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El hijo napolitano de Dios

Diego Armando Junior recuerda a Maradona cuando se cumple un año de su muerte: “Su caída empezó cuando volvió a Argentina”.

Nápoles
Diego Armando Junior, el hijo napolitano de Maradona. ELENA CANTÓN/FOTO: IGNACIO PEREYRA

El sábado 20 de septiembre de 1986 la hija de un peluquero napolitano contó en televisión que tuvo un hijo: Diego Armando Junior. Estaba con el neonato en brazos y en una clínica. Lo extraordinario fue que esa mujer, Cristiana Sinagra —descrita en la prensa como “una rubia de 22 años”—, afirmaba que el padre era Maradona. O sea, anunciaba la llegada del primogénito del astro futbolístico argentino, que poco antes había ingresado en el apogeo de su carrera en la conquista del Mundial de México 1986 y que ya transitaba su elevación al cielo de Nápoles, donde era ídolo aunque aún no se había consagrado salvador. Maradona, que al día siguiente jugaría un angustiante Napoli-Udinese, rechazó tajante esa paternidad.

Incluso, el futbolista contraatacó victimizándose días después. Sinagra quedó bañada en desconfianza, acusada de mentirosa —lo más amable—. “Esta historia me ha lastimado. Demasiada gente es mala conmigo. Me dicen: ‘reconoce al niño’. Pero ese niño no es mío, mi único hijo es el que tendré de Claudia [Villafañe, su pareja entonces]. El resto son mentiras, maldad. Hubiera preferido mil veces que me hubieran llamado maricón”, dijo Maradona, que venía de fallar el penal decisivo en la eliminación del Napoli en la Copa UEFA. “Es el peor momento de mi vida”, dramatizó.

En esa atmósfera alterada nació Diego Armando Maradona Junior, que desde su primer respiro atrajo a la prensa. ¿Sería el heredero de un talento descomunal? También funcionaba como posible culpable si el mayor ídolo decidía abandonar Nápoles, aunque ocurrió lo contrario: Maradona dio rienda suelta a un fútbol superlativo para doblegar a los poderosos del norte y el Napoli ganó el ansiado primer scudetto de su historia. La ciudad marginal, cuna de grandes espíritus creativos —Pino Daniele, Massimo Troisi, Eduardo De Filippo, Totó—, cubría uno de sus tantos agujeros —pobreza, mafia, violencia— con el orgullo de tener al genio enrulado de su lado y brindando una imagen alegre y ganadora. Maradona, que sumaría más títulos, pasó a ser una deidad intocable en una ciudad endiablada y exagerada.

Diego Junior tuvo que esperar cinco años para que la Justicia lo reconociera como el primogénito de Dios en 1992 —Maradona, tras el dóping positivo, ya había huido de Nápoles por la puerta de atrás—, pero mucho más para ver a su padre por primera vez y aún más para ser bendecido con un abrazo público y comenzar, en 2016, una relación que finalizaría bastante antes de lo deseado.

Maradona Junior, abrazado por primera vez en público con su padre, en 2016. ARCHIVO

Todo este derrotero fue tortuoso. Maradona negó durante décadas a su hijo. En la Justicia se dijo que, entre amenazas, le pidió a Sinagra que abortara. ¿Cómo enfrenta un niño todo esto? ¿Puede odiar a su padre en una ciudad donde éste es venerado, absuelto de culpas y visto como un Dios? ¿Cómo se carga con un apellido que, incluso fuera del fútbol, funciona como unidad de medida universal? “No me costó nunca, estoy acostumbrado”, dice Maradona Junior en una entrevista con COOLT. Como un napolitano más, a los 35 años, empatiza con una benevolencia reverencial hacia Maradona, sepultando las heridas del pasado oscuro. Ahora, por encima de todo, está dolido, triste: hace un año que su padre murió. Siente angustia por haberlo disfrutado “muy poco”. Demasiada lucha para que, tras pasar la mayor parte de su vida distanciado y ansiando reconocimiento, cuando había logrado acercarse, todo acabara tan rápido. Pero no tiene recriminaciones por los años desperdiciados: su padre —dice— no necesitaba mucho tiempo para volverse importante en la vida de alguien. Y resalta su amor por Maradona, aceptando los pliegues infinitos del mito que nunca logró emanciparse de sus demonios.

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En los vestuarios del Estadio Alberto Vallefuoco se escucha cumbia argentina y voces porteñas. Podría ser cualquier rincón del Gran Buenos Aires pero es la periferia de Nápoles, que se le parece muchísimo. “Me cambio y hablamos”. El que habla, como un porteño más, es Maradona Junior, que desde niño estudió castellano y leyó al Che Guevara, y que hace unos meses recibió la nacionalidad argentina. Está en calzoncillos, sonriendo, campechano. Se disculpa porque se le hizo tarde y está con el tiempo justo antes del entrenamiento del Napoli United, un equipo amateur que pelea los primeros puestos en la sexta división italiana y donde se estrena como director técnico. Ya sentado en la tribuna, mientras los jugadores —varios argentinos— precalientan, Diego Junior mira el reloj y precisa: “Tenemos 12 minutos”. La primera pregunta es obvia.

