la firma de Forbes Burnham.

Expresaba Maduro: “Estamos para entender la historia y que nadie nos manipule. Y que nadie enarbole las banderas del odio nuevamente y toque los tambores de la guerra de pueblo contra pueblo. Tenemos que ser pueblos hermanos que nadie se preste a los medios de comunicación para llamar al odio del pueblo venezolano  contra el pueblo de Guyana. Tenemos que ser pueblos hermanos. Ya basta de que por viejas heridas imperiales se esté sembrando la intriga, se esté inoculando el odio. ¿Para fomentar qué? ¿La guerra? ¿Para fomentar qué? ¿La división? No, nosotros tomamos el camino de Chávez decir la verdad, educar la paz, respetar el derecho internacional”.

El Maduro combativo de hoy

Diez años después de aquella visita conciliadora a Guyana, el Nicolás Maduro de hoy expresa todo lo contrario.

Su Gobierno organizó el pasado 3 de diciembre un referéndum consultivo de apoyo al reclamo venezolano sobre el Esequibo. Los electores tenían que responder a cinco preguntas, entre ellas, la de si se estarían de acuerdo con desconocer la jurisdicción de la CIJ para resolver la controversia con Guyana. También se preguntaba por el respaldo a la oposición, por todos los medios conforme al derecho, a la pretensión de Guyana de disponer unilateralmente de un mar pendiente por delimitar, así como sobre la creación del Estado de Guyana Esequiba y un plan de atención para la población del territorio con otorgamiento de cédula de identidad venezolana.

Pancarta a favor de la anexión del Esequibo en Caracas, el 3 de diciembre. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

“Es necesario recuperar el derecho histórico y jurídico del territorio en disputa con Guyana”, aseguró Maduro en el momento de convocar el referéndum, cuando también auguró la victoria del pueblo en la consulta y señaló que “el Gobierno de la Exxon Mobil en Guyana pretende violentar la soberanía territorial venezolana sobre el Esequibo y extraer ilegalmente los recursos no renovables en aguas del país”.

El presidente venezolano, que evitó mencionar las grandes inversiones de China en la zona en disputa, llamó a todos los venezolanos, independientemente de su ideología política, a ejercer su derecho a expresarse en las urnas. Ese discurso encendido, sin embargo, parece que no caló en la ciudadanía.

Un referéndum discutido

La primera información oficial del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela respecto al referendo convocado por Maduro fue que ese 3 de diciembre hubo 10.554.320 de votos, si bien no se especificó si esa cifra se refería a votos o votantes. Dado que el cuestionario del plebiscito agrupaba cinco votos, los especialistas electorales independientes entendieron que serían 2 millones de votantes —de 20,7 millones de personas que estaban convocadas a las urnas—. 

Unas horas después de la divulgación de esa dato, el rector del CNE rectificó su mensaje anterior y en un comunicado afirmó que habían participado 10.431.907 “votantes”. Asimismo, aseguró que las cinco preguntas planteadas habían contado con más del 95% de apoyo. Unos datos que fueron replicados por las agencias internacionales de noticias.

Pero la realidad de los hechos es que, el día del referéndum, los centros electorales en todo el país permanecieron desolados, con muy pocos votantes. Una escasa movilización que contrastaba con la de otros procesos electorales —y, en especial, la de las recientes primarias opositoras del 22 de octubre, con medidas muy restrictivas y campañas en contra desde el Gobierno—, cuando las mesas estuvieron abarrotadas de electores.

En la consulta por el Esequibo se impuso la realidad de la gente. Se ratificó que la preocupación de la mayoría de la ciudadanía no era el territorio en disputa ni movilizarse para un conflicto contra Guyana, sino la sobrevivencia para resolver sus principales problemas como conseguir comida o tener luz eléctrica y agua.

Una mujer vota en el referéndum por el Esequibo en Caracas, el 3 de diciembre. EFE/RAYNER PEÑA R.

