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Latinoamérica ante la crisis de Ucrania

La guerra en Europa desnuda la irrelevancia geopolítica de una región lastrada por la falta de coordinación y de liderazgos.

Una mujer protesta contra la invasión de Ucrania ante la embajada de Rusia en Ciudad de México, el 26 de febrero de 2022. EFE/SÁSHENKA GUTIÉRREZ

Latinoamérica no es ajena a lo que está ocurriendo en Ucrania. La invasión rusa del país del Dniéper tiene consecuencias directas sobre la región. Y no solo desde un punto de vista geoestratégico. Económicamente, por ejemplo, van a crecer las tensiones inflacionarias. El incremento de los precios de la energía y del petróleo beneficiará a los países productores (Venezuela, Ecuador o Colombia), pero castigará al resto. Asimismo, el deterioro de las expectativas mundiales de expansión dificultará aún más la salida de la crisis pospandemia.

Además, desde una perspectiva geopolítica, la crisis ucraniana coloca sobre la mesa tres déficits que lastran a la región y que limitan su margen de acción internacional, en especial cuando se producen crisis de alcance global como la actual.

1. Falta de unidad

En primer lugar, Latinoamérica sigue sin hablar hacia el exterior con una sola voz, lo que limita su capacidad para influir en el tablero internacional.  

La votación en la Organización de Estados Americano (OEA) del pasado viernes fue un claro ejemplo de esa falta de unidad regional para encarar problemas mundiales y así tener mayor peso y relevancia. La OEA sacó adelante una declaración contraria a la invasión rusa a Ucrania en la que se condenaba “enérgicamente la invasión ilegal, injustificada y no provocada de Ucrania por parte de la Federación rusa” y se exigía “la retirada inmediata de la presencia militar”. No se adhirieron, sin embargo, Argentina, Brasil, Bolivia, Nicaragua y Uruguay —que finalmente se unió—. Brasil, por boca de su embajador ante la OEA, Otávio Brandelli, criticó el uso de la fuerza, pero afirmó que debían tomarse en consideración las preocupaciones de Rusia “principalmente en lo que respecta al equilibrio de tropas y armas estratégicas en el contexto europeo”. Y Argentina, pese a expresar el “más firme rechazo” al uso de la fuerza armada, alegó la “falta de pertinencia” de la OEA para tratar el tema.

Protesta contra la invasión rusa de Ucrania en Buenos Aires, el 25 de febrero de 2022. EFE/JUAN IGNACIO RONCORONI

En la región ha predominado la heterogeneidad de posturas con respecto a la agresión rusa. Mientras unos mandatarios han criticado duramente a la Rusia de Vladímir Putin (el chileno Sebastián Piñera dijo que “es increíble que en vez de buscar una solución pacífica se haya optado por la guerra”), otros ni siquiera se han manifestado (caso del salvadoreño Nayib Bukele) o se han posicionado a favor del Kremlin. En ese último grupo destaca especialmente Nicolás Maduro, quien el pasado martes, antes de la invasión rusa, declaró: “¿Y qué pretende el mundo? ¿Que el presidente Putin se quede de brazos cruzados? ¿Que no actúe en defensa de su pueblo? Por eso Venezuela anuncia todo su respaldo al presidente Vladímir Putin en la defensa de la paz de Rusia”.

Esa falta de unidad regional trasciende a los países, y también a las ideologías. Mientras que el presidente electo chileno Gabriel Boric, nuevo icono de la izquierda latinoamericana, se ha posicionado contra la invasión (“Rusia ha optado por la guerra como medio para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania”); Cuba, el otro gran referente de las izquierdas continentales, ha responsabilizado a Estados Unidos y a la OTAN de continuar “la progresiva expansión” de la Alianza Atlántica hacia las fronteras de Rusia y de ser la causa de la ófensiva rusa.

 2. Falta de liderazgo

En segundo lugar, los países latinoamericanos llamados a tener más peso en el concierto mundial no han logrado mantener una postura coherente ni coordinada, evidenciando una falta de liderazgo que explica su creciente desprestigio y escasa credibilidad internacional.  

No ha habido en esta crisis un sólido liderazgo regional de los países más importantes, los tres miembros del G20 (Brasil, México y Argentina), los únicos capaces de dar visibilidad a Latinoamérica en el escenario mundial.