- ¿Cómo estás a un año de la muerte de tu padre?

- Después de lo que pasé con la covid, estoy mucho mejor. Tengo trabajo y eso siempre ayuda. El tema de mi viejo es algo que no va a pasar jamás. Cuando se te va un familiar… Hay cosas que no se olvidan, pero es lo que tocó.

La muerte nunca estuvo tan cerca para Maradona Junior como en noviembre de 2020. Mientras que su padre se recuperaba de una delicada cirugía en la cabeza, él se contagió de coronavirus. Su cuadro se complicó por una neumonía y, con dificultad para respirar, fue internado en el Hospital Cotugno. Allí, el pasado 25 de noviembre recibió mensajes, encendió la televisión y escuchó que su padre había muerto. No lo creyó. Hizo varios llamados hasta confirmar que esta vez era cierto: “Fue muy duro... Encima estaba lejos, sin poder viajar”. Junior habla pausado y cierra la frase con un suspiro.

Me lo habían pintado como un monstruo y mi viejo era todo lo contrario

- ¿Cómo fue este año sin tu padre?

- Pienso mucho en él. Me gusta recordar lo compartido, el fútbol y lo cotidiano. Para tratar de estar mejor, uno piensa en lo positivo juntos, en anécdotas lindas. Pero es inevitable caer en la otra cosa y… nada… Tristeza, ¿no?

¿Buscaste ayuda para salir adelante?

- Voy al psicólogo. La terapia es algo importante para todos, aunque estés bien. Siempre hice terapia, es normal. Empecé a los 14 años. Hay épocas que dejo y otras que voy mucho. Me ayudó mi familia.

- La adoración a Maradona, ¿es igual en Nápoles y en Argentina?

- Mirá, el cariño es el mismo. La diferencia es que en Nápoles se le perdonó todo y en Argentina menos. En Nápoles no se aceptó tanto la situación mía, que estuviera separado de mi viejo, que no hablábamos. La gente estuvo a mi lado, me defendió. Sacando eso, por otras cosas lo justificaron siempre y no importó lo que él hacía. En cambio, los argentinos no le perdonamos nada a nadie, esa es la verdad.

- ¿A Maradona lo ayudó tanta indulgencia?

- Ehhh… con el diario del lunes es muy fácil. No sé, creo que a veces le hizo bien, otras veces menos. Tampoco tiene sentido hablar de una cosa que pasó hace muchos años.

- ¿Qué te decía de Nápoles?

- Estaba enamorado, hasta cantaba canciones populares napolitanas.

Mural dedicado a Diego Armando Maradona en el Quartieri Spagnoli de Nápoles I.P.

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Maradona Junior dirige la práctica desde una tribuna lateral. Mira todo desde arriba. Habla poco. Alienta. Pega tres o cuatro gritos: “Hagan circular la pelota, ¡¿tan difícil es?!”. Admirador de Josep Guardiola, José Mourinho y Marcelo Bielsa, agradece las charlas sobre el oficio con su padre. Pide tiempo para crecer en esta nueva faceta, con la que busca revancha de su modesta carrera futbolística, que quedó lejos su ambición infantil de superar al padre.

“Me tengo que ir”, dice y deja la práctica minutos antes de que sus jugadores vuelvan al vestuario. “Vení conmigo”, me invita. Agarra un bolso y subimos a su auto negro, moderno, con el espejo derecho destruido: “No me di cuenta, estaba caliente y me llevé un poste por delante”. Vamos a su programa de radio: “En diez minutos tengo que estar al aire. Así es mi vida, no paro. Después me preguntan por qué no atiendo el teléfono”.

- ¿Qué te gustaba de tu padre?

- Un montón de cosas. La intimidad. Hacía bromas todo el tiempo. Era muy creativo. Me cagué de risa mucho. Era hermoso. Me lo habían pintado como un monstruo y mi viejo era todo lo contrario. Siempre disponible. Se disfrutaban mucho los asados, mirar fútbol.

- ¿Qué no te gustaba?

- No, no, no… Lo que no me gustaba no es importante. Prefiero pensar en lo que me gustaba, me quedo con eso. Me sorprendieron muchas cosas. Su capacidad de divertirse con poco. Era un distinto.

Diego Junior, en el estudio de la emisora de radio CRC Targato Italia. I.P.

