El ecologismo y el activismo medioambiental se enfrentan a una situación bastante oscura en Latinoamérica. Como explica el periodista Rodolfo Chisleanschi en el artículo ‘De espaldas al verde’, publicado en COOLT, los partidos verdes no acaban de cuajar en los diferentes países de la región, y sus porcentajes de voto son, con alguna excepción, muy bajos.
Esta aparente falta de interés por el cambio climático en la zona resulta aún más alarmante debido a que precisamente allí existen razones de peso para la preocupación: Latinoamérica es una de las regiones en las que más se están notando las alteraciones climáticas de nuestro planeta, y donde desde hace tiempo se suceden sequías, inundaciones e incendios de una severidad desconocida hasta el momento. En este contexto, se echa de menos la existencia de líderes carismáticos que sepan canalizar un sentimiento general que flota en estas sociedades. En resumen: hay que hacer algo para cambiar nuestra relación con la naturaleza.
Por suerte, hay dos grupos sociales que aportan luz en esta cuestión. El primero es el movimiento comunal, encabezado por líderes locales de las poblaciones que se ven directamente afectadas por el cambio climático. Pero, precisamente por su naturaleza local, es difícil que estas luchas, tan centradas en territorios y conflictos concretos, consigan contagiar a la gran mayoría de la población.
La otra gran esperanza, que cuenta a día de hoy con el mayor potencial de expandir su mensaje, son los jóvenes. Estos, inspirados en parte por líderes de alcance mundial como Greta Thunberg, están alzando su voz frente a instancias cada vez más elevadas, exigiendo una revisión de las políticas que determinarán la salud de un planeta del que pronto serán sus máximos responsables.
Una de esas jóvenes es la chilena Isabella Villanueva, de 26 años, que ya acumula un sólido currículum tanto formativo como en la lucha por el medioambiente en su país. Ingeniera civil, actualmente trabaja como asesora técnica del proyecto Mercado Global del Carbono de la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional en Chile. Pero también es fundadora y presidenta de la ONG juvenil CEUS Chile, que busca empoderar y capacitar a la juventud para incidir políticamente en temas ambientales, de crisis climática y sostenibilidad.
Otro es el hondureño Ricardo Pineda, de 23 años, nombrado por las Naciones Unidas como uno de los 100 Jóvenes Champions Climáticos en 2019. Ha sido siete veces negociador climático por Honduras ante la ONU, y presentó el Plan de Descarbonización de Honduras en la Conferencia sobre el Cambio Climático de Chile en 2019. Actualmente, dirige Sustenta Honduras, una organización de empoderamiento juvenil que promueve iniciativas enfocadas al desarrollo sostenible.
Isabella y Ricardo fueron, con el ecuatoriano Daniel Villamar, los únicos hispanohablantes incluidos en el Programa de Jóvenes Líderes que participaron en la última edición de los Días Europeos del Desarrollo. Ambos son personas que aportan un poco de luz a la lucha en contra del cambio climático. Y hemos querido hablar con ellos para ver qué opinan sobre el futuro de Latinoamérica.
Para Isabella, el principal problema ambiental en la zona es su vulnerabilidad ante los efectos adversos de la crisis climática y ecológica: “Creo que esto es extrapolable a mí país. Somos una región sumamente extractivista, y eso nos deja en una posición de desventaja para ser resilientes ante estos desafíos”.
En el carácter extractivista de la economía coincide Ricardo, que critica el modelo en el que las grandes corporaciones con sede en países extranjeros dañan el medioambiente de manera evidente para beneficiar a unos pocos. “La deforestación, por ejemplo, es una problemática primordial, exacerbada por la ganadería extensiva, la tala ilegal y el uso de la leña en hogares sin electricidad. También la mala calidad del aire nos afecta a todos los latinoamericanos, día tras día. Y, por supuesto, sobre todas las problemáticas, está el cambio climático, que engloba una serie de efectos adversos en la región que van mucho más allá de los huracanes, las temperaturas o la pérdida de la biodiversidad”, dice, antes de hacer un apunte final muy importante: Latinoamérica también es la zona más peligrosa para defender estas ideas. “Sobre todo para los pequeños productores y los grupos vulnerables que buscan la protección de sus tierras”.