Brasil se ha inclinado por la “neutralidad”. Su presidente, Jair Bolsonaro, admitía que no iba a “tomar partido”, y que optaba por “ayudar en lo posible a la búsqueda de una solución”. La consecuencia ha sido que Bolsonaro ha seguido colocando a su país en la irrelevancia. Además, ha evidenciado la descoordinación en el interior de su Gobierno al desautorizar a su vicepresidente, el general Hamilton Mourao, por condenar la invasión y pedir el “uso de la fuerza” en apoyo a Kiev. “Quien habla sobre esas cuestiones se llama Jair Mesías Bolsonaro y quien tenga dudas, que consulte la Constitución”, replicó el presidente, que ha preferido situarse en el ámbito de la “cautela”, negando cualquier tipo de masacre y diciendo que la culpa de lo está ocurriendo es de los ucranianos por haber elegido como presidente a un comediante.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en un acto militar en Moscú, el 16 de febrero de 2022. EFE/MAXIM SHEMETOV/KREMLIN POOL

Por su parte, Argentina y México han demostrado tener una visión muy estrecha y localista. La vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner, ha tratado de establecer paralelismos entre Ucrania y la situación de Las Malvinas. Asimismo, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha comparado la invasión rusa con una de sus obsesiones, la conquista española: “Nos invadieron los españoles e impusieron un sistema colonial que dominó tres siglos nuestro país. Luego nos invadieron dos veces los franceses”. El canciller mexicano, Marcelo Ebrad, se ha mostrado más enérgico a la hora de condenar el ataque ruso: “Por historia y tradición, por nuestra formación como nación, tenemos que rechazar y condenar enérgicamente la invasión de un país como Ucrania de parte de una potencia como Rusia”, declaró

3. Falta de influencia

En tercer lugar, y como consecuencia de la falta de unidad y liderazgo, América Latina acaba siendo un espectador periférico de los conflictos, de los cuales recibe coletazos geopolíticos y económicos. 

La crisis ucraniana muestra la fragilidad y los peligros de la alianza que algunos regímenes latinoamericanos (Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia) mantienen con Putin, e incluso echa por tierra el intento de otros países de la región de coquetear con el Kremlin, como se vio el pasado febrero cuando Alberto Fernández y Jair Bolsonaro, en plena escalada de la crisis en Ucrania, viajaron a Moscú.

Desde finales de la primera década del siglo XXI, Rusia ha tratado de reconstruir los lazos con América Latina con el triple objetivo de ganar una renovada proyección internacional, conseguir aliados en su pulso geopolítico con Estados Unidos y hallar nuevos mercados de expansión para sus exportaciones, sobre todo de material militar. Los países latinoamericanos más claramente situados contra la hegemonía de Washington y crecientemente autoritarios —como el régimen de Putin— se vincularon estrechamente con Moscú. Ahora, esa alianza va a tener un coste. Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y la Unión Europea han impuesto un conjunto de sanciones contra el Gobierno y dirigentes rusos, incluido el presidente Putin, que tendrán un impacto real sobre el sector financiero controlado por bancos rusos que funcionan en Venezuela y Cuba.

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, con su homólogo ruso, Vladímir Putin, en el Kremlin, el 3 de febrero de 2022. EFE/SERGEI KARPUKHIN/KREMLIN POOL

De igual manera, quedan debilitados en cuanto a su credibilidad internacional figuras como Alberto Fernández, quien incluso le ofreció a Rusia que Argentina fuera una “puerta de entrada a América Latina”. En cuanto a Brasil, la que fuera sólida y coherente política exterior dirigida desde el Palacio Itamaraty, sede del Ministerio de Exteriores, se ha vuelto con Bolsonaro en el Palacio de Planalto en voluble y errática. Así, el viernes 25 de febrero, Brasil votó, a pesar de las reticencias del presidente, a favor de un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que habría condenado la invasión de Rusia a Ucrania. Dos días más tarde, Bolsonaro dijo que Brasil se mantendrá neutral en el conflicto, señalando que Rusia y Ucrania eran “prácticamente naciones hermanas”.

La invasión rusa a Ucrania muestra que el tablero internacional se ha hecho más complejo. Un mundo más volátil e inseguro donde, para tener peso o ser relevantes, países como los latinoamericanos necesitan diseñar estrategias coherentes, hablar a la comunidad internacional con una sola voz y contar con liderazgos regionales sólidos y respaldados por un consenso general. Es decir, el reverso de lo que se vive actualmente en América Latina, donde la heterogeneidad de posturas y la falta de liderazgos reconocidos condenan a la región a la periferia geopolítica internacional.

Doctor en Historia Contemporánea de América Latina por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de la Universidad Complutense de Madrid. Profesor del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá. Investigador sénior asociado del Real Instituto Elcano de España.