Llegamos a la radio CRC Targato Italia. Maradona Junior entra al estudio y, con un abrazo afectuoso, saluda a casi todos los trabajadores que se cruza. Se sienta y, sonriendo, dice a su compañero: “No es que me duele la cabeza, ¡la tengo partida!”. Resopla. Se enciende la luz, está al aire. Repentinamente cambia el semblante. Animado, se enfoca de pleno en la faena radial. Una hora informal, dinámica, de actualidad deportiva.

Cuando termina, vuelve a saludar uno a uno. “Todos los días así, corriendo. Nunca paro. Salí de casa a las siete, ahora paso a almorzar y ya no vuelvo hasta las nueve de la noche”, comenta. “Me gusta tener sueños. Quiero afirmarme en el fútbol, mejorar y ser feliz con mi familia. Me gustaría trabajar solo en lo mío, que es el fútbol. La radio me gusta y me ayudó mucho, pero lo hago por necesidad”, dice Maradona Junior, padre de Diego Matías (3 años y medio) e India (2). “Mi vida es un quilombo. La gente cree que soy millonario pero laburo todo el día”, suelta, mientras subimos a su auto.

Desde que se reencontraron en 2016, Diego Junior pasó bastante tiempo con su padre en Buenos Aires —donde Maradona fue padrino de bautismo de su nieto Diego Matías—, Dubái y Abu Dhabi. También se vieron en Italia, en Nápoles y Roma. En uno de esos viajes, Junior intercedió para que Maradona se reencontrara con Sinagra. Ahora lamenta que su padre no haya conocido a su hija menor: “Mi viejo era muy cariñoso con Diego Matías, siempre me pedía fotos. Era cariñoso con todos, y más con sus nietos”.

Maradona, jugando con el hijo de Diego Junior. ARCHIVO

- Maradona estaba tranquilo en Dubái, ¿no?

- Sí, la vida era mucho más tranquila en Dubái. Disfrutaba, jugaba al pádel, al fútbol, se tiraba a la pileta. Estaba muy bien. Dubái es muy tranquilo, los árabes son muy educados, no te rompen las pelotas. Era perfecto. Para mí, no le faltaba nada. Pero extrañaba mucho Argentina, quería volver, pasar tiempo con familia y amigos.

- Y volvió a Argentina. ¿Cambió la gente a su alrededor?

- (hace un silencio) No cambió nunca nada: toda gente que lo usó, toda gente que… Mejor me paro porque si no… Me duele porque también soy argentino, pero es la verdad: lamentablemente, él empezó su caída cuando volvió a Argentina. Y no es que yo que opine eso, los hechos lo dicen.

- ¿Le dijiste que se cuidara más?

-Era difícil, pero yo tampoco tenía que hacerlo. Se lo planteé, pero, ¿cómo decirte? Era grande, no era un nene. Todos intentamos decírselo. Tampoco era fácil, no lo aceptaba mucho. Normal. Pero nadie puede salvar a nadie. El único que nos salva es Dios.

- El escenario de la muerte es tristísimo. Maradona sin su familia cercana, prácticamente abandonado en la habitación de una casa alquilada unas semanas antes y durante una pandemia casi sin fútbol. ¿Por qué?

- Es una pregunta complicada porque… Yo tengo mi idea pero hay una causa judicial y no puedo decirla. Mi deseo era disfrutar muchos más años con él. No esperaba que se muriera, pero sabía que podía pasar. Mi viejo había tenido una vida bastante difícil, complicada. El miedo de que podía pasar estaba pero uno nunca se mentaliza para eso.

No esperaba que [mi padre] se muriera, pero sabía que podía pasar

En el último año se apilaron conflictos en torno a las circunstancias de la muerte de Maradona, la herencia y el negocio de su imagen. Familiares enfrentados y representantes legales, cada uno reclamando tajada en una guerra interminable. Cualquier movimiento parece amenazado por una revuelta legal o una polémica, como la Copa Maradona entre Boca y Barcelona o el homenaje del Napoli con una camiseta. Por un lado están los cinco hijos de Maradona —Diego Junior, Dalma, Gianinna, Jana y Diego Fernando, que parecen unidos en la batalla legal— y en el otro bando está el último abogado y apoderado del astro, Matías Morla, representante de las hermanas del astro, a las que la Justicia dio la marca Maradona.

¿Cómo es la relación con tus hermanos?

- Nunca tuvimos una gran relación, pero estamos unidos en la causa penal, en esta guerra inexplicable por la marca. Me parece de locos compartir una cosa tuya con alguien que no tiene nada que ver con la familia ni con ninguno de nosotros. Es absurdo.

- Parece una batalla infinita.

- Donde estén involucrados Morla y todos estos, será una batalla. Quieren algo que no les corresponde. Pero entre los hermanos no creo que tengamos problemas.

- Morla puso en duda que seas hijo de Maradona. Dijo que hay audios.