“Este modelo actual de desarrollo está además muy arraigado”, explica Isabella. “Muchísimos sectores están cómodos con él y eso ocasiona que, a la hora de los compromisos reales, no haya una verdadera voluntad de llevarlos a cabo. La ciencia ha sido clara sobre lo que debemos hacer, pero sigue primando la economía, la producción y muchas otras cosas, antes que centrarse en revertir esta situación”.
Por su parte, Ricardo considera que, aunque existe cierta conciencia en las sociedades sobre estas problemáticas, se ha fallado al comunicar la urgencia de cambiar las cosas y lo que va a representar para los jóvenes actuales estos cambios durante el resto de sus vidas. “El cambio climático y la extinción masiva de la biodiversidad ya es un daño irreversible de los últimos 30 años, y durante el 2020 hasta por lo menos el 2050, los efectos serán mucho más severos”, insiste Ricardo. “Lamentablemente, todavía se percibe como una problemática distante, que no afectará a todos, y que llegará después de muchas décadas. Pero en Honduras ya tenemos ciudades absorbidas por el aumento del nivel del mar. Sin embargo, se sigue promoviendo un discurso erróneo centrado en hablar sobre el futuro, sobre las siguientes generaciones, o de los hijos de nuestros hijos. El cambio climático es algo que está ocurriendo ya: la mitigación y adaptación del mismo debería ser una de las máximas prioridades de nuestras autoridades y gobiernos locales”.
Pero, como decíamos, políticamente cuesta encontrar apoyos a este movimiento entre los partidos. “Los políticos latinoamericanos han menospreciado el masivo interés de la juventud en la temática ambiental”, coincide Ricardo. “La juventud latinoamericana no está interesada en los mismos discursos de siempre: anticorrupción, militarización o las promesas de más empleo. La generación de los milenials y los centenials es una juventud globalizada, consciente y empoderada. A nosotros nos mueve el feminismo, la igualdad de oportunidades, la inclusión de los grupos vulnerables y, sobre todo, el medioambiente. Cuando los políticos entiendan que en estos temas están los votos de la futura mayoría demográfica, estos pasarán a ser temas centrales en las elecciones populares de la región”.
Ricardo apela además a los medios de comunicación para que contribuyan a expandir la alerta climática. “Ellos tienen el deber de sensibilizar a la población sobre el cambio climático y mantener este tema regularmente como una sección de prioridad”, asegura. “Por su parte, la sociedad civil debe de tomar un rol más proactivo para empoderar a la ciudadanía hacia la participación pública y deben de participar en la formulación de proyectos de protección al medio ambiente. La academia y las universidades tienen el deber de incluir el cambio climático en todas las competencias profesionales, pues es una temática transversal”.
Isabella lo resume en dos palabras: “Educación y ambición. Primero, que el tema permee en los diferentes niveles de la sociedad, ya que así llegarán más avances, más ambición y más y mejores políticas públicas. Eso nos permitirá ver los resultados, lo que a la vez engancharía a más personas a sumarse a la causa”.
Ambos activistas están convencidos de que el impulso de cambiar las cosas ha de salir de los jóvenes. No pueden quedarse sentados esperando a que las cosas cambien por sí solas o que las mejoras vengan impulsadas por estados o agentes económicos.
“Nosotros seremos los únicos que podremos impulsar este movimiento de manera masiva”, dice Ricardo. “Nuestro papel es sensibilizar y crear capacidades en toda la población, pues sufriremos las mayores consecuencias de la toma (o la falta de) decisiones del día de hoy. Ya existen figuras jóvenes e inspiradoras que, como Greta, están impulsando un movimiento endógeno desde Latinoamérica. Por ejemplo, Francisco Vera, un gran orador de Colombia de solo 12 años de edad. Creo firmemente que no deberíamos promover más ‘Gretas’ en Latinoamérica, aunque admiro su valentía y liderazgo, sino que necesitamos jóvenes líderes propios que puedan inspirar dentro del contexto latinoamericano”.
“Tenemos a muchísimos jóvenes haciendo cambios increíbles en sus países y en la región. Solo hace falta que tengan espacios para exponer sus ideas”, concluye Isabella.