Dos países en las antípodas

Si se le preguntase a quienes habitan el Esequibo si aceptarían la propuesta de Maduro de facilitar los trámites para adquirir la nacionalidad venezolana, con seguridad se negarían a renunciar al país con mayor crecimiento económico en el último año en Latinoamérica, con un salario mínimo de 284 dólares estadounidenses, inversiones petroleras de las empresas más avanzadas del mundo y un sistema democrático con elecciones libres.

Hoy, en Venezuela gobierna un sistema autocrático, el salario mínimo apenas llega a 3 dólares, hay poco trabajo disponible, el sistema de salud es precario y gran parte del territorio bajo su control está siendo devastado por la minería ilegal a manos de bandas del crimen organizado.

Antes de la llegada del chavismo, gran cantidad de guyaneses migraron hacia Venezuela y se establecieron de este lado de la frontera. Esa realidad cambió radicalmente en los últimos años. Según ACNUR, cerca de 35.0000 venezolanos han emigrado a Guyana y se han incorporado en actividades productivas. Algunos migrantes entrevistados por agencias internacionales de noticias han dejado de lado la pasión nacionalista y defienden su derecho al trabajo y agradecen a Guyana haberles permitido establecerse en ese país vecino.

Según el Gobierno de Guyana, hay aproximadamente 30 poblados en el Esequibo —un territorio que abarca dos terceras partes del país—. Estos poblados están habitados por aproximadamente 50.000 personas. La mayoría se consideran guyaneses, y tienen la ciudadanía de Guyana.

El acuerdo de no agresión

El pasado 14 de diciembre, Maduro se reunió con su hómologo guyanés, Ifraan Alí, en San Vicente y Las Granadinas. Era la primera vez que los dos presidentes se veían tras el estallido de la crisis institucional desatada por el Gobierno venezolano.

En un comunicado conjunto, los dos mandatarios acordaron que Guyana y Venezuela, directa o indirectamente, no se amenazarán ni utilizarán la fuerza mutuamente en ninguna circunstancia, incluidas las derivadas de cualquier controversia existente entre ambos Estados. El comunicado también establecía que la disputa se resolverá de conformidad con el derecho internacional, incluido el Acuerdo de Ginebra de 1966.

En relación a la instancia actual de la CIJ, se ratificó que Guyana sigue comprometida con el proceso y los procedimientos de este organismo para la resolución de la controversia fronteriza, mientras que Venezuela sigue sin reconocer a la CIJ y su jurisdicción. Esa postura sigue generando un conflicto entre ambas partes. Sin embargo, se estableció una comisión conjunta de los ministros de Exteriores y técnicos de los dos Estados para tratar los asuntos acordados. Asimismo, Guyana y Venezuela acordaron reunirse de nuevo en Brasil en un futuro para considerar cualquier asunto con implicaciones para el territorio en disputa.

Los presidentes Irfaan Ali y Nicolás Maduro, en la cumbre por el Esequibo, en Argyle, el 14 de diciembre. PRENSA MIRAFLORES

Independientemente de cómo se encaminen las negociaciones, cabe destacar que, a pesar de pronunciamientos nacionalistas y beligerantes como las del ministro de Defensa de Venezuela, en las que ratificaba que la Fuerza Armada Bolivariana “está lista para defender el Esequibo”, el acuerdo suscrito por Maduro y Alí ratifica la posición de ambos países de no utilizar la fuerza para resolver el conflicto, sino las vías legales disponibles según el derecho internacional.

De esta forma, la exaltación nacionalista con fines políticos ha dejado de tener eficacia para el Gobierno de Maduro, al igual que la hipótesis —muy debatida en las últimas semanas en Venezuela— de la posible utilización de un conflicto armado con el objetivo de suspender la disposición constitucional de celebrar elecciones presidenciales en 2024, una cita para la cual Maduro parece que hoy se encuentra en minoría.

Periodista y consultor. Ha trabajado en medios como El Diario de CaracasEl Universal, donde fue editor del área de Investigación. En 1995 ganó el Premio Nacional de Periodismo por el libro Las cuentas ocultas del presidente. Es autor de otros títulos como Las balas de abril (2006), Afiuni, la presa del comandante (2012) y Los últimos días de Hugo Chávez (2020).