- No hay ningún audio porque… no sé cómo contestarte. No lo conoce ni su vecino. Habló demasiado. Pero no la va a pasar bien con la demanda que le hicimos: no me tiene que nombrar más.

- ¿Por qué lo dijo?

- Te dejo imaginar, yo no te lo digo. Imaginate lo que quieras. Es un mentiroso, es ridículo. Tampoco pierdo tiempo en contestar algo que no existe.

Las especulaciones sobre que Diego Junior no sea hijo de Maradona se basan en que la Justicia lo determinó en 1992 sin pruebas de ADN —Maradona se negó— y, esencialmente, por la versión que el astro parece haber esparcido: que Junior era hijo de su hermano Hugo. Las hijas creyeron esto durante años. Gianinna incluso se peleó públicamente con Diego Junior, aunque luego le pidió perdón por creer “una mentira” de su padre. Hugo Maradona —que vive en las afueras de Nápoles— también lo desmintió.

Diego Armando Maradona Junior, durante un entrenamiento del Napoli United. GIOVANNA AMORE

Diego Junior nació siete meses antes que Dalma, la primera hija que Maradona tuvo con Claudia Villafañe. La travesía hasta su padre fue larga. Maradona no solo rechazó la paternidad sino que nunca quiso verlo. Recién a los 17 años, en 2003, Diego Junior forzó el primer encuentro, una historia con ribetes propios de los cuentos napolitanos. Fue a buscarlo a un campo de golf en Fiuggi, 80 kilómetros al sur de Roma. De incógnito, Junior preguntó por un curso de golf y pidió ver las canchas. En una distracción del empleado, fue hacia Maradona. La prensa contó que el astro confundió a Junior con un fan en busca de un autógrafo y amagó con pegarle con un palo de golf. Se alejó, pero enseguida volvió sobre sus pasos y lo abrazó. Hablaron 40 minutos. Parecía el inicio de una relación, pero continuaron los cruces judiciales y las declaraciones dolorosas. Recién volvieron a verse en 2016, cuando Maradona abrazó a Junior por primera vez ante las cámaras: “Estoy contento de haber encontrado a mi hijo. Lo quiero muchísimo. Es muy parecido a su padre”.

Conocedor de estos detalles, Morla dijo hace unos meses que Diego Junior es “un chico que sufrió, que le faltó reconocimiento. Tuvo muchas dudas sobre la paternidad, hasta Diego tenía esa duda. Se lo dijo a Junior delante mío: ‘Mirá, sé que tu mamá también estuvo con otros hermanos míos’”. Diego Junior zanja la cuestión: “Bajísimo. No necesito hacer nada para sacarle la duda a nadie, no existe ninguna duda. Me molesta. Se viste de ridículo diciendo una mentira ante todo el mundo”.

- ¿Cuando supiste que eras hijo de Maradona?

- Mi vieja me lo contó siempre. No hubo ningún momento en el que no lo supiera. Siempre supe mi historia.

- ¿Cómo viviste ser el primogénito de Maradona y en Nápoles?

- A mí no me costó nunca porque estoy acostumbrado a ser lo que soy. No me cambia. Cuando estoy en casa a veces me olvido de quién soy. Soy un pibe normal. No tengo nada distinto de otros pibes de mi edad.

- ¿No te costó que Maradona no te reconociera?

- Al principio lo sufría pero después lo fui aceptando y teniendo la certeza de que la situación se iba a arreglar sí o sí. Un padre y un hijo no pueden estar distanciados por mucho tiempo. Es imposible. Los que están distanciados toda la vida de un padre o de un hijo son animales. Mi viejo no era un animal, al contrario.

No era fácil ser mi viejo, te lo puedo asegurar

Junior quiere subrayar lo positivo, sin reclamar por el abandono y las peleas. En los cinco años que estuvieron juntos, su apuesta fue construir: “Papá capitán de mi corazón nunca vas a morir porque te amaré hasta el último respiro”, lo despidió en las redes. Sabe que el pasado no se borra, pero asegura que con su padre, desde aquel abrazo en 2016, acordaron que lo único importante era el futuro. “Me preguntás muchas veces si te he perdonado, ¿cómo no haberlo hecho si con un abrazo lograste borrar tanto sufrimiento? Te perdonaría mil veces más, ¿y sabés por qué? ¡¡Porque todo niño tiene su propio superhéroe y vos siempre has sido mío!! Te amo papá”, escribió al saludar a Maradona por el 60 cumpleaños, el último en vida.

- ¿No te costó perdonarlo?

- La verdad que no. Me gusta entender y sé que él no fue… Que toda esta situación de mierda no dependió solo de él. Por eso traté de entenderlo. Era complicado. No era fácil ser mi viejo, te lo puedo asegurar.

Periodista. Ha colaborado en publicaciones como El País, Rolling Stone, La Nación Revista y USA Today, entre otras